Dios, el Estado y usted
“La Iglesia y el Estado se enfrentan en un referéndum para decidir sobre el divorcio en Irlanda.”
ESTE titular de The New York Times ilustra cómo la gente puede verse hoy ante la disyuntiva de elegir entre los deseos del Estado y los dogmas de su iglesia.
El artículo señaló: “A menos de un mes de la celebración del referéndum en torno a la prohibición constitucional del divorcio, Irlanda, país mayoritariamente católico, asiste a un choque poco común entre los jefes del gobierno y la jerarquía eclesiástica”. El Estado propuso derogar la ley que prohíbe el divorcio, en tanto la Iglesia católica se opone enérgicamente al divorcio y a un nuevo casamiento. A los católicos irlandeses les tocó escoger entre la Iglesia y el Estado. Al final, el Estado venció por muy escaso margen.
Más elocuente aún: durante muchos años, los pobladores de Irlanda del Norte se han visto comprometidos en un encarnizado conflicto por la soberanía nacional que ha dejado una estela de muerte. Católicos y protestantes sostienen puntos de vista contrarios en cuanto a qué Estado someterse: ¿al dominio ininterrumpido de Gran Bretaña en Irlanda del Norte, o a un gobierno centralizado para toda Irlanda?
Del mismo modo, las autoridades de la antigua Yugoslavia han exigido a los miembros de las diferentes confesiones, entre ellas la católica y la ortodoxa, que combatan en una lucha territorial. En el caso de los ciudadanos comunes y corrientes, ¿cuál es su primer deber? ¿Seguir las exigencias de quienes afirman representar al Estado, u obedecer a Dios, quien manda: “No debes asesinar, [...] Tienes que amar a tu prójimo como a ti mismo”? (Romanos 13:9.)
Tal vez a uno le parezca que jamás le afectará una situación semejante, pero puede ser que sí; de hecho, quizás ya sea un motivo de preocupación. En su libro The State in the New Testament (El Estado en el Nuevo Testamento), el teólogo Oscar Cullmann habla de “las decisiones de vida o muerte que los cristianos actuales puedan o deban tomar en situaciones desesperadas cuando se encuentren amenazados por gobiernos totalitarios”. Sin embargo, también alude a “la responsabilidad igualmente real e importante que tiene todo cristiano —incluso el que vive en condiciones supuestamente ‘normales’, ‘de todos los días’— de afrontar y resolver cualquier problema grave que se le presente por el simple hecho de ser cristiano”.
Por lo tanto, ¿debe interesar a los cristianos de hoy la relación entre la religión y el Estado? Por supuesto que sí. Desde la antigüedad, los cristianos han tratado de adoptar un punto de vista equilibrado sobre las autoridades seculares. Su Caudillo, Jesucristo, fue enjuiciado, condenado y ejecutado por el Estado romano. Los discípulos de Jesús habían de conciliar sus obligaciones cristianas con sus deberes para con el Imperio romano. Por lo tanto, un repaso de la relación de estos con las autoridades dará la pauta para los cristianos modernos.
[Reconocimiento de la página 3]
Tom Haley/Sipa Press