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  • w62 15/2 págs. 124-126
  • Siguiendo tras mi propósito en la vida

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  • Siguiendo tras mi propósito en la vida
  • La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1962
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La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1962
w62 15/2 págs. 124-126

Siguiendo tras mi propósito en la vida

Según lo relató una joven griega

NACÍ en Ramallah, Palestina (ahora Jordania), pero me crié en Atenas, Grecia, siendo mi familia griega ortodoxa. Poco después de radicarse allí mi familia, mi hermano mayor se puso en contacto con la verdad, y llegó a ser testigo de Jehová. Mi madre mostró interés en la verdad, pero falleció dos años después. Mi padre, sin embargo, estaba sumamente opuesto y obligó a mi hermano a abandonar la casa. Mi padre siempre me llevaba consigo a la iglesia. De modo que después de su muerte, un año antes que yo concluyese la escuela secundaria, era una asidua concurrente a la iglesia.

Mi asistencia a la iglesia no me ayudó a hallar lo que estaba buscando: más conocimiento sobre Dios y sus requisitos. Jamás oí en la Iglesia Ortodoxa Griega la exhortación de leer la Biblia, y jamás la había leído yo misma. Siempre tuve la impresión de que algo me faltaba. Durante todos los años en que concurrí a la iglesia, solamente una vez recuerdo que un sacerdote diera un sermón sobre el Evangelio. El comportamiento de los sacerdotes, generalmente hablando, tampoco era inspirador.

Decidí abandonar la concurrencia a la iglesia, pero oraba a Dios por ayuda para hallar su verdadera adoración. Aunque la respuesta estaba allí mismo en casa mediante las numerosas publicaciones de la Watch Tower, que mi hermano nos envió, fue solo después del comienzo de la II Guerra Mundial que, juntamente con mi hermana, comencé a leerlas y estudiarlas, y también a estudiar la Biblia.

El aumento progresivo del conocimiento de la verdad llegó a llenar la sensación de falta en mí con las revelaciones satisfacientes y estimulantes de la voluntad y propósitos de Dios.

La dedicación y el bautismo en 1943 fueron mis próximos grandes pasos. No había servicio de precursor en Grecia en aquel tiempo. Trabajaba en el Ministerio de Economía y, como los demás publicadores, procuraba lo mejor que podía testificar a la gente angustiada por las condiciones de guerra. Luego en 1945, con el fin de la guerra, mi hermana y yo fuimos a Chipre, para vivir allí con nuestro hermano.

Las condiciones en Chipre eran completamente distintas. La isla había sentido muy poco los efectos de la guerra, y había paz y gran libertad para la obra. Tuvimos magníficas oportunidades para servir de puerta en puerta en las ciudades y muchas aldeas. Por primera vez vi allí a hermanos y hermanas en el servicio de precursor, aun entre mis propios parientes. Aunque consideraba que este servicio era bueno para los demás, jamás me cruzó por la mente la idea de que yo también podía ser precursora. Entonces en una reunión de servicio se leyó una carta de la Sociedad. Presentaba el privilegio y la responsabilidad de todas las personas dedicadas de ocuparse en el servicio de precursor, si podían hacerlos arreglos para ello. Esta carta me impresionó mucho, y surgió inmediatamente en mi corazón el deseo de ser precursora, un deseo que se fue fortaleciendo con cada día que pasaba.

LA FELICIDAD DEL PRECURSORADO

Debido a ciertas obligaciones familiares, estaba bajo la impresión de que si comenzaba el precursorado de inmediato no podría continuarlo por mucho tiempo. Mi deseo era hacer de la predicación de tiempo cabal la carrera de mi vida. De modo que presenté el asunto a Jehová en oración y confiadamente esperé su ayuda. Realmente no pasó mucho tiempo antes que desaparecieran los obstáculos que parecían como montañas. Renuncié al banco en el cual trabajaba y regresé a Grecia para iniciar el servicio de precursora. Puesto que Chipre tenía bastantes precursores, creí que mi servicio sería más provechoso en Grecia. No tenía ninguna reserva financiera ni un guardarropas bien surtido, pero no me preocupaba. Sabía que Jehová es fiel a sus promesas y que nos invita a ponerlo a prueba.

Cuando regresé a Grecia, se me ofrecieron tres distintos empleos en Atenas con sueldos muy atractivos, pero ni por un instante consideré el postergar mi decisión de ingresar al servicio de precursora de tiempo cabal. De modo que el 1 de noviembre de 1947 comencé mi servicio de precursora en Atenas, siguiendo de este modo tras mi propósito en la vida.

La obra en Grecia entonces atravesaba sus días más difíciles. La Iglesia Ortodoxa había desatado una muy ardiente persecución por medio del brazo de la policía. La obra tenía que hacerse casi totalmente en forma clandestina. Pero todo esto no menguaba los gozos del servicio. ¡Por el contrario! Más de una vez Jehová me dio como territorio en el cual predicar varias comisarías, tribunales y prisiones. ¿Puede imaginarse mi gozo cuando, una vez en una comisaría, me vi rodeada por diez policías que escuchaban ansiosamente acerca de la esperanza que hay en mí? ¿O cuando tuve la oportunidad de predicar a las mujeres de la prisión y señalarles la oportunidad de arrepentirse y la esperanza brillante del nuevo mundo? No obstante lo duro que pudieran haber sido estas experiencias desde un punto de vista físico, están entre las memorias más profundas y más preciadas de mi vida.

Tuve muchas experiencias durante mi servicio de precursora en Atenas. Jehová bendijo mis esfuerzos, y bastantes de las personas con quienes estudié se pusieron de parte de la sociedad del nuevo mundo; y todavía están participando celosamente en el servicio del Reino.

LA FELICIDAD DE BETEL Y DE GALAAD

Un día se me llamó a la oficina sucursal de la Sociedad en Atenas. Se me pidió que llenase una solicitud preliminar para la Escuela Bíblica de Galaad de la Watchtower para misioneros. Galaad era algo que siempre había tenido muy, pero muy alto en mi estimación, y no me atrevía a pensar en si Jehová alguna vez me invitaría a concurrir a ella o no. De modo que sentí verdaderamente un gozo sagrado cuando posteriormente llené la solicitud definitiva.

Se me invitó a concurrir a la decimosexta clase de Galaad, comenzando después de la Asamblea “Aumento de la Teocracia” en 1950. Pero puesto que estuve en Nueva York desde el comienzo de abril de ese mismo año, se me abrió otro privilegio antes de ir a la escuela: servir en el hogar Betel de Brooklyn durante cinco meses.

Las palabras me son inadecuadas para describir las bendiciones que recibí durante el tiempo que permanecí allí; y creo poder decir, como Pablo, que me faltaría el tiempo para enumerarlas todas en este breve relato. Los rostros amistosos y nítidos de todos, el amor altruista y bondadoso de las hermanas que hicieron todo lo posible para que me sintiese como en casa, la humildad y mansedumbre de los hermanos más ancianos y responsables, el celo de todos por la obra a la cual estaban asignados y la intensidad con la cual todos trabajaban, juntamente con las discusiones edificantes y estimulantes de los textos diarios y otros temas bíblicos a la mesa—éstos son solamente algunas de las bendiciones que me impresionaron muy profundamente y me ayudaron a apreciar la organización teocrática visible de Jehová. ¡Ser un miembro de la familia Betel de Brooklyn es verdaderamente un privilegio singular, y sumamente bendita es la porción de todos los ministros que sirven a Jehová allí!

La Asamblea “Aumento de la Teocracia” me fue una emocionante experiencia, especialmente si se toma en cuenta que también fue la primera gran asamblea a la cual había concurrido. La Escuela de Galaad comenzó aproximadamente un mes después. Todavía recuerdo las palabras del hermano Knorr en su discurso de introducción: ‘¿Desearon ustedes alguna vez estar en algún lugar tranquilo y sin preocupación alguna y usar su tiempo solamente para el estudio de la Palabra de Jehová? Bueno, ahora tienen esta misma oportunidad. Benefíciense con ella.’ Estos pensamientos hablaron a mi corazón, pues había estado anhelando esa misma cosa desde que había conocido la verdad. La organización teocrática, como una tierna madre, me ofreció esa oportunidad.

Cada día estuvo repleto de instrucción práctica y estudio detallado de los distintos temas que me permitieron ver la verdad más y más brillantemente. Esta instrucción teocrática avanzada nos presentó a la organización de Jehová con su orden y hermosura imponentes y me ayudaron a apreciar más que nunca antes el privilegio de servir a Jehová en el servicio de tiempo cabal. Partir de Galaad después de la graduación fue duro para nosotros.

LA FELICIDAD DE SERVIR DONDE SE NOS NECESITA

Sin embargo nos esperaba más felicidad al irnos los graduados a treinta y ocho países distintos. Estar en un país donde nunca antes se ha vivido, donde la mayor parte de la población habla un idioma que uno no conoce y donde el modo general de vida es a veces difícil de entender, era algo a lo que no era tan fácil de hacerle frente al comienzo. Pero cuán insignificantes son estas dificultades cuando uno está en el lugar que Jehová quiere que uno este. Si uno lo ve así, créame, ¡pronto este lugar llega a ser el lugar más hermoso del mundo! El privilegio y gozo que sentimos al buscar y alimentar a las muchas personas semejantes a ovejas en una ciudad grande y antigua de más de un millón de habitantes, personas que venían de muchas religiones e idiomas, hicieron que mí compañera y yo pronto nos sintiésemos como en casa y así me ha parecido siempre desde entonces.

Han transcurrido once años de trabajo arduo e intenso. Por la bondad inmerecida y la ayuda de Jehová, todavía estoy en el mismo lugar. Esto me hace estar especialmente agradecida a Él. Tantas bendiciones de que jamás hubiera disfrutado de haber siempre permanecido solo como una buena publicadora en Chipre o en Grecia.

¡Me ha sido estimulante observar, durante estos años, la bendición de Jehová sobre la obra de sembrar y regar, y ver a un pequeño grupo de cuarenta crecer a bien por encima de los trescientos proclamadores del reino de Dios!

Jehová ha sido un Proveedor maravilloso para mis necesidades espirituales. Mediante su ayuda no he perdido ninguna de las grandes asambleas que se han celebrado desde 1950. Así fue que en 1953 tuve el privilegio de concurrir a la Asamblea “Sociedad del nuevo mundo” en Nueva York, luego a tres de las Asambleas “Reino triunfante” en Europa en 1955 y, la más emocionante de todas, ¡la inolvidable Asamblea internacional “Voluntad divina” en Nueva York en 1958! La fuerza espiritual que Jehová ha suministrado a sus siervos mediante estas asambleas me ha estimulado grandemente para continuar siguiendo tras mi propósito en la vida.

Tampoco me falló mi confianza en Jehová por mis necesidades materiales. ¡Todos estos años, mediante parientes y hermanos amorosos, Él me ha provisto tan abundantemente!

El conocer la verdad de la Palabra de Dios y servir a Jehová lo hace a uno feliz, pero servir a Jehová como precursor de tiempo cabal lo hace a uno más feliz todavía. Puedo decirlo de propia experiencia, porque el cambio que el servicio de precursora efectuó en mi vida es tan grande y bendito como el cambio producido por el conocimiento de la verdad mismo.

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