¿Le ha desilusionado alguna vez una etiqueta?
¿HA COMPRADO usted alguna vez un producto que tuviera una etiqueta atractiva, solo para hallar luego que el producto no se igualaba a lo que la etiqueta afirmaba? Usted quedó desilusionado, ¿no es cierto? Sin duda usted decidió no volver a comprar ese producto. Hoy millones de personas han tenido una experiencia similar con la religión. Inicialmente les atrajo la etiqueta de “cristiano,” pero entonces quedaron desencantados por lo que vieron y experimentaron.
De acuerdo con las estadísticas, aproximadamente una de cada cuatro personas de la población mundial dice que es cristiana. En las Américas y en Europa la proporción es aun mayor. Pero, ¿presentan las estadísticas el cuadro verdadero? ¿Qué hay de usted? ¿Fue usted bautizado como miembro de una religión cristiana? Si lo fue, ¿se considera usted cristiano? ¿O es este nombre sencillamente una etiqueta?
Para ilustrar lo que queremos decir, consideremos dos ejemplos: España, país católico, y el Reino Unido, país protestante. Según una enciclopedia, la afiliación religiosa de la población de España para mediados de los años sesenta era como sigue: Católicos romanos, 31.200.000; protestantes, 43.000; judíos, 5.000. De modo que, teóricamente, el 99,85 por ciento de la población española es cristiana. Sin embargo, como la mayoría de los países, España tiene su proporción de ateos, agnósticos, y católicos y protestantes inactivos. ¡Ciertamente el 99,85 por ciento de los cristianos no asiste a la iglesia cada semana, ni siquiera cada año!
Lo mismo es cierto respecto al Reino Unido, pero a un grado mayor. La misma enciclopedia presenta la población de este país en orden de la religión que profesan, como sigue: la Iglesia Anglicana, 27.500.000; la Católica Romana, 6.000.000; y se dan otras cifras para las demás religiones principales. ¿Cuántos de esos 27.500.000 anglicanos realmente asisten a la iglesia con regularidad? Muy pocos, a juzgar por las cifras oficiales de concurrencia. Ni siquiera el 10 por ciento de ellos asiste a la celebración de la Pascua, tiempo en que normalmente concurren muchas personas.
Así, ¿qué indica esto? Que a menudo hay una diferencia entre la etiqueta de la iglesia y el producto. Es una cosa profesar ser anglicano o católico, pero es otro asunto ser miembro activo de una de estas religiones. Igualmente, es una cosa profesar ser cristiano, pero en realidad es algo totalmente diferente el ser cristiano, o alguien que despliegue una personalidad como la de Cristo.
‘De todos modos, ¿qué es un cristiano?,’ quizás pregunte usted. Las ideas varían al respecto pero veamos si las suyas coinciden con algunas de las siguientes opiniones más populares:
Cualquiera que crea en Jesucristo.
Cualquiera que se haya bautizado en una iglesia cristiana.
Alguien que sea miembro de una iglesia cristiana y asista a ella.
Cualquiera que no haga daño a su prójimo y que cuando pueda le preste ayuda.
Alguien que viva en conformidad con la Biblia.
Solo las personas que hayan ‘nacido otra vez.’
Solo las que crean en el papa.
Sí, hay muchas opiniones diferentes, a tal grado que Ninian Smart, quien escribe sobre temas religiosos y enseña a nivel universitario, sintió el impulso de escribir lo siguiente: “La cristiandad es la más misteriosa de las religiones principales. ... Abarca la ortodoxia oriental, el catolicismo y una gran variedad de iglesias y sectas protestantes. ... Puede aprobar la guerra y el pacifismo, los monasterios y las actitudes seglares, la jerarquía y la democracia, la predicación y el rito, a filósofos y a los que rechazan la filosofía.”
Pero, ¿es eso realmente cierto? ¿Puede el cristianismo genuino aprobar la guerra, las actitudes seglares y tantas otras actividades contradictorias que la cristiandad ha aprobado durante las últimas décadas? ¿En qué consiste el cristianismo genuino? Y, ¿es genuina la cristiandad moderna?