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  • Las cadenas de la superstición
  • La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1983
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La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1983
w83 15/1 págs. 3-4

Las cadenas de la superstición

¿ES USTED una persona supersticiosa? Si lo es, usted no es la única. Cierto investigador halló más de cuatrocientos mil supersticiones diferentes por todas partes del mundo. El hecho de que muchos hoteles no tengan un decimotercer piso, o que la gente trate de no caminar por debajo de una escalera ni permitir que algún gato negro le pase por enfrente, demuestra que hay supersticiones en el mundo occidental. La misma influencia malsana de la superstición se hace patente en África, como lo ilustra la siguiente experiencia.

Hace unos veinte años murió el esposo de Wawa después de estar enfermo por mucho tiempo. Durante los tres días siguientes a su muerte, Wawa yació en el suelo al lado del lecho de muerte llorando y gimiendo, mientras docenas de personas se lamentaban, gemían, bailaban y bebían alrededor de ella como parte del velorio. Muchos de los dolientes estaban tan envueltos en la situación que ni durmieron ni fueron a trabajar. ¿Por qué? Querían demostrar al espíritu del difunto y a su familia que ellos eran amigos de él.

Viviendo con temor a los muertos

Al tercer día el cuerpo fue llevado al cementerio, y todo el mundo fue tras él. Se puso el ataúd en el hoyo y se le tiraron encima piedrecitas y puñados de tierra. ¿Por qué? “Para decir adiós al espíritu de mi esposo”, dice Wawa. Luego, antes de rellenar la sepultura, Wawa juró delante de todos que ella siempre había sido fiel a su esposo. “Si no fue así”, proclamó ella, “que su espíritu me dé un golpe de muerte”. Desde entonces en adelante, el miedo que tenía al espíritu de su difunto esposo gobernaría la vida de Wawa.

La familia de su esposo seguía diciéndole: “Si haces cualquier cosa kirikiri [“irrazonable”, en el idioma sango], su espíritu regresará y te matará”. Para demostrar que ella realmente había amado a su esposo, no se dio un baño completo durante tres meses, llevó una vestidura sencilla alrededor de su cuerpo y durmió sobre una estera de paja en la tierra. Wawa creía que su difunto esposo estaba observando cada movimiento de ella. Parecía que el hombre a quien ella había amado se había convertido en su peor enemigo.

En algunas tribus se requiere que la viuda doliente lleve un cuchillo para rechazar cualquier ataque del espíritu del difunto esposo. Ella no puede mirar directamente a la llama cuando enciende un fuego, por miedo de ver al difunto. Se levanta a las tres o cuatro de la mañana todos los días y llora y gime para demostrar que todavía lo ama. Además le ofrece la primera porción de cada comida por medio de arrojar algo de ésta a la tierra.

Cuando se cumplieron tres meses, la familia del esposo de Wawa la llevó a orillas del río más cercano y la arrojaron al agua. Esto era una señal de que, en la medida en que ella había cumplido satisfactoriamente con el duelo, estaba limpia de cualquier espíritu inicuo. Algunas personas dicen que esto también indica que ella no tuvo nada que ver en la muerte de su esposo.

Pero ¿por qué murió él?

En la mente de muchas personas de esta parte del mundo, nadie simplemente muere. Al difunto se le tiene que haber dado muerte debido a la mala voluntad de un ser humano o de una fuerza sobrenatural. Por consiguiente, los parientes políticos de Wawa no la ayudaron a sobrellevar su dura prueba. A raíz de la muerte de su esposo, el hermano menor de éste le gritó a ella: “¡Tú le diste una pócima para que él te amara, pero la preparaste demasiado fuerte, y eso lo mató!”. Otros la acusaban diciéndole: “¡Tú hiciste brujerías para que él muriera!”.

Después del “baño de limpieza” del tercer mes aumentó el hostigamiento de ellos. Ella se veía de continuo en la obligación de darles dinero, alimento o bebidas alcohólicas. La pobre Wawa se decía a sí misma en son de queja: “Yo soy la que está necesitada. ¿Por qué tengo que seguir trayendo estas cosas a la familia de mi esposo?”. Sin embargo, no se atrevía a negárselas, por miedo al espíritu de su esposo.

Finalmente, después de dos años llenos de temor, el período de duelo de Wawa terminó. Se le dio la oportunidad de casarse con el hermano mayor de su difunto esposo, y luego con los hermanos menores. Cuando ella rehusó todas las ofertas quedó en libertad para regresar a vivir con su propia familia. Pero aún así Wawa creía que su difunto esposo estaba buscando oportunidades de hacerle daño.

Lo triste del caso es que todos los temores de Wawa no tenían ningún fundamento verdadero. No hay ningún “espíritu de los muertos” que regrese a hacer daño a sus amados. La Biblia nos dice que los muertos ‘bajan al silencio’. De hecho, los muertos “no están conscientes de nada en absoluto [...] También, su amor y su odio y sus celos ya han perecido”.—Salmo 115:17; Eclesiastés 9:5, 6.

Felizmente Wawa aprendió esto después de aquello. Ahora sabe que su terrible miedo era irrazonable, supersticioso y sin fundamento alguno. Pero millones de personas todavía tienen tales temores. ¿Por qué? ¿Qué encadena a la gente a las supersticiones? ¿Pueden romperse esas cadenas?

[Comentario en la página 4]

Después de morir el esposo de Wawa, el hermano menor de éste le gritó a ella: “¡Tú le diste una pócima para que él te amara, pero la preparaste demasiado fuerte, y eso lo mató!”

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