Del ateísmo a una vida llena de propósito
Como lo relató Fred N. Severud
AUNQUE vengo de una familia noruega muy religiosa, me hice ateo. ¿Por qué? Algo que me ocurrió cuando era un jovencito ayuda a explicar esto.
En 1909, cuando tenía unos diez años de edad, mi hermanita murió al nacer. Mi abuela quería desesperadamente que un ministro bautizara a la niñita para que no fuera al infierno y ardiera en el fuego para siempre. Al no poder hallar un ministro, ella usó el agua sucia en la que había acabado de bañar a la bebé y le salpicó la cabeza, e hizo una oración; aquello “la envió directamente al cielo”.
“¿Por qué no es tan fácil el que todos podamos ir al cielo?”, me preguntaba. Se sembraron en mí semillas de duda que finalmente contribuyeron a que perdiera toda fe en Dios. Sencillamente no podía entender qué clase de Dios torturaría a la gente en un infierno de fuego.
Tampoco podía aceptar la idea de que la vida en la Tierra solo nos prepara para ir al cielo. ¿Qué propósito tiene la vida? ¿Solo vivir setenta u ochenta años y entonces morir? Estas preguntas exigían contestaciones. De modo que cuando llegó el tiempo para que se efectuara mi confirmación, rehusé hacerlo porque no quería pertenecer a una iglesia que adoraba a un Dios que parecía ser tan irrazonable. Iba a la iglesia solo por complacer a mis padres, pero cuando yo miraba al ministro, apretaba los dientes y decía para mis adentros: “¡Hipócrita!”. Toda persona a quien se le administraba el sacramento de la confirmación recibía un traje nuevo. Pero como yo no lo hice, ¡no recibí ningún traje nuevo!
Mi vida cambia de rumbo
En la universidad a la que asistía, por alguna razón yo era el estudiante favorito del maestro. Cierto día el maestro me pidió que diera a la clase una conferencia sobre el tema de la evolución, lo cual hice. Como ateo, yo creía en la evolución. Sin embargo, después de aquel discurso, le dije al maestro que había algo que yo no entendía.
“¿Qué sucedió antes de que se desarrollara el ojo?”, pregunté. El maestro contestó que el ojo comenzó a formarse de ciertos puntos blandos en el cráneo; pasaron millones de años y finalmente se desarrolló el ojo. “¿Quiere decir que las criaturas tropezaban de un lado a otro sin saber por dónde iban?” Sencillamente quería aprender. No fue mi intención empezar una discusión.
Pero el maestro se enojó tanto y se sintió tan humillado que me dio una mala nota. Pero quizás fue aquello lo que cambió toda mi vida. Pues aquella mala calificación me descalificó de servir como líder de los cadetes de la prestigiosa escuela militar a la que yo asistía. Si aquello no hubiera sucedido, probablemente hubiera escogido una carrera militar. Por eso decidí estudiar ingeniería.
Me gradué de ingeniero civil y estructural, y me casé con una joven que conocí mientras asistía a la universidad. En 1923 partimos de Noruega, nuestra tierra natal, rumbo a los Estados Unidos, donde esperaba realizar mi ambición de “convertirme en el mejor ingeniero del mundo”.
Entonces algo inesperado orientó mi vida en una nueva dirección. Antes de salir de Noruega, nuestros parientes nos advirtieron que no habláramos sobre religión con mi tío Chris, quien vivía en los Estados Unidos. ¿Por qué no? Porque, según nos dijeron, él era un poco “raro” en lo relacionado con la religión. Era un “Estudiante de la Biblia”, como se llamaban entonces los testigos de Jehová.
Pues, cuando llegamos, ¡la persona que nos recibió en el muelle fue nada menos que tío Chris! Y, sí, él habló acerca de su “religión extraña”, pero nos maravillaron las contestaciones que nos dio. ‘Podemos tener la certeza de que un Dios de amor no torturaría a las almas en el infierno’, explicó. ‘La Tierra tiene un futuro eterno en el propósito de Dios. Y al hombre se le prometió vida eterna con salud perfecta aquí mismo en una Tierra paradisíaca’. (Eclesiastés 9:5, 10; Salmo 146:3, 4; 104:5; Lucas 23:43; Revelación 21:3, 4.)
Tengo que admitir que sentí atracción por un Dios que fuera así, pero todavía tenía mis dudas. Sin embargo, mi esposa lo aceptó todo enseguida. Yo quería investigar más profundamente para ver si había algunos fallos. Cuando yo leía algo en mi ejemplar de la Biblia, la versión del Rey Jaime, que no parecía concordar con lo que mi tío decía, yo investigaba el asunto y lo comparaba con la Exhaustive Concordance, de Strong. Todo favorecía lo que los Estudiantes de la Biblia decían.
Allá en Noruega habíamos tenido que estudiar la Biblia como parte de nuestra enseñanza escolar. De modo que tenía las “piezas”, como en un rompecabezas, pero no veía el “cuadro”. Pero mientras más estudiaba con mi tío, era cada vez más claro que cada pieza tenía su lugar, y ninguna de ellas sobraba. Finalmente, en 1935, también acepté lo que había estado aprendiendo, y al poco tiempo me bauticé.
Mi vida comenzó a tomar un nuevo rumbo. Tenía que dedicar más tiempo a agradar a Jehová, pero también tenía que continuar manteniendo a mi familia, la cual iba creciendo. Aunque seguía interesado en ser un buen ingeniero, ahora sabía que tendría mayor satisfacción en la vida si servía a Jehová Dios. Sin embargo, también tenía que establecer mi negocio. Mientras más estudiaba la Biblia, más claro veía que había empezado la casa por el tejado. Primero tenía que servir a Jehová, y entonces todo lo demás (las cosas necesarias de la vida) sería añadido (Mateo 6:33). Y así es como he estado haciéndolo.
La obra de Jehová viene primero
Había conseguido establecer un buen negocio para cuando comenzó la Depresión en 1929. Entonces como no podía pagar los salarios de mis empleados, me vi obligado a dejarlos cesantes. Después, a medida que la economía comenzó a mejorar, fui a una subasta para conseguir un empleo que me suministraría todo lo que necesitaba para comenzar. Sin embargo, había muchos otros ingenieros a quienes también se les estaba considerando para el trabajo.
Era una obra de construcción de viviendas, y se habían estipulado diversas especificaciones gubernamentales. Una especificación decía que se construirían azoteas de concreto con parapetos. Yo sabía que si no se tomaban precauciones especiales, los parapetos se agrietarían en las esquinas (lo cual, de hecho, sucedió en otras treinta y nueve obras de construcción de las que yo tenía conocimiento) debido a la diferencia entre la temperatura del concreto de la azotea, la cual tenía un material aislante que se calentaba en invierno, y la de los parapetos, que estaban a la intemperie. El arquitecto vio el punto y me recomendó para el trabajo. Poco me imaginaba yo que en poco tiempo se sometería a prueba mi resolución de poner la obra de Jehová en primer lugar.
En aquel tiempo los testigos de Jehová eran blanco de intensa oposición por su neutralidad en los asuntos políticos y su predicación de la Palabra de Dios. Por todo lugar había arrestos, especialmente en Nueva Jersey, donde yo vivía.
Cierto miércoles yo tenía una cita en Washington, D.C. (E.U.A.), para formular el nuevo contrato. Pero el viernes antes de la cita se leyó en la reunión que estábamos celebrando en el Salón del Reino una carta de la Sociedad Watchtower en la que se pedía que todas las congregaciones vecinas se opusieran a los arrestos ilegales de nuestros hermanos.
Aquel domingo (¡solo tres días antes de mi cita!) fuimos invitados a visitar pacíficamente los hogares de los residentes de varios pueblos de Nueva Jersey para explicarles las creencias de los testigos de Jehová. Si muchas personas apoyaban lo que se conocía entonces como las campañas de las divisiones, se podría dar un buen testimonio. Pero tendríamos que estar dispuestos a pasar 120 días en la cárcel. Si yo iba a la cárcel, podía estar seguro de que no conseguiría el empleo que tanto necesitaba. Después de orar a Jehová por su guía, me alisté para apoyar aquella actividad. ¡La obra de Jehová era más importante!
Cuando fuimos a trabajar en el territorio que se nos había asignado, un policía se acercó a nosotros y nos dijo bruscamente: “¿Qué hacen ustedes aquí?”. De momento se apoderó de mí un sentimiento raro. “¡Adiós al empleo!”, pensé para mis adentros. “Pero Jehová cuidará de mí.” Inmediatamente, una hermana que estaba en el auto preguntó al policía dónde quedaba la gasolinera más cercana, pues ella tenía que usar el baño.
“Acaba de pasar una”, replicó el policía.
“Pero entonces no tenía que ir”, contestó ella. De modo que nos dirigimos a la gasolinera. Al regresar estábamos convencidos de que seríamos arrestados, pero, extraño como parezca, el policía había desaparecido y no hubo arresto alguno. Por consiguiente, después de todo, ¡conseguí el empleo!
Predicación de tiempo completo
Anhelaba dedicar más tiempo a la obra de predicar y enseñar. Por eso, cuando volví a emplear a las personas que habían trabajado conmigo antes de la Depresión, les pedí que fueran mis socios. ¿Por qué? Porque así trabajaría solo tres días en la oficina y podría dedicar cuatro días a la obra de predicar y enseñar de la Biblia.
“¡Estarás predicando todo el tiempo!”, dijeron ellos. “¡Nunca te veremos!” Les aseguré que vendría a la oficina tal como había prometido. De modo que estuvieron de acuerdo... ¡necesitaban el empleo! Después conseguí otros socios y reduje a dos días el tiempo que tenía que trabajar en la oficina.
Mantuve la meta de precursor (predicación de tiempo completo) ante mis hijos, y los cuatro han participado en ella; dos hijas también han servido varios años en la central mundial de los testigos de Jehová. Cuando mi hijo menor cumplió quince años de edad, emprendí el servicio de precursor.
Sirviendo en lugares donde se necesitaba ayuda
Más o menos cuando comencé a servir de precursor, pregunté a la Sociedad Watchtower en qué lugares había mayor necesidad de predicadores del Reino. Mi familia y yo recibimos instrucciones de que nos mudáramos a Stroudsburg, Pensilvania (E.U.A.), que quedaba suficientemente cerca de mi negocio como para pasar dos días a la semana en Nueva York y dedicar el resto de la semana a la obra de precursor. Solo había ocho Testigos en East Stroudsburg cuando nos mudamos allí. Veinte años después había una congregación próspera compuesta de muchas personas a quienes habíamos tenido el privilegio de ayudar a hacerse cristianos.
Con aquel grupo firme que ya no necesitaba nuestra ayuda, decidimos que era el tiempo de buscar nuevos campos donde hubiera necesidad de ayuda. La Sociedad sugirió una zona cerca de Nueva York... Hackettstown, Nueva Jersey. Poco tiempo después se formó una congregación, y luego otra.
Cierto hombre que visité en aquel lugar, cuando le dije quién era, me preguntó: “¿Dónde vamos a sentarnos, dentro, o fuera?”. ¡Imagínese la sorpresa que se reflejó en mi rostro! Resultó que poco tiempo antes, en California, él había conversado durante varias horas con una Testigo; era la primera vez que él había oído de los testigos de Jehová. La Testigo, entusiasmada por el interés del hombre, le dijo: “Cuando usted vaya a su casa, ¿por qué no escucha al siguiente Testigo que le visite?”.
“Pensé que ella le había enviado”, explicó el hombre. Pero resultó ser que yo había ido allí en la acostumbrada obra de predicar de casa en casa. Ahora aquel hombre es anciano, y su esposa y sus dos hijas participan de tiempo completo en el servicio de precursor.
Ingeniería para la alabanza de Jehová
A fines de los años treinta, J. F. Rutherford, quien entonces era presidente de la Sociedad Watchtower, me pidió que diseñara un edificio que suministrara alojamiento para la familia de Betel, en caso de que la persecución intensa requiriera que se trasladara a aquella localidad. No nos imaginábamos cuál sería el uso que daríamos en el futuro a aquel edificio, ubicado en Ithaca, Nueva York... Galaad, escuela para entrenar misioneros para la actividad ministerial en otros países.
Para mantenernos al día con la producción de literatura bíblica, la cual aumentaba constantemente, era continua la necesidad de expandir las imprentas de la Sociedad Watchtower. Por eso, en 1950 se abrió la nueva adición al hogar Betel, además de una fábrica nueva para imprimir Biblias y literatura bíblica. Tuve el privilegio de diseñar estos dos edificios. Sin embargo, la expansión no se limitaba a los edificios que la Sociedad tenía en Brooklyn. Más bien, se decidió que se utilizarían otras propiedades de la Sociedad, cerca de la finca ubicada en el interior de Nueva York. Y una vez más tuve el privilegio de trabajar en los planos.
En 1972, después de haber servido de precursor por unos veinte años, la salud de mi esposa desmejoró, lo cual le dificultaba caminar y hablar. Tuve que dejar de ser precursor. No obstante, mi propósito en la vida es el mismo... servir a Jehová para siempre. Me esfuerzo por participar en la predicación todos los días. Aunque tengo ochenta y dos años de edad, todavía me siento bastante bien de salud.
¿Prestigio mundano, o alabanza a Jehová?
El poner los intereses de Jehová en primer lugar no ha perjudicado mi carrera, como habían temido mis socios. De hecho, como ingeniero he tenido el privilegio de ayudar a diseñar muchas estructuras conocidas, tales como “La puerta al Oeste”, arco ubicado en la ciudad de St. Louis, Misurí (E.U.A.); el ayuntamiento de la ciudad de Toronto, Canadá; el “Madison Square Garden”, edificio donde se celebran juegos deportivos en la ciudad de Nueva York; y una serie de otras estructuras, tanto en los Estados Unidos como en otras partes del mundo. No obstante, más bien que procurar la gloria de ser ingeniero, he llegado a comprender que la verdadera gloria se relaciona con lo espiritual (Filipenses 3:7, 8). Toda habilidad o destreza que tengamos la debemos a que fuimos hechos a la imagen de nuestro Magnífico Creador. (Génesis 1:26, 27.)
¡Qué vida sin sentido y vacía hubiera sido la mía si hubiera continuado siendo ateo! Como dice Salmo 14:1: “El insensato ha dicho en su corazón: ‘No hay Jehová’”. ¡Qué feliz me siento de haber recibido la guía que me ha encaminado hacia una meta que verdaderamente vale la pena, una que resulta en satisfacción y en la vida eterna! Y después de completar fielmente mi carrera terrestre, tengo la esperanza de ver cara a cara al Creador, de cuya existencia una vez dudé.
[Comentario en la página 14]
‘Un Dios de amor no tortura a las almas en el infierno’, explicó él. Tengo que admitir que sentí atracción por un Dios que fuera así
[Comentario en la página 15]
El poner los intereses de Jehová en primer lugar no ha perjudicado mi carrera, como habían temido mis socios