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  • Corriendo la carrera sin tropezar
    La Atalaya 1959 | 1 de abril
    • a otros que tengan dones superiores. La envidia, a su vez, conduce a la frialdad y a la falta de armonía. Por eso “no nos hagamos egotistas, provocando competencia unos con otros, envidiándonos los unos a los otros.” Recordando que “la envidia es podredumbre a los huesos,” no permitiremos que el orgullo haga pudrir los vigorosos huesos espirituales que tenemos para correr la carrera cristiana puesta delante de nosotros. ¿Y quién puede correr bien con los huesos podridos?—Gál. 5:26; Pro. 14:30.

      15 Ya que ha considerado algo de la prole mala del orgullo y lo peligroso que le es el orgullo al corredor cristiano y cuán detestable es la persona orgullosa a la vista de Jehová, guárdese del orgullo. Pero, ¿cómo puede uno guardarse del orgullo? La Biblia muestra cómo.

      CURANDO EL ORGULLO CON AMOR Y HUMILDAD

      16. ¿Por qué tiene el amor suficiente fuerza para vencer el orgullo, y qué clase de amor se necesita para la humildad?

      16 El amor tiene suficiente poder para vencer el orgullo y toda su prole mala. “El amor no es celoso, no se jacta, no se hincha, no se porta indecentemente, no busca sus propios intereses, no se irrita. No lleva cuenta del daño.” El amor saldrá victorioso contra el orgullo si tenemos el amor que Jesús indicó cuando contestó la pregunta: “¿Cuál es el mandamiento más grande de la Ley?” Jesús dijo: “‘Tienes que amar a Jehová tu Dios con todo tu corazón y con toda tu alma y con toda tu mente.’ Este es el más grande y el primer mandamiento. El segundo, semejante a él, es éste: ‘Tienes que amar a tu prójimo como a ti mismo.’ “Esta clase de amor de seguro ha de conducir a la victoria sobre el orgullo porque conduce a la humildad verdadera.—1 Cor. 13:4, 5; Mat. 22:36-39.

      17. ¿Qué prenda de vestir necesitamos para correr a fin de ganar el premio, y por qué?

      17 ¡Cuán opuestos están la humildad y el orgullo! “Antes de un ruidoso estrellarse el corazón del hombre es orgulloso, y antes de la gloria hay humildad.” El orgullo conduce a un ruidoso estrellarse, la humildad a la gloria. Para ganar el glorioso premio de la vida necesitamos humildad; la necesitamos para correr bien. La humildad, entonces, es la prenda de vestir que han de ponerse los corredores cristianos: “Todos ustedes cíñanse con humildad de mente los unos hacia los otros, porque Dios se opone a los arrogantes, pero da bondad inmerecida a los humildes. Por lo tanto, humíllense bajo la poderosa mano de Dios, para que él los exalte al tiempo debido.”—Pro. 18:12; 1 Ped. 5:5, 6.

      18. ¿Qué consideran muchas personas mundanas que es la humildad?

      18 ¿Qué es esta humildad que precede a la gloria y a la exaltación? En este mundo moderno se entiende poco la humildad, e igualmente se ejemplifica poco. Muchas personas mundanas tienen a la humildad en baja estimación. La confunden con la cobardía y debilidad: es una virtud de los débiles y los cobardes, dicen. También ven la humildad como un disfraz para ocultar falta de energía o de habilidad.

      19. ¿Qué consideraban algunos antiguos paganos que era el orgullo, y cómo aparentemente tenía engañados a algunos cristianos colosenses la humildad ficticia?

      19 El concepto falso y la impopularidad de la humildad de hoy día no es nada nuevo. En el día de Pablo las personas mundanas ni entendían ni practicaban la humildad verdadera. Lo que se glorificaba era el orgullo o una humildad ficticia. Entre las virtudes catalogadas por Aristóteles, el orgullo y la altivez se llaman “la corona de las virtudes.” Otros enseñaban que las cosas materiales son inherentemente malas. Aparentemente algunos cristianos colosenses habían sido engañados por una forma de humildad ficticia, un ascetismo oneroso. Esto tenía un peligro doble: hacía que la persona creyera que el premio de la vida se concedía a los que simplemente adoptaban la práctica negativa de renunciar a las cosas materiales. En segundo lugar, producía una forma sutil de materialismo, puesto que las prohibiciones ascéticas hacen que uno concentre su interés y atención en las cosas materiales. Por consiguiente, el ascetismo derrotaba su propósito: hacía que la persona se concentrase principalmente en lo que afirmaba odiar, en cosas “que están todas destinadas a la destrucción al consumirse por el uso.” Para advertir a los colosenses que tal forma de humildad podría hacerles tropezar y hacer que fuesen privados del premio de la vida, Pablo escribió: “Que ningún hombre les prive del premio, hombre que se deleita en una humildad ficticia . . . un tratamiento severo del cuerpo.” No, la humildad verdadera no es ascetismo.—Col. 2:18-23.

      20. ¿Qué es humildad, y qué resulta de tener un punto de vista falso de ella?

      20 La palabra “humildad” se deriva remotamente de la palabra latina humus, que significa “tierra.” Humildad, literalmente, es sumisión de mente; es considerarse pequeño o insignificante. Es esta cualidad lo que los cristianos tienen que ponerse como una prenda de vestir: “Como escogidos de Dios, santos y amados, vístanse de los tiernos afectos de la compasión, la bondad, la humildad de mente.” La humildad es lo contrario de la altivez. No obstante, “la humildad de mente” no tiene nada que ver con servidumbre, servilismo, cobardía o falta de energía. La falsa idea de que la humildad es debilidad lo priva a uno de las ricas bendiciones de la humildad verdadera. Veamos cómo se cultiva la humildad verdadera.—Col. 3:12.

      EL FUNDAMENTO DE LA HUMILDAD

      21. ¿Con qué empieza la humildad, y qué es su fundamento?

      21 La humildad comienza con el conocimiento, el amor y el temor de Dios. La humildad nace del comprender cuán pequeños somos y cuán grande es Dios. La humildad se arraiga cuando la criatura el hombre comprende que él simplemente es el fluctuante brillo de una vela pero que Dios, “el Rey eterno,” es más brillante en gloria que la luz brillante del sol al mediodía. (Jer. 10:10, Mod) Sí, éste es el fundamento de la humildad: el comprender la infinita majestad de Dios y nuestra propia pequeñez. Dicha comprensión viene del conocimiento, la clase de conocimiento que Jehová impartió a Job, como se registra en el libro de Job, capítulos treinta y ocho al cuarenta y uno; ese conocimiento ayudó a Job a humillarse “bajo la poderosa mano de Dios.” Nosotros necesitamos esta clase de conocimiento. Nos facilita el colocarnos en la relación correcta con Dios y obedecer las palabras registradas en Santiago 4:10: “Humíllense a la vista de Jehová, y él los ensalzará.”

      22. La humildad de mente de unos para con otros yace en ¿qué fundamento, y cómo ayudará tal humildad al corredor cristiano?

      22 Por medio de humillarnos a la vista de Jehová también colocamos un fundamento para la humildad de mente tocante a nuestro prójimo, pues la humildad verdadera tocante al hombre yace finalmente en la humildad verdadera ante Dios. Con la humildad verdadera uno consigue la habilidad de verse tal como es en realidad; asimismo uno puede ver a otros como ellos son. Estando libre de necesidad alguna de desestimar sus cualidades y triunfos, uno puede apreciar de corazón lo que son y hacen. Por razón de la humildad, entonces, uno piensa de sí mismo no más elevadamente de lo que debería pensar. Aunque “el conocimiento hincha,” la humildad verdadera impedirá que aun las personas con educación superior se hinchen y tropiecen por razón de su propio orgullo. Los cristianos de humildad verdadera pueden correr la carrera de acuerdo con las reglas, “no haciendo nada movidos por espíritu de contradicción o egotismo, sino considerando con humildad de mente que los demás son superiores a ustedes.”—1 Cor. 8:1; Fili. 2:3.

      EL MUNDO TIENE PUNTO DE VISTA FALSO DE LA HUMILDAD

      23, 24. ¿Cómo pone de manifiesto Cristo la falsedad del punto de vista del mundo en cuanto a la humildad, y por eso cuál debe ser nuestro punto de vista en cuanto a ella?

      23 ¡Cuán tergiversado el punto de vista del mundo en cuanto a la humildad, el de que es debilidad o un disfraz para ocultar la debilidad! Realmente el orgullo es debilidad; la humildad es fuerza. Cristo Jesús fué el hombre más humilde que jamás haya andado en la tierra. No obstante fué el más fuerte de los fuertes, el más valiente de los valientes, el más sabio de los sabios, el único hombre que no conoció debilidad o pecado en sí mismo. ¡Cuán grandes obras efectuó él, aunque no demandó ni aceptó crédito personal! (Juan 5:19) ¿Hubo alguna vez un caudillo tan grande como él y no obstante uno que lavara los pies de sus discípulos y dijera: “Les he puesto ejemplo, que, así como yo hice con ustedes, ustedes también deben hacerlo”? ¡Cuánta autoridad tenía él: “Todas las cosas me han sido entregadas por mi Padre”! ¡Y sin embargo cuán humilde fué: “Soy de genio apacible y humilde de corazón”!—Juan 13:15; Mat. 11:27, 29.

      24 En vez de ser un disfraz para la falta de inteligencia o energía, la humildad es fuerza y salud verdaderas. Es el escalón para la gloria. “Todo el que se ensalza será humillado, pero el que se humilla será ensalzado.” “La mismísima altivez del hombre terrestre lo humillará, pero el que es humilde de espíritu se asirá de la gloria.”—Luc. 18:14; Pro. 29:23.

      25. ¿Cuál fué la actitud mental de Cristo y el resultado de ella, y por eso qué debemos hacer nosotros?

      25 Todo lo que la Biblia dice concerniente a la humildad se ilustra y se confirma en aquel gran ejemplo, Cristo Jesús. Nosotros tenemos que modelar nuestra mente y vida según él. Tan vital es esto que el apóstol manda: “Retengan en sí mismos esta actitud mental que también estaba en Cristo Jesús.” ¿Qué actitud? “Se humilló y se hizo obediente hasta la muerte, sí, muerte en un madero de tormento. Por esta misma razón Dios también le exaltó a un puesto superior.” Sí, “por esta misma razón,” porque Cristo se humilló y lo demostró por medio de ser sumiso y obediente a Dios, ha sido ensalzado al lugar más encumbrado que pueda ocupar criatura alguna en el universo. ¡Cuán veraz es que “antes de la gloria hay humildad”!—Fili. 2:5, 8, 9; Pro. 15:33.

      26. ¿Cómo considera Dios a los humildes de espíritu, y con qué pérdida para los orgullosos?

      26 Sí, la humildad es fuerza. Es la clase de fuerza que necesitamos para correr la carrera puesta delante de nosotros. Dios da fuerza únicamente a los humildes: “A este hombre empero miraré, a saber, al que es humilde y contrito de espíritu, y que tiembla ante mi palabra.” “Porque así dice el Alto y el Excelso, que habita la eternidad, y cuyo nombre es el Santo: Yo habito en el lugar alto y santo; habito también con aquel que es de espíritu contrito y humilde; para vivificar el espíritu de los humildes.” ¡Cuán insensato que el corredor se niegue a sí mismo la fuerza vivificante a causa de orgullo! ¿Cómo pueden recibir fuerzas los orgullosos de parte de Dios? Aun si oran sus oraciones son estorbadas, como Jesús lo demostró en el caso del fariseo cuya oración reflejaba el orgullo que se origina de la vanagloria de considerarse a sí mismo justo.—Isa. 66:2; 57:15, Mod; Luc. 18:10-14.

      27. ¿Qué nos capacitará a hacer la humildad, y qué deben recordar los que anhelan el puesto de superintendente?

      27 El correr la carrera de acuerdo con las reglas no es carga cuando uno tiene humildad verdadera. Los que son verdaderamente humildes son enseñables; sacan provecho de la reprensión. Comprenden que no están compitiendo en la carrera y que todos tienen que correr unidamente para obtener el galardón amoroso de Dios; de modo que se ayudan mutuamente, se animan mutuamente. La humildad hace posible que uno ‘predique la palabra’ a todos los hombres, en toda circunstancia. Hace posible que uno se entrene para el ministerio del Reino, que saque provecho del consejo que se da en la escuela del ministerio, que aprenda a decir las buenas nuevas de casa en casa. La humildad hace posible que los que se encuentran en puestos de responsabilidad sean como Jesús—humildes y siempre abordables. Si algún hombre está anhelando un puesto de superintendente, recuerde que el orgullo le sirve de obstáculo impidiendo que sea útil y sirva para mayores privilegios de servicio en la organización de Dios, porque Dios aborrece a los orgullosos y se opone a ellos. Recuerde que “antes de la gloria hay humildad.” Recuerde las palabras de Jesús: “Quienquiera que desee llegar a ser grande entre ustedes tiene que ser ministro de ustedes, y quienquiera que desee ser el primero entre ustedes tiene que ser esclavo de ustedes.”—Mat. 20:26, 27.

      28. ¿Cómo se viste el corredor cristiano para la carrera, y con qué resultado?

      28 Por eso quítese el orgullo, el peso que causa el tropezar. Póngase la prenda de vestir hecha a la medida para la carrera. “Cíñanse con humildad de mente los unos hacia los otros.” “Vístanse,” manda Pablo, con “la humildad de mente.” Esta es la prenda de vestir para correr sin tropezar; porque “el resultado de la humildad [y] el temor de Jehová es riquezas y gloria y vida.”—Pro. 22:4.

  • La actividad ministerial de los testigos de Jehová
    La Atalaya 1959 | 1 de abril
    • La actividad ministerial de los testigos de Jehová

      LOS testigos de Jehová son un grupo de personas cristianas procedentes de toda clase social, toda raza y toda nación, y de centenares de diferentes lenguas. Pero cada uno de ellos está completamente dedicado a Jehová Dios; ha dedicado su vida al servicio de Dios y se ha bautizado en agua. Todos están resueltos, por la bondad inmerecida de Jehová, a hacer la voluntad divina según se presenta ésta en su libro de texto, la Santa Biblia. Todos son de la misma mente, teniendo la mente de Cristo. Confían en Jehová Dios como su maestro. “Está escrito en los Profetas: ‘Y todos ellos serán enseñados por Jehová.’ Todo el que ha oído la enseñanza del Padre y que ha aprendido viene a mí.” (Juan 6:45) Los testigos de Jehová aprecian el hecho de que Jehová es el Supremo del universo y quien posee todo el conocimiento y sabiduría. “Pues ‘¿quién ha llegado a conocer la mente de Jehová, para que pueda instruirle?’ Pero nosotros sí tenemos la mente de Cristo.” (1 Cor. 2:16) Por eso, porque son de una sola mente, los testigos de Jehová situados en todas partes del mundo trabajan armoniosamente.

      El trabajo que hacen es el mismo trabajo que hizo Cristo Jesús, su Maestro y Cabeza, y que hicieron los seguidores inmediatos de él, sus apóstoles. Acerca de Jesús está escrito que “recorrió toda la Galilea, enseñando en sus sinagogas y predicando las buenas nuevas del reino.” Y Pablo dice respecto a su propia actividad ministerial: “No me retraje de decirles cosa alguna que fuera de provecho ni de enseñarles públicamente y de casa en casa.” (Mat. 4:23; Hech. 20:20) Que el tiempo vendría cuando esta obra de predicar y enseñar públicamente se efectuaría en escala global lo dió a saber Jesús

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