He puesto la confianza en Jehová desde mi juventud
SEGÚN LO RELATÓ BASIL TSATOS
Corría el año 1920. El lugar: las colinas de Arcadia, en el hermoso Peloponeso (Grecia). Yacía gravemente enfermo, presa de la terrible gripe española que azotaba al mundo.
CADA vez que sonaban las campanas de la iglesia, sabía que anunciaban la muerte de una nueva víctima. ¿Sería yo el próximo? Afortunadamente me recuperé, pero millones de personas sucumbieron a la enfermedad. A pesar de que entonces contaba escasos 8 años, aún conservo vivo el recuerdo de aquella aterradora experiencia.
Mis primeras inquietudes espirituales
Al poco tiempo murió mi abuelo. Recuerdo que, después del funeral, mi madre subió al balcón de nuestra casa, donde estábamos mi hermana y yo, y procurando aliviar nuestro dolor, dijo en voz baja: “Pues bien, hijos, todos tenemos que envejecer y morir”.
Aunque lo dijo en un tono muy dulce, sus palabras me inquietaron. ‘¡Qué triste y qué injusto!’, pensé. Sin embargo, nos alegró mucho cuando mi madre añadió: “Mas cuando el Señor vuelva, resucitará a los muertos, y ya no tendremos que morir jamás”. ¡Ah, eso sí que era animador!
Desde aquel momento me interesé profundamente en saber cuándo llegaría ese tiempo feliz. Pregunté a muchas personas, sin obtener respuesta; parece que nadie estaba interesado en hablar del asunto.
Tenía unos 12 años cuando un día mi padre recibió un libro de su hermano, que vivía en Estados Unidos. El libro se titulaba El Arpa de Dios, y estaba editado por la Sociedad Watch Tower Bible and Tract. Examiné el índice, y mis ojos se iluminaron al ver el capítulo “La vuelta del Señor”. Lo leí con gran interés, pero me desilusionó ver que no revelaba el año de su vuelta, aunque indicaba que no estaba muy lejos.
Pronto empecé la escuela secundaria, y me apliqué a los estudios, pero me gustaba leer los ejemplares de La Atalaya que mi tío enviaba de vez en cuando. Además, todos los domingos asistía a la escuela dominical, adonde el obispo solía ir para hablarnos.
Cierto domingo, el obispo dijo muy alterado: “Unos forasteros están llenando la ciudad de publicaciones heréticas”. A continuación, sosteniendo un ejemplar de La Atalaya, gritó: “Si alguno de ustedes encuentra publicaciones como esta en casa, tráigalas a la iglesia y yo las quemaré”.
Si bien me molestó el tono de su voz, más me molestó su actitud vengativa. De modo que no hice caso de lo que dijo, aunque le escribí a mi tío pidiéndole que no enviara más publicaciones de la Watch Tower. A pesar de todo, seguía pensando en la venida de Cristo.
Aumenta mi apetito espiritual
Cuando llegaron las vacaciones de verano, saqué la maleta para empacar la ropa. En el fondo había tres folletos publicados por la Sociedad Watch Tower. No sé por qué, pero no los había visto antes. Uno de ellos se titulaba ¿Dónde están los muertos?
‘Parece interesante’, pensé. A pesar de que recordé la advertencia del obispo, decidí leerlos con cuidado para encontrar supuestos errores. Tomé un lápiz y empecé la búsqueda cautelosamente. Con sorpresa vi que todo lo que decían los folletos parecía razonable, además de que las declaraciones incluían textos bíblicos para que el lector pudiera cotejarlos con la Biblia.
Como no tenía la Biblia, no sabía si los autores habían aplicado mal los textos bíblicos para su conveniencia. Por lo tanto, le pedí a mi tío que me enviara una Biblia completa, y así lo hizo sin demora. La leí de principio a fin dos veces, y aunque hubo muchas cosas que no comprendí, los libros de Daniel y Revelación despertaron mi curiosidad. Quería entender sus profecías, pero no había nadie cerca que pudiera ayudarme.
Salí del colegio en 1929, y poco después mi tío volvió a enviarme algunos ejemplares de La Atalaya. Cada vez me gustaban más, así que le pedí que me los enviara regularmente. Comencé a hablar a otros de la esperanza para el futuro que aprendía en las revistas. Pero luego mi vida cambió totalmente.
Progreso espiritual en Birmania
Los hermanos de mi madre habían emigrado a Birmania (hoy Myanmar), y la familia decidió que, si me iba a vivir con ellos, mis horizontes se ampliarían y tal vez hallaría nuevas oportunidades de trabajo. Siempre me había fascinado el Oriente, así que me hizo mucha ilusión la perspectiva de viajar allí. Mi tío siguió enviándome La Atalaya a Birmania, pero nunca conocí personalmente a ninguno de los Estudiantes de la Biblia, como se llamaba entonces a los testigos de Jehová.
Un día, me emocionó mucho ver en La Atalaya el anuncio de los libros Luz, dos tomos que explicaban el libro bíblico de Revelación. Además, descubrí que la actividad de los Estudiantes de la Biblia de Birmania era atendida por la sucursal de la Sociedad Watch Tower de la India, localizada en Bombay. Escribí de inmediato pidiendo que me enviaran los libros, y pidiendo también que mandaran a algunos Estudiantes de la Biblia de la India para que predicaran en Birmania.
Los libros no tardaron en llegar por correo, y como una semana más tarde, recibí la visita de unos Estudiantes de la Biblia birmanos. Me alegró saber que había un pequeño grupo de ellos en Rangún (ahora Yangon), capital de Birmania, donde vivía. Me invitaron a asistir a su clase regular de estudio bíblico y a predicar con ellos de casa en casa. Vacilé un poco al principio, pero pronto empecé a disfrutar de enseñar la Biblia a budistas, hindúes y musulmanes, al igual que a cristianos nominales.
Luego la sucursal de la India envió a Rangún dos ministros de tiempo completo (o precursores), llamados Ewart Francis y Randall Hopley. Ambos eran ingleses, pero habían servido en la India durante varios años. Me animaron mucho, y en 1934 me bauticé en símbolo de mi dedicación a Jehová.
Testigo valerosa
Con el tiempo, la sucursal de la India envió más precursores a Birmania. Dos de ellos, Claude Goodman y Ron Tippin, hablaron en la estación del tren con Sydney Coote, el jefe de estación. Este aceptó los libros, los leyó de principio a fin y comenzó a escribir a su hermana casada, Daisy D’Souza, que vivía en Mandalay. También a ella le interesaron los libros, y pidió más ejemplares.
Daisy, que había sido católica practicante, era una persona de extraordinario valor. Empezó a visitar a sus vecinos y a contarles lo que estaba aprendiendo. Y cuando el párroco fue a verla para preguntarle por qué había dejado de ir a la iglesia, ella le mostró que la Biblia no apoyaba lo que él enseñaba, como por ejemplo, el infierno ardiente.
Al final, él dijo: “Después de haber enseñado a la gente durante todos estos años que hay un infierno de fuego, ¿cómo puedo decirles ahora que tal lugar no existe? Nadie querrá volver a la iglesia”.
“Si usted es un cristiano honrado —respondió Daisy—, les enseñará la verdad, pase lo que pase”. Y añadió: “Si no lo hace, entonces lo haré yo”. Y así lo hizo.
Dick, Daisy y sus dos hijas mayores se bautizaron en Rangún en la misma fecha que yo. Tres años después, en 1937, me casé con su segunda hija, Phyllis.
Huida a la India
Los ejércitos japoneses invadieron Birmania durante la II Guerra Mundial, y Rangún se rindió el 8 de marzo de 1942. Los extranjeros civiles se vieron obligados a marcharse apresuradamente a la India. Centenares trataron de hacerlo atravesando las selvas, pero muchos murieron en el camino. Como por casualidad conocía personalmente al oficial que estaba a cargo de la evacuación, logré conseguir boletos en uno de los últimos barcos de carga que partió de Rangún a Calcuta. Fue muy triste para todos nosotros tener que abandonar con tanta prisa nuestra casa y la mayor parte de nuestras pertenencias. Birmania permaneció ocupada por los japoneses de 1942 a 1945.
Cuando llegamos a la India, no teníamos mucho dinero y era difícil conseguir un empleo. Esta circunstancia puso a prueba nuestra fe. Conocí a un oficial británico que me ofreció un trabajo lucrativo no combatiente, pero que suponía servir como parte del estamento militar. Con la ayuda de Jehová decliné la oferta y así mantuve limpia mi conciencia cristiana. (Isaías 2:2-4.) La mano amorosa de Jehová se hizo patente también de otras maneras.
Nos instalamos en Nueva Delhi, capital de la India, donde el alojamiento era casi imposible de conseguir. Sin embargo, encontramos un espacioso apartamento en pleno corazón de la ciudad. Tenía una enorme sala con entrada independiente, y durante los siguientes años sirvió de Salón del Reino para la Congregación Delhi de los Testigos de Jehová. No obstante, era imposible obtener publicaciones bíblicas a causa de la prohibición impuesta en 1941 sobre todos los impresos de la Sociedad Watch Tower.
Cómo se levantó la proscripción
Cierto domingo de 1943, todos los feligreses que asistieron a los servicios religiosos en las iglesias de Delhi recibieron un panfleto firmado por trece clérigos de diferentes iglesias que decía: “HABITANTES DE DELHI: CUIDADO CON LOS TESTIGOS DE JEHOVÁ”. Este atribuía nuestra proscripción en la India a razones políticas.
Con la aprobación de la sucursal de Bombay, inmediatamente imprimimos y distribuimos un escrito que desenmascaraba al clero. Como yo era el superintendente presidente, mi nombre y dirección aparecían en la parte inferior de aquel folleto, que estaba redactado en términos enérgicos. Poco después, Margrit Hoffman y yo fuimos detenidos y encarcelados por la policía mientras los distribuíamos. Sin embargo, no pasó mucho tiempo antes de que se nos concediera libertad bajo fianza.
Más tarde, en el transcurso de su ministerio, Margrit tocó a la puerta de sir Srivastava, conocido ministro del gabinete del virrey de la India. Este la recibió de una manera hospitalaria, y durante la conversación ella le mencionó que nuestras publicaciones habían sido prohibidas injustamente en la India. El mismo día Margrit también se encontró por casualidad con un parlamentario del estado de Madras que se hallaba en la ciudad para asistir a una sesión parlamentaria. Le comentó lo injusto de la proscripción que pesaba sobre nuestras publicaciones, y él prometió mencionar el asunto en una próxima sesión.
Para ese tiempo yo trabajaba de fisioterapeuta en un hospital de la ciudad. Pues bien, sucedió que sir Srivastava sufrió una herida y el hospital me envió para ver si la fisioterapia podía ayudarle. Descubrí que era una persona muy amable, y, mientras charlábamos, le mencioné de paso que la señorita Hoffman y yo habíamos salido de la cárcel bajo fianza. Le expliqué que nuestras publicaciones bíblicas habían sido prohibidas alegando motivos políticos debido a la presión que el clero había ejercido, pero que nosotros éramos totalmente apolíticos. También le dije que nuestro representante de la sucursal, Edwin Skinner, había solicitado en varias oportunidades una entrevista para explicar nuestra posición, pero que su solicitud había sido rechazada.
Unos dos días más tarde, sir Srivastava me dijo: “El señor Jenkins [el funcionario del gobierno que se había mostrado contrario a nuestra obra] se jubilará en unos cuantos días, y lo reemplazará sir Francis Mudie. Dígale al señor Skinner que vaya a mi despacho y yo lo presentaré a sir Francis”.
Como había prometido, sir Srivastava organizó la entrevista. Mientras esta avanzaba, sir Francis Mudie dijo al hermano Skinner: “No le prometo nada, pero voy a investigar el asunto”. Puesto que el Parlamento iniciaría sus sesiones en unos cuantos días, el hermano Skinner se quedó para ver los resultados. Fiel a su palabra, el parlamentario de Madras se puso de pie y preguntó: “¿Es verdad que las publicaciones de la Sociedad Watch Tower Bible and Tract están proscritas por razones políticas?”
“No, la proscripción se impuso como medida de precaución —replicó sir Francis Mudie—, pero el gobierno ya ha decidido levantarla”.
Nos emocionamos mucho al oír la noticia. Una semana después la sucursal de Bombay recibió una carta en la que se ratificaba el final de la proscripción. ¡Qué momento más emocionante!
De vuelta a Birmania, país asolado por la guerra
El dominio británico retornó a Birmania después de la II Guerra Mundial, y unos meses después diez Testigos regresamos a Rangún. Nos alegró volver a ver a los pocos Testigos que aún quedaban en la localidad. El país se hallaba en un estado deplorable. No contaba con servicios públicos, como fluido eléctrico y transporte público. Por lo tanto, compramos un jeep militar para llevar a las personas a las reuniones que habíamos organizado inmediatamente después de nuestro regreso.
Cierta persona que mostró interés nos ofreció un terreno, donde erigimos un Salón del Reino bastante grande con la colaboración de algunas personas amables del vecindario. Lo hicimos de postes de bambú sólidos, paredes de bambú entretejido y techo de paja. Allí, en abril de 1947 Nathan H. Knorr, entonces presidente de la Sociedad Watch Tower, y su secretario, Milton G. Henschel, pronunciaron varios discursos durante su visita a Rangún. En aquel tiempo había diecinueve testigos en toda Birmania. Sin embargo, 287 personas asistieron al discurso público que el hermano Knorr pronunció en el Teatro New Excelsior.
Nos instalamos en Australia
El 4 de enero de 1948 Birmania proclamó su independencia de Gran Bretaña, y la mayoría de los europeos estimaron conveniente abandonar el país. Después de orar y reflexionar sobre el particular, Phyllis y yo decidimos marcharnos a Australia con nuestra hija. Nos instalamos en Perth, capital de Australia Occidental.
Nos dio mucha tristeza dejar Birmania de nuevo, esta vez para siempre. Algunas veces recibíamos cartas de nuestros queridos hermanos que vivían allí, y nos alegraba saber que la labor del Reino seguía progresando constantemente en ese país.
Durante cuatro años a partir de 1978 tuvimos el gusto de servir a todas las congregaciones de habla griega de las principales ciudades australianas. Hacerlo significó viajar grandes distancias, ya que de la costa occidental a la costa oriental de este enorme país hay más de 4.200 kilómetros. Poco tiempo después, nuestra salud se debilitó, en parte debido al clima, que difiere considerablemente de un estado a otro. Así que nos volvimos a radicar en Perth, donde todavía sirvo de anciano de una de las 44 congregaciones de la ciudad.
Con el paso de los años mi vista se ha deteriorado, y me cuesta trabajo leer. Sin embargo, a pesar de los problemas de salud, nuestros corazones siguen siendo jóvenes. Esperamos confiadamente el feliz día en que todos los que tememos a Jehová veamos brillar su favor, ‘con curación en sus alas; y realmente saldremos y escarbaremos el suelo como becerros engordados’. (Malaquías 4:2.)a
[Nota a pie de página]
a El 13 de diciembre de 1992, mientras se terminaba de escribir la presente biografía, el hermano Tsatos se durmió en la muerte.
[Fotografía de Basil Tsatos en la página 21]
[Fotografía en la página 24]
Mi familia con los hermanos Henschel y Knorr en Birmania (Myanmar) en 1947
[Fotografía en la página 25]
Basil Tsatos y su esposa, Phyllis, en Australia