La Palabra de Dios es viva
La generosidad trae bendiciones
LA ESCENA se desarrolla en un aposento superior en alguna parte de Jope, ciudad a las orillas del mar Mediterráneo. La mujer acostada en la cama había enfermado y había muerto. Era una discípula cristiana del primer siglo de nombre Tabita, que en griego es Dorcas. Cuando Dorcas murió, dos mensajeros fueron enviados a la ciudad cercana de Lida para conseguir al apóstol Pedro.
Estos condujeron a Pedro al aposento de arriba, y allí él vio a unas mujeres llorando. Estas amaban a Dorcas debido a las muchas obras bondadosas de esta. Las vemos mostrando a Pedro las prendas de vestir que ella les había hecho. Como discípula cristiana, Dorcas también ha debido ser muy activa en la obra de anunciar a otros el reino de Dios. Pero, ¿qué podía hacer Pedro por ella ahora que Dorcas estaba muerta?
Lo primero que hizo Pedro fue pedir a todos que salieran del aposento. Luego, después de haberse arrodillado y haber orado, se volvió hacia el cuerpo y dijo: “¡Tabita, levántate!” Entonces, como se puede ver, ella abre los ojos. ¡Vuelve a la vida! Tras eso, Pedro la ayudó a levantarse.
Entonces Pedro llamó a las demás personas. ¡Como usted bien puede imaginarse, las mujeres quedaron fuera de sí por el gozo que sintieron al ver a Dorcas de pie y con vida! En verdad, ¡qué maravillosa bendición para ella el ser levantada de la muerte!—Hech. 9:36-42.
Podemos aprender una lección de este relato. Demuestra que la persona que procura ayudar a otros —por medio de dar generosamente de su tiempo, sus energías y sus habilidades— será ricamente recompensada. En el caso que se acaba de citar, no solo eran las mujeres quienes amaban a Dorcas por sus obras bondadosas, sino también Jehová Dios. Por eso él dio a Pedro el poder de levantarla de la muerte.
Por lo tanto, aprenda bien la siguiente lección: Si usted es generoso para con otros, éstos se acordarán de usted y lo demostrarán por el amor que le tendrán. Además, la generosidad es una de las cualidades importantes que se requieren para que Dios se acuerde de uno. Y él puede recompensar a usted con vida... vida eterna en Su justo nuevo orden.—Pro. 11:25; 1 Juan 2:17.