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  • “Estén firmes”... no tropiecen

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  • “Estén firmes”... no tropiecen
  • La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1990
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  • La persecución puede causarnos tropiezo
  • Las desilusiones pueden debilitar la fe
  • Es destructivo condenarse uno a sí mismo
  • Si ha tropezado, levántese
  • ¿Qué lado apoya usted?
  • ¿Ha tropezado usted por lo que otros han hecho?
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La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1990
w90 15/4 págs. 26-28

“Estén firmes”... no tropiecen

LA CUESTIÓN de mayor importancia que afronta la humanidad hoy es la de la soberanía universal. Jehová nos invita a adoptar una actitud firme en este asunto y manifestarla mediante someternos a Cristo Jesús, a quien él ha nombrado Rey. Hoy es urgente aceptar esa invitación, y tan solo en los pasados cinco años más de un millón de personas han hecho eso. Pero estas personas han aprendido que el adoptar una actitud firme es más que simplemente haber decidido servir a Jehová. Uno tiene que dedicar toda su vida a Dios. ¿Nos mantendremos firmes en la postura que hemos adoptado si la situación se hace difícil, o nos iremos debilitando después de haber ‘estado firmes’ al principio? (1 Corintios 16:13; Hebreos 2:1.)

Si a usted no se le ha hecho fácil mantenerse en el derrotero cristiano, que le consuele saber que lo mismo le sucedió a Jesucristo. Sí, hasta el Hijo unigénito de Dios tuvo que pedir en oración que se le fortaleciera para mantenerse firme en su postura, especialmente cuando se acercaba su prueba suprema. Imagíneselo en el jardín de Getsemaní, orando solícitamente: “Abba, Padre, todas las cosas te son posibles; remueve de mí esta copa. No obstante, no lo que yo quiero, sino lo que tú quieres”. (Marcos 14:36.) Él sabía que el derrotero que tenía que seguir era difícil. Especialmente tenía presente que el nombre de su Padre estaba implicado en aquel asunto. De modo que el único hombre perfecto en la Tierra no se avergonzó de pedir ayuda.

En nuestro caso, cuando la situación se pone difícil, tenemos la misma fuente de fortaleza que tuvo Jesús. Podemos pedir ayuda a Jehová en oración para no tropezar ni caer. Pero ¿qué peligros pudieran presentarse para causarnos tropiezo? El conocerlos y prepararnos de antemano pudiera contribuir a que no tropezáramos.

La persecución puede causarnos tropiezo

La Biblia advierte: “Todos los que desean vivir con devoción piadosa en asociación con Cristo Jesús también serán perseguidos”. (2 Timoteo 3:12.) La persecución puede causarnos tropiezo, y viene de muchas formas. (Marcos 4:17.) Pudieran ser proscripciones legales —acompañadas del peligro de encarcelamiento y hasta muerte—, ataques violentos de chusmas, oposición diaria de un cónyuge opositor que esté resuelto a socavar la fe del creyente, o burla constante de condiscípulos.

Es difícil aguantar la persecución, pero se nos ha advertido que vendrá de una manera u otra. Por lo tanto, podemos edificar nuestra fe ahora y aprender a confiar en la fuerza que Jehová da, para que cuando llegue el tiempo podamos aguantar por esa fuerza. (1 Pedro 4:13, 14; 5:6-11.) Sin embargo, muchas veces las piedras de tropiezo son más sutiles que la persecución violenta.

Las desilusiones pueden debilitar la fe

¿Quién de nosotros no recuerda lo desilusionado que se sintió cuando allá en los días de su niñez no se le dio algo que esperaba de seguro? ¿Recuerda usted la ocasión en que su padre prometió algo especial para la familia y luego, por alguna razón, cambió de parecer? ¿O la vez que él iba a llevar a la familia al parque zoológico y, a última hora, tuvo que cancelar el paseo? ¡Qué desilusión!

Los cristianos adultos también se desilusionan, y en algunos casos esto ha significado desastre espiritual. Algunos pusieron su esperanza en cierta fecha en que esperaban que de seguro vendría el Armagedón. Cuando llegó aquel día y nada sucedió, se sintieron defraudados. Otros se han desilusionado por no haber recibido algún privilegio que esperaban. Además, uno se puede desilusionar por lo que hacen otras personas. Una joven de 18 años de edad dijo a sus padres que estaba tan decepcionada por la conducta de algunos jóvenes de la congregación —y por el hecho de que los padres de estos no los disciplinaban— que no quería saber más de la verdad.

Aunque se entiende que circunstancias como esas causen desilusión, ¿deberían los desilusionados tropezar y abandonar su buena relación con Jehová? Imagínese la desilusión de Jesús cuando sus apóstoles persistieron en discutir sobre quién era el mayor entre ellos, y así desplegaron malsana ambición. (Lucas 9:46; 22:24.) ¡Imagínese también cuánto tiene que haber desilusionado a Job el que los tres compañeros que supuestamente habían ido a consolarlo se volvieran contra él y empezaran a poner en tela de juicio su fidelidad! (Job 22:5-10.) Con todo, ni Jesús ni Job tropezaron.

Todos los humanos somos débiles, así que no sería razonable dejar que los defectos de otros afectaran nuestra buena relación con Jehová. (Salmo 51:5.) La imperfección de algunos no debería impedir que viéramos la maravillosa obra que Jehová está efectuando mientras reúne “todas las cosas de nuevo en el Cristo”. (Efesios 1:9, 10.) Tenga presente que Jehová está reuniendo a humanos imperfectos y caídos como nosotros mismos, a personas que necesitan disciplina y refinamiento para hacerse fuertes. (Salmo 130:3.) Nuestro enemigo no es nuestro hermano cristiano imperfecto, sino Satanás, que quiere devorarnos si puede. Pero no tendrá éxito si ‘nos ponemos en contra de él, sólidos en la fe’. (1 Pedro 5:8, 9.) Si tenemos una fe como esa, de ningún modo ‘sufriremos desilusión’. (Romanos 9:33.)

Es destructivo condenarse uno a sí mismo

Algunos han perdido su buena relación con Jehová Dios porque no se han creído merecedores de su favor. Conscientes de sus propias debilidades y faltas, llegan a la conclusión de que Jehová nunca aceptaría el servicio que le dieran. Creen que el que alguien como ellos afirme ser testigo de Jehová es hipocresía. ¿Se ha juzgado usted a sí mismo con tanta severidad? Si lo ha hecho, debe luchar contra tal manera de pensar.

¿Se cree usted indigno de servir a Jehová? Entonces pregúntese: ‘¿Quién es digno de ese gran privilegio?’. Todo cristiano está en lucha constante contra sus propias imperfecciones. Hasta el apóstol Pablo se lamentó: “Cuando deseo hacer lo que es correcto, lo que es malo está presente conmigo”. (Romanos 7:21.) ¿Era hipócrita Pablo porque a veces cometía errores? No. Un hipócrita es alguien que finge ser lo que no es. Si nos esforzamos por hacer lo que es correcto, pero de vez en cuando erramos a pesar de tales esfuerzos, ¿es eso fingir? Por supuesto que no.

La Biblia nos exhorta a ‘vestirnos de la nueva personalidad’. (Efesios 4:24.) Pero ¿significa eso que de nosotros desaparece todo rasgo de la vieja personalidad? No. Pablo dijo en su carta a los colosenses que la nueva personalidad “va haciéndose nueva” mediante conocimiento exacto. (Colosenses 3:9, 10.) La expresión “va haciéndose nueva” da a entender acción que continúa. Como se ve, vamos transformando nuestra personalidad gradualmente. Por eso, no debe sorprendernos que de vez en cuando descubramos defectos en nosotros mismos.

Por supuesto, esto no se dice para minimizar la seriedad del pecado, ni significa que podemos ceder a la tentación sin luchar, suponiendo que Jehová sencillamente nos perdonará. Pero estos puntos nos ayudan a no criticarnos irrazonablemente a nosotros mismos. Y contribuyen a que amemos mucho más a Jehová por haber provisto el sacrificio de rescate de Cristo para que podamos servirle a pesar de nuestra naturaleza pecaminosa.

El apóstol Juan presentó un punto de vista equilibrado sobre este asunto cuando dijo: “Les escribo estas cosas para que no cometan un pecado”. Pero entonces añadió de manera realista: “No obstante, si alguno comete un pecado [debido a la imperfección humana], tenemos un ayudante para con el Padre, a Jesucristo”. (1 Juan 2:1.) En vez de condenarnos a nosotros mismos desmedidamente, el comprender la condición en que nos hallamos y aceptar la ayuda que Jehová ha provisto nos mueve a repetir estas palabras de Pablo: “¡Gracias a Dios mediante Jesucristo nuestro Señor!”. (Romanos 7:25.)

Si ha tropezado, levántese

Jesús dio una advertencia firme a cualquiera que pudiera causar tropiezo: “Cualquiera que haga tropezar a uno de estos pequeños que ponen fe en mí, más provechoso le es que le cuelguen alrededor del cuello una piedra de molino como la que el asno hace girar y que lo hundan en alta mar”. (Mateo 18:6.) Pero ¿qué hay de la persona que tropieza? Si tropezamos debido a alguien o a cierta situación, ¿deberíamos excusarnos y decir: “Pues no es culpa mía, así que no voy a seguir sirviendo a Jehová”?

Considere la siguiente ilustración. ¿Ha resbalado usted alguna vez en el hielo, o ha tropezado en un escalón? Quizás lo que sucedió lo tomó por sorpresa. Y no es difícil entender que se haya encontrado tendido en el suelo. Pero ¿qué hizo usted después? ¿Dijo acaso: “Yo no tengo la culpa de hallarme ahora en el suelo. La culpa es del hielo [o del escalón]. Así que no me voy a levantar”? Lo más probable es que usted se haya levantado y se haya alejado lo más pronto posible de aquella escena embarazosa.

¿No aplicaría lo mismo en asuntos espirituales? Si nos enojamos por alguna circunstancia o porque un compañero cristiano nos ofende, ese es un problema serio que deberíamos tratar de resolver. Sin embargo, si permanecemos en el tropiezo, e insistimos en culpar a otra persona por nuestro problema, ¿no es cierto que nos hacemos cada vez más culpables de la situación en que nos hallamos?

Felizmente, si tropezamos, los ancianos y otras personas maduras de la congregación están muy dispuestos a ayudarnos. (Gálatas 6:1.) Y Jehová mismo fortalece a los que quieren servirle a pesar de las dificultades. (Filipenses 4:13.) Por lo tanto, siempre debemos estar dispuestos a pedir ayuda si parece que algo nos va a debilitar en nuestra firme postura a favor de Jehová y de su Reino. Entonces no daremos una victoria a Satanás por haber tropezado y haber seguido en el tropiezo.

¿Qué lado apoya usted?

Cada día los siervos dedicados de Dios se encaran con cuestiones que ponen a prueba su devoción a Jehová. Sin importar contra qué tengan que luchar, tienen que mantenerse firmemente de parte del Rey Mesiánico de Jehová. Los poderosos gobernantes de esta Tierra se han plantado “contra Jehová y contra su ungido”. ¡Qué privilegio el que nosotros nos mantengamos a favor de él! (Salmo 2:2.)

Sin embargo, no podemos luchar contra la influencia de todo el sistema mundial por nuestra cuenta, de modo que nos consuela la promesa que hizo Jesús de que estaría con su congregación “hasta la conclusión del sistema de cosas”. (Mateo 28:20.) Él nos apoya. Además, recibimos mucha ayuda cuando nos apegamos firmemente a Jehová y buscamos su apoyo. El acudir a su Palabra puede fortalecernos. Cuando creamos que no podemos aguantar más, Salmo 55:22 nos invita a ‘arrojar nuestra carga sobre Jehová mismo, y él mismo nos sustentará. Nunca permitirá que tambalee el justo’. Sí, la Biblia insta a todos los del pueblo de Dios a ‘estar firmes en la fe’... y no tropezar. (1 Corintios 16:13.)

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