¿Puede la unidad salvar a las iglesias?
LA CONDICIÓN de unidad se ha considerado como algo muy deseable. Esta condición se ha considerado especialmente provechosa en el nivel familiar. Y en cuanto a la armonía que debe existir entre los que comparten el mismo conocimiento espiritual, la Biblia dice: “¡Miren! ¡Cuán bueno y cuán agradable es que los hermanos moren juntos en unidad!”—Sal. 133:1.
Bueno, pues, ¿no sería correcto promover unidad entre las religiones? Muchas personas piensan que sí. Por ejemplo, el 20 de enero de 1974, el papa Paulo VI solicitó oraciones para la unión de todas las fes “cristianas” en la Iglesia Católica Romana, y esta reconciliación se convirtió en el tema del “Año Santo” católico del año pasado. Además, la reunión que el Concilio Mundial de Iglesias celebró en 1975 tenía como mira concentrarse en salvar distancias entre los países y las creencias. De hecho, durante febrero de 1975 la catedral de St. Patrick y el templo Emanu-El de la ciudad de Nueva York anunciaron planes para considerar durante todo el año los problemas que tensan las relaciones entre los miembros de sus respectivas fes. Y en esa ocasión, por primera vez, un rabino judío habló desde el púlpito mayor de esa catedral católica.
La mayoría de las personas saben que muchas organizaciones religiosas ahora están acosadas por tales dificultades como la pérdida de miembros y angustias económicas. Por supuesto, estos problemas quizás no existan en su comunidad, pero en otros lugares son generales y sin coto. Por eso, muchos clérigos están promoviendo la unidad de las religiones porque sin duda creen que esto adelantaría los intereses de sus confesiones respectivas. Pero, ¿es apropiado según las Escrituras unir varias religiones? Y, si se lograra, ¿salvaría esa unión a las iglesias?
¿Importa la diferencia doctrinal?
El efectuar concesiones doctrinales sin duda ayudaría a promover la unidad de las religiones. ¿Qué opina sobre esto la gente? Bueno, resumiendo una encuesta realizada en una zona metropolitana de los Estados Unidos, el Journal de Milwaukee del 28 de octubre de 1974 tenía este título: “La idea de ‘Una sola fe verdadera’ está perdiendo apoyo.” De las 1.323 personas entrevistadas, casi ocho de cada diez estuvieron a favor de los movimientos de unión de fes. Un católico sostuvo que “no es tan importante cómo uno cree sino el que uno crea en algo.” Y una luterana afirmó: “Básicamente todos creemos en las mismas cosas. No creo que la interpretación de la doctrina sea tan importante.”
No obstante, el tratar de conseguir unidad religiosa por medio de transigir en asuntos doctrinales no tiene precedente favorable en la Biblia. Cuando el profeta Moisés estaba en la cima del monte Sinaí recibiendo instrucción de Dios, los israelitas trataron de fusionar la adoración de Jehová Dios con la práctica de la religión egipcia. Aarón hizo un becerro de oro, y se anunció: “Este es tu Dios, oh Israel, que te hizo subir de la tierra de Egipto.” Aarón se puso a edificar un altar delante del becerro y luego clamó: “Mañana hay fiesta a Jehová.” Al día siguiente, se hicieron ofrendas quemadas y sacrificios de comunión. Después, el pueblo comió y bebió, y entonces “se levantaron para divertirse.” ¿Qué pensó Jehová Dios acerca de esto? Se disgustó en gran manera. El tratar de mezclar la adoración verdadera con la religión falsa seguramente no tuvo la aprobación de Dios.—Éxo. 31:18–32:10.
Lejos de estimular a los israelitas a procurar unidad religiosa con otros, Dios, por medio de Moisés, le dijo a Su pueblo de la antigüedad: “No has de celebrar un pacto con ellos ni sus dioses.” “El que haga sacrificios a dios alguno aparte de solo Jehová ha de ser dado irrevocablemente a la destrucción.” (Éxo. 23:32; 22:20) Además, el Hijo de Dios, Jesucristo, nunca se avino con los que sostenían opiniones religiosas incorrectas. Por ejemplo, Cristo declaró: “¡Ay de ustedes, escribas y fariseos, hipócritas! porque cierran el reino de los cielos delante de los otros hombres; pues ustedes mismos no entran, ni permiten entrar a los que están entrando.”—Mat. 23:13.
¿Qué requiere Dios?
Obviamente, la unidad religiosa ‘a cualquier precio’ carece de favor divino. ¿Qué, pues, requiere Jehová Dios de los que desean su aprobación? “Los que lo adoran tienen que adorarlo con espíritu y con verdad,” declaró Jesucristo. (Juan 4:24) Claramente, la unidad religiosa que hace caso omiso de la verdad bíblica no le es aceptable a Jehová Dios.
Otro factor esencial en la adoración verdadera es la aceptación del Hijo de Dios, Jesucristo. “Yo soy el camino y la verdad y la vida,” dijo Jesús. “Nadie viene al Padre sino por mí.” (Juan 14:6) Pero, aunque las sectas divididas de la cristiandad lograran una supuesta unidad en el nombre de Cristo, no se podría suponer que ésta alguna vez complaciera a Jehová Dios o a Jesús. ¿Por qué no? Cristo declaró: “No todo el que me dice: ‘Señor, Señor,’ entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos. Muchos me dirán en aquel día: ‘Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre expulsamos demonios, y en tu nombre ejecutamos muchas obras poderosas?’ Y sin embargo, entonces les confesaré: ¡Nunca los conocí! Apártense de mí, obreros del desafuero.”—Mat. 7:21-23.
Otro punto que merece meditarse es que las religiones de la cristiandad, así como otras fes, se han hecho parte de este mundo. Por ejemplo, un clérigo católico apoya un ecumenismo que hasta abarque el “acuerdo y acción sobre tales cuestiones de la vida como la guerra y la paz, asuntos étnicos y nacionalismo, los derechos de las minorías, el desarrollo humano, y la pobreza.” Pero, ¿debería el cristianismo envolverse en tales asuntos mundanos como la guerra y el nacionalismo? No según su fundador, Jesucristo. Él dijo acerca de sus seguidores: “Ellos no son parte del mundo, así como yo no soy parte del mundo.”—Juan 17:16; compare con Santiago 1:27; 4:4.
Hacia el fin de su vida terrestre, Jesucristo pudo decir en oración a Dios: “He dado a conocer tu nombre y lo daré a conocer.” (Juan 17:26) Jesús usó libremente el Nombre Divino, Jehová, pero actualmente los cristianos nominales por lo general rehúsan usarlo en sus traducciones de la Biblia o de otro modo. Por otra parte, los cristianos verdaderos toman a pechos las palabras: “‘Ustedes son mis testigos,’ es la expresión de Jehová, ‘y yo soy Dios.’” (Isa. 43:12) Es la voluntad de Jehová Dios que su nombre sea declarado por toda la Tierra, y los testigos de Jehová son los únicos que hacen esta obra, tal como Jesús dio a conocer el nombre de su Padre.—Éxo. 9:16.
Estrechamente relacionado con el Nombre Divino está el propósito de Jehová en conexión con su reino. Cuando estuvo sobre la Tierra, Jesucristo fue de lugar en lugar predicando el mensaje del Reino y en una ocasión dijo: “También a las otras ciudades tengo que declarar las buenas nuevas del reino de Dios, porque para esto fui enviado.” (Luc. 4:43; 8:1) Igualmente, en la actualidad solo los testigos de Jehová están declarando las buenas nuevas del reino de Dios ya establecido con el Rey Jesucristo gobernando en un trono celestial. Solo ellos están cumpliendo la profecía de Jesús: “Estas buenas nuevas del reino se predicarán en toda la tierra habitada para testimonio a todas las naciones; y entonces vendrá el fin.”—Mat. 24:14.
Ninguna organización religiosa aparte de los testigos de Jehová está declarando el nombre de Dios y dando testimonio acerca de su reino celestial ya establecido. Por lo tanto, aun sobre esta base los testigos de Jehová no tienen nada en común con otros grupos religiosos y nunca pudieran tratar de afiliarse con ellos. Estas organizaciones sencillamente no abogan por las mismas cosas por las cuales los testigos de Jehová abogan.
Qué esperar en el futuro cercano
Pero hay otra razón significante por la cual evitar la unión con estas otras fes. La Biblia muestra que algo muy dramático totalmente irreversible está por sucederles a estas religiones durante esta mismísima generación. La unidad de las religiones no puede salvar a las iglesias de la destrucción. Considere:
El libro bíblico de Revelación menciona a la simbólica mujer Babilonia la Grande, “con quien los reyes de la tierra [el elemento político de este mundo] cometieron fornicación.” (Rev. 17:1, 2, 5) Revelación también se refiere al elemento político cuando habla de una figurativa “bestia salvaje” así como de “diez cuernos.” Se nos dice: “Estos odiarán a la ramera [Babilonia la Grande] y harán que quede devastada y desnuda, y se comerán sus carnes y la quemarán por completo con fuego.” (Rev. 17:12, 16) El elemento comercial también está representado en la profecía, porque a “los comerciantes viajeros de la tierra” se los describe como “llorando y lamentándose” debido a la destrucción de Babilonia la Grande. (Rev. 18:11) Puesto que es fácil identificar tanto al elemento comercial como al político en esta profecía, se hace bastante obvio que Babilonia la Grande representa al imperio mundial de la religión falsa.
Entonces, ¿qué significa esto? Que el imperio mundial de la religión falsa será destruido. La profecía bíblica indica que esto sucederá en nuestro tiempo. (Mat. 24:34) Por lo tanto, las personas que creen en la Biblia no se interesan en los movimientos ecuménicos, ni en las fusiones de iglesias, ni en la unidad de varias religiones. Ciertamente el interesarse en eso sería inútil.
Más bien, las personas de corazón honrado están respondiendo con acción apropiada a una voz de mando procedente del cielo. Dice concerniente a Babilonia la Grande condenada a destrucción: “Sálganse de ella, pueblo mío, si no quieren participar con ella en sus pecados, y si no quieren recibir parte de sus plagas.”—Rev. 18:4.
Juzgando por la creciente apatía hacia la religión, se ve que serán pocas las personas que realmente se perturbarán cuando sea destruido el imperio de la religión falsa del mundo. Ciertamente, la destrucción de Babilonia la Grande es inevitable, “porque fuerte es Jehová Dios que la juzgó.” (Rev. 18:8) Así es que, la unidad religiosa no puede salvar a las iglesias. Pero queremos estimularlo a que usted practique la adoración verdadera y disfrute de la aprobación de Jehová, el “Dios de hechos salvadores.”—Sal. 68:20.