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  • La firmeza de la vida testifica de la sabiduría de Dios

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  • La firmeza de la vida testifica de la sabiduría de Dios
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¡Despertad! 1971
g71 8/12 págs. 11-12

La firmeza de la vida testifica de la sabiduría de Dios

LA VIDA animal ha estado en la Tierra por muchos miles de años, aun antes que apareciera el hombre. Durante ese tiempo un sinnúmero de generaciones han vivido y muerto. Algunos géneros o variedades se han extinguido. Pero muchísimos sobreviven hasta este día; probablemente casi todos los géneros o variedades de animales que han vivido desde el gran Diluvio.

En este largo espacio de tiempo ha habido cataclismos que han afectado extensas zonas y enfermedades que han barrido a través de la vida vegetal y de poblaciones animales y humanas. Sin embargo la vida persiste. Además, fósiles que se han descubierto son casi idénticos a las formas que viven hoy día. Solo aparece una variación menor acá y allá, así como hay leves variaciones en los géneros particulares de animales y de plantas que existen ahora contemporáneamente.

¿Cómo es posible esta asombrosa aptitud para sobrevivir, puesto que la vida parece tan frágil y puesto que el mecanismo de la reproducción depende de células microscópicas y es tan excesivamente complejo? Aunque es casi increíblemente intrincado, el proceso reproductivo realmente es tan estable que la mayoría de las criaturas vivientes poseen todas sus facultades y funciones. Por ejemplo, la mayoría de los bebés pueden vivir después de nacer y casi todos tienen ojos, brazos, piernas, órganos internos y mentalidad normales y buen uso de todas estas cosas de que están dotados.

Todo esto da testimonio de la sabiduría y gloria del Creador. La firmeza y persistencia de la vida a través de todos los siglos de tiempo y circunstancias también señala al propósito de Él de que la Tierra continuamente rebose de vida hasta tiempo indefinido.

Se sabe entre las personas informadas que con el tiempo parece que los insectos y los microorganismos desarrollan una resistencia a los venenos que se usan para combatirlos. Los insectos contra los cuales el DDT al principio era muy eficaz aparentemente se hacen inmunes a él, y algunos resisten sustancias químicas tan mortíferas como el ácido hidrociánico. De manera similar, aun las llamadas “drogas milagrosas” pierden su eficacia contra los que han llegado a ser microbios patógenos por su efecto en el hombre. Ciertas infecciones, la sífilis y otras enfermedades, requieren dosis constantemente más fuertes y sin embargo resisten. Se informa que algunas bacterias han aumentado 16.000 veces su poder de resistencia a la penicilina.

Los evolucionistas deducen que esto es una prueba de la evolución. Pero, ¿lo es? ¿Significa esta inmunidad actual de los insectos y microorganismos que éstos han desarrollado una inmunidad a los venenos? No. Pues el veneno o mató a las formas de vida contra las cuales se usó, o fue ineficaz. Las que mató no pudieron desarrollar una resistencia, o tener prole que fuera inmune, porque estaban muertas. La supervivencia de algunas de entre la población significa que había algunas formas que eran inmunes desde el principio. Esta inmunidad era un factor genético que fue colocado en el género al ser creado, un factor que podría aparecer en algunos de la prole y en otros no. Esto también aplica a la genética humana.

Se puede efectuar una comparación con relación al talento en una familia. Quizás el padre y la madre no desplieguen ningún talento musical, pero su hijo puede ser un genio en este campo. Al investigar la ascendencia del niño, quizás los padres descubran que el tatarabuelo tenía talento musical extraordinario. Ese talento no salió a flote de nuevo en la familia hasta que se descubrió en el tataranieto de este hombre. Pudiera haber quienes optaran por llamar a esto una “mutación,” pero en realidad ese rasgo o característica ya se hallaba en los factores hereditarios.

Este principio fue demostrado hace unos años por experimentos que llevó a cabo el geneticista Milislav Demerec, en la Institución Carnegie, en Cold Spring Harbor, Nueva York. Él usó para su experimento bacterias del colon, que se pueden cultivar en un caldo o agar nutritivo. Bajo una temperatura de unos 37 grados centígrados (98°F) estas células bacterianas se dividen cada veinte minutos, aproximadamente. Una célula puede producir miles de millones de individuos de su progenie en un día.

Se usó la estreptomicina, una droga antibiótica, para detener la multiplicación de estas bacterias. Sin embargo, se descubrió que de varios miles de millones sobrevivieron unas cuantas células. Los evolucionistas alegan que aconteció una mutación (una súbita divergencia de la clase padre), y que esto es un paso de evolución. Pero los hallazgos verdaderos que se hicieron en estas pruebas refutan esta idea. Estos mostraron que el tratamiento con estreptomicina no indujo ningún cambio en la herencia. Simplemente mató a las bacterias no inmunes y no afectó a aquellas contra las cuales era ineficaz.

Demerec descubrió que en cualquier cultivo grande aparecían unas cuantas bacterias resistentes, aunque el cultivo no había sido expuesto con anterioridad a la estreptomicina. Aproximadamente una célula de cada mil millones era resistente naturalmente en cada generación. Por lo tanto, la estreptomicina no había producido las llamadas “mutaciones.”

Entonces se investigó la situación desde la dirección contraria. En la solución tratada con estreptomicina murió la estirpe no resistente, pero las células resistentes vivieron y produjeron progenie y “se hicieron cargo” del desarrollo de la población. Sin embargo, entre esta progenie unas treinta y siete células de cada mil millones que fueron producidas eran del tipo básico, sensitivas a la estreptomicina. Enseguida, la población sobreviviente fue removida del agente nutritivo tratado con estreptomicina y colocado en caldo no tratado. ¿Qué sucedió? Ahora la estirpe no resistente comenzó a florecer y se “hizo cargo” de la población. A la estirpe resistente no le fue tan bien, pero continuó apareciendo como al principio, aproximadamente una vez en mil millones de veces.

Todo esto revela la firmeza y persistencia de la vida. Explica por qué las epidemias patógenas pueden eliminar casi toda una población, y sin embargo dejar a algunos individuos intactos debido a que éstos tienen una resistencia natural a los gérmenes patógenos particulares envueltos en la situación. Además, en cuanto a la humanidad vemos que, a pesar de los estragos de casi 6.000 años de pecado, todavía se producen hombres y mujeres bien formados, hermosos, de mente brillante.

Sin embargo, ahora vemos al hombre arruinando su propio ambiente. Se producen peligros de toda clase para la salud por aditivos a los alimentos, por la contaminación del alimento, el agua y el aire, y diariamente aumenta la amenaza de muerte por el crimen o la guerra. El hombre está arruinando literalmente la Tierra, y es probable que, si se le permitiera suficiente tiempo, la hiciera inhabitable.

Pero el Creador se proponía que la Tierra fuera un lugar habitado perpetuamente por hombres y mujeres, así como por animales. Dios dice que intervendrá en este tiempo cuando hay amenaza de desolación por toda la Tierra y ‘causará la ruina de los que están arruinando la tierra.’—Rev. 11:18.

Por eso, tal como la vida ha existido siempre, porque Jehová la Fuente de la vida siempre ha vivido, él se propone que la vida exista siempre en este planeta.—Sal. 90:2; 36:9.

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