¿Cuán íntima es su relación con Dios?
RAFAEL, de tres años de edad, comenzó su oración de este modo sencillo: “¿Cómo estás, Jehová?”. Aunque no podríamos estar a favor de que personas adultas emplearan ese modo de abordar a Dios en oración, pudiéramos acoger con una sonrisa la sinceridad infantil de este jovencito. El hecho es que obviamente Rafael se siente allegado a Dios. Para él, Dios es más que una fuerza abstracta. Es una persona de la realidad. ¿Es Dios tan real para usted? ¿Cuán íntima es su relación con Él?
¡Qué extraño es que muchas personas que afirman creer en Dios no traten de aprender más de Él, ni de acercarse a Él! En el caso de algunas, la altivez les impide acercarse a Dios. Los “ojos [de Dios] están contra los altivos”, dijo el rey David (2 Samuel 22:28). Hay otras que son demasiado modestas y sencillas para pensar que sería posible entrar en una relación con Dios. Lo que necesita la persona altiva es cultivar receptividad como la de un niño. Jesús dijo: “Verdaderamente les digo: A menos que se vuelvan y lleguen a ser como niñitos, de ninguna manera entrarán en el reino de los cielos” (Mateo 18:2-4). Y las que son demasiado modestas se beneficiarían, tal vez, de tener un poco más de la actitud inocente que a Rafael le permite abordar a Dios sin titubear.
Pero, aunque el tener la actitud correcta es un buen comienzo, se necesita más que eso para estar en relación íntima con Dios. En primer lugar, hay que tener conciencia de que él existe. Cuando usted mira las maravillosas obras creativas de Dios, ¿se siente movido a pensar en Él, alabarlo y darle gracias, como lo hizo el salmista David? Éste preguntó: “Cuando veo tus cielos, las obras de tus dedos, la luna y las estrellas que tú has preparado, ¿qué es el hombre mortal para que lo tengas presente, y el hijo del hombre terrestre que cuides de él?” (Salmo 8:3, 4). El tomar tiempo para meditar con aprecio en la creación de Dios de seguro fortalece el vínculo de amor que hay entre usted y Dios.
‘Acérquese a Dios’
Dos imanes, cuando están alineados apropiadamente, se atraen uno al otro. De hecho, mientras más cerca estén uno del otro, más fuerte es la atracción. Algo parecido puede suceder en nuestra relación con Dios, pues el discípulo Santiago dijo: “Acérquense a Dios, y él se acercará a ustedes”. (Santiago 4:8.)
El aprender acerca de Dios es una manera de ‘acercarse’ a Él (Juan 17:3). Solo si estudia la Palabra de Dios, la Biblia, puede uno aprender Su nombre, Jehová, y la verdad acerca de sus propósitos para la Tierra, y sus atributos, como amor, sabiduría, justicia y poder (Salmo 83:18). ‘Pero —pudiera usted decir— ya sé que Dios es todopoderoso, completamente justo y lleno de sabiduría y amor.’ Sin embargo, ¿es eso en sí mismo indicación de que usted tiene conocimiento verdadero y adecuado de Dios? No necesariamente.
En sí mismas, simples declaraciones acerca de Dios y sus cualidades pueden parecer carentes de significado, especialmente si usted no puede relacionarlas con su experiencia personal. Por ejemplo, ¿cómo pudiera una persona sorda de nacimiento comprender lo que es un sonido “alto” y uno “bajo”? ¿Cómo puede saber la diferencia entre el gorjeo de un gorrión y el arrullo de una paloma si no tiene manera alguna de hacer una comparación entre ambos sonidos? De igual manera, la declaración en sí de que “Dios es amor” pudiera parecer nada más que un hecho frío (1 Juan 4:8). Pero para captar plenamente el amor de Dios, tanto mental como emocionalmente, la persona tiene que considerar cómo se ha expresado ese amor hacia la humanidad (Juan 3:16). También tiene que poder relacionar con su propia experiencia personal el amor de Dios. “Gusten y vean que Jehová es bueno”, dijo el salmista (Salmo 34:8). A medida que el individuo hace eso, no puede menos que sentirse atraído a Dios.
Mirando fijamente a su padre, el pequeño Luis preguntó una vez: “Sé que debo amar a Jehová más que a cualquier otra cosa, pero ¿cómo puedo amarlo más que a ti? Puedo verte y amarte, pero no puedo ver a Jehová”. El padre tranquilizó al hijo al explicarle que un sentimiento como ése es bastante normal al principio. Y le aseguró al jovencito que después que aprendiera lo que la Biblia dice acerca de las maravillosas cualidades y obras de Jehová, y al experimentar personalmente el cuidado amoroso de Dios, ¡podría cobrarle más apego a Dios que a toda otra persona! (Mateo 22:37, 38.) Lo mismo puede sucederle a cualquiera de nosotros que tome tiempo para aprender de Jehová Dios.
Lo que significa “conocer” a Dios
A menudo usamos la palabra “conocer” para referirnos a una breve relación con alguien o al mero hecho de reconocer a una persona. Tal vez nos hallemos diciendo: ‘Si no me equivoco, la conozco’. Puede que hasta digamos esto si solo hemos visto momentáneamente en alguna parte a la persona o ya nos la ha presentado alguien brevemente.
El apóstol Juan nos ayuda a entender que “conocer” a Dios significa más que tener una relación de pasada con Él. Considere algunos de los argumentos que expone Juan en la primera carta que escribió bajo inspiración divina. En resumen, él dice en parte: El conocer a Dios es amar a Dios. El conocer y amar a Dios es guardar sus mandamientos. Significa dejar de andar en la oscuridad y poner en práctica la verdad. Es seguir la dirección de la Palabra de Dios y Su espíritu, y adherirnos a la verdad. Al conocer a Dios nos sentimos en libertad de acercarnos a él en oración, con la convicción de que nos oye y de que, en respuesta, nos dará todas las cosas que necesitamos para efectuar Su voluntad. (1 Juan 1:5-7; 2:3, 4, 13, 14; 3:19-24; 4:6-8, 13; 5:3, 14, 15.)
Obviamente, pues, el conocer a Dios no es algo pasivo. Se requiere mucho esfuerzo para llegar a conocer a Jehová Dios y disfrutar de una relación estrecha con él. Sin duda, se necesita más que efectuar mecánicamente ciertos ritos religiosos. El conocer a Dios tampoco es experimentar alguna clase de sensación emocional súbita, como la que alegan haber tenido muchos que afirman haber experimentado un “nuevo nacimiento” espiritual. El salmista dijo: “Hazme conocer tus propios caminos, oh Jehová; enséñame tus propias sendas. Hazme andar en tu verdad y enséñame, porque tú eres mi Dios de salvación. En ti he esperado todo el día” (Salmo 25:4, 5). ¡El “conocer” a Dios es, por tanto, todo un modo de vida!
Además, después de exhortarnos a ‘gustar y ver que Jehová es bueno’, el salmista dice: “Apártate de lo que es malo, y haz lo que es bueno; procura hallar paz, y sigue tras ella” (Salmo 34:8, 14). En algunos casos se necesita acción drástica para ‘apartarse de lo que es malo’.
Por ejemplo, Mari, que fue “hippie” durante la década de los sesenta, se había entregado al uso de drogas. Esto, a su vez, la llevó al robo, la inmoralidad, el aborto... hasta a la prostitución. Sin embargo, con el tiempo ella llegó a comunicarse con los testigos de Jehová y empezó a ver la necesidad de hacer cambios si quería estar en relación íntima con Dios. “Dejé el hábito de fumar de dos a tres cajetillas de cigarrillos al día y de usar drogas, y decidí en mi corazón seguir el mandamiento de Jehová relacionado con la fornicación. Tiré todos mis libros sobre sueños, astrología y espiritismo, y me deshice de todas mis estatuas, velas y cuadros idolátricos.” Con el tiempo ella hizo su dedicación a Dios y le sirve hasta el día de hoy.
Pero ¿hará usted el esfuerzo necesario para llegar a conocer a Dios? Aunque su estilo de vida no sea tan escandaloso como el de Mari, puede que usted tenga que hacer verdaderos cambios. No obstante, puede tener la seguridad de que Dios no decepciona a los que sincera y humildemente lo buscan con el anhelo, propio de niño, de aprender cuál es Su voluntad, y hacerla.
[Fotografías en la página 4]
El deseo de llegar a conocer a Dios está haciendo que muchas personas efectúen cambios drásticos en su vida