Interésense por los hermanos nuevos
1 Como siervos dedicados de Jehová se nos obliga a que “obremos lo que es bueno para con todos, pero especialmente para con los que están relacionados con nosotros en la fe.” (Gál. 6:10) Para hacer eso, tenemos que conocer a nuestros hermanos. En vista de los grandes aumentos que se están experimentando, quizás esto requiera el hacer un esfuerzo extraordinario por ‘ensancharnos’ en nuestro amor a fin de que las personas nuevas no se sientan abandonadas.—2 Cor. 6:11.
2 Sería bueno pensar atentamente acerca de las cosas a las cuales se enfrentan las personas nuevas entre nosotros. Posiblemente algunos se encuentren en hogares divididos, tal vez se les sujete a burla y maltrato. Quizás los amigos anteriores se hayan vuelto en contra de ellos. Debido a estas cosas, quizás estas personas nuevas se sientan desanimadas y solas. Si sabemos a qué se enfrentan, podemos estimularlas y hacerlas ver que las queremos y las apreciamos.
3 Jesucristo dijo en cuanto a los que habían aceptado el yugo de discipulado: “Nadie ha dejado casa, o hermanos, o hermanas, o madre, o padre, o hijos, o campos, por causa de mí y por causa de las buenas nuevas, que no reciba el céntuplo ahora en este período de tiempo, casas, y hermanos, y hermanas, y madres, e hijos, y campos.” (Mar. 10:29, 30) Individualmente pudiéramos preguntarnos: ¿Estoy ensanchándome en mi interés por los hermanos, incluso los nuevos, para que vean que han ganado un amoroso hermano o hermana, padre o madre, hijo o hija? ¿Hago que ellos se sientan bienvenidos en mi hogar como haría que se sintieran mis más queridos parientes carnales? Hasta el grado que mis circunstancias lo permitan, ¿estoy cada vez más consciente de las ocasiones en que puedo compartir mis recursos con aquellos que tienen verdadera necesidad?
4 Por supuesto, el que otros consideren a uno como un allegado hermano o hermana, padre o madre, hijo o hija no viene automáticamente. Tenemos que demostrar que verdaderamente lo somos, no aprovechándonos indebidamente de la hospitalidad cristiana ni esperando siempre recibir algo de otros. (2 Tes. 3:10-12) Más bien, que todos continuemos practicando el dar de nosotros mismos, de nuestro tiempo, energías y recursos, y así experimentar una felicidad más grande que la que resulta de recibir.—Luc. 6:38; Hech. 20:35.