Vida después de la muerte... las preguntas sin contestar
“SI UN hombre físicamente capacitado muere, ¿puede volver a vivir?” (Job 14:14.) Esa pregunta —hecha por el patriarca Job siglos atrás— se la han hecho a sí mismas a través del tiempo personas de toda sociedad, y no han sido pocas las respuestas que se han dado.
Los griegos de la antigüedad afirmaban que las almas de los muertos seguían viviendo en otro lugar. Se las transportaba en una barca a través del río Estigia a una inmensa región subterránea conocida como el reino o mundo subterráneo. Allí había jueces que sentenciaban a las almas al tormento en una prisión de murallas muy altas o las enviaban a la felicidad en los Campos Elíseos. Otros pueblos antiguos creían que las almas se convertían en estrellas o cometas. Otros decían que las almas eran luminosas y la Luna las atraía a sí; cada mes, cuando llegaba la luna llena, eran transferidas al Sol.
En la actualidad todavía abundan las teorías acerca de una vida después de la muerte. Los hindúes y los budistas creen en la reencarnación. Los musulmanes enseñan que el alma sobrevive a la muerte del cuerpo y tras el juicio final va al paraíso o al infierno. A la mayoría de los protestantes se les enseña que las almas sobreviven a la muerte para disfrutar de felicidad en el cielo o sufrir tormento en las llamas del infierno. El catolicismo añade el limbo y el purgatorio a ese cuadro.
En algunos países las creencias sobre las supuestas almas de los muertos son una mezcla extraña de las tradiciones locales y el cristianismo nominal. Por ejemplo, muchos católicos y protestantes de África occidental acostumbran cubrir los espejos cuando alguien muere para que nadie mire en el espejo y vea el espíritu del difunto. Cuarenta días después de la muerte de un ser querido, los parientes y amigos celebran festivamente la ascensión del alma al cielo. Después, por lo general en la Navidad o en el Día de Año Nuevo, los parientes van al cementerio y vierten alguna bebida alcohólica sobre la tumba. Hasta hablan con el difunto, le piden favores y le dan noticias sobre la familia.
Es obvio que las religiones del mundo casi no concuerdan entre sí en cuanto a lo que realmente sucede después de la muerte. Con todo, en general concuerdan en un concepto fundamental: la inmortalidad del alma humana. La mayoría de las enseñanzas en cuanto a la vida después de la muerte son sencillamente variaciones de este tema básico.
No obstante, persisten varias preguntas: ¿De dónde vino el concepto de que el alma es inmortal? ¿Lo enseñan las Escrituras? Si así es, ¿por qué lo enseñan hasta religiones que no son cristianas? Estas preguntas no deben pasarse por alto. Prescindiendo de la religión que profesemos, la muerte es un hecho al que tenemos que encararnos. Estas cuestiones, pues, se relacionan con usted de manera muy personal. Por consiguiente, le invitamos a considerar estos asuntos imparcialmente.