Advertencias que merecen que se les preste atención
ERA la primavera del año 1902. Todas las cosas iban como de costumbre en la hermosa isla antillana de Martinica. La zafra daba vislumbres de ser buena, y, en Saint-Pierre, la ciudad más populosa de la isla, los políticos estaban absortos en una campaña electoral.
Pero luego, a fines de marzo, ocurrió un fenómeno que pareció echar a perder aquel alegre cuadro. La montaña Pelada, que está situada a ocho kilómetros de Saint-Pierre, se puso en actividad. Al principio, la gente no prestó mucha atención. Sin embargo, en abril, cuando aquel volcán comenzó a arrojar humo, cenizas y rocas junto con vapores o gases acres, la gente del pueblo comenzó a temer. Para el fin de abril, una persona escribió lo siguiente a su hermana, quien vivía en los Estados Unidos:
“La ciudad está cubierta de cenizas. El olor a azufre es tan fuerte que en las calles los caballos se detienen para resoplar. Mucha gente se ha visto obligada a usar pañuelos mojados para protegerse de los gases fuertes.”
A principios de mayo, la actividad volcánica aumentó y hubo explosiones frecuentes y fuertes. El periódico de Saint-Pierre, Les Colones, dijo que “la lluvia de cenizas nunca se detiene . . . ya no se oye el sonido de los coches por las calles. La capa de cenizas amortigua el sonido de las ruedas.” Una residente de Saint-Pierre escribió a su hermano que estaba en Marsella, Francia, lo siguiente:
“Te escribo con la más sombría impresión, aunque espero que esté exagerando la situación. Mi esposo se ríe; pero puedo ver que está lleno de ansiedad. . . . El calor es sofocante. No podemos dejar nada abierto, pues el polvo entra por dondequiera, y nos quema el rostro y los ojos. Todas las cosechas están arruinadas.”
Debería haber quedado claro que amenazaba un peligro verdadero. Pero, ¿se prestó atención a las advertencias que provenían de la montaña Pelada?
ACTITUD DE LOS LÍDERES DE LA CIUDAD
Debido a que se acercaba la zafra, los hombres de negocio de Saint-Pierre aseguraban a la gente que no había ningún peligro. Los políticos, puesto que estaban interesados en las elecciones que se aproximaban, tampoco querían que la gente huyera, y por eso decían lo mismo. De hecho, el alcalde de otra ciudad vino a Saint-Pierre para convencer a la gente de que no había razón para alarmarse. Los líderes religiosos, los clérigos católicos, cooperaron con los grupos políticos y de los negocios en el esfuerzo por tratar de persuadir a sus feligreses de que todo estaba bien.
Entonces sucedió lo que se temía. Poco antes de las ocho de la mañana del 8 de mayo, la montaña Pelada explotó con un rugido asombroso. Gigantescas y extremadamente calientes nubes negras avanzaron con velocidad increíble hacia Saint-Pierre. Un escritor declara:
“Los muchos miles de cadáveres entre las ruinas relataban más o menos la misma historia, la de una muerte prácticamente instantánea cuando los alcanzó el chamuscador huracán que provino de la montaña Pelada. No hubo tiempo para intentar huir, ni siquiera para luchar por la vida; centenares de personas simplemente murieron allí mismo donde se encontraban. El gas calcinador hizo su trabajo rápidamente, extinguiendo centenares de vidas en dos o tres minutos.”
Prácticamente todos los que estaban en Saint-Pierre murieron... unas 30.000 personas o más. Solo tres personas sobrevivieron, y dos de ellas murieron poco tiempo después a causa de las heridas. La única persona que se recuperó de sus heridas y siguió viviendo fue un joven prisionero. Lo habían puesto en la mazmorra de la prisión, donde lo encontraron varios días después del estallido.
Existen hasta el día de hoy en Saint-Pierre muchas ruinas, incluso la mazmorra, que dan testimonio de este ardiente cataclismo. Además, hay una placa que da el relato de los muchos centenares de personas que perdieron la vida en una iglesia católica mientras asistían a misa.
Tan solo el sentido común debería haberles dictado que abandonaran a Saint-Pierre cuando el aire quedó tan contaminado que se hacía difícil respirar. Y si los hombres de negocio, los políticos y los clérigos hubiesen estado más preocupados por la vida de la gente que por sus propios intereses inmediatos, entonces, en vez de haberse esforzado por convencer a los residentes para que se quedaran, habrían huido de la ciudad junto con ellos. Eso les hubiera salvado la vida.
ADVERTENCIAS EN LA ACTUALIDAD
Recientemente, se han dado amplias advertencias de una destrucción futura aún mayor. ¿De qué advertencias estamos hablando? No de las que dio a principios de 1980 el monte St. Helens del estado de Washington, en los Estados Unidos. Un residente de aquella área escribió: “La montaña continuó dando señales cada vez más intensas de actividad, casi como advirtiéndonos que estuviéramos listos para la verdadera explosión.” Los funcionarios locales y estatales hicieron eco a esto, pues también hablaron del gran peligro que existía para los que vivían en la zona volcánica.
Pero no son advertencias sobre alguna destrucción local que se espere lo que tenemos presente. Más bien, son advertencias, que ahora se están diseminando por todo el mundo, de una inminente destrucción mundial... el Armagedón. Al predecir esta destrucción, Jesucristo dijo: “Porque habrá entonces grande tribulación como la cual no ha sucedido una desde el principio del mundo hasta ahora, no, ni volverá a suceder.” (Mat. 24:21) Basándonos en la descripción que da Jesús, esta “grande tribulación” destruirá más vidas humanas que todos los desastres naturales de la historia humana en conjunto.
¿Piensa usted que eso es imposible? Sin embargo, Jesucristo el profeta de Dios nunca antes se ha equivocado. “La guerra del gran día de Dios el Todopoderoso,” comúnmente llamada Armagedón, de seguro vendrá. (Rev. 16:14-16) Será la parte final de la “grande tribulación.” Por lo tanto, ¿no es lógico que por lo menos demos consideración a las advertencias de que el Armagedón está cerca, de que acontecerá dentro de la vida de la mayoría de las personas que ahora viven?
EL ARMAGEDÓN... ¿CUÁNDO?
Con relación a la “grande tribulación,” incluso el Armagedón, Jesús pasó a decir en esta profecía vital: “Porque así como eran los días de Noé, así será la presencia del Hijo del hombre. Porque como en aquellos días antes del diluvio estaban comiendo y bebiendo, los hombres casándose y las mujeres dándose en matrimonio, hasta el día en que Noé entró en el arca; y no hicieron caso hasta que vino el diluvio y los barrió a todos, así será la presencia del Hijo del hombre.”—Mat. 24:37-39.
De este modo, Jesús mostró claramente que la venidera destrucción mundial —que sobrepasaría aun al Diluvio en magnitud— está asociada con Su presencia. Esta tiene lugar ‘cuando él llega en su gloria y se sienta sobre su glorioso trono’ para gobernar como rey. (Mat. 25:31) ¿Tenemos algún modo de saber el tiempo en que vendrá el Armagedón?
Sí, lo tenemos. Los discípulos de Jesús estaban interesados en estos asuntos. Por eso le preguntaron acerca de ellos. La pregunta misma que inició la consideración de Jesús en la cual habló de la “grande tribulación” fue ésta: “¿Cuándo serán estas cosas, y qué será la señal de tu presencia y de la conclusión del sistema de cosas?” (Mat. 24:3) Ciertamente deberíamos estar muy interesados en identificar “la señal” que Jesús dio.
Usted mismo puede examinar la “señal.” Está registrada en la Biblia en los capítulos 24 y 25 de Mateo, el capítulo 13 de Marcos y el capítulo 21 de Lucas. Allí usted encontrará que Jesús dijo que su presencia y lo cercano de la “grande tribulación” estarían marcados por grandes dificultades en la Tierra. Habría guerras, en las que se levantaría nación contra nación, grandes terremotos, escaseces de alimento, pestes y un aumento tan grande del desafuero que el amor de la mayor parte se enfriaría. También, Jesús predijo que sus seguidores serían perseguidos, pero que, no obstante, las “buenas nuevas del reino se predicarán en toda la tierra habitada . . . y entonces vendrá el fin [incluso el Armagedón].”
En otra profecía se inspiró al apóstol Pablo a escribir lo siguiente: “En los últimos días se presentarán tiempos críticos, difíciles de manejar. Porque los hombres serán amadores de sí mismos, amadores del dinero, presumidos, altivos, blasfemos, desobedientes a los padres, desagradecidos, desleales, sin tener cariño natural, no dispuestos a ningún acuerdo, calumniadores, sin gobierno de sí mismos, feroces, sin amor de la bondad, traicioneros, temerarios, hinchados de orgullo, amadores de placeres más bien que amadores de Dios, teniendo una forma de devoción piadosa mas resultando falsos a su poder.”—2 Tim. 3:1-5.
¿Diría usted que las profecías de Jesucristo y del apóstol Pablo acerca de “los últimos días” están cumpliéndose en la actualidad? Más de dos millones de testigos de Jehová piensan que sí, y por eso los testigos de Jehová están dando por todas partes la advertencia de que el Armagedón está cerca. Invitan a la gente a examinar la evidencia y decidir por sí misma si estas advertencias tienen base sólida.
¿MERECEN QUE SE LES PRESTE ATENCIÓN?
Obviamente, algunas advertencias no tienen fundamento, y sería tonto el que les prestáramos atención. Pero el hecho de que muchas personas —entre ellas miembros prominentes de alguna comunidad— se burlen de algunas advertencias, o las menosprecien, no es razón suficiente para pasarlas por alto. Recuerde la situación en lo referente a la montaña Pelada. El 5 de mayo, tres días antes de su mayor erupción, el volcán arrojó una corriente de material hirviente que mató a docenas de personas a su paso. Muchas personas consideraron esto como suficiente advertencia para huir, según escribió Peter Francis en su libro de reciente publicación Volcanoes:
“Muchas personas trataron de abandonar a Saint-Pierre e irse a Fort-de-France, el segundo pueblo en importancia de Martinica. Sin embargo, las autoridades locales no vieron con buenos ojos la perspectiva de una evacuación en gran escala. Aparte del problema de tratar con grandes cantidades de refugiados atemorizados, el 10 de mayo iban a celebrarse las elecciones, y puesto que las facciones políticas del pueblo estaban deseosas de que nada estorbara las elecciones, hicieron un esfuerzo unido por restar importancia al posible riesgo. Se organizó una ‘delegación científica’ compuesta de algunas de las personas más instruidas de la isla y éstas produjeron un informe que había sido preparado con el fin de tranquilizar a los atemorizados.”
Hasta cierto punto tuvieron éxito al hacer esto. La gente se quedó... ¡y todos murieron, a excepción de uno!
En la actualidad, las profecías bíblicas con relación a “los últimos días” se están cumpliendo. Se pueden ver todos los rasgos de la “señal” compuesta que Jesús dio. Sí, lo que Cristo y sus apóstoles predijeron que ocurriría justamente antes de la “grande tribulación” está sucediendo ahora. Las pruebas son abrumadoras. Como predijo Jesús, hay ahora “sobre la tierra angustia de naciones, no conociendo la salida.” Además, los “hombres desmayan por el temor y la expectativa de las cosas que vienen sobre la tierra habitada.”—Luc. 21:25, 26.
Como ilustración de que existen tales condiciones de temor, considere los comentarios de Jim Hampton, director del Herald de Miami. Aunque él no estaba viendo el Armagedón desde un punto de vista enteramente bíblico, escribió el 4 de mayo de 1980 lo siguiente:
“¿Se le está formando a usted en lo más profundo de las entrañas un nudo como el que se está formando en las mías? ¿Ese horrible nudo que mantiene a uno desvelado toda la noche y que le informa que algo marcha terriblemente mal en su país, sí, en todo el mundo? ¿El nudo que le hace temblar a veces porque usted empieza a darse cuenta de que Armagedón no es simplemente alguna alegoría acerca de la cual se lee en la Biblia, sino algo real? ¿Y comprende usted por primera vez en la vida que el fósforo está tan cerca de la mecha que el Armagedón es verdaderamente posible?
“Yo tengo ese nudo. Y no me da vergüenza confesarlo, porque he preguntado a una docena de mis amigos si ellos lo tienen también, y no hay uno que no lo tenga.”
Hay quienes se burlan de la idea de que Dios haya de poner fin a la iniquidad. Otros hacen poco caso de las pruebas de que las profecías bíblicas están cumpliéndose. Pero la Biblia predijo esta misma situación, al decir: “En los últimos días vendrán burlones con su burla, procediendo según sus propios deseos y diciendo: ‘¿Dónde está esa prometida presencia de él? Pues, desde el día en que nuestros antepasados se durmieron en la muerte, todas las cosas continúan exactamente como desde el principio de la creación.’”—2 Ped. 3:3, 4.
Pero esos burlones están equivocados. La realidad es que las cosas han cambiado. Las profecías bíblicas están cumpliéndose. La prueba de que el Armagedón está cerca es tan clara como la prueba que indicó a principios del año pasado que el monte St. Helens estaba a punto de hacer erupción. No obstante, muchas personas que se hallaban en aquella área rehusaron prestar atención a las advertencias de mantenerse fuera de la zona de peligro. Pagaron con la vida. Una señora que fue entrevistada en un programa de televisión expresó su desaprobación de las restricciones de viaje que se habían impuesto para mantener alejada de aquella área a la gente. Después que el volcán hubo hecho erupción, la misma señora apareció nuevamente en el programa de televisión y agradeció humildemente el que se hubieran puesto en vigor las restricciones, las cuales, según ella, le habían salvado la vida.
DÓNDE SE PUEDE HALLAR LA SEGURIDAD
Ante el peligro de enfrentarse a una erupción volcánica, es bastante obvio dónde se puede encontrar seguridad... muy lejos del volcán. Asombrosamente, se informa que cuando el monte St. Helens hizo erupción la “zona de muerte” abarcó un área de 380 kilómetros cuadrados. ¡Árboles que se encontraban hasta a 23 kilómetros de distancia en tres direcciones fueron derribados por el volcán, y todo quedó chamuscado por varios kilómetros más allá de eso! Pero, ¿dónde se puede hallar seguridad durante la cercana “grande tribulación”?
No es en ningún lugar físico. Tal como en el Diluvio, Jehová Dios podrá destruir a los inicuos dondequiera que ellos traten de esconderse. Por la misma razón, él podrá conservar con vida a cualquier persona a quien escoja, sin importar dónde viva. El apóstol Juan dio la clave a la seguridad cuando escribió: “El mundo [de la humanidad desobediente] va pasando y también su deseo, pero el que hace la voluntad de Dios permanece para siempre.”—1 Juan 2:17.
El único lugar de seguridad existe en la propia relación que uno tenga con Jehová, y solo se puede disfrutar de ésta por medio de hacer Su voluntad. Pero antes de que podamos hacer la voluntad de Jehová tenemos que aprender lo que él requiere de nosotros. Eso envuelve estudiar su Palabra, la Biblia, y luego aplicarla en la vida. ¿Está usted dispuesto a hacer eso? Los testigos de Jehová le ayudarán con gusto. De todos modos, no pase por alto las advertencias basadas en la Biblia que ellos están dando en el sentido de que el Armagedón está cerca. Estas son advertencias que merecen un examen cuidadoso... y a las cuales se debe prestar atención.
[Ilustración en la página 4]
Centenares de personas que rehusaron prestar atención a las advertencias se refugiaron en una iglesia y perdieron la vida