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La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová (lenguaje sencillo) 2013
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BIOGRAFÍA

Obedecer a Jehová me ha traído muchas bendiciones

Relatada por Elisa Piccioli

Todavía recuerdo a mi padre diciéndonos a mis hermanos y a mí: “¡Qué lección tan valiosa nos enseña Noé! Él obedeció a Jehová y amó a su familia, y todos ellos sobrevivieron al Diluvio porque entraron en el arca”.

MI PADRE no era un hombre rico, pero era muy trabajador. Además, tenía un profundo sentido de la justicia. Por eso le gustaba tanto la Biblia. En 1953 oyó por primera vez el mensaje de la Biblia y desde entonces hizo todo lo que pudo por enseñar a sus hijos lo que aprendía. Al principio, mi madre no quiso dejar sus tradiciones católicas. Pero con el tiempo, ella también empezó a estudiar la Biblia.

A mis padres les costaba mucho trabajo estudiar la Biblia con nosotros. Mi madre no sabía leer bien, y mi padre pasaba muchas horas trabajando en el campo. A veces él estaba tan cansado que se quedaba dormido mientras estudiábamos. Pero su esfuerzo valía la pena. Como yo era la mayor, les ayudaba con mi hermana y mis dos hermanos. Hablábamos mucho de Noé, de cuánto quería a su familia y de lo obediente que fue. Me encantaba su historia. Poco después de empezar a estudiar la Biblia juntos, comenzamos a ir a las reuniones en el Salón del Reino de Roseto degli Abruzzi. Esta ciudad se encuentra en Italia, frente al mar Adriático.

En 1955, mi madre y yo cruzamos las montañas para ir a Roma a nuestra primera asamblea de distrito. Yo solo tenía 11 años de edad, pero desde entonces las asambleas han sido algo muy especial para mí.

En 1956 me bauticé y poco después empecé el precursorado. A los 17 años de edad me nombraron precursora especial y me enviaron a la ciudad de Latina, que está al sur de Roma, a unos 300 kilómetros (190 millas) de donde vivía. Era una ciudad bastante nueva, así que a nadie le preocupaba lo que pensaban los vecinos. La gente aceptaba con facilidad las publicaciones bíblicas que mi compañera de precursorado y yo les ofrecíamos. Aunque era emocionante predicar allí, era joven y extrañaba mi casa. Algo que me ayudó mucho fue recordar que yo quería obedecer a Dios y que él quería que yo estuviera allí.

Tiempo después me enviaron a Milán a ayudar con los preparativos de la asamblea internacional de 1963 “Buenas Nuevas Eternas”. Durante la asamblea trabajé con muchos voluntarios. Entre ellos estaba un joven de Florencia llamado Paolo Piccioli. El segundo día de la asamblea presentó una animada conferencia sobre las ventajas de ser soltero en el servicio a Jehová. Recuerdo que pensé: “Este hermano nunca se va a casar”. Pero después de la asamblea comenzamos a escribirnos cartas y nos dimos cuenta de que los dos teníamos las mismas metas, amábamos a Jehová y queríamos obedecerle. Nos casamos en 1965.

CONVERSACIONES CON SACERDOTES

Durante diez años serví de precursora regular en Florencia. Fue muy emocionante ver que las congregaciones crecían y que hasta los jovencitos progresaban en la verdad. A Paolo y a mí nos gustaba pasar tiempo con ellos estudiando la Biblia o divirtiéndonos. Paolo solía jugar al fútbol con ellos. Es cierto que me gustaba que él pasara tiempo conmigo, pero también comprendía que les dedicara tiempo y atención a las familias de la congregación.

Todavía sonrío cuando recuerdo a cuántas personas les dimos clases de la Biblia en aquella época. Una de esas estudiantes fue Adriana. Ella les contó a dos familias lo que estaba aprendiendo. Estas familias organizaron una reunión con un sacerdote para hablar sobre algunas enseñanzas de la Iglesia, como la Trinidad y el alma inmortal. Al final aparecieron tres sacerdotes, pero lo que explicaron era muy confuso. Los estudiantes se dieron cuenta enseguida de que los sacerdotes no enseñaban lo que decía la Biblia. Como resultado, quince miembros de esas familias se hicieron testigos de Jehová.

Claro, hoy día la predicación es diferente. En aquel entonces era común que Paolo tuviera debates con sacerdotes para defender las enseñanzas de la Biblia. Con el tiempo se hizo muy bueno en estos debates. Una vez tuvo que debatir con varios sacerdotes ante un grupo de personas que no eran Testigos. Estaba claro que los sacerdotes habían pedido a algunas de aquellas personas que hicieran preguntas difíciles a Paolo. Pero las cosas no salieron como ellos esperaban. Una de las personas preguntó si estaba bien que la Iglesia se metiera en política. Los sacerdotes no supieron qué contestar. De repente se fue la luz y hubo que cancelar la reunión. Años después supimos que los sacerdotes habían pedido que se apagaran las luces si el debate no iba bien.

NUEVAS ASIGNACIONES

Paolo y yo llevábamos diez años casados cuando le ofrecieron ser superintendente viajante. No fue una decisión fácil, porque Paolo tenía un buen trabajo. Aun así, después de orar y pensarlo bien, decidimos aceptar. En el circuito, nos quedábamos en casa de muchas familias. Y nos encantaba estar con ellas. Por la noche estudiábamos en familia, y luego Paolo ayudaba a los niños con sus tareas de la escuela, sobre todo si eran de matemáticas. Como le gustaba mucho leer, disfrutaba hablando de las cosas interesantes y animadoras que leía. Los lunes solíamos ir a predicar a lugares donde no había Testigos. Además de predicar a los vecinos, los invitábamos a una conferencia que se presentaba por la noche.

Dos años después nos invitaron a servir en el Betel de Roma. Paolo trabajaba en el Departamento de Asuntos Legales, y yo con las suscripciones de las revistas. No fue un cambio fácil, pero los dos queríamos obedecer a Dios. Fue emocionante ver cómo aumentaba el trabajo en la sucursal y el número de hermanos en Italia. En ese tiempo, el gobierno italiano aceptó de forma oficial a los testigos de Jehová como religión. ¡Qué contentos estábamos de servir en la sucursal!

A principios de los años 80 hubo un caso en los tribunales que llegó a ser muy conocido en todo el país. Se acusó a un matrimonio de Testigos de causar la muerte de su hija al no aceptar que le pusieran sangre. La acusación era falsa. En realidad, la niña había muerto debido a una grave enfermedad de la sangre muy común en Italia y en otros países vecinos. Varios hermanos y hermanas de Betel ayudaron a los abogados que representaban a este matrimonio. Se imprimieron un tratado y una edición especial de la revista ¡Despertad! para que las personas supieran la verdad y para ayudarlas a entender lo que dice la Biblia sobre la sangre. Durante esos meses, Paolo trabajaba más de dieciséis horas diarias sin parar. Yo hice todo lo que pude para ayudarlo.

OTRO GRAN CAMBIO

A los veinte años de casados tuvimos una sorpresa. Yo tenía 41 años y Paolo 49 cuando le dije que creía que estaba embarazada. Ese día, Paolo escribió en su diario lo que le pidió a Jehová en una oración: “Si es cierto, ayúdanos a seguir en el servicio de tiempo completo, a mantenernos fuertes espiritualmente y a ser buenos padres enseñando con el ejemplo. Sobre todo, ayúdame a poner en práctica aunque sea el uno por ciento de lo que he dicho desde la plataforma en los pasados treinta años”. Mirando hacia atrás, me doy cuenta de que Jehová respondió esta oración de Paolo y las mías.

Nuestra vida cambió mucho cuando nació Ilaria. A veces nos desanimábamos, como dice Proverbios 24:10: “¿Te has mostrado desanimado en el día de la angustia? Tu poder será escaso”. Pero seguimos ayudándonos el uno al otro.

Hoy día, Ilaria dice muy a menudo que agradece que sus padres estuvieran muy ocupados en el servicio de tiempo completo mientras ella crecía. Dice que siempre se sintió querida y bien cuidada. Yo me ocupaba de ella durante el día. Y cuando Paolo llegaba a casa por las noches, jugaba con ella y le ayudaba con las tareas de la escuela. Siempre hacía lo mismo, aunque después tuviera que quedarse hasta las dos o tres de la madrugada terminando su trabajo. Ilaria siempre decía: “Mi papá es mi mejor amigo”.

Claro, a veces tuvimos que ser firmes con ella para enseñarle lo que estaba bien. Una vez se portó mal cuando estaba jugando con una amiga. Enseguida le hicimos pedir perdón y le explicamos con la Biblia por qué no debía portarse así.

Ilaria dice que ella aprendió a amar la predicación viéndonos a nosotros. Ahora que es adulta y está casada, comprende lo importante que es obedecer a Jehová y seguir sus consejos.

MOMENTOS TRISTES

En 2008 nos enteramos de que Paolo tenía cáncer. Al principio pensamos que se recuperaría, y él siempre procuraba ser positivo. Tratamos de ir a los mejores médicos. Ilaria y yo orábamos juntas a Jehová y le pedíamos que nos diera fuerzas para aguantar. Me costó mucho ver debilitarse poco a poco a alguien con tanta energía como Paolo. Murió en 2010, y la pérdida me dolió mucho. Pero me consuela pensar en todo lo que hicimos juntos en cuarenta y cinco años de matrimonio. Dimos lo mejor de nosotros a Jehová y estoy convencida de que él no se olvidará de nosotros. Estoy deseando que llegue el día en que se cumplan las palabras de Juan 5:28, 29 y Paolo vuelva a la vida.

En el fondo sigo siendo la niña que tanto disfrutaba de la historia de Noé. Todavía quiero obedecer a Jehová y hacer cualquier cosa que me pida. He aprendido que ningún problema, sacrificio o pérdida es mayor que lo que Dios promete darnos. La vida me ha enseñado que obedecer a Jehová trae muchas bendiciones.

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