La defensa triunfante
EL EGIPTO antiguo juntó caballos y carros, los implementos bélicos más efectivos de su tiempo. La proeza militar lo elevó, convirtiéndolo en la primera gran potestad mundial de la historia, e hizo que Egipto se sintiera tan consciente de su poder que un Faraón arrogante trató con desprecio los intereses mismos del Creador y su pueblo escogido que estaba entonces esclavizado en Egipto: “¿Quién es Jehová, para que yo oiga su voz y deje ir a Israel? No conozco a Jehová, ni tampoco dejaré ir a Israel.” (Éxo. 5:2) Pero el Faraón y todo Egipto supieron quién es Jehová al costo de la flor y nata de su ejército y su gobernante en el mar Rojo.—Éxo. 14:15-31.
Asiria sucedió a Egipto como conquistador duro, despiadado y sanguinario. Su dictadura militar allanó toda oposición hasta que Senaquerib la lanzó contra el pueblo de Dios, entonces establecido en su tierra prometida. En una sola noche el ángel de Jehová destruyó a 185,000 soldados, dispersando los restos arruinados del ejército en retirada desordenada.—Isaías, capítulos 36, 37.
Más tarde, la poderosa Babilonia ganó el título sin paralelo de “señora de los reinos”. Su ciudad capital estaba rodeada de muros de 344 pies de altura y 86 pies de ancho, un muro interior, foso y 25 puertas de bronce a cada lado. ¡Absolutamente inexpugnable, se decía! Mas una noche, mientras Belsasar blasfemamente estaba brindando a los dioses demoníacos con utensilios robados del templo de Jehová, la ciudad dada a borrachera fué sorprendida y saqueada por los medos y persas.—Daniel, capítulo 5.
Sucesivamente estas potestades con sus satélites dominaron los asuntos humanos, apoyando su autoridad con mayores fuerzas militares. La espada gobernó, pero nunca resultó en disuadir a la gente del conflicto armado. Esa regla ha probado ser cierta hasta este mismo día. Ahora, en la “edad cerebro”, las naciones todavía insisten en recurrir a la fuerza para arreglar las diferencias, y nada ha cambiado salvo las dimensiones de las guerras, que han aumentado.
Cristo amonestó de las consecuencias malas que resultan de confiar en armas carnales. Conocía las historias desastrosas de Egipto, Asiria, Babilonia y otros imperios semejantes. Sin duda vió en Roma otra nación con rumbo al mismo destino. Sea como fuere, en una ocasión aconsejó a un discípulo suyo que se mostró demasiado inquieto: “Vuelve tu espada a su lugar, porque todos aquellos que toman la espada perecerán por la espada.”—Mat. 26:52, NW.
Sus seguidores, Jesús insistió, deben instruir con la Palabra de Dios, no invadir con tanques, ejércitos y artillería. Tienen que hacer discípulos de “hombres de toda clase”, no asumiendo para sí el papel de jueces y ejecutores de la venganza de Dios. Jesús mismo, quien seguramente no es pacifista, ya ha sido nombrado para dirigir las fuerzas ejecutoras de Jehová en el Armagedón. En el ínterin la predicación bendita, el dar la amonestación, es la parte que les toca a sus seguidores terrestres, un curso que a veces es difícil debido a persecuciones y odio infundado por parte de los opositores. Por eso él nos dice: “Sigan amando a sus enemigos y orando por aquellos que los persiguen; para que prueben ustedes que son hijos de su Padre que está en los cielos, siendo que él hace que su sol se levante sobre gente inicua y buena y hace que llueva sobre gente justa e injusta.”—Mat. 24:14; 28:19; 1 Tim. 2:4; Mat. 5:44, 45, NW.
A pesar de que la carrera actual es la mayor carrera de armamentos de todo tiempo, algunos pensadores en puestos prominentes han expresado claramente que no confían en ella como una defensa segura de la paz. En 1949 Juan Fóster Dulles llamó a este curso “peligroso”, y en contraste con el poder económico y militar que “puede ser desarrollado bajo el estímulo de leyes y fondos designados para ese fin”, dijo él, “el poder moral no proviene de ningún acto del Congreso. Depende de las relaciones de un pueblo con su Dios.”
En un editorial que se publicó en el U. S. News & World Report del 26 de mayo de 1950, David Lawrence, el editor, deploró la noción derrotista de que “no hay salida salvo mediante amenaza y contraamenaza—y que la única manera de impedir la guerra es asustar a los rusos a creer que serán derrotados en la guerra”. Él preguntó mordazmente: “¿Por qué debe ser desechada como ‘impráctica’ e ‘idealista’ en la norma internacional la filosofía que Jesús enseñó? . . . ¿Es el cristianismo sólo algo a lo que prestamos servicio de labios en nuestras iglesias pero que rehusamos aceptar como código de conducta al tratar con un tal llamado enemigo? ¿No le damos consideración alguna a la posibilidad desafiadora de que todo un pueblo pudiera ser alcanzado por una demostración de humildad y paciencia cristianas? ¿Nos atreveremos a probar un verdadero acercamiento cristiano al pueblo ruso? Y si tratamos de hacerlo, ¿podremos pagar el precio que se requiere para lograr el mayor objetivo?”
Jesús obró en los intereses de la paz duradera del mundo infinito que ha de venir. (2 Ped. 3:13, NW) ¡Cuán insensato entonces confiar en carros, caballería, infantería o muros macizos—buenos para una hora breve de esplendor militar, pero seguidos por una eternidad de ignominia en el polvo inerte! Y ¿cómo podría tal sociedad del nuevo mundo esperar mantener paz en medio del odio y la rivalidad? No, las maneras que emplea el viejo mundo no sirven. Para el nuevo sistema de cosas Jesús enseñó: “‘Tienes que amar a Jehová tu Dios con todo tu corazón y con toda tu alma y con toda tu mente.’ . . . ‘Tienes que amar a tu prójimo como a ti mismo.’ De estos dos mandamientos pende toda la Ley, y los Profetas.”—Mat. 22:37-40, NW.
¿Debemos esperar hasta el nuevo mundo para esto, y en el ínterin defendernos contra el odio y la violencia expresada contra los cristianos ahora con más de lo mismo, pagando en la misma moneda y demostrando los beneficios del cristianismo con fuerza bruta y con un almacenamiento sorprendente de armas atómicas? ¿Se prueba así que uno es hijo de su Padre celestial? Si duda los resultados de tal curso, dé un vistazo al lastimoso, atemorizado y “práctico” mundo moderno que ha tratado de hacer eso. Los cristianos saben mejor. Saben que para predicar a este mundo en un esfuerzo para ayudar a cualesquier oyentes anuentes, no tienen que rebajarse a las normas bajas que éste sigue. En vez de eso ellos practican las cosas que sobrevivirán al Armagedón y que identifican a la sociedad del nuevo mundo: “amor, gozo, paz, longanimidad, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, gobierno de sí mismo,” todas partes componentes de la defensa triunfante.—Gál. 5:22, 23, NW.