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La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová (estudio) 2025
w25 noviembre págs. 8-9
Un hermano mayor está sentado junto a una ventana y mira pensativo a su vehículo con las llaves en la mano.

¿Debo dejar de conducir?

LLEVAMOS muchos años conduciendo. Nos encanta la libertad y la independencia de tener nuestro propio automóvil o motocicleta. Sin embargo, nuestros familiares y amigos están preocupados y piensan que deberíamos replantearnos seguir conduciendo. Pero no logramos entender por qué están tan inquietos.

¿Se encuentra usted en una situación como esta? Si es así, ¿qué lo ayudará a decidir si debe seguir conduciendo?

Algunos países exigen al conductor que ha pasado de cierta edad que se haga un examen médico o consiga una certificación antes de renovar la licencia de conducir. Los cristianos que viven en esos países respetan tanto las leyes como las decisiones de los agentes autorizados por el Estado (Rom. 13:1). Pero, independientemente del lugar donde viva usted, hay maneras de evaluar si conserva la capacidad de conducir de manera segura.

EVALÚE SU CAPACIDAD DE CONDUCIR

El Instituto Nacional sobre el Envejecimiento (NIA, por sus siglas en inglés), de Estados Unidos, recomienda hacerse preguntas como las siguientes:

  • ¿Me cuesta leer las señales de tránsito o ver de noche?

  • ¿Me empieza a resultar difícil girar la cabeza para revisar los retrovisores y los puntos ciegos?

  • ¿Se me hace difícil reaccionar con rapidez, por ejemplo, para pasar el pie del acelerador al freno?

  • ¿Voy tan lento que entorpezco la circulación?

  • ¿He estado a punto de chocar varias veces, o he rayado o golpeado el vehículo contra objetos inmóviles?

  • ¿Me ha parado la policía por mi manera de conducir?

  • ¿Me he quedado dormido al volante?

  • ¿Tomo medicamentos que disminuyen mi capacidad para conducir?

  • ¿Les preocupa a mis familiares y amigos que maneje un auto?

Si ha respondido que sí a una o dos preguntas, tal vez debería hacer algunos cambios. Por ejemplo, limitar el tiempo que pasa conduciendo, sobre todo por la noche. Además, evalúe cada cierto tiempo su capacidad al volante. Podría preguntarle su opinión a algún familiar o amigo, o incluso hacer un curso de conducción segura. Ahora bien, si ha respondido afirmativamente a varias preguntas, quizás lo más conveniente para usted sea dejar de conducir.a

PRINCIPIOS BÍBLICOS QUE PUEDEN ORIENTARLO

Tal vez no nos demos cuenta de que nuestras capacidades al volante están disminuyendo y que por lo tanto puede que tengamos que dejar de conducir. Y ese es un tema delicado. Veamos dos principios bíblicos que lo ayudarán a usted a evaluar su situación objetivamente y a tomar una decisión prudente.

Reconocer con modestia las limitaciones (Prov. 11:2). Todos, cuando nos hacemos mayores, perdemos visión, audición, tono muscular y reflejos. Por eso la mayoría de las personas dejan con el tiempo de practicar ciertos deportes al darse cuenta de que con la edad es más fácil lesionarse. Y ocurre lo mismo con la conducción: puede que en algún momento nos demos cuenta de nuestras limitaciones y decidamos dejar de conducir por nuestra propia seguridad (Prov. 22:3). Y, si alguien nos comenta que está preocupado por nosotros, lo más prudente sería demostrar una actitud modesta y escucharlo (compare con 2 Samuel 21:15-17).

Evitar la culpa de derramar sangre (Deut. 22:8). Un vehículo se convierte en un arma peligrosa cuando no se maneja con cuidado. La persona que sigue conduciendo aunque hayan mermado sus capacidades pone en peligro su vida y la de los demás. Y, si llega a provocar un accidente mortal, podría ser culpable de derramar sangre.

Si usted tiene que tomar la difícil decisión de dejar de conducir, no piense que está perdiendo su dignidad o su valía como persona. Jehová lo quiere mucho por sus magníficas cualidades, como su modestia, humildad y preocupación por la seguridad de los demás. Él también promete apoyarlo y consolarlo (Is. 46:4). Jamás lo abandonará. Puede acudir a él con la confianza total de que le dará la sabiduría práctica y el discernimiento espiritual que necesita para tomar la mejor decisión.

¿Qué pueden hacer los demás?

Los familiares por lo general son los más indicados para hablar con los conductores de edad avanzada. Pero a veces son los amigos quienes oyen comentarios sobre la forma en que ellos manejan el automóvil. Si ese es su caso, tómese muy en serio lo que dicen. Tal vez hasta quiera ir de copiloto y, si ve que hace falta, hablar con la persona mayor. Cuando lo haga, póngase en su lugar. Sea franco pero amable. Y no ponga el énfasis en la edad, sino en la capacidad. En vez de usar frases como “Tu forma de conducir ya no es segura”, podría decir “Estoy preocupado por tu seguridad”. Apele a su amor por los principios bíblicos de este artículo.

Todos debemos ser empáticos con quienes se ven obligados a dejar de conducir. Tal vez les parezca que han perdido su libertad y su independencia. ¿Qué podemos hacer por ellos? Estar pendientes y ofrecerles ayuda práctica (Prov. 17:17). No esperemos a que nos pidan que los llevemos, ya que quizás sientan que son una carga. Tal vez podríamos ofrecernos a organizar un programa para que siempre haya alguien que los lleve a actividades importantes como las reuniones, la predicación, las compras y las citas médicas. Conviene que les aclaremos que lo hacemos con mucho gusto y que deseamos disfrutar de su compañía (Rom. 1:11, 12).

a Para más información, consulte el artículo “¿Corre usted un gran riesgo de sufrir accidentes de tránsito?”, en la revista ¡Despertad! del 22 de agosto de 2002.

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