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  • ¿Quién tiene la culpa de la tragedia de Ruanda?

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  • ¿Quién tiene la culpa de la tragedia de Ruanda?
  • La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1994
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La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1994
w94 15/12 págs. 26-29

¿Quién tiene la culpa de la tragedia de Ruanda?

“Justo antes de romperle el cráneo a Hitiyise, mecánico de 23 años, uno de los agresores le dijo: ‘Vas a morir porque eres tutsi’.” (U.S.News & World Report.)

ESCENAS como esta se repitieron con espantosa frecuencia durante los meses de abril y mayo en el pequeño país centroafricano de Ruanda. En aquellas fechas había quince congregaciones de testigos de Jehová en Kigali, la capital ruandesa, y la periferia. El superintendente de ciudad, Ntabana Eugène, de la etnia tutsi, su esposa, su hijo y Shami, su niña de 9 años, estuvieron entre las primeras víctimas mortales al producirse la escalada de violencia.

A diario mueren asesinados miles de ruandeses, y la situación persiste semana tras semana. La revista supracitada señala en un número de mediados de mayo: “La cifra de fallecidos durante las últimas seis semanas en la campaña de genocidio y venganza se ha elevado hasta 250.000, situándose al nivel de la depuración sangrienta que realizaron los jemeres rojos en Camboya a mediados de los años setenta”.

La revista Time comenta: “En una escena propia de la Alemania nazi, se entresacó a unos cuantos muchachos de un grupo de 500 sencillamente porque parecían tutsis. [...] Al alcalde de la población meridional de Butare, cuya esposa es tutsi, los campesinos hutus lo pusieron ante [un terrible] dilema: podía salvar a su mujer e hijos si entregaba a su familia política —los suegros y la cuñada— para que fueran asesinados. Accedió al trato”.

En las oficinas de traducción de los testigos de Jehová, situadas en Kigali, había seis trabajadores: cuatro hutus y dos tutsis. Estos se llamaban Ananie Mbanda y Mukagisagara Denise. Cuando la milicia y los saqueadores se presentaron en la casa, los enfureció ver que convivían hutus y tutsis. Querían matar al hermano Mbanda y a la hermana Denise.

“Se dispusieron a quitar los seguros a las granadas —comenta Emmanuel Ngirente, uno de los hermanos hutus— y nos amenazaron con matarnos por haber acogido a sus enemigos. [...] Querían mucho dinero. Les dimos lo que teníamos encima, pero no se quedaron contentos. Decidieron llevarse en compensación todo lo que les valiera para algo, como una computadora portátil que empleábamos para traducir, la fotocopiadora, las radios, los zapatos, etcétera. Se fueron súbitamente sin matar a nadie, pero dijeron que volverían.”

En los días siguientes, los saqueadores regresaron varias veces, y los Testigos hutus intercedieron siempre por sus hermanos tutsis. Finalmente, como Mbanda y Denise corrían un gran peligro quedándose, los Testigos hutus hicieron las gestiones para que se fueran con otros refugiados tutsis a una escuela de las cercanías. Se produjo un ataque contra la escuela, pero Mbanda y Denise lograron escapar y atravesar varios controles de carreteras, aunque finalmente llegaron a uno donde se puso aparte a todos los tutsis y ambos Testigos fueron asesinados.

Cuando los soldados regresaron a las oficinas de traducción y vieron que los Testigos tutsis habían huido, propinaron una terrible paliza a los hermanos hutus. Sin embargo, una bomba de mortero explotó en las cercanías, brindando a los hermanos la oportunidad de huir y ponerse a salvo.

Como la matanza ha proseguido por todo el país, se calcula que han muerto medio millón de personas. Con el tiempo abandonaron sus hogares entre dos y tres millones, si no más, de los ocho millones que residen en Ruanda. Muchos se refugiaron en Zaire y Tanzania, países limítrofes. La cifra de testigos de Jehová asesinados es de varios centenares, y hay muchos otros internados en campos extranjeros.

¿Cuál fue el detonante de la carnicería y el éxodo sin precedentes? ¿Pudo haberse evitado? ¿Cuál era la situación antes de estallar la violencia?

Hutus y tutsis

En Ruanda, al igual que en el país fronterizo de Burundi, viven los hutus, un pueblo bantú cuyos miembros suelen ser de baja estatura y fornidos, y los tutsis, también llamados batutsis, que normalmente son altos y de piel más clara. En estas dos naciones, los hutus constituyen el 85% de la población, y los tutsis, el 14%. Hay constancia de que ya en el siglo XV hubo enfrentamientos entre estos grupos étnicos. No obstante, lo habitual ha sido la coexistencia pacífica.

“Convivíamos en paz”, dijo una señora de 29 años con respecto a los 3.000 vecinos hutus y tutsis que tenía el pueblo de Ruganda, situado tan solo unos cuantos kilómetros al oriente de Zaire. Pero en abril se produjeron ataques de pandillas hutus, que mataron a casi toda la población tutsi del pueblo. El periódico The New York Times comentó:

“La historia del pueblo refleja la de toda Ruanda: los hutus y los tutsis cohabitaban, formaban matrimonios mixtos y no se preocupaban por quién era hutu y quién tutsi, pues a veces ni lo sabían.

”Pero algo cambió bruscamente. En abril se formaron turbas de hutus que marcharon por todo el país matando a cuanto tutsi veían. Al iniciarse las masacres, los tutsis se refugiaron en las iglesias. Las chusmas fueron tras ellos, trocando los santuarios en cementerios donde aún sigue regada la sangre.”

¿Qué desencadenó la carnicería? El 6 de abril fallecieron en un accidente de aviación los presidentes de Ruanda y Burundi, ambos de la etnia hutu. De algún modo este percance desató la matanza de los tutsis y de todos los hutus que parecían congeniar con ellos.

Al mismo tiempo se recrudeció la lucha entre las fuerzas rebeldes del FPR (Frente Patriótico Ruandés), dominado por los tutsis, y las tropas gubernamentales, controladas por los hutus. En julio, el FPR ya había derrotado a las fuerzas del gobierno y tenía en sus manos Kigali y gran parte del país. Por miedo a las represalias, cientos de miles de hutus se expatriaron a principios de julio.

¿De quién es la culpa?

Cuando le pidieron a un granjero tutsi que explicara por qué se había desatado la violencia en abril, dijo: “Todo es culpa de los malos dirigentes”.

Y es innegable que en el transcurso de los siglos los líderes políticos han difundido mentiras respecto a sus enemigos. Los políticos mundanos, guiados por “el gobernante de este mundo”, Satanás el Diablo, han convencido al pueblo de que debe luchar a muerte contra la gente de otras razas, tribus y naciones. (Juan 12:31; 2 Corintios 4:4; 1 Juan 5:19.) La situación no es distinta en Ruanda. The New York Times comenta: “Los políticos han tratado vez tras vez de fomentar los temores a la otra etnia y la lealtad a la propia; en el caso de los hutus, para conservar las riendas del gobierno; en el de los tutsis, para conseguir la adhesión al frente rebelde”.

Dado que los ruandeses son semejantes en gran número de aspectos, no era de esperar que se odiaran y mataran entre sí. “Los hutus y los tutsis hablan el mismo idioma y a menudo comparten las mismas tradiciones —escribió el periodista Raymond Bonner—. Tras varias generaciones de matrimonios interraciales, las diferencias físicas —los tutsi son esbeltos, y los hutus, más bajos y gruesos— han desaparecido a tal grado que los ruandeses ya no suelen estar seguros de si alguien es hutu o tutsi.”

Pese a todo, el reciente aluvión de propaganda ha conseguido resultados inauditos. Los comentarios de Alex de Waal, director de la agrupación Derechos Africanos, ilustran este punto: “Nos informan de que los labradores de las zonas controladas por el FPR se pasman al ver que, a diferencia de lo que cuenta la radio, los militares tutsis no tienen cuernos ni rabo ni ojos fosforescentes”.

Pero, además de los políticos, la religión también manipula la actitud de la gente. ¿Cuáles son las principales confesiones de Ruanda? ¿Comparten también la culpa por esta tragedia?

El papel de la religión

The World Book Encyclopedia (1994) comenta sobre Ruanda: “La mayor parte de la población es católica. [...] La Iglesia Católica y otras confesiones cristianas dirigen la mayoría de las escuelas primarias y secundarias”. De hecho, el diario español El País dijo que “Ruanda es uno de los países de África más masivamente católico[,] con un 80% de fieles creyentes”.

El periódico británico The Observer analiza el trasfondo de la situación religiosa en Ruanda: “Durante los años treinta, período en el que las iglesias combatían por controlar el sistema educativo, los católicos favorecieron a la aristocracia tutsi, mientras que los protestantes se aliaron con la oprimida mayoría hutu. En 1959 los hutus se hicieron con el poder, y no tardaron en gozar del apoyo de católicos y protestantes por igual. Los protestantes siguen dando un gran respaldo a la mayoría hutu”.

Pues bien, ¿ha condenado las masacres la jerarquía protestante? The Observer da la respuesta: “Se preguntó a dos eclesiásticos [anglicanos] si condenaban a los asesinos que habían llenado de niños decapitados los pasillos de las iglesias de Ruanda.

”Se negaron a responder. Evadían las preguntas, se agitaban y la voz se les volvía más aguda, a la par que iba quedando al descubierto la raíz más profunda de la crisis ruandesa: las altas jerarquías de la Iglesia Anglicana habían servido de recaderos de sus señores políticos, que habían predicado la matanza y ensangrentado los ríos.”

No obstante, las iglesias de la cristiandad que actúan en Ruanda no difieren de las confesiones de otros lugares. Por ejemplo, Frank P. Crozier, general de brigada británico, dijo tocante al apoyo eclesiástico que recibieron los políticos durante la I Guerra Mundial: “Las iglesias cristianas son las mejores creadoras de actitudes sanguinarias que tenemos, y nos hemos servido bien de ellas”.

Es indiscutible que los guías religiosos tienen un alto grado de culpabilidad por lo ocurrido. El Papa comentó en los siguientes términos la lucha en este país africano: “Se trata de un verdadero genocidio, en el que, por desgracia, también están implicados algunos católicos”. (L’Osservatore Romano, edición en español, 20 de mayo de 1994.)

Es obvio que las iglesias no han enseñado los verdaderos principios del cristianismo, que se fundamentan en textos como Isaías 2:4 y Mateo 26:52. Según el periódico francés Le Monde, un sacerdote pronunció este lamento: “Se están masacrando, olvidándose de que son hermanos”. Otro sacerdote ruandés confesó: “Los cristianos han muerto a manos de otros cristianos después de un siglo de sermones sobre el amor y el perdón. Es un fracaso”. Le Monde planteó esta pregunta: “¿Cómo puede uno dejar de pensar, por ejemplo, que los tutsis y los hutus que combaten en Burundi y Ruanda recibieron su formación de los mismos misioneros cristianos y frecuentaron las mismas iglesias?”.

Los auténticos cristianos son distintos

Los verdaderos seguidores de Jesucristo guardan su mandamiento de ‘amarse los unos a los otros’. (Juan 13:34.) ¿Cabe imaginarse a Jesús o a alguno de sus apóstoles agarrando un machete y matando a alguien a cuchilladas? Estas matanzas desaforadas caracterizan a “los hijos del Diablo”. (1 Juan 3:10-12.)

Los testigos de Jehová no participan de modo alguno en las guerras, revoluciones y otros conflictos fomentados por los políticos del mundo, que yacen bajo el poder de Satanás el Diablo. (Juan 17:14, 16; 18:36; Revelación [Apocalipsis] 12:9.) Por el contrario, se aman de corazón. Por este motivo, al producirse las masacres, los Testigos hutus estuvieron dispuestos a arriesgar su vida para proteger a sus hermanos tutsis.

No obstante, estas tragedias no deben tomarnos por sorpresa. Jesús dio una profecía sobre “la conclusión del sistema de cosas” en la que dijo: “Entonces [...] los matarán”. (Mateo 24:3, 9.) Afortunadamente, Jesús promete que se recordará a los fieles en la resurrección de los muertos. (Juan 5:28, 29.)

Entretanto, los testigos de Jehová que viven en Ruanda, al igual que los de todo el mundo, están decididos a seguir demostrando con su amor mutuo que son discípulos de Cristo. (Juan 13:35.) Su amor sirve de testimonio aun en medio de la cruel realidad actual, tal como se verifica en el informe adjunto “Los Testigos y los campos de refugiados”. Todos debemos recordar lo que Jesús dijo en su profecía: “El que haya aguantado hasta el fin es el que será salvo”. (Mateo 24:13.)

[Recuadro en la página 29]

LOS TESTIGOS Y LOS CAMPOS DE REFUGIADOS

Contando desde julio de este año, más de 4.700 Testigos y simpatizantes se han alojado en campos de refugiados. En Zaire, ha habido 2.376 en Goma, 454 en Bukavu y 1.592 en Uvira. Por otro lado, en Benaco (Tanzania) han vivido unos 230.

El simple hecho de acceder a los campos no fue nada fácil. Los 60 Testigos de una congregación trataron de cruzar el puente de Rusumo, una de las principales rutas de huida a los campos de refugiados de Tanzania. Al negárseles el paso, se quedaron durante una semana deambulando a la orilla del río. Acabaron decidiéndose a atravesarlo en canoas. Una vez franqueado, caminaron durante varios días hasta que llegaron al campo de Tanzania sin mayores percances.

Los testigos de Jehová del extranjero organizaron grandes misiones humanitarias. Los Testigos franceses recolectaron y enviaron a las zonas necesitadas más de 100 toneladas de ropa y 9 de calzado y artículos similares, además de suplementos nutritivos y medicinas. Sin embargo, lo primero que pedían muchos hermanos de los campos era la Biblia o las revistas La Atalaya y ¡Despertad!

A muchos observadores les impresionó el amor de los Testigos zaireños y tanzanos, quienes visitaron a sus hermanos desplazados a fin de ayudarlos. Los otros refugiados decían: “A ustedes los visitan los de su religión, pero a nosotros no nos ha venido a ver ni un solo sacerdote de la nuestra”.

Los Testigos se han hecho famosos en los campos, en gran parte por su unidad, orden y afectuosidad. (Juan 13:35.) Es digno de mención que los Testigos solo tardaron quince minutos en localizar a sus compañeros de creencia del campo de Benaco (Tanzania), que cuenta con unos doscientos cincuenta mil refugiados.

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