La caja de preguntas
● ¿Es correcto estudiar o asociarse con expulsados?
Cuando varias personas se reúnen para estudiar la Biblia, lo hacen con el propósito de aprender más acerca de la adoración verdadera y las bendiciones que ésta trae. El que se reúnan también envuelve un mutuo intercambio de estímulo con el propósito de incitarse unos a otros “al amor y a las obras excelentes.” (Rom. 1:11, 12; Heb. 10:24, 25) Esto es parte de nuestro esfuerzo por obrar “lo que es bueno para con todos, pero especialmente para con los que están relacionados con nosotros en la fe.” (Gál. 6:10) Invitar a otra persona a estudiar la Palabra de Dios es realmente invitarla a ‘ensalzar juntos el nombre de Dios.’—Sal. 34:3.
Hay reglas para el gobierno de la conducta de los miembros de “la casa de Dios” que todos deben obedecer. (1 Tim. 3:15) La acción de expulsar a un individuo realmente constituye su expulsión de la “hermandad,” y a los miembros de la congregación se les manda que “cesen de mezclarse en la compañía de cualquiera que llamándose hermano” sea pecador deliberado. (1 Cor. 5:11) Además, Pablo preguntó: “Porque ¿qué consorcio tienen la justicia y el desafuero? . . . ¿O qué porción tiene una persona creyente con un incrédulo?” (2 Cor. 6:14, 15) Así que, en vista de este consejo, no sería apropiado conducir un estudio bíblico ni asociarse con un expulsado. (Vea orS, págs. 168-171.)
¿Qué pasos puede dar un expulsado hacia un posible restablecimiento? La persona que busca ayuda pudiera asistir a las reuniones accesibles al público. Si la persona da evidencia de tener un deseo genuino de seguir el proceder correcto, los ancianos quizás consideraran justificable el hablar con tal persona en privado y exhortarla con la Palabra de Dios en sentido correctivo, lo cual pudiera moverla a abandonar su proceder incorrecto. Esto no se conduciría en forma de un estudio bíblico; más bien, sería un asunto de sencillamente ofrecer amonestación con miras a reajustar espiritualmente a la persona.—Vea La Atalaya, 15/12/74, págs. 756-758.