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  • ¿Tenemos el espíritu de abnegación?
  • Nuestro Ministerio del Reino 2000
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Nuestro Ministerio del Reino 2000
km 4/00 pág. 1

¿Tenemos el espíritu de abnegación?

1 El agradecimiento por lo que Jesucristo hizo desinteresadamente a favor de la humanidad debería motivarnos a todos a emplear con abnegación nuestras aptitudes, energías y fuerzas. Las Escrituras dicen en tono de súplica: “Presenten sus cuerpos como sacrificio vivo, santo, acepto a Dios, un servicio sagrado” (Rom. 12:1). Un examen de conciencia periódico nos ayudará a ver si estamos manifestando esa clase de espíritu tanto como nos lo permitan nuestras circunstancias.

2 Al ir en pos del conocimiento bíblico. ¿Sacamos tiempo para leer y estudiar personalmente la Biblia con regularidad? ¿Nos atenemos a ese horario? ¿Tenemos la costumbre de prepararnos bien para las reuniones de congregación? Si somos cabezas de familia, ¿estudiamos la Biblia periódicamente con los miembros de nuestra casa? Hacerlo todo tal vez exija sacrificar parte del tiempo que pasamos ante la televisión o la computadora, o en otras ocupaciones. No obstante, se trata de un sacrificio menor, pues sabemos que el tiempo que dediquemos a la Palabra de Dios nos ayudará a conseguir la vida eterna (Juan 17:3).

3 Al educar a los hijos. El mejor momento para comenzar a aprender abnegación es la niñez. Enseñemos a nuestros hijos que si bien hay un momento de jugar, también debe haber un momento de trabajar y de efectuar las actividades teocráticas (Efe. 6:4). Démosles alguna tarea que hacer en casa. Establezcamos un horario fijo para salir con ellos al ministerio. Reafirmemos nuestra enseñanza con un buen ejemplo.

4 En las actividades de la congregación. Las congregaciones se enriquecen cuando todos sus miembros se sacrifican de buena gana a fin de obrar para el bien común (Heb. 13:16). ¿Nos es posible dedicar más tiempo a la predicación del Reino y a la obra de hacer discípulos? ¿Podemos ofrecernos para ayudar a los enfermos o a los de edad avanzada, quizá llevándolos a las reuniones?

5 Antes de hacer el sacrificio supremo de ofrecer su vida humana, Jesús aconsejó a sus discípulos que se centraran en los intereses del Reino y pusieran en un lugar secundario todo lo demás (Mat. 6:33). Obrar con ese espíritu de abnegación nos causará gran felicidad al seguir sirviendo a Jehová con regocijo.

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