Por qué nacen de nuevo algunas personas
“A MENOS que uno nazca de nuevo, no puede ver el reino de Dios.” (Juan 3:3.) Estas palabras han suscitado mucha emoción e intriga desde que Jesucristo las dijo hace más de 1.900 años.
Para comprender sus declaraciones sobre nacer de nuevo, antes hemos de contestar estas preguntas: ¿Qué propósito tiene Dios para el hombre? ¿Qué le ocurre al alma a la hora de la muerte? ¿Qué va a hacer el Reino de Dios?
El propósito que Dios tiene para el hombre
Jehová Dios creó al primer hombre, Adán, como su hijo humano perfecto. (Lucas 3:38.) Nunca fue su intención que muriera. Adán y su esposa, Eva, iban a producir una familia humana sin pecado que viviría eternamente y llenaría la Tierra paradisíaca. (Génesis 1:28.) La muerte no entraba en el propósito original de Dios para el hombre y la mujer. Solo irrumpió en la escena humana a raíz de la rebelión contra la ley divina. (Génesis 2:15-17; 3:17-19.)
Esta rebelión planteó cuestiones morales de gran magnitud, como la legitimidad de la soberanía de Dios y la capacidad del hombre de ser fiel a Sus leyes. Haría falta tiempo para zanjar estas cuestiones. Sin embargo, Jehová Dios no cambió su propósito para la humanidad, pues nada de lo que se propone puede quedar sin cumplirse. Está plenamente resuelto a llenar la Tierra con una familia humana perfecta que viva eternamente en el Paraíso. (Salmo 37:29; 104:5; Isaías 45:18; Lucas 23:43.) Debemos tener presente este hecho fundamental al analizar las palabras de Jesús en cuanto a nacer de nuevo.
¿Qué le ocurre al alma a la hora de la muerte?
Puesto que ignoraban lo que el espíritu santo de Dios había revelado a los escritores bíblicos, los filósofos griegos lucharon por hallar sentido a la vida. Rehusaban creer que el hombre había de vivir solo unos años, a menudo en condiciones deplorables, y luego, sin más, desaparecer. Aunque en esto tenían razón, erraron en sus deducciones respecto a la vida después de la muerte. Concluyeron que al morir, la existencia proseguía de otra forma, que dentro de las personas había un alma inmortal.
Su opinión influyó tanto en judíos como en cristianos profesos. El libro Heaven—A History (Historia del cielo) explica: “Dondequiera que los judíos de la diáspora hallaron intelectuales griegos, acabó aflorando la idea del alma inmortal”. El libro añade: “Las doctrinas griegas sobre el alma dejaron una impresión indeleble en las creencias judías y, más adelante, en las cristianas. [...] Al forjar una síntesis única de filosofía platónica y tradición bíblica, Filón [filósofo judío de Alejandría, del primer siglo] abrió el camino a los pensadores cristianos posteriores”.
¿Qué creencias tenía Filón? La citada obra prosigue: “Para él, la muerte restituye el alma a su estado original, previo al nacimiento. Dado que el alma pertenece al mundo espiritual, la vida en el cuerpo no es sino un episodio transitorio y a menudo desdichado”. Sin embargo, el ‘estado previo al nacimiento’ de Adán era la inexistencia. Según el relato bíblico, Dios nunca se propuso el paso automático a otro mundo después de la muerte, como si la Tierra fuera solo la antesala a otra existencia, superior o inferior.
La creencia de que el alma humana sea inmortal no se enseña en la Palabra inspirada de Dios, la Biblia. No contiene la expresión “alma inmortal” ni una sola vez. Explica que Adán fue creado como alma, no con alma. Génesis 2:7 dice: “Jehová Dios procedió a formar al hombre del polvo del suelo y a soplar en sus narices el aliento de vida, y el hombre vino a ser alma viviente”. El hombre nunca tuvo ante sí la disyuntiva de vivir eternamente en el cielo o padecer tormento eterno en el infierno. La Biblia indica que el alma —la persona— que muere no tiene existencia consciente. (Salmo 146:3, 4; Eclesiastés 9:5, 10; Ezequiel 18:4.) Por ello, las ideas de los filósofos sobre el alma son antibíblicas. Debemos guardarnos de ideas engañosas que podrían ofuscar nuestro entendimiento de las palabras de Jesús respecto a nacer de nuevo.
Nacen de nuevo para reinar
Jesús dijo a Nicodemo que los que ‘nazcan de nuevo’ van a “entrar en el reino de Dios”. (Juan 3:3-5.) ¿Qué es este Reino? En los albores de la historia humana, Jehová Dios comunicó en lenguaje figurado su propósito de aplastar la cabeza de la Serpiente original, Satanás el Diablo, mediante una “descendencia” especial, un rey venidero. (Génesis 3:15; Revelación 12:9.) Según se reveló de manera progresiva en las Escrituras, esta “descendencia” es Jesucristo, que reina con corregentes en una manifestación singular de la soberanía de Dios: el Reino Mesiánico. (Salmo 2:8, 9; Isaías 9:6, 7; Daniel 2:44; 7:13, 14.) Es el Reino de los cielos, un gobierno celestial que vindicará la soberanía de Jehová y rescatará a la humanidad de la esclavitud al pecado y la muerte. (Mateo 6:9, 10.)
A Jesús le acompañan 144.000 corregentes comprados de la humanidad. (Revelación 5:9, 10; 14:1-4.) Dios ha elegido a algunos seres humanos de la familia imperfecta de Adán para ser los “santos del Supremo” que gobiernen con Cristo en el Reino Mesiánico. (Daniel 7:27; 1 Corintios 6:2; Revelación 3:21; 20:6.) Estos hombres y mujeres ejercen fe en Jesucristo, quien dijo que ‘nacerían de nuevo’. (Juan 3:5-7.) ¿Cómo y por qué razón ocurre este nacimiento?
Estas personas se han bautizado en agua como seguidores de Cristo. Dios les ha perdonado los pecados basándose en el sacrificio de rescate de Jesús, los ha declarado justos y adoptado como hijos espirituales. (Romanos 3:23-26; 5:12-21; Colosenses 1:13, 14.) A ellos les dice el apóstol Pablo lo siguiente: “Ustedes [...] recibieron un espíritu de adopción como hijos, espíritu por el cual clamamos: ‘¡Abba, Padre!’. El espíritu mismo da testimonio con nuestro espíritu de que somos hijos de Dios. Pues, si somos hijos, también somos herederos: herederos por cierto de Dios, pero coherederos con Cristo, con tal que suframos juntamente para que también seamos glorificados juntamente”. (Romanos 8:15-17.)
Como seguidores de Cristo, pasaron por un nuevo nacimiento, es decir, un nuevo comienzo en la vida, que les dio la certeza de que compartirían la herencia celestial de Jesús. (Lucas 12:32; 22:28-30; 1 Pedro 1:23.) El apóstol Pedro describe su nuevo nacimiento de esta manera: “Según [la] gran misericordia [de Dios], nos dio un nuevo nacimiento a una esperanza viva mediante la resurrección de Jesucristo de entre los muertos, a una herencia incorruptible e incontaminada e inmarcesible. Está reservada en los cielos para ustedes”. (1 Pedro 1:3, 4.) Esta nueva vida celestial se hace posible gracias a que Dios los resucita del mismo modo que a Jesús. (1 Corintios 15:42-49.)
¿Y qué ocurre con la Tierra?
Esto no significa que toda la humanidad obediente vaya a nacer de nuevo para ir de la Tierra al cielo. Esta idea errónea era parecida a la que sostenían filósofos como Filón, que pensaba que “la vida en el cuerpo no era sino un episodio transitorio y a menudo desdichado”. Pero no había nada malo en lo que Jehová Dios creó originalmente en la Tierra. (Génesis 1:31; Deuteronomio 32:4.)
Nunca se pretendió que la vida humana fuera breve y penosa. Jesucristo y los que han nacido de nuevo para ser reyes y sacerdotes con él en el cielo eliminarán todo el daño que la rebelión satánica produjo. (Efesios 1:8-10.) Mediante ellos —que forman la prometida “descendencia de Abrahán”— “se bendecirán todas las naciones de la tierra”. (Gálatas 3:29; Génesis 22:18.) Para la humanidad obediente significará vida en una Tierra paradisíaca, muy distinta de la existencia breve y dolorosa de la actualidad. (Salmo 37:11, 29; Revelación 21:1-4.)
¿Quiénes se beneficiarán?
Entre los beneficiarios de la provisión divina para bendecir al hombre estarán los que resuciten y ejerzan fe en el sacrificio de rescate de Jesús. (Juan 5:28, 29; Hechos 24:15.) La mayoría de ellos nunca aprendió acerca de Dios ni de Cristo, por lo que no pudieron ejercer fe en Jesús. Entre los resucitados también estarán personas fieles como Juan el Bautizante, que falleció antes de que la muerte de Jesús abriera el camino a la vida celestial. (Mateo 11:11.) Aparte de ellos, ‘una gran muchedumbre de todas las naciones ha lavado sus ropas largas y las ha emblanquecido en la sangre del Cordero’, Jesucristo. Estos aceptan la predicación del Reino, encabezada hoy por los “hermanos” de Jesús que han nacido de nuevo, y sobrevivirán a la guerra de Dios en Armagedón para vivir en una Tierra purificada. (Revelación 7:9-14; 16:14-16; Mateo 24:14; 25:31-46.) Así, gracias a la provisión divina se salvarán millones de personas, pero sin nacer de nuevo para reinar con Cristo en los cielos. (1 Juan 2:1, 2.)
¿Estará usted entre los que hereden la vida en una Tierra paradisíaca? Así podrá ser si ejerce fe en el sacrificio de rescate de Jesucristo y se asocia activamente con la congregación cristiana verdadera, que en vez de corromperse con las filosofías ha permanecido como “columna y apoyo de la verdad”. (1 Timoteo 3:15; compárese con Juan 4:24; 8:31, 32.) Entonces podrá esperar un futuro magnífico cuando los hijos de Dios que han nacido de nuevo reinen en el cielo y se restituya la perfección a todos los hijos terrestres de Dios en una maravillosa Tierra paradisíaca. Por consiguiente, aproveche la oportunidad de vivir en el nuevo mundo de bendiciones eternas. (Romanos 8:19-21; 2 Pedro 3:13.)
[Ilustración en la página 6]
Adán nunca tuvo ante sí la disyuntiva de vivir en el cielo o padecer tormento eterno en el infierno