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Beneficiándonos de la jefatura de CristoLa Atalaya 1978 | 1 de febrero
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que fue ensalzado a la diestra de Dios y recibió del Padre el espíritu santo prometido, él ha derramado esto que ustedes ven y oyen.”—Hech. 2:32, 33.
Puesto que Jesucristo derramó el espíritu sobre los discípulos, también puede dirigirlos por medio de éste. Por lo tanto, al encararse a problemas o pruebas que causan perplejidad, los cristianos verdaderos pueden estar seguros de que recibirán ayuda de su Maestro. Él, por el espíritu de Dios, puede hacerles recordar apropiadas pautas bíblicas y facultarlos para ver qué derrotero es correcto emprender.
Así los ancianos que se consideran unos a otros en igualdad y que acuden a Cristo como su cabeza reciben ayuda para tomar decisiones sanas cuando consideran en oración asuntos de congregación. Su punto de vista correcto de unos y otros y su pleno reconocimiento de la posición de Cristo como Cabeza permiten que el espíritu de Dios funcione libremente en ellos. (Efe. 4:15, 16) Esto sirve para contrarrestar el efecto que de otro modo pudiera tener el elemento humano imperfecto, incluso las inclinaciones hacia el orgullo o la ambición personal, al estar ellos tratando de resolver problemas o tomar decisiones de peso como cuerpo.
Además de espíritu de Dios, Jesucristo puede utilizar a los ángeles para ayudar a su congregación. Mientras estuvo en la Tierra, tenía autoridad para pedir a los ángeles que ayudaran. Le dijo a Pedro: “¿O crees que no puedo apelar a mi Padre para que me suministre en este momento más de doce legiones de ángeles?” (Mat. 26:53) Una legión en aquel tiempo por lo general constaba de 6.000 hombres. De modo que Jesús podía contar con la ayuda inmediata de más de 72.000 ángeles.
Se puede apreciar el tremendo poder de estos ángeles cuando notamos que uno solo de ellos, en el tiempo del rey Ezequías de Judá, derribó a 185.000 hombres de la hueste asiria en una sola noche. (2 Rey. 19:35) Por medio de sus ángeles poderosos, Jesucristo puede proteger a sus discípulos de opositores malignos y encargarse de que su mandato de hacer discípulos se lleve a cabo a pesar de la peor oposición. El que se está usando a los ángeles para ayudar a la congregación se confirma por el hecho de que ni las proscripciones ni persecuciones terribles han detenido la obra de hacer discípulos. Los miembros de la congregación pueden decir: SÍ, a la pregunta que se plantea en Hebreos 1:14: “¿No son todos ellos espíritus para servicio público, enviados para servir a favor de los que van a heredar la salvación?”
LA POSICIÓN DE LOS ANCIANOS CON RELACIÓN A CRISTO
Jesucristo también ejerce su jefatura al utilizar a hombres para que sirvan a la congregación mundial, que se compone de miles de grupos de discípulos por toda la Tierra. (Efe. 4:7, 8, 11-13) Cada uno de estos grupos o congregaciones de discípulos que componen la una sola congregación por lo general tiene un cuerpo o grupo local de ancianos. Cuando estos ancianos se esfuerzan por imitar el ejemplo de Jesús y verdaderamente reflejan la mente de Cristo en su enseñanza, consejo y corrección, las congregaciones individuales están, de hecho, siendo enseñadas, aconsejadas y corregidas por Jesucristo. La persona que obra en armonía con la exhortación sana de los ancianos, al apreciar su fundamento bíblico, demuestra que reconoce la posición de Cristo como Cabeza. Se da cuenta del hecho de que, porque se adhieren a las Escrituras, ellos no están hablando según su propia autoridad.
Pero ¿significa esto que todo lo que diga un anciano debe considerarse como procedente de Cristo mismo? No necesariamente. Como cualquier otro miembro de la congregación, un anciano es un ser humano imperfecto, que puede cometer errores en palabra y acción. Como reconoció el discípulo Santiago: “Todos tropezamos muchas veces. Si alguno no tropieza en palabra, éste es varón perfecto.” (Sant. 3:2) En vista de sus debilidades e imperfecciones, los ancianos por lo tanto deben tener cuidado para no permitir que sus puntos de vista personales influyan en su enseñanza, consejo o corrección.
Si los ancianos manejaran los asuntos según opiniones, gustos y aversiones personales, ellos mismos serían culpables de pasar por alto la jefatura de Cristo. Se estarían elevando por encima de Jesucristo, dando a entender que hay algo incompleto en cuanto a la guía que él está dando a la congregación. Estarían diciendo, de hecho, que sus puntos de vista personales se necesitan para complementar las enseñanzas de Jesucristo.—Compare con 1 Corintios 3:4-11.
¿Qué hay si de ese modo un anciano no reconociera la jefatura de Cabeza de Cristo? Entonces sería responsabilidad de los otros ancianos ayudarle a obtener una estimación apropiada de sí con relación a Jesucristo y sus hermanos. (Fili. 2:2-5) El anciano que hubiera cometido tal error sin duda querría prestar atención al consejo que le dieran sus compañeros ancianos fundándose en la Biblia, y dar evidencia de que de veras reconoce la jefatura de Cristo. ¿Descalificaría ese error a tal anciano de continuar sirviendo en esa capacidad? Solo si continuara pasando por alto la corrección que con fundamento bíblico le han dado sus compañeros ancianos.
El hecho de que un grave error de juicio no descalificaría automáticamente a uno de servir como anciano lo ilustra bien el caso del apóstol Pedro (Cefas). Cuando se retiró incorrectamente de asociarse con los cristianos gentiles, el apóstol Pablo lo censuró. Con referencia a esto, escribió Pablo: “Cuando Cefas vino a Antioquía, lo resistí cara a cara, porque se hallaba condenado. Porque antes que llegaran ciertos hombres de parte de Santiago, comía con la gente de las naciones; mas cuando éstos llegaron, se puso a retirarse y a separarse, por temor a los de la clase circuncisa. Los demás de los judíos también se unieron a él en hacer esta simulación, de modo que hasta Bernabé fue llevado con ellos en su simulación. Mas cuando yo vi que no estaban andando rectamente conforme a la verdad de las buenas nuevas, le dije a Cefas delante de todos ellos: ‘Si tú, aunque eres judío, vives como las naciones, y no como los judíos, ¿cómo es que obligas a la gente de las naciones a vivir conforme a la práctica judía?’” (Gál. 2:11-14) Pedro aceptó esta disciplina, la aplicó y, por lo tanto, continuó sirviendo de anciano y apóstol fiel.
Pero ¿qué hay si usted no es anciano y le parece que uno o más de los ancianos de su congregación están empezando a imponer en otros sus puntos de vista personales? Considere en oración si usted realmente está considerando los asuntos bíblicamente. Si verdaderamente hay un problema, tenga confianza en que Jesucristo no permitirá que la congregación sufra ningún verdadero daño espiritual. Él sabe lo que está sucediendo. (Compare con 2 Timoteo 2:18, 19 y Revelación 2:2-7.) Si su conciencia continúa perturbándole, podría hablar con uno de los ancianos en cuanto a ello con la mira de sosegar su corazón y mente. Siga orando que pueda seguir comportándose como discípulo leal de Jesucristo y así beneficiarse de Su ejercicio de jefatura como Cabeza.
No puede haber duda del hecho de que la jefatura de Jesús para con la congregación cristiana es real, verdadera. (Col. 1:13, 14, 18) Con nuestro reconocimiento de esto vienen maravillosos beneficios en forma de protección, guía y otras clases de ayudas. (1 Cor. 11:3) Por lo tanto, sometámonos a nuestro Amo y continuemos siendo recibidores de las bendiciones que vienen de su ejercicio de la jefatura.—Juan 14:23.
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“Estar donde se supone que uno esté”La Atalaya 1978 | 1 de febrero
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“Estar donde se supone que uno esté”
EN LA tarde del 15 de julio de 1976 unos testigos de Jehová estaban en un programa especial para los jóvenes en su Asamblea de Distrito “Servicio Sagrado” en Oakland, California. A esa misma hora un autobús con veintiséis estudiantes de escuela de verano y su conductor fueron secuestrados en uno de los casos más fantásticos que llegaron a la atención del público en años.
Dos de los niños que asistieron a la asamblea habrían estado en ese autobús si no se hubieran ausentado de la escuela para asistir a la asamblea. El padre de los muchachos dijo: “Para mí es gran motivo de gratitud el que estuviéramos en la asamblea. Estar donde se supone que uno esté es lo correcto.”
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