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  • ¿Por qué tanto tiempo para resolver la cuestión?
  • La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1991
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La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1991
w91 1/3 págs. 5-7

¿Por qué tanto tiempo para resolver la cuestión?

HACE unos 6.000 años la soberanía de Dios no estaba en tela de juicio. Al completar sus maravillosas obras de creación “vio Dios todo lo que había hecho y, ¡mire!, era muy bueno”. (Génesis 1:31.) Entonces entró en un largo período de “reposo” que, por supuesto, no se debió a que él estuviera físicamente cansado. Más bien, descansó en el sentido de que desistió de obras de creación terrestre, seguro de que su buen propósito en cuanto a estas obras tendría éxito total. (Génesis 2:1-3; Isaías 55:11.)

¿En qué consistía ese propósito? Jehová colocó a la primera pareja humana en un lugar llamado el jardín de Edén. La responsabilidad inicial de ellos era cuidar de su hogar paradisíaco, que incluía una gran variedad de vida animal. También tendrían hijos y los criarían. Con el tiempo, a medida que la familia creciera, extendería el Paraíso hasta los fines de la Tierra en obediencia al mandato de Dios de ‘sojuzgar la tierra’. Así, al fin la Tierra llegaría a ser un hogar magnífico lleno de una familia feliz y unida que serviría a su Padre celestial. Ese era el propósito original de Dios. (Génesis 1:27, 28; 2:8, 15, 20-22.)

¿Participarían Adán y Eva en cumplir aquel excelente propósito a cabalidad? Eso dependía de que siguieran cooperando con aquel propósito mediante obedecer a su Creador. Su obediencia no habría de ser ciega, sin pensamiento. Se les había concedido libre albedrío, pues Dios quería que le sirvieran por el agradecimiento de su corazón. Como recordatorio visible de la soberanía que con derecho él ejercía, les proveyó una prueba sencilla. Podrían participar de todo lo provisto en el jardín, excepto de una cosa. Sobre cierto árbol frutal Dios dijo: “En el día que comas de él, positivamente morirás”. (Génesis 2:16, 17.)

Estas palabras muestran que Adán y Eva no fueron creados para envejecer y morir. Solo si desobedecían este mandato sencillo morirían. Si Adán y Eva hubieran permanecido obedientes a Dios, todavía estarían vivos hoy en la Tierra como padres de una familia mundial de hijos perfectos. (Véase el principio que se declara en Salmo 37:29.)

Sin embargo, una de las criaturas angelicales de Dios, a quien ahora se llama Satanás, empezó a desacreditar la manera de gobernar de Dios. Instó a Eva a comer del fruto prohibido e insinuó engañosamente que si ella se independizaba de la soberanía de Dios le iría mejor. Pero el verdadero motivo de Satanás era su deseo de ser el dios de la futura familia humana. (Génesis 3:1-5; Mateo 4:8, 9; Juan 8:44.)

Puesto que Jehová había dado a la primera pareja humana todo lo que necesitaba, Eva debió haber sostenido Su soberanía y rechazado la insinuación mentirosa de Satanás. Sin embargo, lamentablemente, ella procedió a violar la ley de Dios. Después, Adán optó por seguir el mismo proceder imprudente de su esposa. Por eso, al igual que Satanás, aquella pareja obstinada se rebeló contra Dios, y así surgió la cuestión relacionada con la soberanía divina. (Génesis 3:6.)

Se requiere tiempo para resolver cuestiones vitales

Jehová pudo haber destruido a los tres rebeldes en aquel instante. Pero aquello no habría resuelto de manera definitiva las cuestiones que surgieron debido a su rebelión. ¿Podría el hombre gobernarse con éxito sin la dirección de Dios? ¿Era justo que Dios exigiera sumisión a su soberanía? Además, en vista de la conducta de la primera pareja humana, ¿escogería altruistamente algún humano servir a Dios por su propia iniciativa... aun cuando Satanás lo sometiera a prueba en cuanto a ello? (Job 1:7-11; 2:4.) Exigiría tiempo el contestar esas preguntas. También exigiría tiempo el contrarrestar los efectos de aquella rebelión original y realizar el propósito de Dios de que la Tierra sea un paraíso habitado por una raza de humanos sin pecado. Todavía estamos a la espera de ver resueltas por completo estas cuestiones.

En armonía con su ley, Dios no les concedió a Adán y Eva el privilegio de vivir para siempre. Ya no merecían participar en el cumplimiento de Su gran propósito. Sin embargo, antes de que murieran se les permitió tener hijos y criarlos. Es cierto que Adán y Eva ya no podrían transmitir a su descendencia una vida vigorosa y sin pecado. (Romanos 5:12.) Pero aunque las generaciones subsiguientes nacieron imperfectas y condenadas a la muerte, muchas personas tuvieron la oportunidad de mostrar de qué lado estaban en lo relacionado con la gran cuestión de la soberanía.

Se resuelve la cuestión

¿Cómo resolverá Dios estos asuntos relacionados con su soberanía? En un sentido las preguntas que surgieron allá en Edén ya han sido contestadas. Miles de años de historia humana han mostrado dolorosamente que la alegación de Satanás de que a Eva le iría mejor si se independizaba de Dios era una mentira. La gobernación humana que pasa por alto a Dios ha sido un fracaso continuo. Como dice la Biblia: “El hombre ha dominado al hombre para perjuicio suyo”. (Eclesiastés 8:9.)

Por otra parte, muchas cosas buenas han quedado probadas durante los muchos años desde que Adán y Eva pecaron. Muchos de la humanidad han demostrado un apego inquebrantable a la soberanía de Jehová, y el ejemplo más sobresaliente ha sido el del “Hijo del hombre”, Jesucristo mismo. (Mateo 20:18; Hebreos 11:1–12:3.) Los que han obedecido las leyes de Dios y reconocido la soberanía divina han podido ver que este es en verdad el mejor derrotero. Han experimentado la veracidad de este proverbio: “La bendición de Jehová... eso es lo que enriquece, y él no añade dolor con ella”. (Proverbios 10:22.) Además, gracias a la provisión de la resurrección, con el tiempo llegarán a participar en el cumplimiento del magnífico propósito de Dios. (Juan 5:28, 29.)

Jehová no ha olvidado su propósito original. No se permitirá que los que rechazan su soberanía dominen en la Tierra para siempre, y la Biblia advierte que pronto Dios actuará contra ellos. Nos dice: “La ira de Dios se revela desde el cielo contra toda impiedad”. (Romanos 1:18.) Esta venidera expresión de la ira de Dios, llamada por la Biblia Armagedón, demostrará sin lugar a dudas que él en realidad existe. Solo los que acepten su soberanía sobrevivirán entonces. “Los rectos son los que residirán en la tierra, y los exentos de culpa son los que quedarán en ella. En cuanto a los inicuos, serán cortados de la mismísima tierra.” (Proverbios 2:21, 22.)

La gran cuestión y usted

A la luz de estos hechos, cada uno de nosotros —como lo hicieron Adán y Eva— tiene que escoger qué hará. ¿Trataremos de vivir en independencia de Dios?, ¿o nos someteremos a su soberanía? Recuerde que esta es la cuestión de suprema importancia ante usted hoy. Otras cuestiones, por importantes que parezcan, tienen que ver con su vida actual. Pero esta cuestión tiene que ver con su vida eterna. Su decisión afectará su futuro eterno.

¿Cómo puede usted mostrar que acepta la soberanía de Dios? Mediante estudiar diligentemente su Palabra, la Biblia, y esforzarse por obedecer la voluntad de Dios en asociación con otros cristianos verdaderos. (Sofonías 2:2, 3.) Si usted hace esto, tendrá la gozosa esperanza de ver el cumplimiento del magnífico propósito de Dios. Podrá ver la realización de esta promesa maravillosa: “Solo un poco más de tiempo, y el inicuo ya no será [...] Pero los mansos mismos poseerán la tierra, y verdaderamente hallarán su deleite exquisito en la abundancia de paz”. (Salmo 37:10, 11.) ¡Qué excelente resultado para todos los que se someten a la soberanía de Dios! ¡Qué poderosa razón para decidir sabiamente respecto a este asunto tan importante!

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