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  • Un camino ancho con poca libertad

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  • Un camino ancho con poca libertad
  • La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1995
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  • El camino ancho conduce al desastre
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    La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1995
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La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1995
w95 1/9 págs. 3-4

Un camino ancho con poca libertad

Los tres miembros de una familia de Sydney (Australia) —el padre, la madre y una hija pequeña— estaban en su casa cuando esta se incendió. Trataron de salir por las ventanas, pero estaban enrejadas. Por culpa de las rejas de seguridad, los bomberos no pudieron rescatarlos. La madre y el padre murieron como consecuencia del humo y las llamas. La hija falleció más tarde en el hospital.

¡QUÉ lástima que esta familia muriera por culpa de unas instalaciones que en teoría debían protegerlos! Como reconoce mucha gente, en nuestros tiempos esta no es la única familia que protege su hogar con rejas y cerraduras de seguridad. Muchas otras personas viven también en casas y propiedades que parecen fortalezas. ¿Por qué razón? Porque buscan seguridad y paz interior. ¡Qué lacra es para una sociedad “libre” el que sus habitantes se sientan seguros solo cuando se encierran en sus casas como si fueran presidiarios! Cada vez son más los vecindarios en los que ya no resulta seguro que los niños jueguen solos en un parque cercano o vayan a la escuela sin un padre o adulto que los acompañe. En muchos ámbitos de la vida, la libertad está evaporándose como si de rocío se tratara.

La vida ha cambiado

Los tiempos de nuestros abuelos eran distintos. De niños, casi siempre podían jugar donde querían sin ningún temor. Y de adultos, no los obsesionaban ni las rejas ni las cerraduras. Se sentían libres, y hasta cierto grado lo eran. Pero nuestros abuelos han visto cambiar el espíritu de la sociedad durante su vida. Se ha vuelto más frío, más egoísta; en muchos lugares, el amor al prójimo se ha convertido en temor al prójimo, que ha contribuido a tragedias como la que narramos al principio. Junto con esta creciente pérdida de libertad, se han ido deteriorando cada vez más los valores morales. La sociedad ha adoptado con entusiasmo una “nueva moralidad”, pero la realidad es que se ha llegado a una situación en la que resulta difícil ver siquiera un poco de moralidad.

Un ex profesor de educación de la Universidad de Queensland, el doctor Rupert Goodman, escribe: “Ahora se expone a los jóvenes a un estilo de vida [...] distinto, hedonista, que se centra en el ‘uno mismo’: la complacencia en sí mismo, la conciencia de sí mismo, la realización de sí mismo y el interés en sí mismo”. También dice: “Valores como el autodominio, la abnegación, el trabajo arduo, el ahorro, el respeto a la autoridad, el amor y la honra a los padres [...] resultan conceptos extraños para muchas personas”.

Un camino realmente ancho

A las personas que conocen la profecía bíblica no les sorprende este egocentrismo generalizado, pues Jesucristo dio esta advertencia a los que le escuchaban: “Ancho y espacioso es el camino que conduce a la destrucción, y muchos son los que entran por él; mientras que angosta es la puerta y estrecho el camino que conduce a la vida, y pocos son los que la hallan”. (Mateo 7:13, 14.) El primer camino, con espacio suficiente para muchos transeúntes, es “ancho” porque no tiene las restricciones que imponen los principios bíblicos sobre la moralidad y la vida cotidiana. Atrae a quienes gustan de pensar lo que les place y vivir como les apetece: sin reglas ni obligaciones.

Es cierto que muchas personas que han escogido el camino ancho afirman que gozan de libertad. Pero a la mayoría las impulsa un egoísmo generalizado. La Biblia dice que las gobierna “el espíritu que ahora opera en los hijos de la desobediencia”. Este espíritu las motiva a vivir ‘en armonía con la carne, haciendo las cosas que son la voluntad de la carne’, sea que se trate de inmoralidad sexual, consumo de drogas o una búsqueda implacable de riquezas, prestigio y poder. (Efesios 2:2, 3.)

El camino ancho conduce al desastre

Observe que los que viajan por el camino ancho se ven impulsados a hacer “las cosas que [son] la voluntad de la carne”, lo que muestra que de ningún modo son libres. Tienen un amo: son esclavos de la carne. Y servir a este amo puede ocasionar muchos problemas, como por ejemplo, enfermedades de transmisión sexual, hogares deshechos y cuerpos y mentes enfermos por culpa de las drogas y el alcohol. Incluso la violencia, el robo y las violaciones son fruto del modo de pensar egocéntrico que fomenta este camino ancho y permisivo. Y mientras exista este “camino que conduce a la destrucción”, sus frutos se harán cada vez más perjudiciales. (Proverbios 1:22, 23; Gálatas 5:19-21; 6:7.)

Fíjese en dos ejemplos de la vida real procedentes de Australia. Mary sucumbió a la tentación de consumir drogas adictivas y practicar inmoralidad sexual.a Pero no encontró la felicidad que buscaba. Aun después de tener dos hijos, la vida le parecía vacía. La noticia de que había contraído el sida la dejó totalmente abatida.

Tom salió perjudicado de otro modo. Escribe: “Crecí en una misión del norte de Queensland. A los 16 años empecé a darme a la bebida, lo cual me parecía muy normal, pues mi padre, mis tíos y mis amigos eran grandes bebedores. Llegué al grado de beber de todo: desde cerveza hasta alcohol desnaturalizado. También empecé a apostar en los caballos, y a veces perdía casi todo el dinero, que tanto me había costado ganar. No se trataba de sumas pequeñas, pues mi trabajo de cortar caña de azúcar se pagaba muy bien.

”Después me casé y tuve familia. En vez de asumir mis responsabilidades, hacía lo mismo que mis amigos: beber, jugar y pelear. Me metieron en la cárcel muchas veces. Pero ni siquiera esto me hizo efecto. Mi vida iba cuesta abajo; era un desastre.”

Sí, al ceder a los deseos incorrectos, Tom y Mary no solo se perjudicaron a sí mismos, sino también a sus familias. Desgraciadamente, muchos otros jóvenes tienden a dejarse seducir por el falso espíritu de libertad que ofrece el camino ancho. Si tan solo pudieran ver más allá del barniz, de la apariencia. Si tan solo pudieran ver las realidades del camino ancho: el alto precio que debe pagar con el tiempo todo el que camina por él. Es cierto que es ancho y fácil de transitar. Pero esa misma anchura es su perdición. El proceder sabio es tomar a pecho la realidad innegable de que “el que esté sembrando con miras a su carne, segará de su carne la corrupción”. (Gálatas 6:8.)

No obstante, hay una opción mejor: el camino estrecho. Pero, ¿es muy restrictivo este camino, muy angosto? ¿Adónde lleva?

[Nota a pie de página]

a Los nombres se han cambiado.

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