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  • El Diluvio que nadie olvida
  • La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1992
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La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1992
w92 15/1 págs. 3-4

El Diluvio que nadie olvida

UNOS 4.300 años atrás una inundación catastrófica anegó la Tierra. De un tremendo golpe, el agua aniquiló casi toda criatura viviente. La magnitud de aquel acontecimiento dejó una impresión imborrable en la humanidad, y la historia se pasó de generación en generación.

Unos 850 años después del Diluvio, Moisés, escritor hebreo, puso por escrito el relato del Diluvio universal. Este relato se ha conservado en el libro bíblico de Génesis, donde podemos leer sus gráficos detalles en los Gé capítulos 6 a 8.

El relato bíblico del Diluvio

Génesis da los siguientes detalles, evidentemente de un testigo ocular: “En el año seiscientos de la vida de Noé, en el segundo mes, en el día diecisiete del mes, en este día fueron rotos todos los manantiales de la vasta profundidad acuosa, y las compuertas de los cielos fueron abiertas. Y el diluvio siguió sobre la tierra por cuarenta días, y las aguas siguieron aumentando y empezaron a llevar el arca, y esta estaba flotando muy por encima de la tierra. Y a grado tan grande anegaron la tierra las aguas que todas las altas montañas que estaban debajo de todos los cielos quedaron cubiertas”. (Génesis 7:11, 17, 19.)

Sobre el efecto del Diluvio en la creación viviente, la Biblia dice: “Expiró toda carne que estaba moviéndose sobre la tierra, entre las criaturas voladoras y entre los animales domésticos y entre las bestias salvajes y entre todos los enjambres que estaban enjambrando sobre la tierra, y toda la humanidad”. Sin embargo, Noé y otras siete personas sobrevivieron, junto con especímenes de toda bestia, criatura voladora y cosa que se movía sobre el suelo. (Génesis 7:21, 23.) Todos habían sido resguardados en una voluminosa arca flotante que medía unos 133 metros (437 pies) de largo, 22 metros (73 pies) de ancho y 13 metros (44 pies) de alto. Puesto que lo único que se necesitaba del arca era que fuera hermética y flotara, no tenía fondo redondeado ni proa en punta ni medios de propulsión o dirección. El arca de Noé era simplemente una embarcación rectangular en forma de cofre.

Cinco meses después de empezar el Diluvio, el arca descansó en las montañas de Ararat, en lo que hoy es Turquía oriental. Noé y su familia salieron del arca a tierra seca un año después de haber empezado el Diluvio, y empezaron de nuevo la rutina normal de la vida. (Génesis 8:14-19.) Con el tiempo la humanidad se hubo multiplicado lo suficiente como para empezar a construir la ciudad de Babel y su notoria torre cerca del río Éufrates. De allí la gente se fue esparciendo a todas partes de la Tierra cuando Dios confundió el lenguaje de la humanidad. (Génesis 11:1-9.) Pero ¿qué le sucedió al arca?

Buscan el arca

Desde el siglo XIX se han hecho muchos esfuerzos por hallar el arca en las montañas de Ararat. Estas montañas tienen dos picos prominentes: uno, de 5.165 metros (16.950 pies) de altura; el otro, de 3.914 metros (12.840 pies). El más alto de los dos está cubierto de nieves perpetuas. Debido a los cambios climáticos postdiluvianos, el arca pronto habría quedado sepultada por la nieve. Algunos investigadores creen firmemente que el arca todavía está allí, sepultada profundamente en un glaciar. Afirman que en algunas ocasiones el hielo se ha derretido lo suficiente como para que parte del arca haya quedado expuesta temporalmente.

En el libro In Search of Noah’s Ark (En busca del arca de Noé) se cita a George Hagopian, armenio que alega que escaló el monte Ararat y vio el arca en 1902 y de nuevo en 1904. Él dijo que, en la primera visita, de hecho subió a encima del arca. “Me levanté y vi por todas partes la embarcación. Era larga. Tenía una altura como de cuarenta pies [12 metros].” En cuanto a lo que observó en su visita posterior, dijo: “No vi verdaderas curvas. Difería de todo otro barco que había visto. Más parecía una barcaza de fondo plano”.

Desde 1952 hasta 1969, en cuatro ocasiones Fernand Navarra trató de hallar pruebas del arca. En su tercer viaje al monte Ararat descendió al fondo de una grieta en un glaciar, donde halló un pedazo de madera oscura metido en el hielo. “Tiene que haber sido muy largo —dijo—, y quizás todavía estaba unido a otras partes de la armazón de la embarcación. Solo pude cortar en la dirección de la fibra hasta que separé un pedazo como de cinco pies [1,5 metros] de largo.”

El profesor Richard Bliss, uno de varios peritos que examinaron la madera, dijo: “La muestra de madera de Navarra es una viga estructural y está impregnada de brea bituminosa. Tiene empalmes de muescas y espigas. Y sin duda fue tallada a mano y escuadrada”. Se fijó para la madera la edad aproximada de unos cuatro o cinco mil años.

Aunque se han hecho esfuerzos por hallar el arca en el monte Ararat, la prueba categórica de que se empleó para sobrevivir a una inundación desastrosa está en el registro escrito de ese acontecimiento en el libro bíblico de Génesis. Se puede ver confirmación de ese registro en la gran cantidad de leyendas diluvianas que hay entre pueblos primitivos de todo el mundo. Considere el testimonio de ellos en el artículo que sigue.

[Fotografía en la página 4]

¡El arca tenía una capacidad de carga igual a la de 10 trenes de unos 25 furgones estadounidenses cada uno!

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