¡Denodados testigos de Jehová en acción!
La expansión del cristianismo como se relata en el libro de Hechos
POR aproximadamente tres años y medio Jesucristo había declarado las buenas nuevas del reino de Dios. Había instado a sus seguidores a dejar que la luz de ellos resplandeciera. Pero eran pocos, y Jesús había predicho una predicación de alcance mundial. (Mateo 5:14-16; 24:14) ¿Podrían sus discípulos efectuar alguna vez un ministerio de aquella índole? Aun si quisieran realizarlo, ¿qué ayuda tendrían?
El fiel discípulo Lucas, médico instruido, proporcionó respuesta a cada una de esas preguntas, y a otras, en el libro divinamente inspirado que lleva como título “Hechos de Apóstoles.” (Compare con Lucas 1:1-4; Hechos 1:1, 2.) La evidencia, tanto de carácter externo como interno, señala a Lucas como el escritor de Hechos. Es muy probable que este libro haya sido escrito en Roma alrededor del año 61 E.C.—Colosenses 4:14; 2 Timoteo 4:11.a
Hechos empieza con la ascensión de Jesús al cielo y termina con el aprisionamiento de Pablo en Roma. De aquí que el libro abarque unos 28 años, desde 33 hasta 61 E.C. Su repaso general del cristianismo primitivo ciertamente es un registro electrizante sobre denodados testigos de Jehová en acción.
¿Qué provecho podemos obtener del libro de Hechos? Entre otras cosas, éste puede (1) mostrarnos que la mano de Jehová está con Sus testigos fieles; (2) darnos conciencia del poder y la influencia del espíritu santo; (3) fortalecer nuestra confianza en la profecía divinamente inspirada; (4) ayudarnos a poner a Dios en primer lugar durante las pruebas a que sea sometida nuestra fe; (5) animarnos a ser denodados al dar un testimonio cabal; (6) contribuir a que perseveremos a pesar de la persecución; (7) movernos a ser abnegados al servir a Dios; (8) impelernos a ser estudiantes diligentes de la Palabra de Dios; y (9) estimular nuestra fe en la maravillosa esperanza del Reino.
Pedro... testigo denodado y fiel
Al comienzo del libro de Hechos, Jesús está por despedirse de sus discípulos. ¿Restaurará él el reino a Israel en este tiempo? Ellos quieren saber eso. Pero él les dice que ‘no les pertenece a ellos adquirir conocimiento de los tiempos o sazones que el Padre ha colocado en su propia jurisdicción.’ Aunque los seguidores de Jesús carecían entonces de un entendimiento cabal del Reino, él los comisiona para que sean sus testigos en Jerusalén, Judea y Samaria, y luego “hasta la parte más lejana de la tierra.” ¿De qué manera les sería posible efectuar esta obra? ¡Por el poder del espíritu santo!—Hechos 1:6-8.
El día del Pentecostés, unos 120 discípulos de Jesús están reunidos en una habitación superior de Jerusalén cuando se llenan de espíritu santo. Esto les permite testificar denodadamente en los diferentes idiomas que hablan los judíos y prosélitos que han venido de tierras lejanas a celebrar el Pentecostés en Jerusalén. El apóstol Pedro toma la delantera en la testificación. Explica que el derramamiento del espíritu se efectúa en cumplimiento de la profecía de Joel. (Hechos 2:14-21; Joel 2:28-32) Ese mismo día 3.000 almas ‘abrazan de buena gana la palabra y son bautizadas.’ (Hechos 2:41) Es obvio que la mano de Jehová está sobre Sus testigos. El poder y la influencia del espíritu santo son patentes. Además, las palabras de Pedro fortalecen nuestra confianza en el cumplimiento de la profecía inspirada.
Luego, un cojo es curado milagrosamente, lo cual da prueba adicional del poder del espíritu santo de Dios. Entonces Pedro y Juan dan un testimonio denodado respecto a Jesús. Esto es demasiado para los líderes religiosos, quienes arrestan a los apóstoles y los someten a juicio el día siguiente. Pedro y Juan señalan francamente que la salvación solo se puede conseguir mediante Jesucristo. Cuando se les ordena que dejen de predicar, rehúsan cumplir con tal orden. Después que se les amenaza y se les deja en libertad se reúnen con compañeros de creencia y entonces todos piden unidamente a Dios que les ayude a ‘seguir hablando Su palabra con todo denuedo.’ En consecuencia, “todos sin excepción quedaron llenos del espíritu santo y hablaban la palabra de Dios con denuedo.” Cuando se les ordena de nuevo que dejen de predicar, responden intrépidamente: “Tenemos que obedecer a Dios como gobernante más bien que a los hombres.”—Hechos 4:19, 20, 29-31; 5:29.
¡Cuánto debe ayudar esto a los testigos de Jehová del día moderno a poner a Dios en primer lugar cuando ven su fe sometida a diversas pruebas! ¡Y cuánto debe estimularnos esto a ser denodados al dar un testimonio cabal, hasta cuando se nos persigue!
Esteban, uno de siete hombres que fueron nombrados mediante espíritu santo para distribuir alimento, también da un vigoroso testimonio cuando lo llevan ante el Sanedrín. Cuando señala la culpa de los jueces con relación a la muerte de Jesús, éstos se encolerizan y le dan muerte a pedradas. La tranquilidad de Esteban durante todo esto es un ejemplo excelente que estimula a los testigos de Jehová de hoy día a perseverar a pesar de la persecución.—Hechos 6:1–7:60; compare con Filipenses 4:6, 7, 13.
La persecución aumenta, pero no detiene a los discípulos. Más bien, dondequiera que se encuentran una vez que se les esparce, siguen “declarando las buenas nuevas” con el apoyo y la bendición de Jehová. (Hechos 8:4-8) Pronto, el implacable perseguidor Saulo de Tarso es convertido cuando Jesús personalmente se le aparece en una luz brillante, y Saulo queda cegado por la gloria de ésta. Ananías devuelve la vista a Saulo, y este ex perseguidor, a quien más tarde se conoce como el apóstol Pablo, llega a ser un testigo denodado para Dios y Cristo.—Hechos 9:1-30; 22:6-11.
La congregación ahora ‘entra en un período de paz, edificándose; y como anda en el temor de Jehová y en el consuelo del espíritu santo, sigue multiplicándose.’ (Hechos 9:31) Pedro levanta de entre los muertos a la amada Tabita (Dorcas). Más tarde, Pedro recibe el llamado de ir a Cesarea, donde declara las “buenas nuevas” a Cornelio y la casa de éste. Estos se hacen creyentes y se derrama espíritu santo sobre ellos. Al darse cuenta de que “Dios no es parcial, sino que en toda nación el que le teme y obra justicia le es acepto,” Pedro los bautiza... son los primeros gentiles incircuncisos que llegan a ser discípulos de Jesús.—Hechos 10:1-48.
Poco después, Herodes Agripa I ejecuta al apóstol Santiago y manda arrestar a Pedro con el fin de ejecutarlo también. Pero el apóstol es librado de la prisión por intervención angelical. Además, a pesar de penalidades y persecución, la mano de Jehová está con sus testigos y ‘la palabra de Jehová sigue creciendo y difundiéndose.’—Hechos 11:19-21; 12:24.
Los tres viajes de evangelización de Pablo
Por espíritu santo, Bernabé y Saulo son apartados y enviados desde Antioquía, Siria. (Hechos 13:2, 3) En la isla de Chipre muchas personas llegan a ser creyentes, entre ellas el procónsul Sergio Paulo. Repetidas veces los testigos del Reino tienen que irse de algunas ciudades debido a violenta persecución. En la ciudad de Listra, por ejemplo, Pablo hasta es apedreado y dado por muerto. Pero cuando recobra el sentido vuelve a su obra de testificar y anima a otros a permanecer en la fe, diciendo: “Tenemos que entrar en el reino de Dios a través de muchas tribulaciones.” (Hechos 14:22) ¡Cuánto anima todo esto a los testigos de Jehová del día moderno a perseverar a pesar de la persecución!
En Jerusalén, en una reunión de los apóstoles y los ancianos se resuelve la cuestión de la circuncisión. (Hechos, cap. 15) No, la circuncisión no se ha de requerir de los gentiles que se han convertido al cristianismo. El espíritu santo desempeña un papel en esto, pues la carta que se envía tocante al asunto dice en parte: “Al espíritu santo y a nosotros mismos nos ha parecido bien no añadirles ninguna otra carga, salvo estas cosas necesarias: que sigan absteniéndose de cosas sacrificadas a ídolos y de sangre y de cosas estranguladas y de fornicación.”—Hechos 15:28, 29.
Silas acompaña a Pablo durante el segundo viaje de evangelización de éste, y en el camino se les une Timoteo. En una visión, Pablo recibe la súplica de pasar a Macedonia para suministrar ayuda. Y, en armonía con la actitud abnegada del apóstol y sus asociados, ellos aceptan esto como su asignación en el servicio de Dios. ¿Nos sentimos movidos de igual manera cuando tenemos la oportunidad de gastarnos en el servicio de Jehová?—Hechos 16:9, 10.
En Filipos, la testificación del Reino resulta en un tumulto, y Pablo y Silas son puestos en prisión. Un terremoto les abre la puerta a la libertad, pero ellos no huyen al momento. En vez de eso, predican al carcelero y a su casa, y todos éstos llegan a ser creyentes bautizados.—Hechos 16:11-34.
Después se dirigen a Tesalónica y luego a Berea. Los bereanos ‘son de disposición más noble que los tesalonicenses, porque reciben la palabra con suma prontitud de ánimo, examinando con cuidado las Escrituras diariamente para ver si las cosas que se les dicen verdaderamente son así.’ (Hechos 17:10, 11) ¿No debería esto impelernos a ser estudiantes diligentes de la Palabra de Dios... bereanos del día moderno, por decirlo así?
Al llegar a Atenas, Pablo testifica denodadamente en la plaza del mercado y unos filósofos lo llevan al Areópago. Allí él da un magnífico testimonio acerca de Jehová como Creador, del hecho de que la familia humana es una sola, y de la resurrección de Jesucristo. ¿En qué resulta todo esto? Algunos llegan a ser compañeros de creencia. (Hechos 17:16-34) Al pasar a Corinto, el apóstol halla tanto interés en la verdad de Dios que permanece allí 18 meses.—Hechos 18:1-17.
Después de regresar a Antioquía y pasar algún tiempo allí, Pablo comienza su tercer viaje de evangelización. En Éfeso testifica denodadamente, y Dios sigue ejecutando obras extraordinarias de poder mediante él. El ministerio en Éfeso resulta fructífero, pero también lleva a un alboroto en esta ciudad llena de adoradores de la diosa Artemis. No obstante, el apóstol parte de allí ileso.—Hechos 19:8–20:1.
En camino de regreso a Jerusalén, Pablo convoca a los hombres de mayor edad de la congregación de Éfeso. Les recuerda el servicio abnegado que él rindió mientras estuvo entre ellos. Él había estado ocupado como proclamador del Reino y podía señalar a que había ‘enseñado públicamente y de casa en casa.’ ¡Qué ejemplo excelente para los que llevan responsabilidades entre el pueblo de Jehová hoy!—Hechos 20:17-35.
La persecución no detiene el testificar acerca del Reino
Aunque a Pablo se le advierte que no ponga pie en Jerusalén, él no se vuelve. (Hechos 21:10-14) Santiago y otros ancianos de la congregación se regocijan muchísimo cuando Pablo les relata acerca del modo como Dios ha bendecido el ministerio de él entre las naciones. Pero cuando el apóstol se presenta en el templo, ¡qué recibimiento diferente le dan! Judíos de la provincia de Asia levantan a toda la ciudad contra él, y soldados romanos lo rescatan precisamente a tiempo. Más tarde, en un tribunal dividido compuesto de fariseos y saduceos, Pablo plantea la cuestión de la resurrección y pone a unos contra otros. Cuando la disensión incrementa en violencia, los soldados romanos echan mano de Pablo y se lo llevan de allí. Pablo es enviado secretamente a Cesarea, al gobernador Félix. Ante el gobernador, Pablo se defiende contra sus acusadores. Pero se mantiene en custodia al apóstol por dos años. Después Pablo comparece ante Porcio Festo, da un testimonio denodado, y apela a César. (Hechos 25:11) Más tarde aún, Pablo comparece ante el rey Herodes Agripa II. Aunque Agripa reconoce la inocencia de Pablo, el apóstol ha apelado a César y por consiguiente es enviado a Roma.
El viaje a Roma es interrumpido por una violenta tormenta. El barco encaya y queda destrozado, pero, tal como un ángel le ha asegurado a Pablo, todos los que están a bordo logran llegar a salvo a la orilla de la isla de Malta. Tres meses después Pablo y los que le acompañan en el viaje zarpan hacia Roma. En la capital romana, Pablo permanece por dos años ‘en su propia casa alquilada y recibe amablemente a todos los que vienen a él.’ ¿Con qué propósito? Para testificarles, pues se nos dice que él estaba ocupado “predicándoles el reino de Dios y enseñando las cosas respecto al Señor Jesucristo con la mayor franqueza de expresión, sin estorbo.”—Hechos 28:30, 31.
De modo que Hechos concluye con un registro de fiel testificación acerca del Reino. Sí, el libro de Hechos hace resaltar la magnífica esperanza del Reino. Y este registro inspirado debe mover a los siervos de Dios del día actual a ser como sus colegas del primer siglo... ¡denodados testigos de Jehová en acción!
[Nota a pie de página]
a Para detalles, vea Aid to Bible Understanding, página 32, y “Toda Escritura es inspirada de Dios y provechosa,” páginas 198, 199. La Watchtower Bible and Tract Society of New York, Inc. publica ambos libros.
[Ilustración en la página 20]
Como Pedro durante el Pentecostés, todos los cristianos fieles son denodados testigos de Jehová