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  • Dios resucitó a una nación
    La Atalaya 1973 | 1 de septiembre
    • “Así, pues, que suba a Jerusalén, que está en Judá, y reedifique la casa de Jehová el Dios de Israel —él es el Dios verdadero— la cual estaba en Jerusalén. En cuanto a cualquiera que quede de todos los lugares donde esté residiendo como forastero, que los hombres de su lugar lo ayuden con plata y con oro y con bienes y con animales domésticos junto con la ofrenda voluntaria para la casa del Dios verdadero, la cual estaba en Jerusalén.”—Esd. 1:3, 4.

      Cuando Ciro el Grande asoció así a Jehová con este acontecimiento inesperado, los israelitas supieron que Jehová era El responsable por abrir sus sepulturas en Babilonia y sacarlos vivos para más actividad en Su servicio y adoración en su desolado país de origen. Auxiliados por israelitas simpatizantes que entonces no podían dejar cómodamente a Babilonia, 42.360 israelitas respondieron al espíritu derramado de Jehová y entraron en vida en cuanto a la oportunidad de repoblar las colinas, montañas y valles del suelo de Israel, reedificar a Jerusalén y su templo y restaurar allí la adoración de Jehová. Más de 7.500 esclavos y cantantes profesionales no israelitas aceptaron el privilegio de ir con ellos para el servicio unido a Jehová. (Esd. 2:64-67) Esto en realidad era como una “fuerza militar grandísima.”—Eze. 37:10.

      UNA RESURRECCIÓN MODERNA

      El cumplimiento histórico de la visión que tuvo Ezequiel de la llanura de valle llena de huesos secos fue tan profético como la visión misma. En el libro de Revelación, escrito más de siete siglos después de la visión de Ezequiel, se señala a este cumplimiento futuro. Allí se describe la revivificación del Israel espiritual como sigue:

      “Cuando hayan terminado de dar su testimonio, hará guerra contra ellos la bestia salvaje que asciende del abismo y los vencerá y los matará. Y sus cadáveres estarán en el camino ancho de la gran ciudad que en sentido espiritual se llama Sodoma y Egipto, donde también el Señor de ellos fue fijado en el madero. Y los de los pueblos y tribus y lenguas y naciones mirarán sus cadáveres por tres días y medio, y no permiten que sus cadáveres sean puestos en una tumba. Y los que moran en la tierra se regocijan sobre ellos y gozan, y se enviarán dones los unos a los otros, porque estos dos profetas atormentaron a los que moran en la tierra.

      “Y después de los tres días y medio espíritu de vida procedente de Dios entró en ellos, y se pusieron de pie, y gran temor cayó sobre los que los contemplaban. Y oyeron una voz fuerte del cielo decirles: ‘Suban acá.’ Y subieron al cielo en la nube, y los contemplaron sus enemigos.”—Rev. 11:7-12.

      En el desenvolvimiento moderno de este cuadro profético los del resto de los israelitas espirituales cristianos fueron muertos, en lo que tocaba a su obra de profetizar y testificar públicamente y libremente. Esto sucedió en la culminación de la persecución international contra ellos en el último año de la I Guerra Mundial. Entraron en una condición espiritual como la de los huesos secos que vio Ezequiel en aquella llanura de valle, en Babilonia. (Gén. 11:2-9) El que continuaran en esta condición se representó como algo que duró tres días y medio, lo suficiente para que el rigor de la muerte se apodere de un cadáver. Sin embargo, en la primavera del año siguiente, 1919 E.C., “espíritu de vida procedente de Dios” entró en ellos y los resucitó a vigorosa actividad pública de nuevo en la predicación de “estas buenas nuevas del reino” internacionalmente. (Mat. 24:14) El que ‘subieran al cielo en la nube’ indicó que estaban separados religiosamente de la “gran ciudad que en sentido espiritual se llama Sodoma y Egipto” (Jerusalén antitípica o la cristiandad, el miembro religioso predominante de Babilonia la Grande, el imperio mundial de religión falsa). Llegaron a saber muy definitivamente que había sido Jehová quien había abierto sus “sepulturas” en Babilonia la Grande y los había sacado espiritualmente vivos, restaurándolos a su heredad espiritual apropiada.

      Lo que Jehová Dios hizo al resucitar tanto al Israel natural como al espiritual ilustra enérgicamente que sus promesas son confiables. También es digno de notarse que los hebreos antiguos, incluso el antepasado de los israelitas, Abrahán, creían en la resurrección de los muertos. Respecto a la fe de Abrahán en el poder de Jehová para vivificar las cosas muertas, leemos: “(Él [Abrahán] es el padre de todos nosotros, así como está escrito: ‘Te he nombrado padre de muchas naciones.’) Esto fue a la vista de Aquel en quien tenía fe, sí, de Dios, que vivifica a los muertos y llama las cosas que no son como si fueran.” (Rom. 4:16, 17) Aunque no ha de considerarse que representa la resurrección de los muertos humanos, la visión de Ezequiel de una llanura de valle llena de huesos secos está de acuerdo con la creencia en una resurrección. De modo que el cumplimiento de la visión suministra confirmación adicional de la esperanza de la resurrección.

  • Preguntas de los lectores
    La Atalaya 1973 | 1 de septiembre
    • Preguntas de los lectores

      ● ¿Es apropiado que un cristiano mande a esterilizar o a matar un animal domesticado?—EE. UU.

      No hay declaraciones específicas en las Santas Escrituras que excluyan el que un cristiano esterilice o le quita la vida a un animal.

      Según la ley mosaica, un animal castrado no era adecuado para sacrificio. Ésta declaraba: “[Un animal] que tenga los testículos comprimidos o aplastados o arrancados o amputados no deben presentarlo a Jehová, y en su tierra no los deben ofrecer.” (Lev. 22:24) Esta ley no prohibía específicamente la castración, pero evidentemente hacía que los israelitas se abstuvieran de esta práctica.

      Sin embargo, los cristianos no ofrecen sacrificios de animales; no están bajo la ley mosaica. (Rom. 6:14) Por consiguiente el mandato en Levítico 22:24 no les prohibiría que esterilizaran a un animal domesticado. Hay otros factores que gobiernan la decisión del cristiano tocante a lo que pudiera hacer a sus animales o por sus animales.

      La Biblia muestra que Jehová Dios dio al hombre dominio sobre la creación animal. (Gén. 1:28) Por lo tanto, puede usar animales para alimento y ropa. También puede matar animales que definitivamente son perjudiciales a su bienestar. (Gén. 3:21; 9:3; Éxo. 21:28, 29; 1 Sam. 17:34, 35) Los intereses y el bienestar legítimos del hombre siempre tienen precedencia.

      De modo que el cristiano tiene el derecho de determinar lo que considera lo mejor tocante a sus animales, incluso animales domesticados. Puede decidir si sería para el mayor bien de él o de su familia el hacer que un animal domesticado fuera esterilizado o se le diera muerte. Por supuesto, debe reconocer que el cristiano no maltrata cruelmente a los animales. Proverbios 12:10 dice: “El justo está cuidando del alma de su animal doméstico, pero las misericordias de los inicuos son crueles.” La persona que es brutal con sus animales, haciendo que sufran innecesariamente, muestra desatención a la creación de Dios; lo que considera ‘trato misericordioso’ realmente es “cruel.” El cristiano, por otra parte, reconoce las necesidades de sus animales y se preocupa por su bienestar. En el caso de un animal que padece de seria enfermedad o daño, o al cual no se le puede dar el cuidado apropiado sin imponerse cargas indeseables, quizás le parezca al cristiano que el proceder sabio y misericordioso sería el matarlo. El cristiano es responsable de tomar su propia decisión en cuanto a esto.

      ● ¿Cuál es la actitud de los testigos de Jehová para con el servir en un jurado?—EE. UU.

      Los testigos de Jehová reconocen que lo que la gente hace con referencia a servir en un jurado es un asunto personal, gobernado por los dictados de la conciencia.

      En lo que toca a ellos personalmente, los testigos de Jehová por lo general no creen que deberían sentarse como jueces de otros. Cuando afrontó una oportunidad de manejar una disputa legal, su Dechado el Señor Jesucristo la rechazó, diciendo: “¿Quién me nombró juez o partidor sobre ustedes?” (Luc. 12:14) El apóstol Pablo hizo surgir preguntas similares en su carta a los corintios: “¿Qué tengo yo que ver con juzgar a los de afuera? ¿No juzgan ustedes a los de adentro [la congregación cristiana], mientras Dios juzga a los de afuera?”—1 Cor. 5:12, 13.

      Por otra parte, también, muchas personas

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