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g81 22/11 págs. 21-23

La Iglesia anglicana... ¿una “especie en peligro de extinción”?

EN LOS últimos años ha habido el cierre de tantas iglesias en Inglaterra que el encabezamiento de un periódico declaró que eran una “especie en peligro de extinción.” En los pasados 15 años se han demolido unas 1.000 iglesias y capillas que están en desuso. Ahora, según informa la Prensa Asociada, hay ‘un promedio de 85 iglesias anglicanas que cada año se declaran redundantes,’ esto es, en exceso de lo necesario.

¿A qué se debe esta rápida disminución en la Iglesia anglicana? Desde Londres, Brian Dunning, corresponsal del Star de Kansas City (EE. UU.), contesta así: “La razón es dolorosamente sencilla: Pocos cristianos asisten a la iglesia. Muchas iglesias que solían estar llenas están vacías ahora.”

Menos del 10 por ciento de los anglicanos bautizados van a la iglesia, incluso en temporadas de concurrencia máxima, como lo es la Pascua. ¿Por qué van tan pocos? Dunning explicó: “Una de las razones tiene que ver con la historia singular del cristianismo ‘oficial’ de Inglaterra. Desde que el rey Enrique VIII rompió con Roma, la Iglesia anglicana ha sido la religión estatal o ‘establecida.’”

¿Cómo ha contribuido esto a la decadencia de la Iglesia de Inglaterra? Ronald Michaels, clérigo de la Iglesia anglicana, declara lo siguiente: “Hoy muchas personas hallan que esta alianza entre iglesia y estado es sofocante.” Él señala que hasta el arzobispo de Canterbury “admite que su iglesia está entrampada por la historia.”

¿Cómo puede decirse que la historia ha contribuido a que la Iglesia anglicana se haya convertido en una “especie en peligro de extinción”? Una mirada al pasado ayudará a explicar esto.

Raíces de la Iglesia

Las raíces de la Iglesia de Inglaterra se remontan casi cinco siglos hasta el tiempo del rey Enrique VII, que era católico romano. Arturo, el hijo mayor de Enrique, estaba casado con Catalina de Aragón de España. Pero entonces Arturo murió. A fin de retener los lazos reales con España, el rey Enrique VII decidió que su segundo hijo, Enrique, que más tarde llegó a ser Enrique VIII, se casara con Catalina.

No obstante, según la ley de la Iglesia católica, era ilegal casar al joven Enrique con la esposa de su hermano fallecido. Sin embargo, el rey Enrique VII tenía muy buenas relaciones con Julio II, quien era el papa en aquel tiempo, y le pidió una dispensa especial. Deseoso de complacer al rey británico, el papa otorgó la dispensa, y así preparó el camino para que se efectuara el matrimonio.

Después de la muerte de su padre en 1509, el joven Enrique heredó el trono y llegó a ser el ya mencionado Enrique VIII. Poco después, se casó con Catalina y tuvieron varios hijos. Solo una hija, María (que más tarde llegó a ser conocida en la historia como ‘María la Sanguinaria’), vivió más allá de la infancia. Enrique, que se hallaba desesperado por tener un heredero varón, buscaba la manera de deshacerse legalmente de Catalina y casarse con una mujer más joven que pudiera darle un hijo.

En 1527, Enrique apeló al nuevo papa, Clemente VII, y, basado en la premisa de que su matrimonio con Catalina había sido ilegal en primer lugar, pidió que éste fuera anulado. Clemente no deseaba ofender a Enrique, quien era un católico fiel. Probablemente, con gusto hubiera anulado el matrimonio.

Pero precisamente en el momento crucial de la petición de Enrique, Clemente VII era virtualmente prisionero del emperador alemán, Carlos V, quien había saqueado a Roma y tenía al papa bajo su poder. ¡Para empeorar los asuntos, el emperador alemán era el sobrino de Catalina, la esposa de Enrique! Catalina sabía que podía contar con el apoyo de su sobrino para conservar el matrimonio, y el papa lo sabía también. Así que al papa se le hizo muy difícil satisfacer las demandas de Enrique, ya que las represalias del emperador alemán hubieran sido desastrosas tanto para el papa como para las posesiones papales.

Acción unilateral de Enrique

El proceder que decidió seguir el papa fue el de ganar tiempo, y esperar que su situación política cambiara. Pero la paciencia de Enrique se estaba agotando. Ya tenía en mente quién sería la próxima reina, una dama atractiva de su corte llamada Ana Bolena.

A Enrique le resultaba intolerable que dos potencias extranjeras, encabezadas por el emperador alemán y el papa, pusieran en peligro el trono inglés. Por eso decidió tomar medidas drásticas para resolver su problema matrimonial. Despojó al cardenal católico Wolsey de toda su autoridad, y entonces hizo un llamamiento a todo el clero para que lo apoyaran a él, Enrique VIII, como jefe de la Iglesia y del clero de Inglaterra.

A continuación se emitió una serie de actas parlamentarias, cada una concebida con el propósito de romper los lazos que ataban Inglaterra a Roma. Se descontinuó el pago de impuestos al papa. Otra acta impedía que alguien apelara a Roma en contra de una decisión del rey. Así, Catalina fue, real y verdaderamente, aislada del papa, y ya el papa no tenía ninguna autoridad en Inglaterra.

Enrique, quien aún era católico, se casó secretamente con Ana bajo la suposición de que su matrimonio con Catalina no era válido. Ana fue coronada reina el 1 de junio de 1533. En julio, Enrique fue excomulgado.

Se define la Reforma

Durante todo este tiempo, la iglesia en Inglaterra permaneció fundamentalmente inalterada. Todavía era católica. Aún tenía que llegar a ser la Iglesia de Inglaterra, con sus propias doctrinas y su propia personalidad.

Durante los últimos 14 años del reinado de Enrique, la consolidación de la Iglesia católica inglesa como iglesia nacional llegó a ser una realidad. Mediante el Acta de Supremacía, Enrique se declaró a sí mismo jefe supremo en la Tierra de la Iglesia de Inglaterra.

Sin embargo, Enrique se sentía orgulloso de su fe católica, y en 1539, mediante un acta del parlamento, reafirmó las doctrinas católicas. Reformadores sinceros se sintieron intensamente desilusionados por esta medida, pero no tuvieron éxito al oponerse a ella. Tuvieron que esperar ocho años más hasta que, en 1547, murió Enrique VIII y le sucedió su hijo, Eduardo VI, hijo que tuvo de Juana Seymour, la tercera de sus seis esposas.

Comienzan las reformas

Eduardo VI fue educado por maestros protestantes. Gobernó por solo seis años, pero éste fue suficiente tiempo para permitir que el arzobispo Tomás Cranmer se apresurara a poner en vigor las reformas.

Sin embargo, debido a la muerte prematura de Eduardo VI en 1553, la corona pasó a María, la hija que Enrique VIII tuvo de Catalina de Aragón. María, al igual que su madre, era una católica acérrima y apoyaba al papa. Su política era la de hacer que la Iglesia de Inglaterra volviera a estar bajo la autoridad del papa. Se anularon las reformas que se habían puesto en vigor anteriormente. Se destituyó a los líderes liberales de la Iglesia que estaban relacionados con la reforma. Casi 300 protestantes murieron quemados, entre ellos el arzobispo Cranmer.

Ya que María no tenía hijos, cuando ella murió en 1558, la corona pasó a Isabel, la otra hija de Enrique VIII, cuya madre era Ana Bolena. Siendo católica solo nominalmente, en poco tiempo la reina Isabel anuló todas las medidas religiosas que María había tomado, y así restauró las que habían estado en vigor al tiempo de morir Eduardo.

En 1570, el papa Pío V excomulgó a la reina Isabel. También eximió a los súbditos de la reina de la obligación de ser fieles a ella, y hasta declaró vacante el trono inglés. Al enfrentarse con tal conflicto de lealtades, muchos católicos romanos fueron víctimas de muertes prematuras. Ya no había esperanza de que se efectuara una reconciliación.

Sin embargo, el papa no se dio por vencido. Como último recurso, el papa recurrió a Felipe II, rey de España. Con incentivos económicos del papado, Felipe preparó una gran armada, y en 1588 zarpó en contra de Isabel y su país protestante. Pero su flota fue derrotada y más tarde, a causa de una tormenta, naufragó.

Así quedó asegurada la Reforma. La separación de Roma fue completa. Ahora existía una iglesia nacional separada por completo de la autoridad papal. Sin embargo, tal relación entre estado e iglesia, apartó progresivamente a sectores de la comunidad. El hecho de que en el transcurso del tiempo se formaron grupos eclesiásticos como los “Libres” y los “No conformistas” es solo una evidencia de esto. En su calidad de clérigo de la Iglesia de Inglaterra, Michaels dijo: “Hoy muchas personas hallan que esta alianza entre iglesia y estado es sofocante. La iglesia tiene que liberarse. No puede ser una iglesia militante si está buscando la aprobación del gobierno . . . si parece estar actuando como agente de la política gubernamental.”

Hoy día es algo anacrónico la existencia de la Iglesia anglicana controlada tan estrictamente por el Estado que el Parlamento es el que nombra los más altos dignatarios de ella y hasta determina lo que el devocionario debe incluir. Esta situación ha resultado ser un factor que ha contribuido al arrastre continuo de los miembros de la iglesia. ¿Debe causar sorpresa el que hoy se describa a la Iglesia anglicana como una “especie en peligro de extinción”?

“No haciendo nada movidos por espíritu de contradicción ni por egotismo, sino considerando con humildad de mente que los demás son superiores a ustedes, no vigilando con interés personal solo sus propios asuntos, sino también con interés personal los de los demás.”—Fili. 2:3, 4.

[Ilustración en la página 21]

LA CATEDRAL DE CANTERBURY

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