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  • ¿Cómo puede reflejar el hombre la imagen de Dios?
  • La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1994
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La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1994
w94 1/4 págs. 25-28

¿Cómo puede reflejar el hombre la imagen de Dios?

“DIOS procedió a crear al hombre a su imagen, a la imagen de Dios lo creó; macho y hembra los creó.” Así lee el relato inspirado, pero ¿qué significa? ¿Cómo fueron creados a la imagen de Dios el primer hombre y la primera mujer? (Génesis 1:27.)

¿Eran como Dios físicamente? No, eso es imposible. El hombre es físico, carnal, hecho para vivir en la Tierra. Dios es espíritu y vive en una gloria celestial inimaginable, a la que ningún ser humano puede ni siquiera acercarse. (Éxodo 33:18-20; 1 Corintios 15:50.) ¿Cómo, entonces, fue hecho el hombre a la imagen de Dios? En el sentido de que fue dotado de los atributos sobresalientes de Dios —amor, justicia, sabiduría y poder—, así como de otras cualidades.

Las cualidades de Jehová

Las cualidades de Jehová Dios se reflejan en toda su creación, pero se evidenciaron de un modo especial en relación con la primera pareja humana, Adán y Eva. (Romanos 1:20.) Se vio su amor al crear la Tierra perfectamente ajustada a las necesidades del hombre. Jehová creó una esposa perfecta para el hombre, a fin de que fuera su compañera y la madre de sus hijos. Colocó a ambos en un hermoso jardín y les dio en abundancia todo lo que necesitaban para vivir y ser felices. Sobre todo, les dio la maravillosa oportunidad de vivir por siempre. (Génesis 2:7-9, 15-24.)

La sabiduría de Dios se vio al probar a la primera pareja humana. Para seguir perteneciendo a la familia universal de Jehová y para que pudieran vivir por siempre como padres de la raza humana, tenían que ser ejemplos de fidelidad y de adoración verdadera. Así, Jehová les dio la oportunidad de demostrar su condición de corazón en una prueba apropiada: no debían comer del árbol del conocimiento de lo bueno y lo malo. Fue muy sabio el que Jehová permitiera al ser humano demostrar su obediencia y amor a él antes de darle los maravillosos privilegios que le tenía preparados.

Se vio la justicia de Dios al sostener sus elevadas normas ante sus criaturas y no transigir. Se vio al dar a Adán y Eva la oportunidad de hacer lo correcto. Y cuando no lo hicieron, se vio su justicia al sentenciarlos a sufrir la pena declarada por su rebelión.

El poder de Jehová se vio al ejecutar su sentencia. Satanás, el gran rebelde, había insinuado que Jehová era mentiroso, y le ofreció mucho a Eva si desobedecía a Dios. (Génesis 3:1-7.) Pero Satanás no pudo cumplir lo que prometió. No pudo impedir que Jehová expulsara a Adán y Eva del jardín de Edén, y tampoco el cumplimiento de lo que Dios le dijo a Adán: “Polvo eres y a polvo volverás”. (Génesis 3:19.) Sin embargo, Jehová no ejecutó la pena de muerte inmediatamente, con lo que volvió a demostrar su amor. Permitió tiempo a Adán y Eva para que tuvieran hijos y de este modo llegara a cumplirse su propósito original para la humanidad. (Génesis 1:28.)

Finalmente, la justicia, el amor, el poder y la sabiduría de Jehová Dios se manifestaron en su promesa de proveer una descendencia que destruiría las obras de Satanás y repararía los tristes resultados de la primera rebelión contra la soberanía divina. (Génesis 3:15.) ¡Qué maravilloso Creador tenemos!

Esfuerzo por imitar a Dios

Aunque ya no son perfectos, los seres humanos aún pueden imitar las cualidades de Dios. Así, Pablo exhortó a los cristianos de su día: “Háganse imitadores de Dios, como hijos amados”. (Efesios 5:1.) A lo largo de la historia, la mayoría de las personas han demostrado una total despreocupación por las cualidades de Dios. Para el tiempo de Noé, los hombres habían alcanzado tal grado de corrupción, que Jehová determinó destruir a toda la humanidad excepto a Noé y su familia. Noé era un “hombre justo. Resultó exento de falta entre sus contemporáneos”, y demostró su amor a Dios llevando a cabo Sus mandamientos. “Noé procedió a hacer conforme a todo lo que le había mandado Dios. Hizo precisamente así.” (Génesis 6:9, 22.) Demostró su amor al prójimo siendo “un predicador de justicia”. (2 Pedro 2:5.) Mostró sabiduría y utilizó propiamente su poder físico construyendo la enorme arca que Dios le mandó, almacenando alimento en ella, recogiendo los animales y entrando en ella cuando Jehová se lo mandó. También mostró su amor a la justicia al no dejar que sus vecinos inicuos lo corrompieran.

La Biblia habla de muchas otras personas que de igual manera manifestaron las cualidades de Dios. El más importante fue Jesucristo, que reflejó perfectamente la imagen de Dios, por lo que pudo decir: “El que me ha visto a mí ha visto al Padre”. (Juan 14:9.) Entre las cualidades de Jesús destacó el amor. El amor a su Padre y a la humanidad lo motivó a abandonar su hogar celestial y vivir como hombre en la Tierra. Lo impulsó a glorificar a su Padre mediante su conducta justa y a predicar a la humanidad las buenas nuevas de salvación. (Mateo 4:23; Juan 13:31.) Luego, el amor lo motivó a ofrecer su vida perfecta para la salvación de la humanidad y, más importante, para la santificación del nombre de Dios. (Juan 13:1.) ¿Tenemos un mejor ejemplo que el de Jesucristo para imitar a Dios? (1 Pedro 2:21.)

¿Cómo podemos imitar mejor a Dios hoy en día?

¿Cómo podemos nosotros hoy demostrar las cualidades de Dios y de este modo actuar a la imagen de Dios? Pues bien, considere primero la cualidad del amor. Jesús dijo: “Tienes que amar a Jehová tu Dios con todo tu corazón y con toda tu alma y con toda tu mente”. ¿Cómo demostramos nuestro amor a Dios? El apóstol Juan contesta: “Esto es lo que el amor de Dios significa: que observemos sus mandamientos; y, sin embargo, sus mandamientos no son gravosos”. (Mateo 22:37; 1 Juan 5:3.)

Por supuesto, para obedecer los mandamientos de Jehová, tenemos que conocerlos. Esto implica leer y estudiar la Palabra de Dios y las publicaciones bíblicas, así como meditar sobre lo aprendido. Deberíamos poder decir como el salmista: “¡Cómo amo tu ley, sí! Todo el día ella es mi interés intenso”. (Salmo 119:97.) Al adquirir un entendimiento cada vez más profundo de la Palabra de Dios, nos imbuimos del modo de pensar de Jehová. Llegamos a amar la justicia y odiar el desafuero. (Salmo 45:7.) En eso erró Adán. Conocía la ley de Jehová, pero no la amaba lo suficiente como para adherirse a ella. Cuando leemos la Palabra de Dios, deberíamos preguntarnos constantemente: ‘¿Cómo me afecta a mí? ¿Qué puedo hacer para armonizar mejor mi conducta con las cualidades de Dios?’.

Jesús también dijo: “Tienes que amar a tu prójimo como a ti mismo”. (Mateo 22:39.) Toda persona en su sano juicio se ama a sí misma y quiere lo mejor para sí. Esto no es impropio. Ahora bien, ¿amamos a nuestro prójimo de la misma manera? ¿Seguimos la admonición bíblica: “No retengas el bien de aquellos a quienes se les debe, cuando sucede que está en el poder de tu mano hacerlo”? (Proverbios 3:27; Gálatas 6:10.)

¿Qué se puede decir de la cualidad de la sabiduría? Si queremos manifestar esta cualidad, tenemos que estudiar la Biblia, porque en ella se halla el depósito de sabiduría divina. Salmo 119:98-100 lee: “Tu mandamiento me hace más sabio que mis enemigos, porque hasta tiempo indefinido es mío. He llegado a tener más perspicacia que todos mis maestros, porque tus recordatorios me son de interés intenso. Me porto con más entendimiento que hombres de más edad, porque he observado tus propias órdenes”. En Proverbios 3:18 se llama “árbol de vida” a la sabiduría. Si conseguimos sabiduría y la demostramos, recibiremos la aprobación de Dios y la recompensa de vida eterna. (Eclesiastés 7:12.)

¿Y la justicia? En este mundo inicuo, la justicia es una cualidad fundamental para aquellos que desean agradar a Dios. Jesús amó la justicia y odió el desafuero. (Hebreos 1:9.) Los cristianos hoy hacen lo mismo. La justicia los motiva a apreciar las cualidades correctas. Evitan los caminos injustos de este mundo y convierten el hacer la voluntad de Dios en lo más importante en su vida. (1 Juan 2:15-17.)

En lo que respecta al poder, todos tenemos esta cualidad en cierta medida. Poseemos por naturaleza poder físico e intelectual, y al crecer como cristianos, también conseguimos poder en sentido espiritual. Jehová aumenta nuestro poder con su espíritu santo al grado que nosotros, aunque débiles, cumplimos con su voluntad. Pablo dijo: “Para todas las cosas tengo la fuerza en virtud de aquel que me imparte poder”. (Filipenses 4:13.) Nosotros podemos tener la misma fuerza si pedimos a Jehová su espíritu.

Predicación de las buenas nuevas

Demostramos los cuatro atributos principales de Dios cuando obedecemos el mandamiento: “Vayan, por lo tanto, y hagan discípulos de gente de todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del espíritu santo, enseñándoles a observar todas las cosas que yo les he mandado. Y, ¡miren!, estoy con ustedes todos los días hasta la conclusión del sistema de cosas”. (Mateo 28:19, 20.) Esta obra educativa imparte vida a los que responden a ella. ¡Qué excelente demostración de amor a aquellos que en su mayor parte eran al principio completos extraños para nosotros!

Además, esta enseñanza es el proceder de la sabiduría. Produce fruto que perdura. ¿De qué otra obra puede decirse: “Haciendo esto te salvarás a ti mismo y también a los que te escuchan”? (1 Timoteo 4:16.) No hay perdedores en la obra de hacer discípulos. Tanto los que escuchan como los que enseñan consiguen bendiciones eternas.

En cuanto a la justicia, los cristianos enseñan principios justos a sus estudiantes de la Biblia. Los ayudamos a servir a Jehová, “el Dios de justicia”. (Malaquías 2:17.) Los que hoy dedican su vida a servir a Jehová y perseveran en fidelidad son declarados justos, o justificados, lo que les permitirá sobrevivir al Armagedón. (Romanos 3:24; Santiago 2:24-26.)

¡Qué demostración de poder es predicar y enseñar las buenas nuevas por todo el mundo! (Mateo 24:14.) Requiere aguante predicar de continuo en territorios en los que la mayoría de la gente no quiere escuchar. Pero Jehová, mediante su espíritu, da la fuerza necesaria para perseverar hasta el fin. (Isaías 40:30, 31; Mateo 24:13; Lucas 11:13.)

Es cierto que por ser descendientes imperfectos de Adán, no podemos manifestar esas excelentes cualidades a la perfección. No obstante, recuerde: el hombre fue hecho a la imagen de Dios, y si nos esforzamos por imitarle mejor, estaremos cumpliendo en parte la razón de nuestra existencia. (Eclesiastés 12:13.) Si procuramos hacer todo lo que esté a nuestro alcance y pedimos perdón cuando fallamos, podemos esperar pasar al nuevo mundo, donde con el tiempo llegaremos a alcanzar la perfección. Entonces viviremos en una Tierra paradisíaca poblada por seres humanos perfectos que tendrán las cualidades de Jehová Dios a grado pleno. ¡Qué alegría! Finalmente, en el sentido más pleno de la expresión, los seres humanos reflejarán la imagen de Dios.

[Ilustración en la página 25]

Jesús nos mostró cómo cultivar las cualidades divinas de Jehová

[Ilustración en la página 26]

Finalmente, los seres humanos reflejarán, en el sentido más pleno, la imagen de Dios

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