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  • La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1977
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La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1977
w77 15/2 pág. 103

Ponderando las noticias

¿Se aboga por automutilación?

● Un estudiante de dieciocho años de la Universidad de Washington recientemente se sacó el ojo derecho y se cortó la mano derecha. La policía de la universidad dice que, en camino al hospital, el joven citó estas palabras: “Si tu ojo derecho te hace pecar, sácalo y tíralo; mejor es que pierdas uno de tus miembros a que todo tu cuerpo sea echado en el infierno. Y si tu mano derecha hace que peques, córtala y tírala; mejor es que pierdas uno de tus miembros a que todo tu cuerpo vaya al infierno.”—Mat. 5:29, 30, “Revised Standard Version.”

Personas que hayan leído el informe periodístico de este incidente de mutilación quizás se pregunten cómo debe entenderse esta declaración que hizo Jesucristo. El arrancarse el ojo y el cortarse la mano aquí no han de aplicarse literalmente.

La aplicación que ha de hacerse se declara en Colosenses 3:5-7: “Amortigüen, por lo tanto, los miembros de su cuerpo que están sobre la tierra en lo que toca a fornicación, inmundicia, apetito sexual, deseo perjudicial y codicia, que es idolatría. Por causa de esas cosas la ira de Dios viene. En esas mismísimas cosas ustedes, también, anduvieron en un tiempo cuando vivían en ellas.” Por eso, el derrotero apropiado no es mutilarse uno, sino amortiguar los miembros de su cuerpo para con el pecado.—1 Cor. 9:27.

La conciencia en acción

● Dios creó al género humano con un sentido inherente de conciencia. Es por eso por lo que en las sociedades ateas “las naciones que no tienen ley hacen por naturaleza las cosas de la ley. . . . Su conciencia da testimonio con ellos y, entre sus propios pensamientos, están siendo acusados o hasta excusados.”—Rom. 2:14, 15.

Por ejemplo, aunque el adulterio es más común que nunca antes en estos “últimos días,” como predijo la profecía bíblica, a la mayor parte de la gente que se envuelve en ese proceder le remuerde la conciencia. En Francia, se supo por una encuesta que a solo el 8 por ciento de las personas a quienes se interrogó en cuanto a la infidelidad marital les parecía “agradable.” Para muchas otras personas era cosa que les perturbaba la conciencia en diversos grados, y para una gran cantidad de personas era totalmente “inconcebible.” De modo que aunque el pensamiento y la conducta incorrectos pueden cauterizar la conciencia, por lo general la gente se siente ‘acusada’ por ella cuando se envuelve en infidelidad marital. Una razón fundamental de esto es que el adulterio está contra la ley de Dios.—1 Cor. 6:9.

Pagando por enfermedad venérea

● Un insólito fallo de un tribunal de Wyoming, E.U.A., recientemente le concedió a una señora el pago de 1,3 millones de dólares en indemnización por parte de un hombre que supuestamente la había infectado con una enfermedad venérea. El testimonio de ella reveló que ella había participado voluntariamente en relaciones sexuales con el hombre, pero que él no le dijo que tenía gonorrea hasta la última vez. Ella se quejó de dolor y daño a sus órganos reproductivos por causa de la enfermedad, que quizás le haga imposible el tener hijos.

Su abogado declaró que “este caso representa la proposición de que los ciudadanos tienen el derecho de ser protegidos contra el ser infectados negligentemente con enfermedades venéreas . . . por los mismos derechos que los protegen contra conductores negligentes o los fabricantes negligentes de un producto.”

Pero ¿hubo negligencia solo por parte del que produjo la infección? ¿Son esas personas las únicas responsables de los 2,6 millones de casos de gonorrea que se calcula que hay en los Estados Unidos? ¿O está la culpa en el ambiente moral que permite o promueve las relaciones sexuales ilícitas fuera del matrimonio honorable? El que haya un precio que pagar por tal conducta solo es de esperarse. “De Dios uno no se puede mofar,” dice la Biblia. “Porque cualquier cosa que el hombre esté sembrando, esto también segará; porque el que está sembrando teniendo en mira su carne, segará de su carne la corrupción.”—Gál. 6:7, 8.

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