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¡Despertad! 1976
g76 8/4 págs. 3-5

¿Qué les está sucediendo a las ciudades?

“¡HUELGA! ¡Huelga! ¡Nos declaramos en huelga!” Las voces masculinas que llenaron las cámaras legislativas de San Francisco, California, con esas palabras repetidas al unísono eran las voces de policías que nunca antes habían hecho cosa semejante en la historia de la ciudad.

Antes que rompiera el alba aquel lunes nublado de agosto de 1975, dos policías habían sido atropellados por el coche de un automovilista airado, y otro policía fue golpeado con un palo de béisbol. El fuego de tiradores apostados llovía sobre otros, lo cual provocó en el acto el espectáculo de policías apagando a balazos los faroles de las calles para no ser blancos iluminados. Y la gente se aprovechó de la ausencia de la policía... desde infracciones de estacionamiento hasta asesinato.

Detrás de este desorden, y de una huelga de bomberos que también amenazaba, había un tremendo desacuerdo en el nivel superior, entre el alcalde, supervisores municipales y los oficiales de la policía y bomberos: ¿Qué parte de los sueldos y otros costos municipales que subían a las nubes habrían de recibir los oficiales? y ¿deberían tener el derecho de declararse en huelga sobre esta cuestión los oficiales de la seguridad pública?

“Una ciudad entera fue secuestrada y retenida para el pago del rescate,” comentó el columnista William Safire del Times de Nueva York. “Se pagó el rescate, y ahora los concusionarios patrullan las calles de la ciudad, cuidando de que ninguna otra persona viole la ley.”

Por otra parte, hay cada vez más ciudades en que los gremios de personas empleadas en servicios públicos dicen que, deplorablemente, no hay otra manera de lograr lo que ellos creen que merecen. Por lo tanto, huelgas paralizadoras de empleados municipales, a pesar de ser ilegales en muchos lugares, azotan a ciudad tras ciudad a medida que vencen los contratos.

Aprieto de dinero

Hay problemas mucho más profundos que yacen bajo estos síntomas visibles. Muchas ciudades grandes de los Estados Unidos y de otros países se hallan en un aprieto que ha venido a llamarse un “tornillo financiero”: Por una parte, la paga cada vez más alta en que insisten los empleados públicos eficazmente organizados y el costo elevadísimo de todo lo que una ciudad tiene que comprar, y, por la otra parte, los crecientes números de residentes pobres de la ciudad que requieren cada vez más servicios aunque los ingresos de la ciudad estén menguando.

A principios del año pasado este “tornillo financiero” se apretó hasta que la ciudad de Nueva York, la llamada “capital financiera del mundo,” se halló en un agarro mortífero. Los gastos de la ciudad habían aumentado a más del triple en diez años. Aun después de eliminar de sopetón miles de trabajos municipales y de los frenéticos esfuerzos que la rápidamente formada Corporación de Socorro Municipal hizo por reunir fondos, la ciudad siguió de semana en semana bajo la amenaza de derrumbe financiero. Y cuando el Estado de Nueva York intervino para ayudar, su propia integridad financiera inmediatamente empezó a desmoronarse.

Las ondas de choque económicas se extendieron rápidamente. La revista Business Week declaró lo siguiente:

“Los problemas de la Ciudad de Nueva York están envenenando el pozo para todos. . . . Ya hay estados y ciudades —hasta algunos que no se hallan en apuro financiero— que están topando con dificultades al tratar de conseguir dinero prestado, y están pagando precios más altos cuando logran conseguirlo. . . . muchos estados y ciudades quizás descubran que están deslizándose inexorablemente al mismo dilema en que está la Ciudad de Nueva York: o reducir los gastos y los servicios . . . o ver desplomarse su andamiaje financiero que está haciéndose cada vez más inseguro.”

Los angustiados gritos por ayuda federal provocaron la siguiente pregunta en otra revista que trata de asuntos financieros: “El tío Sam puede afianzar a Nueva York, pero ¿quién afianzará al tío Sam?” (Forbes, 1 de julio de 1975, pág. 42) ¡El gobierno federal de los Estados Unidos ya les debe a sus acreedores casi dos veces más de lo que percibe anualmente de los impuestos, mientras que la ciudad de Nueva York debe un poco más de los ingresos de un año!

Además, gran parte del sistema económico del mundo está fundado de igual manera: sobre capa tras capa de crédito. Y según el parecer de muchos analistas, Nueva York refleja en miniatura la estructura de crédito del mundo. “Crédito es fe,” hizo notar un funcionario de Nueva York. “La fe depende de la capacidad contributiva del prestatario. Si un prestatario importante como Nueva York no cumple, eso afecta las transacciones de crédito en todas partes.”

Detrás de este dilema financiero trascendente hay varios problemas municipales cuyas raíces profundas rehúsan desaparecer. Los barrios bajos que van extendiéndose lentamente aceleran la huida de la “clase media” a los suburbios, los empleados públicos se hacen más militantes, las nóminas de los que reciben beneficencia aumentan desmedidamente, las viviendas se deterioran, la contaminación se difunde y el crimen y la violencia medran. Estos problemas tienden a concentrarse en las ciudades grandes a un grado que excede por mucho lo que pudiera atribuirse solo a su población elevada, y en muchas ciudades estos problemas empeoran.

Una enfermedad mundial

“Nueva York simplemente fue la primera que sufrió el azote,” dijo Henry W. Maier, alcalde de Milwaukee. “Todas las ciudades grandes van por el mismo rumbo que Nueva York. Solo es asunto de tiempo.” Y las ciudades de los Estados Unidos no son las únicas en esta situación. Por ejemplo, el Daily Yomiuri del Japón informa que centenares de ciudades de esa nación están “a punto de ‘quebrar,’ con gastos que aumentan incontrolablemente.”—5 de octubre de 1975, pág. 2.

El alcance de los problemas de las ciudades grandes del mundo resalta cuando se considera que en los veinticinco años que han transcurrido desde 1950 ha habido 116 ciudades por todo el mundo que han ingresado en la categoría de poblaciones de “un millón,” en contraste con solo setenta y cinco ciudades que alcanzaron ese tamaño en todos los siglos anteriores. Estas metrópolis están brotando con mayor rapidez en los países del “tercer mundo” que son los que menos pueden enfrentarse a ello. Muchas de estas ciudades no solo reflejan los problemas a los cuales se enfrentan las ciudades de Occidente, sino también otros problemas que les atañen singularmente a su propia cultura.

“La situación es tal que ya una tercera parte de la gente que vive en Manila, Caracas, Kinshasa y El Cairo no son ciudadanos sino intrusos ilegales que viven en carpas, chozas de lata o casuchas sin agua o desagüe,” informa el Journal de Milwaukee. “Los peritos no ven alternativa... los barrios bajos y los sectores de casuchas y escualidez llegarán a ser la forma dominante de vida en las ciudades de muchos países antes de 1980.”

Sin embargo, una mirada retrospectiva revela que a menudo la vida en las ciudades fue muy diferente en el pasado. Kunle Akinsemoyin escribió lo siguiente para el Sunday Times de Lagos, Nigeria: “Recuerdo muy bien cuando la isla de Lagos era el orgullo de Nigeria. Eso fue en los días cuando era muchacho, hace unos 40 años o más. . . . la gente era amigable, presta para ayudar, cortés y hospitalaria.” Ahora él dice tristemente que la ciudad en que se crió está “adquiriendo rápidamente la reputación de ser una de las capitales más sucias del mundo.”

Probablemente un sinnúmero de ancianos que han vivido muchos años en las ciudades hallen que sus reflexiones cuadran con las del Sr. Akinsemoyin. ¿A qué se debe que muchos centros de civilización que antes eran vibrantes se enfrentan a reveses serios? ¿Tienen algún defecto fundamental las ciudades grandes?

[Ilustración de la página 4]

VÍCTIMA DEL APRIETO FINANCIERO

CASA MUNICIPAL

SUELDOS DE EMPLEADOS

COSTE DE SERVICIOS SOCIALES

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