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  • La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1985
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La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1985
w85 1/10 págs. 4-7

Paz y seguridad... ¿de qué fuente?

AUNQUE la Organización de las Naciones Unidas ha efectuado servicios valiosos en algunos campos, cualquiera que se mantiene al día con las noticias tiene que admitir que hasta ahora esta ha fracasado en lo que tiene que ver con la paz y seguridad. Esto lo han admitido francamente los apoyadores más ardientes de la organización.

Así, allá en 1953, solo ocho años después del nacimiento de la ONU, Dag Hammarskjöld, entonces secretario general, confesó: “En tanto que nuestros predecesores soñaron con un nuevo cielo, nuestra esperanza más grande es que se nos permita salvar la vieja tierra”. Veintiséis años después, el señor C. William Maynes, subsecretario de estado de los Estados Unidos, se vio obligado a admitir: “El propósito principal del Consejo de Seguridad y la Asamblea General era mantener la paz y seguridad internacional. [...] Ustedes tienen prueba de que la organización ha fracasado en su propósito central”.

¿Cuán pertinente es esto?

La verdad es que la mayoría de las decisiones sobresalientes que han afectado la paz y seguridad durante los últimos 40 años han sido tomadas mayormente fuera de las Naciones Unidas. En 1982 el secretario general Javier Pérez de Cuéllar se lamentó de que “este año, vez tras vez hemos visto a la organización dejada a un lado o rechazada, por una razón u otra, en situaciones en que debía, y podía, haber desempeñado un papel importante y constructivo”. ¿A qué se debe esto?

Algunos señalan como razón al espectacular crecimiento de la organización en cuanto a miembros se refiere. La cantidad original de 51 miembros aumentó a más de 150, cada cual con un voto igual en la Asamblea General. No obstante, algunas de estas naciones son bastante pequeñas. Pues la nación compuesta de las islas San Cristóbal y Nevis, la nación número 158 que se ha afiliado a la organización, tiene una población de menos de 50.000 habitantes; sin embargo, su voto es equivalente al de la China, cuya población se aproxima a mil millones de habitantes. Es cierto que este arreglo les da a las naciones más pequeñas la oportunidad de ser oídas, pero difícilmente anima a las potencias más grandes a tomar en serio las decisiones de la organización.

Shirley Hazzard alude a un segundo problema: “Los poderes de obligación no fueron conferidos a la Organización de las Naciones Unidas, excepto en la medida en que tal vez residan en los mismísimos miembros que muy probablemente necesiten ser compelidos”. En otras palabras, la organización puede tomar decisiones, pero por lo general no puede hacer que estas se cumplan. Con regularidad se consideran de manera detallada los importantes problemas mundiales. Las resoluciones son aprobadas solemnemente... y luego olvidadas. En 1982 el secretario general de las Naciones Unidas se sintió movido a deplorar la “falta de respeto a sus decisiones [de la organización] por parte de aquellos a quienes se dirigen”.

Estos son problemas de organización... y hay otros problemas que han mencionado algunos analistas. Pero hay razones más profundas y serias por las cuales han fracasado las Naciones Unidas.

Los problemas más profundos

“En aquel entonces parecía posible establecer, como asunto de primera importancia, un sistema para mantener la paz y seguridad internacional bajo las provisiones de la Carta”, dijo el señor Javier Pérez de Cuéllar, al recordar el idealismo de los fundadores de la organización. “¿Qué sucedió con esa majestuosa visión? Esta pronto fue oscurecida por las diferencias entre las potencias principales. [...] Además, el mundo resultó ser un lugar más complejo y mucho menos ordenado de lo que se había esperado.”

De hecho, nunca hubo probabilidad alguna de que las Naciones Unidas trajeran paz y seguridad. La misión realmente fue demasiado difícil. Los comentarios del secretario general nos hacen recordar las palabras del profeta Jeremías: “No le pertenece al hombre que está andando siquiera dirigir su paso”. (Jeremías 10:23.) Los humanos, con su sabiduría y habilidades limitadas, jamás podrán resolver el problema en cuanto a traer paz y seguridad para todos.

El secretario general dijo que los fundadores de las Naciones Unidas descubrieron que el mundo era “más complejo” de lo que ellos esperaban. Hay una razón básica para tal situación, y aparentemente ellos no estaban conscientes de ella. Pero el apóstol Juan lo explica de la siguiente manera: “El mundo entero está yaciendo en el poder del inicuo”. (1 Juan 5:19.) La Biblia nos dice que hoy día ‘el inicuo’, Satanás, está causando ‘ayes en la tierra’, “teniendo gran cólera”. (Revelación 12:12.) La horrible realidad acerca de Satanás y su influencia condenó de antemano los esfuerzos de las Naciones Unidas por traer paz, aún antes de que la organización comenzara a funcionar.

Recuerde, también, que la Organización de las Naciones Unidas es progenie de este mundo y por eso hereda sus características. La iniquidad, la maldad y la corrupción que caracterizan a cada nación inevitablemente existen también en las Naciones Unidas. Se ha citado al escritor Alexander Solzhenitsyn, quien dijo en 1972: “Hace un cuarto de siglo, con grandes esperanzas para toda la humanidad, nació la Organización de las Naciones Unidas. ¡Qué lástima, pues en un mundo inmoral esta también creció siendo inmoral!”. La Biblia advierte: “‘No hay paz,’ ha dicho Jehová, ‘para los inicuos’”. (Isaías 48:22.) Una organización “inmoral” jamás podrá traer paz y seguridad.

¿Qué hay acerca de la paz y seguridad?

De modo que, ¿se logrará algo con declarar el año 1986 como el “Año Internacional de la Paz”? Es muy improbable, ya que los humanos de ninguna manera pueden resolver los problemas susodichos. No parece probable que el ‘Año de la Paz’ tenga más éxito en acercar a la humanidad a la paz y seguridad que el éxito que tuvo el “Año del Niño”, 1979, en cuanto a mejorar la situación internacional de los niños, o el “Año Internacional de la Mujer”, 1975, en lo relacionado con hacer que el mundo fuera un mejor lugar para las mujeres.

No obstante, si la humanidad ha de sobrevivir, es obvio que alguien tiene que hacer algo en cuanto a la paz y seguridad. Hoy día las naciones que tienen armamentos nucleares están en posición de destruir la mayor parte de la vida en la Tierra. Complejas armas convencionales causan una horrible pérdida de vidas cada año. ¡La paz verdadera parece estar más lejos que nunca! Si las Naciones Unidas han fracasado en resolver estos problemas, ¿quién podrá resolverlos?

El dar un vistazo a la historia sugiere una respuesta prometedora. Hace unos 3.000 años el rey David, rey guerrero del Oriente Medio, escribió acerca de un gobernante futuro que tendría éxito en traer paz internacional. En una oración a favor de este gobernante, David dijo: “Lleven las montañas paz al pueblo, también las colinas, por medio de la justicia. En sus días el justo brotará, y la abundancia de paz hasta que la luna ya no sea”. (Salmo 72:3, 7.)

¿Qué gobernante podría realmente traer esa paz duradera? David estaba señalando, no a una organización de hechura humana, sino a su Dios, Jehová, como aquel por medio de cuya autoridad esto habría de suceder. ¿Fue esto meramente un pensamiento ilusorio? No. Salomón, hijo de David, confió en el mismo Dios, y durante su reinado Jehová demostró Su poder de una manera típica mediante traer paz al reinado de Salomón, situado como estaba en una de las regiones de la Tierra más desgarradas por la guerra. Salomón no fue un rey guerrero; sin embargo, durante su reinado, “Judá e Israel continuaron morando en seguridad, cada uno debajo de su propia vid y debajo de su propia higuera, desde Dan [en el norte] hasta Beer-seba [en el sur], todos los días de Salomón”. (1 Reyes 4:25.)

Claro, esa paz no fue duradera. Los israelitas se adhirieron a los caminos del mundo inmoral y perdieron la seguridad dada por Dios. No obstante, más de dos siglos después, cuando los crueles asirios estaban efectuando una campaña de paz mediante el terror, el profeta Isaías profetizó la venida del rey que fue prefigurado por Salomón. Él escribió: “Por nombre se le llamará Maravilloso Consejero [...] Príncipe de Paz. De la abundancia del gobierno principesco y de la paz no habrá fin”. (Isaías 9:6, 7.)

¿Quién es ese “Príncipe de Paz”? Más de 700 años después de Isaías, mientras la potencia mundial romana estaba tratando de hacer que se cumpliera su versión de paz y seguridad internacional, ese Rey apareció en el país de David, Judea, en la persona de Jesucristo. Él habló a sus conciudadanos acerca del Reino de Dios, del cual él habría de ser el Rey. Este Reino sería celestial, de modo que podría resolver los problemas ocasionados por la influencia de Satanás y por la incapacidad innata del hombre para gobernarse a sí mismo. Evidentemente los conciudadanos de Jesús prefirieron el gobierno romano e hicieron que Jesús fuera enjuiciado y condenado a muerte. Sin embargo, según testifica claramente la historia, él fue levantado de entre los muertos y ascendió al cielo, para esperar el tiempo designado por Dios para comenzar a gobernar como el rey del Reino de Dios.

De hecho, el cumplimiento de profecías señala al tiempo actual como el tiempo en que tendría lugar ese gran acontecimiento. El nacimiento del Reino de Dios en el cielo y el subsiguiente arrojamiento de Satanás a la Tierra fue lo que condujo a la “gran cólera” de Satanás y a que causara ‘ayes en la tierra’. (Revelación 12:7-12.) ¿Cuál ha sido el resultado? Guerras y otras aflicciones humanas, como fue profetizado por Jesús mismo. La Tierra ha llegado a ser el escenario de “angustia de naciones, no conociendo la salida”. (Lucas 21:25, 26; Mateo 24:3-13.)

¿A la manera del hombre, o a la de Dios?

Las profecías de Jesús, que han llegado a nosotros desde hace casi 2.000 años, han provisto una descripción más exacta de las condiciones mundiales que las declaraciones optimistas que se hicieron cuando nació la Organización de las Naciones Unidas hace 40 años. El fracaso de esa organización para hallar una “salida” solo sirve para destacar la exactitud de las predicciones de la Biblia. En realidad, según las palabras de Isaías, ‘los mismísimos mensajeros de paz lloran amargamente’, frustrados debido a sus fracasos. (Isaías 33:7.)

Esto destaca una razón decisiva por la cual las Naciones Unidas nunca podrán tener éxito en traer paz a la Tierra. Esta organización está haciéndolo de una manera completamente opuesta a la de Dios. De acuerdo con los propósitos declarados de Jehová, la paz vendrá, no uniendo a las naciones de este mundo, sino reemplazándolas completamente por el Reino de Dios. (Daniel 2:44.) Dag Hammarskjöld dijo que él estaba trabajando a fin de “salvar la vieja tierra”. Si con eso quiso decir el actual sistema mundial compuesto de naciones políticas independientes, entonces sus esperanzas estaban destinadas a fracasar desde el principio. El hecho es que la “vieja tierra” tiene que abrir paso al nuevo sistema. “El mundo va pasando”. (1 Juan 2:17.) Nada puede salvarlo, ni siquiera una organización de Naciones Unidas.

Expresado el egoísmo nacionalista de las naciones, solo hay una manera realista de procurar traer paz y seguridad. Solo el Reino de Dios puede traer la clase de paz que el hombre ha anhelado desde que fue expulsado del jardín de Edén. He aquí una descripción de la seguridad que resultará de las actividades del Reino: “[Dios] limpiará toda lágrima de sus ojos, y la muerte no será más, ni existirá ya más lamento ni clamor ni dolor. Las cosas anteriores han pasado”. (Revelación 21:4.)

¿Le parece poco realista esa promesa? En verdad, esta es la única esperanza que tenemos, y el siguiente número de La Atalaya considerará más a fondo por qué es así. Mientras tanto, quisiéramos llamar su atención a un hecho importante: La historia de las Naciones Unidas todavía no ha terminado. Esa organización tiene que desempeñar un papel importante en los acontecimientos futuros. Le animamos a que lea los dos artículos que siguen, los cuales consideran el futuro de la Organización de las Naciones Unidas a la luz de las profecías bíblicas.

[Fotografía/Ilustración en la página 6]

‘El mundo entero yace en el poder del inicuo.’ Esto abarca a las Naciones Unidas

[Fotografías en la página 5]

La misión de traer paz es demasiado difícil para las Naciones Unidas

[Reconocimiento]

Foto del ejército estadounidense

[Fotografías en la página 7]

Las Naciones Unidas jamás tendrán más moralidad que las naciones individuales que la componen

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