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Nuestro Ministerio del Reino 2003
km 4/03 pág. 7

Sección de preguntas

◼ ¿Qué precauciones debemos tomar cuando damos testimonio a los reclusos?

En todo el mundo hay por lo menos ocho millones de reclusos, y algunos están interesados en las buenas nuevas (1 Tim. 2:4). Cierta sucursal recibe mensualmente unas mil cuatrocientas cartas de presos y sus familiares, en las que solicitan publicaciones o una visita personal. Aunque muchos presidiarios están interesados sinceramente, la experiencia ha demostrado que algunos fingen tener interés y procuran utilizar al pueblo de Jehová para su propia ventaja egoísta. En vista de esto, todos debemos tomar las siguientes precauciones cuando damos testimonio a los que están encarcelados.

En muchos casos, los reclusos reciben testimonio por correspondencia. Se recomienda encarecidamente que las hermanas no escriban a los reclusos varones, aunque su objetivo sea dar ayuda espiritual. Únicamente hermanos capacitados deben encargarse de esa responsabilidad. A las hermanas que reúnan los requisitos tal vez se les asigne a mantener correspondencia con las mujeres encarceladas que expresen interés sincero en la verdad bíblica. No deben enviarse regalos personales ni dinero a los reclusos, aunque estos los hayan solicitado.

Cuando un preso muestra interés, ha de mandarse su nombre y dirección a la congregación que atiende el territorio donde se encuentra la prisión. Normalmente, los hermanos locales con experiencia saben cómo manejar las diversas situaciones que pueden surgir. Si se desconoce cuál es la congregación, los datos deben enviarse a la sucursal.

No hay objeción a que los hermanos asignados celebren reuniones para estudiar con varios presos a la vez. Sin embargo, en las prisiones no deben celebrarse reuniones especiales en las que los publicadores circulan libremente entre los reclusos. Además, no es aconsejable que los publicadores visiten una prisión sin haber hecho planes de antemano ni que se relacionen estrechamente con los presidiarios.

Seamos “cautelosos como serpientes, y, sin embargo, inocentes como palomas” mientras llevamos las buenas nuevas a los reclusos (Mat. 10:16).

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