Nuestros “tiempos críticos”... ¿cómo están afectando a su familia?
“Por humilde que sea, no hay lugar como el hogar.”
ESAS palabras las escribió el compositor John Howard Payne. Pero eso fue hace 160 años. En el mundo actual ha surgido un cuadro diferente. El “hogar dulce hogar” es a menudo un campo de batalla. El amor y el cariño natural que esperaríamos hallar dentro del círculo de la familia brillan por su ausencia en demasiados hogares. Pero ¿por qué? ¿Son de alguna manera singulares los problemas de familia de nuestro tiempo?
La familia del siglo XX
En siglos anteriores la familia era a menudo una unidad de producción económica. O sea, todos —padres e hijos— cooperaban en construir la casa, hacer los muebles, cultivar los campos y cuidar los rebaños (Génesis 37:2; Proverbios 31:16). Pero las cosas cambiaron con el comienzo de la revolución industrial.
Cuando las naciones occidentales, en particular, se hicieron más industrializadas, muchas familias se mudaron a las ciudades en busca de trabajo en las fábricas. Ahora la gente tenía que salir de su casa todos los días para ir a trabajar. Las familias tenían cada vez menos tiempo para estar juntas. Cosas como la ropa y los muebles se compraban en vez de hacerse. Y, como declara el libro The Family, Society, and the Individual:
“Estos cambios, como era de esperarse, han tenido un efecto marcado en [...] la vida doméstica. La familia ya no produce nada como unidad económica. Desde la aprobación de la legislación de escolaridad obligatoria y las leyes relacionadas con el empleo de menores, los hijos se han convertido en pérdida económica en vez de ganancia”. ¿Qué efecto ha tenido esto en los patrones de crianza de los hijos? “La naturaleza patriarcal del grupo familiar cambió, y la disciplina y el respeto por la autoridad llegaron a ser poco menos que piedras angulares de la buena vida.”
Tales cambios han significado que la familia del siglo XX se ha visto sometida a tensiones únicas, y en algunos casos, mayores que las que tenían las familias del pasado. Y esto no es estrictamente un problema del mundo occidental. La colonización y la industrialización subsiguiente han trastornado los papeles tradicionales en la familia, incluso en los llamados países del Tercer Mundo. En algunos casos las esposas se han resentido de que no se las considere como socias. Por eso, una esposa africana dijo en tono de lamento: “¿Por qué dejan los hombres que seamos nosotras las que carguemos el equipaje? Voy al campo con una azada al hombro y un niño a la espalda. Él no lleva nada. Entonces regreso con la azada, el niño y un enorme recipiente de agua sobre la cabeza. Él sigue sin llevar nada. Se gasta el dinero en la bebida, no en nosotros ni en los hijos. Compartimos el trabajo, o hacemos la mayor parte de éste, pero él se queda con todo el dinero y nos dice que es de él... que él se lo ganó. Debe estar bromeando”.
La familia del siglo XX ha sentido el efecto de otra influencia que nunca antes se había experimentado en la historia... la televisión. Se calcula que para cuando un joven cumpla los 18 años de edad, habrá visto unas 15.000 horas de televisión, en comparación con aproximadamente 11.000 horas que habrá pasado en la sala de clases. Para cuando tenga 14 años de edad, el niño estadounidense medio habrá visto matar en la TV a unas 18.000 personas. ¿Qué efecto tiene esto en él? El libro Childstress!, de M. S. Miller, contesta: “Muchos sicólogos y jueces consideran que la televisión es responsable de la violencia que los jóvenes emulan. Cuando un niño de 9 años de edad asaltó un banco de la ciudad de Nueva York con una pistola de juguete y obtuvo cien dólares, dijo que lo hizo porque ‘vi unos individuos hacerlo en la TV’”. La revista The Family Coordinator añade: “Aunque el efecto directo de esta exposición de los jóvenes es poco concluyente de modo empírico, está claro que en los medios publicitarios se representa una serie de valores que invariablemente tendrán cierta repercusión en la vida de los jóvenes y en su posterior estilo de vida”.
No hay duda de que la familia del siglo XX ha experimentado un conjunto único y peculiar de condiciones de vida que la han sometido a tensiones e influencias sin precedentes en la historia humana. Pero ¿ha conducido eso en realidad a problemas de familia que prueben que estamos viviendo en “los últimos días”?
Con lujo de detalles, el apóstol Pablo predijo que “los últimos días” se caracterizarían por “tiempos críticos, difíciles de manejar”a. ¿Cómo afectarían a la vida de familia esos “tiempos críticos”? Pablo contesta: “Los hombres serán [...] desobedientes a los padres, desagradecidos, desleales, sin tener cariño natural”. (2 Timoteo 3:1-3.)
‘Desobediencia a los padres’
Los hijos son carne y hueso de sus padres y están en deuda con ellos por un sinnúmero de bendiciones. Es espantoso que los jóvenes no muestren a sus padres la honra, el respeto y la atención que éstos merecen. Como lo expresó un erudito de la Biblia: “El que los jóvenes pierdan todo respeto por los mayores, y no reconozcan la deuda impagable y la obligación fundamental que tienen para con los que les dieron la vida es la señal de una civilización sumamente decadente”. ¿Es ése realmente el caso en las familias del siglo XX?
“Tengo miedo a mi propio hijo”, se lamentó una madre al hablar de una de las manifestaciones que más dan que pensar de hijos que se rebelan contra los padres... el maltrato de los padres. En un violento estallido de cólera, el hijo de 17 años de edad de esta señora le había dislocado, de una patada brutal, el hombro. ¿Cuán comunes son los actos de violencia contra los padres? Al dar a conocer los resultados de una investigación sobre la violencia en la familia en los Estados Unidos, el libro Behind Closed Doors declaró: “Todos los años, de cada tres hijos entre las edades de tres y diecisiete años, uno golpea a sus padres”. ¿No es normalmente una crasa falta de respeto el que un hijo levante la mano contra sus padres? (Compárese con Efesios 6:1-3.)
Los hijos se rebelan contra sus padres de modos menos violentos también. En los años sesenta lo fue mediante la vestimenta de “hippie” y el cabello largo. Pero cuando los adultos copiaron esas tendencias, los jóvenes se vieron obligados a inventarse nuevos medios de rebelarse. El libro Childstress! explica: “Mediante toda la inventiva, crecen en intensidad los medios de desafío probados y verdaderos... el abuso de las drogas, la bebida, el faltar a clases y el fugarse de la casa. Como exclama la generación de abuelos: ‘Detestaría tener que empezar a criar muchachos en esta época’”.
Los jovencitos no son los únicos que no muestran a sus padres el amor y el respeto que ellos merecen. Hay otro grupo... los adultos que maltratan a las personas de edad avanzada. ¿En qué sentido? La revista Psychology Today explica: “El maltrato de ancianos puede ser físico, por explotación (por ejemplo, apropiación de los ahorros de los padres), por falta de atención (no darles comida ni medicamentos) o de tipo sicológico (uso de insultos). Además, los que maltratan a los padres a menudo los amenazan con ponerlos en la calle o recluirlos en una institución mental o en un asilo para ancianos, si se quejan del maltrato”.
Resulta muy lamentable que muchos hijos adultos sientan que no tienen ninguna responsabilidad para con sus padres envejecidos. Por ejemplo, F. Ivan Nye declaró en un estudio que publicó en Journal of Marriage and the Family: “La mayoría de los entrevistados [en este estudio] sí consideran como deber el mantenerse en comunicación con sus parientes y el ayudarlos cuando surgen emergencias financieras; sin embargo, más de 30 por 100 no está de acuerdo con que tal deber (financiero) exista, y menos de 40 por 100, tanto de hombres como de mujeres, censuran fuertemente a otros que no cumplen con dichas obligaciones”. Esto llevó a Nye a concluir que el “parentesco” está “en proceso de desaparecer de la estructura normativa, y muy bien pudiera convertirse” en una función opcional de la familia. ¿No es esto “señal de una civilización sumamente decadente”? (Compárese con 1 Timoteo 5:3-8.)
No todos los hijos rechazan con desprecio la autoridad de los padres. Pero los informes acerca de jóvenes que se rebelan contra los padres están lo bastante difundidos como para establecer fuera de duda que lo que predijo el apóstol Pablo se está haciendo realidad hoy: “Los hombres serán [...] desobedientes a los padres, desagradecidos, desleales”.
“Sin tener cariño natural”
Los hijos no son los únicos afectados por estos tiempos “difíciles de manejar”. Pablo también predijo: ‘Los hombres no tendrán cariño natural’. (2 Timoteo 3:2, 3.)
Es solo natural esperar que la familia de uno sea el grupo que más apoyo brinde a uno. En el “hogar dulce hogar” se debe respirar un ambiente de amor... amor por el cónyuge y por los hijos de uno. No obstante, el apóstol Pablo dijo que la falta de “cariño natural”b caracterizaría “los últimos días”. Y conforme a sus palabras, en demasiados casos, el “hogar dulce hogar” no es “dulce” ni mucho menos. ¿Cómo es eso?
En el artículo anterior notamos la frecuencia de una alarmante falta de cariño natural... el maltrato de la esposa. No hay duda de que ninguna esposa merece que se le den patadas ni puñetazos, ni ser objeto de ninguna otra clase de maltrato. ¡Qué gran diferencia hay entre este proceder y la exhortación bíblica de que los esposos amen a sus esposas “como a sus propios cuerpos”! Eso es lo natural. ¡El pegarle a la esposa no lo es! (Efesios 5:28-33.)
Quizás más sorprendente aún sea la cantidad de casos declarados de mujeres que le pegan a su esposo. En cierto caso un esposo “constantemente tenía cicatrices y magulladuras” causadas por una esposa que lo había “intimidado con arranques de histeria, rabietas y feroz violencia física”. Algunos sociólogos calculan que, en tan solo los Estados Unidos, todos los años hay unos 282.000 hombres a quienes sus esposas les pegan. ¿No es esto también un ejemplo vergonzoso de la ‘falta de cariño natural’ que existe en muchas familias del siglo XX? (Compárese con Efesios 5:22-24, 33.)
Por mucho que den que pensar esos informes, más conmovedor aún es la cantidad creciente de informes sobre el maltrato de menores. De ninguna manera es poco común leer titulares como los siguientes:
“Hijo maltratado, ya adulto, habla acerca de las cicatrices”.
“Mujer admite haber ahogado a sus cuatro hijos mientras dormían”.
“Apaleamiento de jóvenes: índices de mortalidad suben vertiginosamente en Denver y el estado”.
“Desatención de niños ‘destruye imagen amorosa de Gran Bretaña’”.
Nos reservamos los detalles más espantosos.
¿Cuán frecuentes son los casos de ese maltrato de menores? Al dar a conocer los resultados de una investigación sobre la violencia en la familia, el libro Behind Closed Doors calculó que “entre 3.100.000 y 4.000.000 de niños [en los Estados Unidos] han recibido patadas, mordiscos o puñetazos de uno de sus padres en algún tiempo en su vida; [...] entre 900.000 y 1.800.000 niños entre las edades de tres y diecisiete años han sido amenazados por uno de sus padres en alguna ocasión con un revólver o un cuchillo”.
Aunque es cierto que los niños, especialmente los infantes, son vulnerables y a veces pueden exigir mucho tiempo y atención, sin duda ningún niño merece ser maltratado... ni física ni emocionalmente, ni de ninguna otra manera. Después de todo, como dice la Biblia: “Los hijos son una herencia de parte de Jehová; el fruto del vientre es un galardón”. (Salmo 127:3.)
No hay duda de que la familia del siglo XX se ha visto acosada por presiones y tensiones nunca antes experimentadas en la historia humana. U.S.News & World Report declara: “¿Por qué la oleada de problemas de familia? El doctor Bertrand New, siquiatra del Centro Médico de Westchester–Escuela de Medicina de Nueva York, menciona los reveses personales y económicos, el alcoholismo y las tensiones más agudas a que somete a muchas familias la sociedad moderna”.—[Las cursivas son nuestras.]
Esta oleada de riñas de familia es tan solo parte de la señal compuesta que identifica “los últimos días”. En números futuros de La Atalaya se considerarán en detalle otros aspectos de las palabras de Pablo en 2 Timoteo 3:1-5. Sin embargo, una cosa es segura: Los informes de hijos que se rebelan contra la autoridad de los padres y la disminución en el cariño natural, como predijo Pablo, están lo bastante difundidos como para constituir parte de la clara evidencia de que estamos viviendo en “los últimos días” de este sistema de cosas.
De hecho, estamos viviendo en “tiempos críticos, difíciles de manejar”. No obstante, estos “tiempos críticos” no tienen que estropear la felicidad de su familia. Jehová Dios ha provisto principios prácticos en la Biblia que, al obedecerlos, contribuyen a que se disfrute, aun ahora, de una vida de familia feliz y próspera. Más que eso, si usted sigue estrechamente esas instrucciones, puede que la suya esté entre las familias felices que disfrutarán para siempre de la vida en un justo Nuevo Orden que Dios hará y que ya está muy cerca. (2 Pedro 3:13; Proverbios 3:13-18.)
[Notas a pie de página]
a La palabra griega que se usa para “tiempos críticos” (chalepós) se traduce “feroces” en Mateo 8:28, donde se usa para describir a dos hombres poseídos de demonios que eran extremadamente violentos y peligrosos. Así es que, “los últimos días” serían particularmente amenazantes y peligrosos.
b La palabra griega storgé tiene relación con el amor de familia, amor entre parientes. Pero la palabra para “sin tener cariño natural” es una forma de ástorgos, que significa exactamente lo contrario... una ruptura en el amor natural que debe existir entre los miembros de una familia.
[Fotografías en la página 6]
Él ve que se hiere a tiros, se golpea y se asesina a personas. ¿Cómo lo afecta esto?
El poner en práctica los principios que se hallan en la Biblia puede contribuir a que se disfrute, aun ahora, de una vida de familia feliz