Ponderando las noticias
¿‘Son diferentes las armas nucleares’?
Recientemente el periódico The New York Times dedicó una página a los comentarios de científicos, historiadores y diversos dignatarios acerca de las declaraciones oficiales que hizo en contra de las armas nucleares la Conferencia Estadounidense de Obispos Católicos. El físico nuclear Harold M. Agnew, ex director del Laboratorio Científico de Los Álamos, escribió: “Lo que me dejó asombrado fue una cita de algo que se dijo durante la reunión que ellos celebraron bajo los auspicios de la Academia Pontificia de Ciencias, del Vaticano. Se dijo: ‘Las armas nucleares son fundamentalmente diferentes de las armas convencionales. No se las debe considerar como instrumentos aceptables de guerra’”. Para poner el asunto en su debida perspectiva, Agnew dijo a continuación:
“Yo hubiera esperado que las iglesias dijeran: ‘El guerrear es totalmente absurdo [...] No se debería tener que recurrir a la fuerza para zanjar disputas’. Creo que son hipócritas en el sentido de que parece que aceptan que el guerrear con armas clásicas está bien, pero no el guerrear con armas nucleares”. Insinuando una razón para el parecer actual en contra de las armas nucleares, dijo: “Ni las iglesias ni las bodegas, riquezas materiales y otras posesiones de todos los demás encargados de tomar decisiones importantes quedarían inmunes si hubiera una guerra nuclear”. En otras palabras, puesto que las armas nucleares amenazan a dichos líderes religiosos con los estragos de la guerra, que anteriormente solo recaían sobre los hombros de los jóvenes, el clero, hipócritamente, condena solo las armas nucleares.
Jesucristo expuso una hipocresía parecida a ésta entre los líderes religiosos de sus días, al decir: “Atan cargas pesadas y las ponen sobre los hombros de los hombres, pero ellos mismos ni con el dedo quieren moverlas”. (Mateo 23:4.)
El duradero legado de la gripe española
Tal vez aún estemos sintiendo los efectos del virus de la gripe o influenza española, que mató a por los menos 20.000.000 de personas por todo el mundo después de la I Guerra Mundial. Según el Dr. Reimert T. Ravenholt, epidemiólogo del Centro Estadounidense para el Control de las Enfermedades, las encuestas de alcance mundial sobre la salud indican que es muy probable que la gripe española haya sido la causa de los grandes aumentos en “la diversidad de enfermedades de toda parte del cuerpo” que hubo después de la guerra.
“Puede ser que la pandemia [de la gripe española] haya contribuido al aumento en la sicosis maniacodepresiva, la esquizofrenia y la demencia precoz que resultó en que los hospitales para enfermos mentales se llenaran hasta más de su capacidad durante las décadas de los años veinte, treinta y cuarenta, y después amainó”, comenta el informe sobre los hallazgos del Dr. Ravenholt, que salió en la revista Medical World News. Él dijo también que muchas de las enfermedades cardíacas entre personas de edad avanzada hoy podrían atribuirse al daño que la gripe causó a los nervios que controlan la actividad cardíaca. La enfermedad de Alzheimer, el cáncer pulmonar y el estomacal, así como las úlceras gástricas y las duodenales, estuvieron implicadas en el asunto también.
Informes como ésos dan mayor peso a la prueba profética del libro bíblico de Revelación tocante a que el Reino de Dios (con Jesucristo como jinete coronado que va cabalgando sobre un caballo blanco) tomó el mando en 1914, cuando el jinete de un “caballo de color de fuego”, que denota guerra mundial, también empezó a cabalgar. Otro caballo que seguía a éste, un “caballo pálido”, llevaba a la “Muerte”, que, entre otras cosas, tuvo como efecto “plaga mortífera”. Así, la gripe española barrió la Tierra en 1918 y resultó ser una peste más mortífera aún de lo que se pensó al principio. (Revelación 6:1-8; Lucas 21:7-11.)
“Año de la Biblia”
El presidente estadounidense Ronald Reagan proclamó recientemente el año 1983 como ‘el año nacional de la Biblia’, y para ello firmó una resolución aprobada por ambas cámaras del Congreso. En la resolución se reconoció que hay “una necesidad nacional de estudiar las Sagradas Escrituras y aplicar lo que éstas enseñan”. “¿Podemos decidirnos a alcanzar, aprender y tratar de seguir el más grande mensaje que se ha escrito, la Palabra de Dios, y la Santa Biblia?”, preguntó el presidente. “Sus páginas contienen todas las respuestas a todos los problemas que el hombre ha conocido.”
Al decir esto, el presidente Reagan nos recuerda las palabras de Pablo, escritor bíblico que declaró: “Toda Escritura es inspirada de Dios y provechosa para enseñar, para censurar, para rectificar las cosas, [...] para que el hombre de Dios sea enteramente competente, estando completamente equipado para toda buena obra” (2 Timoteo 3:16, 17). No obstante, es poco probable que se realice el deseo que se expresó en la resolución del Congreso en cuanto a que la Biblia se use para “fortificarnos como Nación y pueblo”. La Biblia misma muestra que solo el Reino de Dios puede proporcionar bendiciones duraderas a la humanidad. Su mensaje no es tan solo para el fortalecimiento de ‘una Nación y un pueblo’, sino para la unión de los pueblos de todas las naciones bajo la gobernación del Reino. (Isaías 2:2-4.)