La religión y la política... ¿será duradera su asociación?
EL GOBERNANTE ruso Vladimir I decidió cierto día que su pueblo pagano debía hacerse “cristiano”. Él mismo había sido convertido en 987 E.C., después de casarse con una princesa griega ortodoxa, y por eso decretó un bautismo en masa de sus súbditos... a punta de espada, si fuera necesario. Gradualmente, la Iglesia Rusa ganó independencia de su “madre”, la Iglesia Griega, y con el tiempo hasta se hizo un departamento del Estado. Además, aunque hoy los gobernantes soviéticos oficialmente niegan la existencia de Dios, es patente que la Iglesia y el Estado aún mantienen relaciones en Rusia, aunque son algo incómodas.
Siglos después, el rey Enrique VIII de Inglaterra también logró formar una asociación estrecha entre la Iglesia y el Estado, aunque lo hizo usando métodos diferentes. En 1532 él estaba preocupado porque su esposa, Catalina de Aragón, aún no había producido un heredero varón para el trono. Para resolver el problema, Enrique se casó secretamente con su amante, Ana Bolena. Hizo esto con la connivencia del arzobispo de Canterbury, quien declaró que el primer matrimonio de Enrique quedaba anulado. En 1534 este adúltero y tirano se declaró cabeza de la Iglesia de Inglaterra, título del que disfruta el monarca de Inglaterra hasta este mismísimo día. Las decisiones del Sínodo de la Iglesia se someten al parlamento para aprobación, y los obispos, como miembros de la Cámara de los Lores, toman parte en gobernar a Gran Bretaña. Así por más de 450 años han estado casados la Iglesia y el Estado de Inglaterra.
Matrimonios de la Iglesia y el Estado en tiempos modernos
En 1936 una sublevación en contra del gobierno republicano de España resultó en la guerra civil, y el general Franco subió al poder. Los izquierdistas quedaron desconcertados al ver que Franco dio una cantidad considerable de poder al clero a cambio del apoyo exuberante de éste.
En 1983 el Concilio Mundial de Iglesias se reunió en Vancouver, Canadá. El secretario general, Philip Potter, dijo a los miembros que “se mantuvieran políticos”. Subvenciones del WCC (Concilio Mundial de Iglesias) a grupos políticos militantes de varios países han sido un asunto de gran preocupación para muchos practicantes.
Por lo tanto, hay poca duda de que la religión se entromete en la política. Pero la pregunta crítica es: ¿Debería hacerlo? ¿Es esto bueno, o malo? ¿Eleva las normas morales de la política el que la religión se entrometa en la política, o pervierte esta a la religión? Además, ¿qué hay del futuro? ¿Seguirán la religión y la política disfrutando de su ‘amorío’, o se agriará este y terminará en un conflicto?
[Ilustración en la página 3]
El primer cabeza de la Iglesia de Inglaterra