La caja de preguntas
● ¿Sería correcto en ciertas circunstancias imponer sobre alguien la restricción de no poder participar en la obra de predicación?
Cuando se censura en privado o públicamente a alguien en la congregación la información de la página 165 del libro Organización aplica. Aunque es cierto que se imponen ciertas restricciones a estos individuos, es bueno notar lo que se dice con respecto a la obra de predicación en la página 165. “La persona podría participar plenamente en la predicación e informarla . . . ” Probablemente en el caso de una situación notoria el proceder de la sabiduría para la persona censurada públicamente sería participar en la obra de predicación en una zona del territorio en la que el problema no se conoce tan ampliamente, al menos por un tiempo. Es bueno tener presente que la obra de predicación es una parte básica de nuestro ministerio que nos ayuda a cumplir nuestras responsabilidades con Jehová. Por lo tanto, tocante a esto no sería prudente interferir indebidamente con la adoración que alguien dé a Jehová.
No obstante, hay situaciones en las que, por ejemplo, ciertos publicadores están físicamente sucios en cuanto a su ropa, persona u hogar, hasta el grado en que el asunto trae gran reproche a Jehová y a la congregación. Los ancianos tratarían servicialmente de animar a estas personas a hacer ajustes razonables en su apariencia y condición física, ayudándolas de cualquier manera que sea apropiado. (2 Cor. 7:1) Al principio, sería prudente considerar con ellos información, como la que se encuentra en la ¡Despertad! del 8 de noviembre de 1971 “La limpieza es lógica” y en las páginas 184 a 189 del libro Guía para la Escuela. Si después de un período razonable de tiempo, estos publicadores no responden al consejo y continúan trayendo reproche al nombre de Jehová, entonces pudiéramos rehusar patrocinarlos como ministros de la congregación local. Eso significaría que no les asignaríamos territorio, o suministraríamos literatura de campaña o aceptaríamos sus informes de servicio. Es obvio que no queremos imponer nuestras propias normas de limpieza y/o indumentaria sobre nuestros hermanos y los ancianos deben usar prudencia y discreción en estas situaciones, no recurriendo a estas restricciones sin hacer distinción. Pero en el caso en que alguien está absolutamente sucio, físicamente, y trae reproche al nombre de Jehová y a la congregación local, lo susodicho sería una manera apropiada de tratar la situación.