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  • Apolos: elocuente proclamador de la verdad cristiana
  • La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1996
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La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1996
w96 1/10 págs. 20-23

Apolos: elocuente proclamador de la verdad cristiana

PRESCINDIENDO de si llevamos muchos o pocos años en la congregación cristiana, todos los proclamadores del Reino debemos preocuparnos por progresar en la labor de predicar las buenas nuevas. Ello implica aumentar nuestro conocimiento de la Palabra de Dios y mejorar nuestra aptitud para enseñarla. En el caso de algunos, esto pudiera significar afrontar desafíos, superar problemas u ofrecerse para llevar a cabo más trabajo.

La Biblia menciona varios ejemplos de hombres y mujeres fieles de la antigüedad que, de una u otra manera, lograron adelantar mucho espiritualmente y fueron recompensados por su labor. Uno de ellos fue Apolos. Las Escrituras lo presentan inicialmente como un individuo cuya comprensión de las enseñanzas cristianas es imperfecta; no obstante, unos cuantos años más tarde lo hallamos sirviendo de representante viajante de la congregación del siglo primero. ¿Qué le permitió progresar tanto? Ciertas cualidades que todos haríamos bien en imitar.

“Bien versado en las Escrituras”

Según el escritor bíblico Lucas, alrededor del año 52 E.C. “cierto judío de nombre Apolos, natural de Alejandría, varón elocuente, llegó a Éfeso; y estaba bien versado en las Escrituras. Este había sido instruido oralmente en el camino de Jehová y, puesto que estaba fulgurante con el espíritu, iba hablando y enseñando con exactitud las cosas acerca de Jesús, pero conocía solamente el bautismo de Juan. Y comenzó a hablar con denuedo en la sinagoga”. (Hechos 18:24-26.)

Alejandría (Egipto) era la ciudad más grande del mundo después de Roma y uno de los centros culturales más importantes de la época para judíos y griegos. Es probable que Apolos adquiriera su amplio conocimiento de las Escrituras Hebreas y su elocuencia por haberse educado en la gran comunidad judía de aquella ciudad. Es más difícil deducir dónde aprendió acerca de Jesús. El erudito F. F. Bruce propone que “aparentemente viajaba; quizás era mercader itinerante, y pudo haber conocido predicadores cristianos en cualquiera de los lugares que visitó”. En cualquier caso, aun cuando hablaba y enseñaba correctamente acerca de Jesús, parece que había recibido el testimonio antes del Pentecostés de 33 E.C., pues “conocía solamente el bautismo de Juan”.

Juan el Bautista, como precursor de Jesús, dio un intenso testimonio a toda la nación de Israel y bautizó a muchos en símbolo de arrepentimiento. (Marcos 1:5; Lucas 3:15, 16.) Según varios historiadores, entre la población judía del Imperio romano, el conocimiento que tenían muchos de Jesús se limitaba a lo que Juan había predicado en las riberas del Jordán. “Su cristianismo se hallaba en el mismo punto en que había estado al comienzo del ministerio de nuestro Señor —afirman W. J. Conybeare y J. S. Howson—. Ignoraban el significado pleno de la muerte de Cristo; es posible que ni siquiera supieran que había resucitado.” Parece que Apolos también desconocía el derramamiento de espíritu santo que había tenido lugar en el Pentecostés del año 33 E.C. Sea como fuere, había obtenido información correcta acerca de Jesús, y no se la guardó. De hecho, buscó valerosamente oportunidades para comunicar lo que sabía. Sin embargo, su celo y su entusiasmo todavía no estaban fundamentados en el conocimiento exacto.

Celoso y humilde

El relato de Lucas continúa: “Cuando lo oyeron Priscila y Áquila, lo tomaron consigo y le expusieron con mayor exactitud el camino de Dios”. (Hechos 18:26.) Áquila y Priscila debieron darse cuenta de que la fe de Apolos tenía mucho en común con la de ellos, pero actuaron prudentemente y no trataron de corregir en público el entendimiento parcial de Apolos. Podemos imaginarnos que sostuvieron varias conversaciones con él a fin de ayudarlo. ¿Cómo reaccionó Apolos, un hombre “poderoso [...] en las Escrituras”? (Hechos 18:24, Nuevo Testamento Interlineal Griego-Español.) Seguramente Apolos llevaba tiempo predicando en público su incompleto mensaje antes de conocer a Áquila y Priscila. Una persona orgullosa podría fácilmente haberse negado a aceptar la corrección, pero Apolos fue humilde y agradeció poder perfeccionar su conocimiento.

La modestia de Apolos también se hace patente en su disposición a aceptar una carta de recomendación de los hermanos efesios dirigida a la congregación de Corinto. El relato sigue diciendo: “Además, porque deseaba pasar a Acaya, los hermanos escribieron a los discípulos, exhortándolos a recibirlo amablemente”. (Hechos 18:27; 19:1.) Apolos no exigió que lo aceptaran por méritos propios, sino que siguió modestamente las disposiciones de la congregación cristiana.

En Corinto

Los resultados iniciales del ministerio de Apolos en Corinto fueron excelentes. El libro de Hechos informa: “Cuando llegó allá, ayudó mucho a los que habían creído a causa de la bondad inmerecida de Dios; porque con intensidad probó cabalmente en público que los judíos estaban equivocados, mientras demostraba por las Escrituras que Jesús era el Cristo”. (Hechos 18:27, 28.)

Apolos se puso al servicio de la congregación y animó a los hermanos con su preparación y celo. ¿Cuál fue la clave de su éxito? Sin duda, Apolos tenía habilidad natural y no temía debatir públicamente con los judíos. Pero el factor más importante es que razonaba utilizando las Escrituras.

Lamentablemente, aunque Apolos influyó mucho en los corintios, su predicación produjo ciertos efectos negativos inesperados. ¿En qué sentido? Tanto él como Pablo habían logrado mucho bien plantando y regando la semilla de la verdad del Reino en Corinto. Pablo había predicado allí alrededor del año 50 E.C., unos dos años antes de que llegara Apolos. No obstante, para cuando Pablo escribió su primera carta a los corintios, alrededor del año 55 E.C., se habían formado facciones. Algunos consideraban a Apolos su líder, mientras que otros favorecían a Pablo o a Pedro, o se adherían solo a Cristo. (1 Corintios 1:10-12.) Algunos decían: ‘Yo pertenezco a Apolos’. ¿Por qué?

El mensaje que predicaban Pablo y Apolos era el mismo, pero sus personalidades diferían. Pablo mismo admitió que era “inexperto en el habla”; Apolos, en cambio, era “elocuente”. (2 Corintios 10:10; 11:6.) Tenía aptitudes que le permitieron captar la atención de algunos miembros de la comunidad judía de Corinto. Logró ‘probar cabalmente que los judíos estaban equivocados’, mientras que Pablo, no mucho tiempo antes, se había marchado de la sinagoga. (Hechos 18:1, 4-6.)

¿Pudiera ser esta la razón por la que algunos sintieran predilección por Apolos? Varios comentaristas sostienen la teoría de que la pasión innata del pueblo griego por la discusión filosófica pudo haber contribuido a que algunos prefirieran el estilo más interesante de Apolos. Giuseppe Ricciotti opina que “su hablar florido y sus alegorías aladas le habían conquistado la simpatía de muchos, que lo anteponían a Pablo, orador seco y rudo”. Si, de hecho, hubo quienes permitieron incorrectamente que tales preferencias personales crearan divisiones entre los hermanos, resulta fácil comprender por qué Pablo criticó duramente el ensalzamiento de “la sabiduría de los sabios”. (1 Corintios 1:17-25.)

No obstante, dicha crítica no quiere decir que existiera fricción entre Pablo y Apolos. Aunque algunos han imaginado que estos dos predicadores fueron adversarios enconados que lucharon por ganarse las simpatías de los corintios, las Escrituras no dicen semejante cosa. En lugar de intentar liderar una facción, Apolos se fue de Corinto, regresó a Éfeso y estaba con Pablo cuando este escribió su primera carta a aquella congregación dividida.

No existía rivalidad entre ellos; es obvio que los dos estaban cooperando para solucionar los problemas de Corinto con mutua confianza. Tal vez Pablo tuviera sus dudas respecto a algunos corintios, pero, desde luego, no dudaba de Apolos. La labor de ambos estaba en completa armonía; sus enseñanzas se complementaban. Citamos las propias palabras de Pablo: “Yo planté, Apolos regó”, pues ambos eran “colaboradores de Dios”. (1 Corintios 3:6, 9, 21-23.)

Al igual que Pablo, los corintios estimaban mucho a Apolos y deseaban que los visitara de nuevo. Pero cuando Pablo invitó a Apolos a regresar a Corinto, el alejandrino rechazó la invitación. Pablo dice: “Ahora bien, respecto a Apolos nuestro hermano, le supliqué mucho que fuera a ustedes [...], y sin embargo no fue su voluntad de manera alguna ir a ustedes ahora; pero irá cuando tenga la oportunidad”. (1 Corintios 16:12.) Puede que Apolos no deseara regresar por temor a causar más conflictos, o quizás porque estaba ocupado en otro lugar.

La última vez que se menciona a Apolos en las Escrituras, se dirige a Creta y posiblemente más lejos. Pablo manifiesta nuevamente un interés particular por su amigo y colaborador, y le pide a Tito que suministre a Apolos y su compañero de viaje, Zenas, todo lo necesario para el recorrido. (Tito 3:13.) Para ese tiempo, después de unos diez años de preparación cristiana, Apolos había progresado lo suficiente como para servir de representante viajante de la congregación.

Cualidades piadosas que facilitan el crecimiento espiritual

Aquel predicador alejandrino dio un buen ejemplo a todos los publicadores de las buenas nuevas de nuestro día y, de hecho, a todos los que desean progresar espiritualmente. Tal vez no seamos tan elocuentes como él, pero, sin duda, podemos esforzarnos por imitar su conocimiento y capacidad de utilizar las Escrituras para ayudar de este modo a quienes buscan sinceramente la verdad. Debido a su ejemplo de actividad celosa, Apolos “ayudó mucho a los que habían creído”. (Hechos 18:27.) Apolos fue humilde, abnegado y estuvo dispuesto a servir a los demás. Comprendía bien que no hay lugar para la rivalidad ni la ambición en la congregación cristiana, porque todos somos “colaboradores de Dios”. (1 Corintios 3:4-9; Lucas 17:10.)

Al igual que Apolos, todos podemos progresar en sentido espiritual. ¿Estamos dispuestos a mejorar o incrementar nuestro servicio sagrado y hacer los cambios pertinentes para que Jehová y su organización nos utilicen más plenamente? En ese caso seremos celosos estudiantes y proclamadores de la verdad cristiana.

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