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  • . . . Pero ¿son peligrosas todas las drogas?

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  • . . . Pero ¿son peligrosas todas las drogas?
  • ¡Despertad! 1978
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  • ¿Se equivocan al acusar la marihuana?
  • Efectos en las relaciones humanas
  • Riesgo para otros
  • Peligros médicos ya demostrados
  • ¿Qué hay de la cocaína?
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  • ¿Cuán peligrosa es la marihuana?
    ¡Despertad! 1976
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    ¡Despertad! 1985
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¡Despertad! 1978
g78 8/3 págs. 5-10

. . . Pero ¿son peligrosas todas las drogas?

“SOY un estudiante de 17 años de edad en mi último año de la escuela secundaria y he estado fumando marihuana por más o menos un año,” escribió un joven a un periodista encargado de dar consejos médicos en una columna del Post de Nueva York. “Muchos de mis amigos usan drogas,” continuó él, “y dicen que lo único que hay que evitar son las drogas fuertes... la marihuana está bien. ¿Qué opina usted?”

La opinión de que la marihuana es inocua se hace cada vez más común. La abundancia de testimonio contradictorio procedente de la comunidad científica es una razón por la cual se abriga esta opinión. Parece que cada vez que sale un estudio que acusa la droga sale otro que la disculpa.

Sus propugnadores hasta señalan a ciertas propiedades medicinales útiles. Dicen que suministra algún alivio de los síntomas del glaucoma y del asma, y que también disminuye las náuseas y vómitos asociados con la quimioterapia empleada en el cáncer. Además, ya han empezado a investigar sus efectos en la epilepsia, el sueño y el apetito.

Armados con comentarios tan favorables, muchos creen que la marihuana no encierra más peligro que el alcohol o el tabaco, y posiblemente menos. Creen que los gobiernos que prohíben el uso de la droga están defraudando a su pueblo de los placeres que ésta aporta. Por eso, en algunos países, se ejerce gran presión para “descriminalizar” la marihuana.

No es el propósito de ¡Despertad! comentar respecto a si se deben legalizar ciertas drogas o no. La historia indica que muchas personas obtendrán lo que quieren prescindiendo de su legalidad. A muchos individuos simplemente no les importan las consecuencias médicas de sus acciones, como lo ilustra la tremenda cantidad de personas que usan tabaco a pesar del testimonio abrumador respecto a sus peligros.

Pero aquellos a quienes sí les importan las cuestiones médicas y/o morales deberían tener suficiente información sobre la cual basar una decisión informada. Con este propósito, se presenta lo siguiente.

¿Se equivocan al acusar la marihuana?

Incitado por los hallazgos contradictorios sobre los efectos de la marihuana, un reportero del Journal de Milwaukee recientemente le preguntó a un científico: “O es dañina la marihuana o no lo es. ¿Por qué no pueden ustedes los peritos llegar a un acuerdo en esta controversia?”

Hardin Jones, profesor de física médica en la Universidad de California, respondió:

“Obtenemos respuestas diferentes porque hacemos preguntas diferentes. Por ejemplo, si uno mira solo al principio del uso de la marihuana, o al uso poco frecuente, ve muy poco daño. Pero yo he sido entrenado a buscar los efectos de su uso durante un período largo. Y hallé evidencia de esta clase a montones.”—29 de mayo de 1977, pág. 28.

Un factor que contribuye a estos “efectos de su uso por un período largo” es el ingrediente activo de la marihuana, el THC (tetrahidrocannabinol), que se acumula en los tejidos adiposos del cuerpo como en las neuronas del cerebro y las células embrionarias de los testes y los ovarios. Esto contrasta con el alcohol, que se disuelve en el agua y que al ser introducido en el cuerpo es completamente cambiado en unas horas, gracias al metabolismo, en agua y anhídrido carbónico. El THC todavía puede detectarse semanas después de haberse ingerido.

Aunque hay desacuerdo en cuanto al grado de nocividad de la acumulación de este THC, vale la pena considerar algunos efectos sobre la mente que han sido extensamente divulgados. El Dr. Jones afirma que, entre otras cosas, “los padres y los maestros ciertamente se dan cuenta de los grandes cambios que ocurren en la personalidad de los jóvenes que la usan.” Añade: “Jamás los veo con ojos brillantes o rostro radiante.”

Y el Dr. John A. S. Hall, presidente del Departamento de la Medicina en el Hospital de Kingston, Jamaica, está de acuerdo en que “cambios de personalidad entre los que fuman ganga [marihuana] . . . se observan comúnmente en Jamaica.” Entre otros síntomas que mencionó están la apatía, el retraerse de la realidad y el no poder, o no querer, concentrarse prolongadamente.

Nótese como prueba eficaz de que la marihuana sí afecta a la mente el hecho de que, después de la heroína, se informa que esta droga ocupa el segundo lugar como causa principal del ingreso de pacientes a los hospitales mentales sostenidos por fondos federales de los EE. UU. Reveló algo parecido el Dr. Pierre C. Haber en lo siguiente que escribió en una carta a la revista New York: “Durante una visita a un hospital siquiátrico en Salé, Marruecos, vi una cuadra entera de pacientes hospitalizados como resultado de fumar cannabis [cáñamo] por largo tiempo.”

Si estas acusaciones son ciertas, sería razonable esperar ver el daño mental reflejado en las relaciones sociales que estas personas tienen con otros. ¿Hay evidencia de esto?

Efectos en las relaciones humanas

El American Medical News nos informa que aunque un estudio de tres años que se realizó recientemente para el Instituto Nacional de los EE. UU. sobre el Abuso de las Drogas minimizó el daño físico causado por la marihuana, éste halló “diferencias significativas en la estructura de la familia de los que la usan en comparación con los que no la usan.” El estudio declaró: “En nuestro estudio el fumar mucha marihuana tenía correlación con una vida de familia desordenada.”

Sirve como ejemplo extremo de este desorden de familia lo que ocurrió recientemente en Texas, donde un padre fue enjuiciado por haber matado a su hijo de veinte años de edad. Al relatar las circunstancias que lo llevaron a matar a su hijo, el padre dijo: “Sentía mucho orgullo por él, y disfrutábamos de hacer toda clase de cosas juntos... hasta que todo esto sucedió hace tres años.”

El hijo empezó a usar Valium (un tranquilizante) y marihuana. “Cambió, cambió por completo,” dijo en agonía el padre. “Yo pensaba que lo habíamos enderezado, y luego él empezaba de nuevo. Conseguía un trabajo, luego lo abandonaba y gastaba el dinero en esta basura. Insistía en que estaba bien.”

Por supuesto, rara vez son tan extremos los efectos dañinos de la marihuana en la familia, pero ¿vale la pena perjudicar las relaciones que tenemos con las personas más allegadas a nosotros en cambio por el placer temporáneo?

También hay otras relaciones que pueden ser afectadas. Un maestro de escuela secundaria escribió a la revista Psychology Today y alabó uno de sus artículos porque “desbarató la mitología respecto a los efectos de esta droga [marihuana].” El artículo había favorecido de modo general la marihuana desde un punto de vista médico. No obstante, este maestro añadió:

“La presencia en mi sala de clase de estudiantes en un estado de euforia artificial me está causando alarma. Yo sería el último en decir categóricamente que sus habilidades intelectuales han sido reducidas como resultado del uso de las drogas, pero sí he notado que cuando se trata de un grupo, parece que la persona en dicho estado tiene dificultad en comunicar verbalmente hasta las ideas más sencillas a la persona que no usa las drogas, y viceversa. . . . Esta borrachera ‘inocua’ de alguna manera ha edificado un muro.”—marzo de 1977, pág. 8.

No solo revela algo acerca de esta droga el efecto que tiene en los usuarios mientras están bajo su influencia, sino el mismo hecho de que a menudo la usan en tiempos inoportunos. Así, el deseo de la marihuana puede arruinar el buen juicio de uno. En vez de tenerla limitada al “recreo” personal, a menudo dejan que estorbe las actividades necesarias de la vida. Los que la usan tienden a hacer que su vida gire en torno de su propio placer, y a menudo se muestran muy desatentos a otros. Su juicio impedido hasta puede llegar a ser un peligro potencial a personas inocentes. ¿Cómo?

Riesgo para otros

“Lo que principalmente me preocupa acerca de esta droga,” dice el Dr. Robert L. DuPont, director del Instituto Nacional de los EE. UU. sobre el Abuso de las Drogas, “es su posible efecto en los accidentes automovilísticos en este país.”

La publicación Medical Letter suministra algunos detalles acerca de este riesgo, al informar que:

“el 42 por ciento de los que usan dosis pequeñas (4,90 mg THC por cigarrillo) y el 63 por ciento de los que usan dosis fuertes (8,40 mg THC por cigarrillo) mostraron una disminución en su capacidad para conducir después de fumar un cigarrillo de marihuana. El comportamiento insólito incluyó ‘el pasar por alto semáforos o señales de alto; . . . el no darse cuenta, o el darse cuenta inadecuadamente, de los peatones o vehículos estacionarios.’”

¿Cree usted que personas cuyo juicio es tan defectuoso que vienen a las salas de clase en su “estado de euforia artificial” se mostrarán refrenados al conducir un automóvil? Por lo tanto, escasamente puede decirse que el uso de esta droga sea solo un asunto “personal.” Puede afectar o posiblemente lastimar a miembros de la familia, compañeros de escuela o de trabajo y hasta a los extraños.

Y aunque la controversia científica que se realiza actualmente tiende a oscurecer los peligros médicos de la marihuana, esto no quiere decir que no existan ciertos peligros que no se disputan.

Peligros médicos ya demostrados

Aparte de los peligros que son todavía tema de disputa como el daño al cerebro, la inhibición del crecimiento celular, la reducción en la producción de espermatozoides, daño a los cromosomas y otros daños, hay otros peligros médicos acerca de los cuales hay poco desacuerdo.

Uno de éstos es el daño a los pulmones. “La marihuana irrita el sistema respiratorio mucho más que el tabaco,” declara el Dr. Nicholas A. Pace, presidente de la Afiliada de la Ciudad de Nueva York del Consejo Nacional sobre el Alcoholismo. “Se requiere 20 años de fumar excesivamente para producir la misma clase de sinusitis, faringitis, bronquitis y enfisema graves que se produce con tan solo un año de fumar marihuana todos los días.”

Además, Medical Letter informa acerca de una investigación que mostró que “el humo de los cigarrillos de marihuana, lo mismo que el humo de los cigarrillos de tabaco, acelera la transformación maligna de las células pulmonares en la cultura de tejidos.” El Dr. Hardin Jones también hace mención de este peligro del cáncer al decir: “Las biopsias de los bronquios de 30 soldados estadounidenses en Alemania que fumaron de 25 a 30 gramos de hachís (de la misma planta que la marihuana pero más rico en THC) al mes por unos meses mostraron que 24 de ellos tenían lesiones precancerosas.”

Por lo tanto, no se puede descartar todo peligro de la marihuana a la salud como asunto todavía disputable.

¿Qué hay de la cocaína?

Otra droga que muchos han considerado relativamente “inocua” es la cocaína. Ha llegado a ser el juguete de los ricos y famosos y de otros que tienen con qué comprarla o pueden robar suficiente dinero para conseguirla. Hace menos de un siglo, se mezcló la cocaína con un producto de vino que se ganó la alabanza de cuatro reyes europeos de los presidentes estadounidense y francés, del gran rabino de Francia y de los papas Pío X y León XIII, el cual le presentó una medalla de oro al hacedor. Aun reforzaban la gaseosa Coca-Cola con cocaína durante sus primeros 17 años, hasta que la cafeína reemplazó el estimulante alrededor de 1903.

Un escritor describe así la sensación que produce la cocaína: “Causa una impresión inmediata en el cerebro y aviva las conexiones de puro placer . . . El cerebro cargado de cocaína es un aparato de jugar pinball que funciona enloquecidamente y hace fulgurar luces azules y rosadas en un paroxismo eléctrico.” Otro dijo: “Bajo el efecto de la cocaína me siento como un rey.”

Pero ¿qué precio se paga por este breve escape de la realidad? El Dr. Andrew Weil, investigador de Harvard, explica que la “cocaína no le da energía milagrosamente al cuerpo; simplemente libera energía que ya está químicamente almacenada en ciertas partes del sistema nervioso. Por consiguiente, cuando pasa el efecto inmediato de la droga, uno se siente ‘abatido’... con menos energía de lo normal.”

“Me arrojo desde las alturas del cielo a las profundidades del abismo,” dice un usuario. Otro dice: “Me siento fácilmente ofendido ante la crítica. Usted no quisiera estar cerca de mí cuando estoy bajo el efecto de la cocaína.”

Recientemente el Instituto Nacional sobre el Abuso de las Drogas terminó un estudio de la cocaína al cual dedicó cuatro años, y en su informe dijo que, lejos de ser una fuente de recreo inocuo, la cocaína es de las “drogas abusadas con graves consecuencias” y entre sus efectos secundarios se incluyen la ansiedad, insomnio, delirios paranoides y hasta la muerte.

¿Vale la pena?

Algunos pueden presentar el argumento de que la cocaína, al igual que la marihuana, también se usa con propósitos médicos. Por lo tanto creen que tiene que ser inocua. Pero el sencillo hecho de que se use una droga con buen éxito en el tratamiento de los enfermos no quiere decir que no sea peligrosa. “Es notorio que hasta las drogas más beneficiosas poseen efectos adversos,” escribe un profesor de farmacología. “Lo mejor que se puede decir acerca de cualquier droga es que sus efectos beneficiosos superan a sus efectos dañinos... para la mayoría de los pacientes, la mayor parte del tiempo.”

Por eso, se considera que el tomar cualquier droga al tratar de curar un mal mayor representa un riesgo calculado. El enfermo o su médico tienen que decidir si se debe correr el peligro o no. Pero ¿qué motivo hay para tomar una droga que causa daño si no existe razón médica para hacerlo? ¿Debe la persona envenenar su cuerpo simplemente en busca de placer momentáneo? “Limpiémonos de toda contaminación de la carne y del espíritu,” es la respuesta de sentido común que se halla en la Biblia.—2 Cor. 7:1.

Pero tal vez insistan algunos en que el uso de la marihuana o cocaína en nada difiere del uso de las bebidas alcohólicas, que se consideran aceptables en la mayoría de las sociedades. “Si el alcohol está bien, ¿por qué no la marihuana y la cocaína?” razonan ellos.

Primero, pudiera mencionarse que la mayoría de la gente usa las bebidas alcohólicas como forma de refresco líquido y para descansar, no para emborracharse. Como se explicó anteriormente, el cuerpo trata el alcohol de modo parecido a la manera en que trata el alimento, pues lo asimila con rapidez relativa. Sin embargo, es otro asunto cuando alguien abusa del alcohol a tal grado que se le tuerce el pensar. Esto hace surgir la cuestión verdadera: ¿Puede considerarse moralmente correcto como forma de recreo el que uno use cualquier droga o el alcohol, si lo hace principalmente para alterar la mente?

A este respecto es de interés que, aunque la Biblia aprueba el vino alcohólico como bebida, no lo aprueba como torcedor de la mente: ‘Los borrachos no heredarán el reino de Dios.’—1 Cor. 6:9, 10.

El principio es parecido en el caso de la marihuana y/o de la cocaína. No sirven de alimento ni bebida. Se usan principalmente para alterar el estado mental de uno. Esto causa daño de varias maneras.

El emborracharse con cualquier droga, o con alcohol, expone a las personas a actuar de maneras que pueden diferir mucho de lo que harían si tuvieran pleno control de sí mismas. Por ejemplo, el perder el control de sí mismo puede hacer que el individuo caiga en promiscuidad sexual y sufra de sus consecuencias de enfermedad, ilegitimidad y hogares desbaratados. Para evitar esos problemas, la Biblia insta que “sepa cada cual controlar su propio cuerpo . . ., sin dejarse arrastrar por la pasión, como los paganos.”—1 Tes. 4:3-5, Nueva Biblia Española.

Pero, por lo general, la persona que está bajo el efecto de drogas como la marihuana y la cocaína no tiene ‘en control su propio cuerpo.’ La droga tiene el control. Pero la gente necesita todas sus facultades a fin de enfrentarse a las presiones actuales y para protegerse de las atracciones engañosas que pueden llevar a la enfermedad y congoja. La Biblia prudentemente señala que “la habilidad misma para pensar te vigilará, el discernimiento mismo te salvaguardará, para librarte del mal camino.”—Pro. 2:11-13.

El que se siente tentado a usar drogas pudiera preguntarse: ¿Por qué busco la irrealidad que las drogas producen? ¿Necesita una persona saludable, equilibrada, buscar su placer alterando la función normal de su cerebro? ¿No es cierto que toda la experiencia de las drogas es egocéntrica, debilitadora de la integridad y dañina a la salud?

El uso de las drogas, como declaró el Dr. Hardin Jones, “realmente destruye el placer de ser una persona saludable, vigorosa y activa.” La joven pareja del artículo siguiente aprendió por experiencia cuán cierto eso es, pero también aprendió a hacer que su vida fuera llena y satisfaciente sin drogas.

[Comentario de la página 7]

“En nuestro estudio el fumar mucha marihuana tenía correlación con una vida de familia desordenada.”—Estudio del Instituto de los E.U.A. sobre el Abuso de las Drogas

[Comentario de la página 8]

‘Un solo año de fumar marihuana todos los días produce la misma clase de sinusitis, faringitis, bronquitis y enfisema graves que 20 años de fumar excesivamente.’—Dr. Nicholas A. Pace

[Ilustración de la página 9]

Un hombre aspirando cocaína

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