Ponderando las noticias
Las transfusiones de sangre... ¿libres del SIDA?
“No creo que la preocupación en cuanto al SIDA deba desempeñar papel alguno en las decisiones que se tomen respecto a una intervención quirúrgica o cualquier otra razón para recibir sangre”, alega un portavoz de los Centros para el Control de Enfermedades. No obstante, un paciente de cirugía, de 60 años de edad, que quedó infectado con el virus del SIDA después de recibir una transfusión de sangre donada que había sido examinada para ver si tenía el virus del SIDA, tal vez no concuerde con tal afirmación.
The New York Times informa que el paciente recibió la sangre de alguien que había donado sangre “tan poco tiempo después de haber tenido relaciones homosexuales, que todavía no había desarrollado los anticuerpos que reaccionan a las pruebas de sangre para descubrir el SIDA”. Sin embargo, unos tres meses después la persona donó sangre otra vez. Y en esta ocasión “se hallaron rastros de los anticuerpos del SIDA en la sangre, por lo cual fue rechazada”, informa el Times.
Con la ayuda de la nueva prueba que se ha desarrollado para determinar si alguien tiene el SIDA, las autoridades médicas confiaban en que el suministro de sangre de la nación estaba protegiéndose con éxito de la sangre contaminada. Pero el no poder identificar la sangre contaminada que no ha desarrollado los anticuerpos, de modo que se produzca la reacción esperada en las pruebas, muestra que el riesgo que conlleva el aceptar transfusiones de sangre es muy real. Desde 1977 se han informado más de 21.000 casos del SIDA en los Estados Unidos, de los que casi el 2% se atribuye a transfusiones de sangre contaminada.
Los que obedecen la ley de Dios permanecen libres de los posibles efectos contaminadores de las transfusiones de sangre. ¿Por qué? Porque ‘siguen absteniéndose de la sangre y de las cosas estranguladas’ que no se han desangrado. Aunque estas personas se abstienen por razones religiosas, disfrutan además de otros beneficios, pues el cuerpo gobernante de la congregación cristiana primitiva añadió: “Si se guardan cuidadosamente de estas cosas, prosperarán. ¡Buena salud a ustedes!”. (Hechos 15:28, 29.)
Los católicos apoyan la evolución
Durante una audiencia general sostenida en el Vaticano en abril de 1986, el papa Juan Pablo II declaró: “En lo que concierne a la doctrina de la fe, no vemos dificultad alguna en cuanto a explicar el origen del cuerpo del hombre mediante la hipótesis del evolucionismo”. ¿Por qué no? Porque dicha “doctrina de la fe” católica sostiene que, aparte del cuerpo, el hombre tiene un alma inmortal. La Iglesia afirma que el alma, y no el cuerpo, fue directamente creado por Dios.
Sin embargo, de acuerdo con Génesis 2:7, cuando Dios formó al hombre del polvo y sopló en sus narices el aliento de vida, “el hombre vino a ser alma viviente”. Al hombre no se le dio un alma, sino que llegó a ser un alma, una persona viviente. (Compárese con 1 Corintios 15:45.) En Ezequiel 18:4 se nos dice: “El alma que esté pecando... ella misma morirá”. Esto indica que el alma es la persona, no una parte inmaterial de esta que sobrevive después que el cuerpo muere.
Superficialmente, parecería que no hay problema en cuanto a aceptar algún origen evolucionista del cuerpo del hombre, pero al aceptarlo, la Iglesia Católica ha rechazado el relato de Génesis respecto a la creación, registro que el mismísimo Jesucristo aceptó como cierto. (Mateo 19:4-6.) ¿El punto de vista de quién debe aceptar el cristiano?
Concesión sin base bíblica
La visita que el papa Juan Pablo II hizo a la sinagoga de Roma el 13 de abril de 1986 ha sido descrita como un “acontecimiento histórico” destinado a ‘comenzar una nueva era’. ¿Por qué? Porque es la primera vez que un papa ha hecho una visita oficial a un lugar de adoración judío. De acuerdo con La Repubblica, periódico de Roma, mediante este gesto la Iglesia Católica está tratando de “corregir los errores de la historia”, puesto que la Iglesia no “siempre ha vivido a la altura de las obligaciones relacionadas con el amor del Cristo para con sus hermanos judíos”.
La visita del Papa tenía el propósito de hacer resaltar la “herencia espiritual común” que comparten los católicos y los judíos. Pero lo que Juan Pablo ha definido como “la divergencia fundamental” entre estas dos religiones permanece, a saber, el hecho de que los judíos no aceptan a Jesús como el Mesías. ¿Cuál es la solución del Papa a este problema? En su discurso, mencionó el mostrar “respeto a las convicciones íntimas de cada uno” y la necesidad de evitar toda presión adicional para imponer la fe de uno sobre el otro. Tales declaraciones, señala La Repubblica, confirman la “renuncia papal a toda forma de proselitismo” con relación a los judíos.
No obstante, el apóstol Pedro dijo a los sacerdotes judíos y a los hombres de mayor edad de Jerusalén que “no hay salvación en ningún otro” sino en Jesucristo. Además, cuando a Pedro y a Juan se les ordenó que dejaran de predicar sobre la base del nombre de Jesús, contestaron: “No podemos dejar de hablar de las cosas que hemos visto y oído”. (Hechos 4:8, 12, 18-20.) ¿No deberían hacer lo mismo los seguidores de Cristo hoy día?