Liberación... ¡cuán deseable es!
“¡DENME libertad, o denme muerte!” Así exclamó el patriota estadounidense Patrick Henry hace más de 200 años. Para él la libertad era más preciosa que la vida misma. En el transcurso de los siglos, millones de personas han opinado de manera similar.
Sin embargo, en los últimos cincuenta años el deseo por la liberación ha tomado nuevas dimensiones. Los imperios coloniales han perdido a millones de súbditos a medida que estos han logrado conseguir la independencia política que buscaban. Se han establecido movimientos sociales, económicos y hasta religiosos para conseguir liberación de la opresión y la discriminación, sean estas reales o imaginarias. Nunca antes se había visto a tantos hombres luchar por liberarse de la autoridad de los empresarios y los gobiernos, a tantas mujeres que quieren liberarse de la autoridad de sus esposos y padres, y a tantos hijos que procuran liberarse de la autoridad de sus padres y maestros. Sin embargo, la lucha por la liberación no es nada nuevo. En realidad, es casi tan antigua como la humanidad misma. El libro de historia más antiguo del mundo, la Santa Biblia, nos dice más al respecto. He aquí la esencia de la historia, según se registra en Génesis 3:1-7:
Poco después que el hombre y la mujer fueron creados, una criatura angelical se comunicó con la mujer. Las acciones de esta criatura revelaron que quería liberarse de la autoridad de su Creador. Así, no es de sorprender que esta criatura sostuviera que lo que aquella mujer y su esposo necesitaban era liberación. ¿No es cierto que tal criatura arguyó que Dios había impuesto restricciones sobre ellos? Pero ¿por qué no deberían ellos —preguntó esta— comer “del fruto del árbol que [estaba] en medio del jardín”? Después de todo, “el árbol era deseable para contemplarlo”, ¿no es verdad? ¡Ciertamente que sí!
Libérense, instó la criatura, y “tendrán que abrírseles los ojos y tendrán que ser como Dios, conociendo lo bueno y lo malo”. ¡Qué deseable! Sí, hizo que el liberarse de las reglas “opresivas” de Dios pareciera más precioso que la vida misma.
“¡Denme libertad, o denme muerte!” Adán y Eva recibieron ambas... ¡para su propia desgracia y para la nuestra! ¿En qué sentido?