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El abuso de las drogas aprieta su agarro global¡Despertad! 1978 | 8 de marzo
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El abuso de las drogas aprieta su agarro global
POR algún tiempo se designó a los Estados Unidos como la zona industrial que tiene los peores problemas con las drogas. Ahora eso ha cambiado. La revista bélgica de noticias To the Point International informa: “La policía ahora cree que Europa se enfrenta a una epidemia de heroína.”—21 de marzo de 1977.
Durante 1976 la policía europea embargó más heroína ilegal que los luchadores contra el crimen estadounidenses. Se dice que actualmente en los países del Mercado Común Europeo hay 100.000 individuos aficionados a las drogas, y que, en 1976, 2.000 murieron debido al hábito.
En Portugal, los oficiales confiesan que el abuso de los drogas está alcanzando la ‘magnitud de una calamidad nacional.’ Se dice que se usan más drogas por persona allí que en todo otro país de Europa.
“Estamos perdiendo la lucha,” dice el operador de una clínica de drogas francesa. “Siempre que avanzamos un centímetro, nos sucede algo que nos hace retroceder un kilómetro.”
Las muertes relacionadas con los narcóticos reflejan este aumento repentino en el abuso de las drogas en Europa. Por ejemplo, las muertes en Francia debido a dicho abuso aumentaron de 13 en 1973 a 59 en 1976; en Alemania, de 104 en 1973 a 156 en la primera mitad de 1976; y en Italia, de una muerte en 1973 a 30 en los primeros seis meses de 1976.
Pero Europa no es la única parte del mundo que siente que el abuso de las drogas está apretando su agarro. El Far Eastern Economic Review informa:
“En el Sudeste de Asia el traficar en drogas fuertes y el enviciarse con ellas ha alcanzado un nivel horroroso. En Hong Kong, según un cálculo confiable, aproximadamente una persona de cada cuarenta y tres está enviciada con el opio o la heroína. En Tailandia, donde era tradicional pensar de los narcóticos como un ‘problema europeo,’ se cree que el número de la floreciente población de aficionados a la heroína va de 300.000 a 600.000. Los informes de Singapur y Malaysia son igualmente alarmantes.”—30 de abril de 1976.
En Singapur, a pesar de las penas severas, la afición a las drogas conocida se multiplicó ocho veces, y el número de arrestos de los vendedores de drogas se triplicó de 1974 a 1975. Entre 1971 y 1975 se cuadruplicó el número de arrestos japoneses relacionados con las drogas. Y en la región de Melbourne, Australia, los arrestos relacionados con la marihuana o mariguana aumentaron por un 60 por ciento de 1974 a 1975. En Melbourne el Age comenta: “Se usa extensamente entre todo nivel de la sociedad australiana.”
Tampoco ha eludido el agarro de las drogas el continente africano. La Comisión de las N.U. sobre drogas narcóticas recientemente llamó “grave” la situación de las drogas al sur del Sáhara.
Tampoco ha desaparecido el problema que los Estados Unidos tiene con las drogas. Un estudio reciente del Departamento de Defensa revela que casi la mitad de todos los soldados en el ejército usan las drogas con regularidad. Esta proporción es casi el doble de la que se halló en un estudio parecido realizado hace cinco años. Pero el aspecto más trágico del problema es el uso de las drogas entre los jóvenes.
Aumenta entre los jóvenes
Una investigación gubernamental reveló que en 1976 más de la mitad de los estudiantes en su último año en las escuelas secundarias de los Estados Unidos habían probado la marihuana, y casi la tercera parte de los que estaban en su último año confesaron que estaban usando la droga... uno de cada doce estudiantes la usaba todos los días. En otros países también se refleja la tendencia a esta droga y a otras más perjudiciales.
“Se puede hallar heroína en toda escuela secundaria, universidad y centro de jóvenes,” dijo preocupadamente un consejero sobre las drogas en Alemania Occidental. “La situación es catastrófica”
“La afición de los jóvenes también es un problema que aumenta en Hong Kong,” dice el Far Eastern Economic Review. Y un oficial italiano hizo notar que, en su país, “parece que cada día las víctimas son personas más jóvenes.”
Debido a las tremendas ganancias que se pueden obtener, los sistemas para distribuir las drogas se han encargado de que los narcóticos les sean fáciles de obtener a los jóvenes en las escuelas. “Es tan fácil obtener drogas en las escuelas como lo es obtener papel de escribir,” informa un comité estadounidense.
Este mismo comité gubernamental también declaró que estudiantes narcotizados acostumbran dormir en sus escritorios sin que las autoridades escolares los molesten. ¿Por qué? “Los maestros nos avisaron que temen tomar acción alguna respecto a las drogas,” dice el informe, “porque ni las autoridades escolares ni los padres del niño los apoyarán.” Los jóvenes que quieren aprender se ven obligados a estar continuamente rodeados de este ambiente inquietante y nocivo.
Autoridades imposibilitadas
Cuando el alcalde de la ciudad de Nueva York y otros funcionarios de la ciudad se escondieron en un camión de la policía disfrazado a fin de observar por sí mismos las transacciones de los narcóticos, el alcalde “quedó algo turbado por lo que vio,” dijo su secretario de publicidad. “Se asombró al ver la manera abierta en que esto se lleva a cabo y la incapacidad del sistema actual para tratar con el problema.”
La publicación To the Point International explica: “El problema solo puede empeorar, porque siempre está presente la demanda y las fuentes son los agricultores, elaboradores y vendedores más despiadados del mundo.”
Una agencia del gobierno estadounidense recientemente propuso que el ejército se encargara de la “guerra” contra las drogas. El Subcomité de las Investigaciones Permanentes del Senado dijo que solo el ejército posee “los vehículos de aire y tierra que se necesitan para perseguir y alcanzar a los traficantes de drogas.”
Pero, en realidad, la solución no estriba en una ejecución más rigurosa de las leyes. Como comentó Francois Le Mouel, jefe de la patrulla francesa contra los narcóticos, el abuso de las drogas “parece ser un problema de la civilización en general.” El estilo de vida, la filosofía y las metas de la “civilización” actual han dejado un vacío que muchos están llenando con drogas.
“¿Y por qué no?” opinan ellos. “Las autoridades hasta han exagerado el peligro de usar las drogas. Algunas drogas son tan inocuas como el echarse un trago.” ¿Es cierto eso? Note la respuesta en el artículo siguiente.
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. . . Pero ¿son peligrosas todas las drogas?¡Despertad! 1978 | 8 de marzo
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. . . Pero ¿son peligrosas todas las drogas?
“SOY un estudiante de 17 años de edad en mi último año de la escuela secundaria y he estado fumando marihuana por más o menos un año,” escribió un joven a un periodista encargado de dar consejos médicos en una columna del Post de Nueva York. “Muchos de mis amigos usan drogas,” continuó él, “y dicen que lo único que hay que evitar son las drogas fuertes... la marihuana está bien. ¿Qué opina usted?”
La opinión de que la marihuana es inocua se hace cada vez más común. La abundancia de testimonio contradictorio procedente de la comunidad científica es una razón por la cual se abriga esta opinión. Parece que cada vez que sale un estudio que acusa la droga sale otro que la disculpa.
Sus propugnadores hasta señalan a ciertas propiedades medicinales útiles. Dicen que suministra algún alivio de los síntomas del glaucoma y del asma, y que también disminuye las náuseas y vómitos asociados con la quimioterapia empleada en el cáncer. Además, ya han empezado a investigar sus efectos en la epilepsia, el sueño y el apetito.
Armados con comentarios tan favorables, muchos creen que la marihuana no encierra más peligro que el alcohol o el tabaco, y posiblemente menos. Creen que los gobiernos que prohíben el uso de la droga están defraudando a su pueblo de los placeres que ésta aporta. Por eso, en algunos países, se ejerce gran presión para “descriminalizar” la marihuana.
No es el propósito de ¡Despertad! comentar respecto a si se deben legalizar ciertas drogas o no. La historia indica que muchas personas obtendrán lo que quieren prescindiendo de su legalidad. A muchos individuos simplemente no les importan las consecuencias médicas de sus acciones, como lo ilustra la tremenda cantidad de personas que usan tabaco a pesar del testimonio abrumador respecto a sus peligros.
Pero aquellos a quienes sí les importan las cuestiones médicas y/o morales deberían tener suficiente información sobre la cual basar una decisión informada. Con este propósito, se presenta lo siguiente.
¿Se equivocan al acusar la marihuana?
Incitado por los hallazgos contradictorios sobre los efectos de la marihuana, un reportero del Journal de Milwaukee recientemente le preguntó a un científico: “O es dañina la marihuana o no lo es. ¿Por qué no pueden ustedes los peritos llegar a un acuerdo en esta controversia?”
Hardin Jones, profesor de física médica en la Universidad de California, respondió:
“Obtenemos respuestas diferentes porque hacemos preguntas diferentes. Por ejemplo, si uno mira solo al principio del uso de la marihuana, o al uso poco frecuente, ve muy poco daño. Pero yo he sido entrenado a buscar los efectos de su uso durante un período largo. Y hallé evidencia de esta clase a montones.”—29 de mayo de 1977, pág. 28.
Un factor que contribuye a estos “efectos de su uso por un período largo” es el ingrediente activo de la marihuana, el THC (tetrahidrocannabinol), que se acumula en los tejidos adiposos del cuerpo como en las neuronas del cerebro y las células embrionarias de los testes y los ovarios. Esto contrasta con el alcohol, que se disuelve en el agua y que al ser introducido en el cuerpo es completamente cambiado en unas horas, gracias al metabolismo, en agua y anhídrido carbónico. El THC todavía puede detectarse semanas después de haberse ingerido.
Aunque hay desacuerdo en cuanto al grado de nocividad de la acumulación de este THC, vale la pena considerar algunos efectos sobre la mente que han sido extensamente divulgados. El Dr. Jones afirma que, entre otras cosas, “los padres y los maestros ciertamente se dan cuenta de los grandes cambios que ocurren en la personalidad de los jóvenes que la usan.” Añade: “Jamás los veo con ojos brillantes o rostro radiante.”
Y el Dr. John A. S. Hall, presidente del Departamento de la Medicina en el Hospital de Kingston, Jamaica, está de acuerdo en que “cambios de personalidad entre los que fuman ganga [marihuana] . . . se observan comúnmente en Jamaica.” Entre otros síntomas que mencionó están la apatía, el retraerse de la realidad y el no poder, o no querer, concentrarse prolongadamente.
Nótese como prueba eficaz de que la marihuana sí afecta a la mente el hecho de que, después de la heroína, se informa que esta droga ocupa el segundo lugar como causa principal del ingreso de pacientes a los hospitales mentales sostenidos por fondos federales de los EE. UU. Reveló algo parecido el Dr. Pierre C. Haber en lo siguiente que escribió en una carta a la revista New York: “Durante una visita a un hospital siquiátrico en Salé, Marruecos, vi una cuadra entera de pacientes hospitalizados como resultado de fumar cannabis [cáñamo] por largo tiempo.”
Si estas acusaciones son ciertas, sería razonable esperar ver el daño mental reflejado en las relaciones sociales que estas personas tienen con otros. ¿Hay evidencia de esto?
Efectos en las relaciones humanas
El American Medical News nos informa que aunque un estudio de tres años que se realizó recientemente para el Instituto Nacional de los EE. UU. sobre el Abuso de las Drogas minimizó el daño físico causado por la marihuana, éste halló “diferencias significativas en la estructura de la familia de los que la usan en comparación con los que no la usan.” El estudio declaró: “En nuestro estudio el fumar mucha marihuana tenía correlación con una vida de familia desordenada.”
Sirve como ejemplo extremo de este desorden de familia lo que ocurrió recientemente en Texas, donde un padre fue enjuiciado por haber matado a su hijo de veinte años de edad. Al relatar las circunstancias que lo llevaron a matar a su hijo, el padre dijo: “Sentía mucho orgullo por él, y disfrutábamos de hacer toda clase de cosas juntos... hasta que todo esto sucedió hace tres años.”
El hijo empezó a usar Valium (un tranquilizante) y marihuana. “Cambió, cambió por completo,” dijo en agonía el padre. “Yo pensaba que lo habíamos enderezado, y luego él empezaba de nuevo. Conseguía un trabajo, luego lo abandonaba y gastaba el dinero en esta basura. Insistía en que estaba bien.”
Por supuesto, rara vez son tan extremos los efectos dañinos de la marihuana en la familia, pero ¿vale la pena perjudicar las relaciones que tenemos con las personas más allegadas a nosotros en cambio por el placer temporáneo?
También hay otras relaciones que pueden ser afectadas. Un maestro de escuela secundaria escribió a la revista Psychology Today y alabó uno de sus artículos porque “desbarató la mitología respecto a los efectos de esta droga [marihuana].” El artículo había favorecido de modo general la marihuana desde un punto de vista médico. No obstante, este maestro añadió:
“La presencia en mi sala de clase de estudiantes en un estado de euforia artificial me está causando alarma. Yo sería el último en decir categóricamente que sus habilidades intelectuales han sido reducidas como resultado del uso de las drogas, pero sí he notado que cuando se trata de un grupo, parece que la persona en dicho estado tiene dificultad en comunicar verbalmente hasta las ideas más sencillas a la persona que no usa las drogas, y viceversa. . . . Esta borrachera ‘inocua’ de alguna manera ha edificado un muro.”—marzo de 1977, pág. 8.
No solo revela algo acerca de esta droga el efecto que tiene en los usuarios mientras están bajo su influencia, sino el mismo hecho de que a menudo la usan en tiempos inoportunos. Así, el deseo de la marihuana puede arruinar el buen juicio de uno. En vez de tenerla limitada al “recreo” personal, a menudo dejan que estorbe las actividades necesarias de la vida. Los que la usan tienden a hacer que su vida gire en torno de su propio placer, y a menudo se muestran muy desatentos a otros. Su juicio impedido hasta puede llegar a ser un peligro potencial a personas inocentes. ¿Cómo?
Riesgo para otros
“Lo que principalmente me preocupa acerca de esta droga,” dice el Dr. Robert L. DuPont, director del Instituto Nacional de los EE. UU. sobre el Abuso de las Drogas, “es su posible efecto en los accidentes automovilísticos en este país.”
La publicación Medical Letter suministra algunos detalles acerca de este riesgo, al informar que:
“el 42 por ciento de los que usan dosis pequeñas (4,90 mg THC por cigarrillo) y el 63 por ciento de los que usan dosis fuertes (8,40 mg THC por cigarrillo) mostraron una disminución en su capacidad para conducir después de fumar un cigarrillo de marihuana. El comportamiento insólito incluyó ‘el pasar por alto semáforos o señales de alto; . . . el no darse cuenta, o el darse cuenta inadecuadamente, de los peatones o vehículos estacionarios.’”
¿Cree usted que personas cuyo juicio es tan defectuoso que vienen a las salas de clase en su “estado de euforia artificial” se mostrarán refrenados al conducir un automóvil? Por lo tanto, escasamente puede decirse que el uso de esta droga sea solo un asunto “personal.” Puede afectar o posiblemente lastimar a miembros de la familia, compañeros de escuela o de trabajo y hasta a los extraños.
Y aunque la controversia científica que se realiza actualmente tiende a oscurecer los peligros médicos de la marihuana, esto no quiere decir que no existan ciertos peligros que no se disputan.
Peligros médicos ya demostrados
Aparte de los peligros que son todavía tema de disputa como el daño al cerebro, la inhibición del crecimiento celular, la reducción en la producción de espermatozoides, daño a los cromosomas y otros daños, hay otros peligros médicos acerca de los cuales hay poco desacuerdo.
Uno de éstos es el daño a los pulmones. “La marihuana irrita el sistema respiratorio mucho más que el tabaco,” declara el Dr. Nicholas A. Pace, presidente de la Afiliada de la Ciudad de Nueva York del Consejo Nacional sobre el Alcoholismo. “Se requiere 20 años de fumar excesivamente para producir la misma clase de sinusitis, faringitis, bronquitis y enfisema graves que se produce con tan solo un año de fumar marihuana todos los días.”
Además, Medical Letter informa acerca de una investigación que mostró que “el humo de los cigarrillos de marihuana, lo mismo que el humo de los cigarrillos de tabaco, acelera la transformación maligna de las células pulmonares en la cultura de tejidos.” El Dr. Hardin Jones también hace mención de este peligro del cáncer al decir: “Las biopsias de los bronquios de 30 soldados estadounidenses en Alemania que fumaron de 25 a 30 gramos de hachís (de la misma planta que la marihuana pero más rico en THC) al mes por unos meses mostraron que 24 de ellos tenían lesiones precancerosas.”
Por lo tanto, no se puede descartar todo peligro de la marihuana a la salud como asunto todavía disputable.
¿Qué hay de la cocaína?
Otra droga que muchos han considerado relativamente “inocua” es la cocaína. Ha llegado a ser el juguete de los ricos y famosos y de otros que tienen con qué comprarla o pueden robar suficiente dinero para conseguirla. Hace menos de un siglo, se mezcló la cocaína con un producto de vino que se ganó la alabanza de cuatro reyes europeos de los presidentes estadounidense y francés, del gran rabino de Francia y de los papas Pío X y León XIII, el cual le presentó una medalla de oro al hacedor. Aun reforzaban la gaseosa Coca-Cola con cocaína durante sus primeros 17 años, hasta que la cafeína reemplazó el estimulante alrededor de 1903.
Un escritor describe así la sensación que produce la cocaína: “Causa una impresión inmediata en el cerebro y aviva las conexiones de puro placer . . . El cerebro cargado de cocaína es un aparato de jugar pinball que funciona enloquecidamente y hace fulgurar luces azules y rosadas en un paroxismo eléctrico.” Otro dijo: “Bajo el efecto de la cocaína me siento como un rey.”
Pero ¿qué precio se paga por este breve escape de la realidad? El Dr. Andrew Weil, investigador de Harvard, explica que la “cocaína no le da energía milagrosamente al cuerpo; simplemente libera energía que ya está químicamente almacenada en ciertas partes del sistema nervioso. Por consiguiente, cuando pasa el efecto inmediato de la droga, uno se siente ‘abatido’... con menos energía de lo normal.”
“Me arrojo desde las alturas del cielo a las profundidades del abismo,” dice un usuario. Otro dice: “Me siento fácilmente ofendido ante la crítica. Usted no quisiera estar cerca de mí cuando estoy bajo el efecto de la cocaína.”
Recientemente el Instituto Nacional sobre el Abuso de las Drogas terminó un estudio de la cocaína al cual dedicó cuatro años, y en su informe dijo que, lejos de ser una fuente de recreo inocuo, la cocaína es de las “drogas abusadas con graves consecuencias” y entre sus efectos secundarios se incluyen la ansiedad, insomnio, delirios paranoides y hasta la muerte.
¿Vale la pena?
Algunos pueden presentar el argumento de que la cocaína, al igual que la marihuana, también se usa con propósitos médicos. Por lo tanto creen que tiene que ser inocua. Pero el sencillo hecho de que se use una droga con buen éxito en el tratamiento de los enfermos no quiere decir que no sea peligrosa. “Es notorio que hasta las drogas más beneficiosas poseen efectos adversos,” escribe un profesor de farmacología. “Lo mejor que se puede decir acerca de cualquier droga es que sus efectos beneficiosos superan a sus efectos dañinos... para la mayoría de los pacientes, la mayor parte del tiempo.”
Por eso, se considera que el tomar cualquier droga al tratar de curar un mal mayor representa un riesgo calculado. El enfermo o su médico tienen que decidir si se debe correr el peligro o no. Pero ¿qué motivo hay para tomar una droga que causa daño si no existe razón médica para hacerlo? ¿Debe la persona envenenar su cuerpo simplemente en busca de placer momentáneo? “Limpiémonos de toda contaminación de la carne y del espíritu,” es la respuesta de sentido común que se halla en la Biblia.—2 Cor. 7:1.
Pero tal vez insistan algunos en que el uso de la marihuana o cocaína en nada difiere del uso de las bebidas alcohólicas, que se consideran aceptables en la mayoría de las sociedades. “Si el alcohol está bien, ¿por qué no la marihuana y la cocaína?” razonan ellos.
Primero, pudiera mencionarse que la mayoría de la gente usa las bebidas alcohólicas como forma de refresco líquido y para descansar, no para emborracharse. Como se explicó anteriormente, el cuerpo trata el alcohol de modo parecido a la manera en que trata el alimento, pues lo asimila con rapidez relativa. Sin embargo, es otro asunto cuando alguien abusa del alcohol a tal grado que se le tuerce el pensar. Esto hace surgir la cuestión verdadera: ¿Puede considerarse moralmente correcto como forma de recreo el que uno use cualquier droga o el alcohol, si lo hace principalmente para alterar la mente?
A este respecto es de interés que, aunque la Biblia aprueba el vino alcohólico como bebida, no lo aprueba como torcedor de la mente: ‘Los borrachos no heredarán el reino de Dios.’—1 Cor. 6:9, 10.
El principio es parecido en el caso de la marihuana y/o de la cocaína. No sirven de alimento ni bebida. Se usan principalmente para alterar el estado mental de uno. Esto causa daño de varias maneras.
El emborracharse con cualquier droga, o con alcohol, expone a las personas a actuar de maneras que pueden diferir mucho de lo que harían si tuvieran pleno control de sí mismas. Por ejemplo, el perder el control de sí mismo puede hacer que el individuo caiga en promiscuidad sexual y sufra de sus consecuencias de enfermedad, ilegitimidad y hogares desbaratados. Para evitar esos problemas, la Biblia insta que “sepa cada cual controlar su propio cuerpo . . ., sin dejarse arrastrar por la pasión, como los paganos.”—1 Tes. 4:3-5, Nueva Biblia Española.
Pero, por lo general, la persona que está bajo el efecto de drogas como la marihuana y la cocaína no tiene ‘en control su propio cuerpo.’ La droga tiene el control. Pero la gente necesita todas sus facultades a fin de enfrentarse a las presiones actuales y para protegerse de las atracciones engañosas que pueden llevar a la enfermedad y congoja. La Biblia prudentemente señala que “la habilidad misma para pensar te vigilará, el discernimiento mismo te salvaguardará, para librarte del mal camino.”—Pro. 2:11-13.
El que se siente tentado a usar drogas pudiera preguntarse: ¿Por qué busco la irrealidad que las drogas producen? ¿Necesita una persona saludable, equilibrada, buscar su placer alterando la función normal de su cerebro? ¿No es cierto que toda la experiencia de las drogas es egocéntrica, debilitadora de la integridad y dañina a la salud?
El uso de las drogas, como declaró el Dr. Hardin Jones, “realmente destruye el placer de ser una persona saludable, vigorosa y activa.” La joven pareja del artículo siguiente aprendió por experiencia cuán cierto eso es, pero también aprendió a hacer que su vida fuera llena y satisfaciente sin drogas.
[Comentario de la página 7]
“En nuestro estudio el fumar mucha marihuana tenía correlación con una vida de familia desordenada.”—Estudio del Instituto de los E.U.A. sobre el Abuso de las Drogas
[Comentario de la página 8]
‘Un solo año de fumar marihuana todos los días produce la misma clase de sinusitis, faringitis, bronquitis y enfisema graves que 20 años de fumar excesivamente.’—Dr. Nicholas A. Pace
[Ilustración de la página 9]
Un hombre aspirando cocaína
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El abuso de las drogas... nuestro “viaje” de ida y vuelta¡Despertad! 1978 | 8 de marzo
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El abuso de las drogas... nuestro “viaje” de ida y vuelta
SI USTED llegara a conocernos probablemente nos consideraría muy parecidos a cualquier otra pareja joven que pudiera conocer. La diferencia es que Natalia y yo estuvimos enviciados con las drogas. Tal vez el relatar nuestra experiencia ayude a otros que están esclavizados a las drogas, pero que desean librarse y llevar vidas útiles. Posiblemente también ayude a los padres de jóvenes que están dejándose tentar por las drogas.
Cuando recuerdo el tiempo en que, como adolescentes, éramos consumidores de drogas, me horroriza el pensar en algunas de las cosas espeluznantes que infectaban nuestra existencia, pues eso es lo que era, simplemente una existencia.
Ni Natalia ni yo sufrimos como los llamados niños de “circunstancias desventajosas.” Vivimos en “respetables” vecindades suburbanas, y éramos de familias que probablemente se clasificarían con las familias estadounidenses de la clase obrera típica y de la clase media superior. Sin duda nuestros padres creían que estaban criando a sus hijos en zonas “libres de peligro.” Pero permítaseme enfatizar un punto sumamente importante.
No existe tal cosa como una zona geográficamente libre de peligro en la que uno pueda proteger a sus hijos de estar expuestos a las drogas. Muy a menudo los padres se inclinan a calmar su mente con el engaño de que la escena de las drogas está asociada con las condiciones de vida de las personas que no gozan de las ventajas de la mayoría. Eso sencillamente no es cierto. Las drogas de toda clase han penetrado en casi toda comunidad. Si una persona quiere drogas, puede hallarlas. Es asunto de realmente quererlas no de dónde uno viva.
Yo, por ejemplo, fui criado por padres devotos, industriosos. Pasé una niñez feliz y llevé una vida normal, activa. Se me enseñó el valor de trabajar, y yo cumplía con mi responsabilidad de familia. En la escuela sacaba calificaciones excelentes y estaba interesado en la ciencia y la matemática. Deseaba con todo mi corazón ser piloto aviador o astronauta. Cuando era muchacho, John Glenn era mi “héroe.”
Pero la realidad es que, cuando pasé de los doce años de edad, quedé aburrido con la vida. Quería “excitación,” y me envolví en pequeñas infracciones de la ley... “simplemente para divertirme.” Alrededor de ese tiempo, en 1964, mi familia se mudó a un pueblo acomodado en las afueras de Nueva York.
Recuerdo vívidamente que mientras nos dirigíamos en automóvil a nuestro nuevo hogar, yo me resolví a cambiar mi estilo de vida, a no quedarme con los “no adaptados,” como tildaba yo a los jovencitos que se portaban bien. Empecé a buscar a individuos de mi mismo parecer con quienes asociarme. Entramos en la competencia de aceptar todo reto. Yo quería ser el más importante e influyente de nuestro grupo. Así es que el tomar drogas vino a ser un paso inevitable. Mis padres ignoraban por completo este cambio en mi modo de pensar y comportamiento.
El iniciarme fue tan sencillo: Una bocanada “inocente” en un cigarrillo de marihuana; luego otro y otro. Poco tiempo después pasé adelante al LSD, heroína, barbitúricos, a aspirar fluidos que sirven para limpiar... ¡probé cuanta cosa había!
Lo que pueden hacer las drogas
Un día un amigo y yo conseguimos unos polvos para asma. Tratamos de comer la sustancia, beberla, fumarla, aspirarla. Por fin se apoderó de mí un estupor narcotizado. De algún modo logré llegar a casa. Era la hora de cenar. Logré sentarme a la mesa, pero sufría la sensación de que tanto la mesa como toda la comida en ella se estaban cayendo al suelo. Nada se quedaba quieto.
Dejé la mesa y me fui tropezando y andando a tientas al piso de arriba. Eso es lo último que recuerdo. Me halló mi madre en el armario de mi hermana, desnudo en lo oscuro, jugando con unas muñecas. Cuando ella prendió la luz, me levanté de un salto, corrí por el corredor y me caí por la escalera. A fuerza mi padre me restringió hasta que llegó una ambulancia. El médico llegó a tiempo para administrarme un antídoto, y se salvó mi miserable vida.
No sentía pena alguna, ni siquiera después de las escapadas milagrosas de las cuales habría de tener muchas. No obstante, en lo recóndito de mi pensamiento, sí tenía cierto sentido de culpa.
Llego a conocer a Natalia
Natalia, que más tarde llegó a ser mi esposa, es de una familia de la clase media superior. Sus padres proveían bien los medios de vida para ella. Se le enseñó a ser niña ejemplar y le hicieron sentir que ella era algo especial. Lo que ella razonablemente podía esperar del futuro era disfrutar de sus años escolares y luego contraer un buen matrimonio. Por esto quiero decir casarse con un joven de su clase social que le suministrara las cosas en el estilo de vida a la cual ella estaba acostumbrada.
La familia de Natalia se mudó a nuestra población más o menos al tiempo que ella ingresó en la escuela secundaria. Un día la invité a salir conmigo. Ella rehusó, porque yo era notorio entre los jóvenes como usuario de drogas. Pero a medida que se extendió la popularidad de las drogas, también aumentó la cantidad de jóvenes en nuestra población que las usaban, y entre ellos estaba Natalia.
Ella también empezó con marihuana. ¿Se debía a que ella quería escapar, o anhelaba excitación? No, simplemente tenía curiosidad. En breve estábamos concertando citas constantemente, y juntos gratificábamos nuestro deseo vehemente y mutuo de las drogas. Dos jovencitos normales de “buenas” familias y residentes de “buenas” vecindades se habían hecho esclavos a las drogas, y partícipes en hechos asociados con el uso de las drogas.
Engaño y evasión
Ni Natalia ni yo jamás hablamos con nuestros padres acerca de nuestro hábito de tomar drogas. En realidad, nos esforzamos bastante por engañarlos. Tal vez lo sospechaban, pero en tal caso nunca lo mencionaron. Si lo sabían, probablemente querían engañarse a sí mismos y creer que no era así. Estoy seguro de que mi madre todavía me veía como “Juanito el niño típico de los Estados Unidos.”
Uno de nuestros engaños favoritos después de usar drogas, era el bebernos una lata de cerveza justamente antes de regresar a casa. Yo llegaba en condiciones de apenas poder subir al piso de arriba, y mis padres decían: “¡Oh, éste ha bebido un poco más de lo debido!” Tan fuerte era su deseo de no reconocer la posibilidad de que su hijo usaba drogas que preferían aceptar el que yo estuviera aficionado a otra práctica igualmente dañina, pero más aceptable socialmente... el uso excesivo del alcohol.
La policía de nuestro pueblo sospechaba que yo usaba drogas, pero nunca podían hallarlas en mi persona. Vez tras vez me detenían y me examinaban detenidamente. Una vez, cuando tenía diecisiete años de edad, me llevaron al cuartel de la policía y allí me ataron y colgaron de cabeza abajo como un trozo de carne. Los policías montados entonces procedieron a patearme y darme con las rodillas en el estómago y en otras partes del cuerpo. Trataron de aterrorizarme, subyugarme. Puedo entender su repugnancia. Yo representaba lo que era malo en su pueblo. Pero sus amenazas nada lograron conmigo.
Deseo de hacer un cambio
A medida que pasaban los años de nuestra adolescencia, Natalia y yo empezamos a pensar más en los años venideros y el efecto que tendría en nosotros el seguir usando drogas. Nos estábamos poniendo aprehensivos y temerosos porque no era posible negar los efectos dañinos del hábito que compartíamos.
Después que se usan las drogas por algún tiempo, se hace difícil relacionarse con otros, expresarse o pensar claramente. Uno se siente aislado e incapaz de comunicarse, especialmente con los que no usan drogas. Uno se halla en períodos de profunda depresión, retiro, y, hasta de agresión. Durante los períodos en que teníamos la mente relativamente despejada, los cuales ocurrían con menos frecuencia con cada mes que pasaba, nos dábamos cuenta de que teníamos que parar. Teníamos que salirnos del ambiente de las drogas si queríamos sobrevivir. Pero, ¿cómo?
Me decidí a hacer un cambio radical en mi vida. Tal vez entonces pudiera ayudar a Natalia. Me alisté en la Marina de los Estados Unidos. Pero ni siquiera allí pude escaparme de las drogas. Unas semanas después de llegar al campamento para el entrenamiento básico pude identificar a los que usaban drogas, y dentro de poco continuaba con mi hábito. ¡No había manera de escapar!
Por fin, durante una licencia militar le propuse matrimonio a Natalia. Nos amábamos; tal vez nos iría mejor juntos. Ella aceptó. Nos casamos durante mi siguiente licencia, y Natalia se dedicó a arreglarnos un hogar cerca de la base marina. También seguimos usando drogas.
Hablábamos más y más acerca de las condiciones del mundo, la aparente falta de esperanza o remedio y lo que nosotros deberíamos hacer acerca de nuestro problema en particular. Sabíamos que si queríamos alguna clase de futuro tendríamos que deshacernos del hábito de las drogas. Pero también comprendíamos que simplemente no teníamos las fuerzas para hacerlo. Cualquier persona enviciada con las drogas que diga que puede dejarlas en cualquier momento sufrirá una fuerte desilusión cuando trate de hacerlo.
No obstante, al mirar hacia atrás, me doy cuenta de que sí nos había sucedido algo muy importante. Había ocurrido un cambio en el deseo que nos impulsaba. Ya no anhelábamos tener excitación, satisfacer nuestra curiosidad, ni asociarnos con los del viejo grupo y tener su aceptación. Pero, de todos modos, nos hallábamos asustados, desesperados, faltos de esperanza, en busca de una salida.
Cómo hallamos la fuerza necesaria
Natalia consiguió trabajo como moza en un restaurante de la localidad. Esto daría inicio al acontecimiento más importante que jamás nos había ocurrido. Un día al conversar con otra moza, ¡el tema de que trataron fue las casas embrujadas! La joven dijo que recientemente había aprendido alguna información muy interesante sobre los espíritus, y le preguntó a Natalia si le interesaría que alguien fuera a nuestra casa a remolque para considerar el tema. Natalia dijo que estaba bien. La pareja joven que vino a visitarnos unos días después eran testigos de Jehová.
La primera vez que examinamos la Biblia lo hicimos con la ayuda del libro La verdad que lleva a vida eterna. Consideramos el capítulo “¿Hay espíritus inicuos?” La consideración nos sorprendió de varias maneras. No solo quedaron contestadas las preguntas que teníamos acerca de los espíritus inicuos, sino que la mirada que conseguimos de lo que la Biblia dice acerca de nuestro tiempo y el futuro hizo mucho para edificar nuestra fe. Francamente, el haber descubierto tanto en la Biblia en tan solo una noche nos impresionó y conmovió mucho. Agradecidamente aceptamos la invitación que los Testigos nos hicieron de darnos un estudio bíblico gratuito en nuestro hogar cada semana. De repente veíamos un rayo de esperanza en nuestro futuro.
Natalia y yo estábamos listos para aceptar las verdades bíblicas que aprendimos en las semanas siguientes. Todo era tan razonable. Por fin podíamos ver una solución segura para los males de la tierra y un modo válido y realizable de salir de nuestro propio desastre personal... el abuso de las drogas. Durante las siguientes semanas de estudio aprendimos por qué debemos honrar a Jehová y respetar sus principios respecto a la vida. Llegamos a comprender el significado del verdadero amor cristiano, y a darnos cuenta de que ese amor realmente existe entre los testigos cristianos de Jehová. Aprendimos acerca del reino establecido de Dios bajo Cristo y de las bendiciones que le esperan a la humanidad. Y lo mejor de todo, aprendimos que estas bendiciones habrían de realizarse muy pronto, en nuestra propia vida. Cada día nuestra fe siguió haciéndose más fuerte. Y cada día deseábamos compartir lo que estábamos aprendiendo con más personas.
Terminó mi servicio activo en la marina, y Natalia y yo nos despedimos de esas maravillosas personas que nos habían ayudado tanto con las verdades de la Biblia. Volvimos a nuestro pueblo anterior, pero no a nuestras viejas asociaciones. En vez de eso, llenamos nuestros días con más estudio de la Biblia y asociación con los testigos de Jehová.
Aunque ni Natalia ni yo podemos decir que nos fue fácil hacerlo, persistimos hasta que llegó el grandioso día en que las drogas ya no tenían cabida en nuestra vida. Ahora algo de muchísimo más valor y poder llena nuestra vida... la verdad de la Palabra de Dios y el deseo de servir a Jehová para siempre. Felizmente, juntos llegamos a la conclusión de que queríamos dedicar nuestra vida renovada a Jehová y ser bautizados. Así es que lo hicimos el 2 de diciembre de 1972.
Hoy, nuestra penosa experiencia con las drogas ha quedado atrás. Yo tengo el privilegio de ser un siervo ministerial en la congregación de los testigos de Jehová en nuestra localidad, y Natalia se mantiene muy activa en la actividad de testificar. Y los dos estamos muy ocupados en criar a nuestra hermosa hijita recién llegada, Rebeca. Estamos más felices ahora de lo que jamás hubiéramos pensado posible. Hemos hallado una vida útil y libre de drogas al participar en la única obra duradera y significativa que se realiza actualmente en la Tierra: Ayudar a otros a aprender acerca del propósito eterno de Jehová y cómo ponerse bajo Su protección y bendición.—Contribuido.
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