Ponderando las noticias
Los anticonceptivos y los católicos
La oposición de la Iglesia Católica al uso de anticonceptivos fue confirmada por Juan Pablo II en el Segundo Congreso Internacional sobre Teología Moral que se celebró en Roma en noviembre del año pasado. Según el periódico L’Osservatore Romano, de la Ciudad del Vaticano, él dijo: “No es una doctrina inventada por el hombre. Está escrita por la mano creadora de Dios en la mismísima naturaleza de la persona humana. Ponerla en duda es equivalente a negarle a Dios la obediencia de nuestra inteligencia”; por lo tanto, añade: “No puede ser cuestionada por el teólogo católico”.
Pero la encíclica Humanae Vitae a que hizo referencia el papa Juan Pablo, y que fue escrita unos 20 años atrás por Paulo VI, “fue inmediatamente cuestionada por una gran cantidad de teólogos”, observó el periódico italiano La Stampa, y pasada por alto por “la mayoría de los católicos”.
De esto se desprende claramente que la inflexibilidad de la Iglesia sobre la cuestión del control de la natalidad ha desunido a los teólogos y perturbado mucho a católicos sinceros. La disensión incesante en cuanto al uso de toda clase de anticonceptivos hasta impulsó a Juan Pablo a exhortar a todos los teólogos a hablar “el mismo lenguaje”. Sin embargo, contrario a lo que afirma el papa en cuanto a que la postura de la Iglesia con relación a los anticonceptivos fue “escrita por la mano creadora de Dios”, el periódico italiano La Repubblica menciona que “no se cita ningún versículo de los Evangelios ni del Antiguo Testamento para validar la doctrina”.
La Biblia no considera en ningún lugar el uso de anticonceptivos ni el control de la natalidad en el matrimonio. Tampoco dice que los cristianos estén obligados a tener hijos. La Palabra de Dios deja el asunto de planificar la familia a la conciencia de cada matrimonio cristiano. Al imponer su regla acerca del control de la natalidad, la Iglesia Católica ha ido “más allá de las cosas que están escritas”. (1 Corintios 4:6.)
El dilema del bautismo
Recientemente han surgido dos problemas relacionados con el bautismo de infantes en la Iglesia Anglicana. El primero tiene que ver con el bautismo “indiscriminado”, lo que cierto clérigo describió como una clase de “inyección espiritual”. El segundo es que cada vez más clérigos rehúsan bautizar a bebés cuyos padres no apoyan activamente la Iglesia Anglicana.
Muchos clérigos se dan cuenta de que los padres por lo general no tienen ningún deseo de asistir a la iglesia y no querrían que sus hijos lo hicieran tampoco. Entonces, ¿por qué quieren bautizar a sus bebés? “Quieren bautizar a sus bebés —comenta The Times— tal como quieren dar o recibir regalos de cumpleaños, decorar sus hogares en las Navidades [...] Es parte de su cultura; no tiene que haber ninguna razón para que se haga.”
Un clérigo renunció cuando llegó a la conclusión de que no deberían efectuarse bautismos de infantes. Dijo: “La única persona que puede hacer ese compromiso con Cristo es la persona misma”. Pudiera haber añadido que Jesucristo tenía 30 años de edad cuando se bautizó y que la palabra griega para bautismo, baptizo, significa hundir o sumergir. Después de su bautismo en el río Jordán, Jesús “subió del agua”. (Marcos 1:10; Mateo 3:13, 16.) En ningún lugar hace referencia la Biblia a rociar agua sobre bebés. Puesto que el bautismo es un símbolo de que uno se dedica a Dios como persona que sigue las pisadas de Cristo, no es una decisión que pueda hacer un infante.
¿Clave para la felicidad?
“Dos años de privaciones, y entonces felicidad para siempre.” Según el periódico japonés Yomiuri Shimbun, esa frase es muy corriente entre los estudiantes chinos en Japón. Estos estudiantes, que esperan hacerse ricos, piden dinero prestado para ir a Japón, pues suponen que allí el dinero crece en los árboles. Creen que si trabajan por dos años en un empleo de media jornada mientras van a la escuela, podrán ahorrar dos millones de yenes (alrededor de $15.400 [E.U.A.]) y entonces regresar a su hogar para vivir allí felices para siempre.
Tal confianza en el dinero como la clave para la felicidad es común en el mundo entero. Una encuesta reciente entre jóvenes de 11 países mostró que en 9 de ellos “el ‘dinero’ encabezaba la lista” de sus inquietudes y preocupaciones, dijo el periódico Asahi Evening News.
¿Abrirá en realidad la puerta a la felicidad el confiar en las riquezas? El sabio rey Salomón advirtió que “un simple amador de la plata no estará satisfecho con plata”. (Eclesiastés 5:10; 7:12.) El poner el dinero en primer lugar en la vida no da como resultado verdadera satisfacción, ni garantiza seguridad en el porvenir. Por ejemplo, la Biblia dice: “Ni su plata ni su oro podrá librarlos en el día del furor de Jehová”. (Sofonías 1:18.) Sin embargo, por contraste el salmista David escribió: “Feliz es el hombre físicamente capacitado que ha puesto a Jehová por confianza suya”. El confiar en Jehová, no en el dinero, es la clave para el disfrute de felicidad para siempre. (Salmo 40:4; Isaías 30:18.)