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  • Hambre en medio de la abundancia... ¿por qué?

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  • Hambre en medio de la abundancia... ¿por qué?
  • ¡Despertad! 1985
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  • Modos de vivir que van cambiando
  • La política tras el hambre
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¡Despertad! 1985
g85 22/5 págs. 4-8

Hambre en medio de la abundancia... ¿por qué?

● “De hecho, si se suma el total de granos que se producen, además de la cantidad total de otros cultivos alimenticios, y el total de todos los demás alimentos que se producen, hay suficiente para proporcionar una cantidad y calidad adecuadas de alimento a los cinco mil millones de personas del mundo.”—The Gazette, de Montreal.

● “En general, desde 1974, la producción de alimento ha aumentado en 3,4 por 100 anualmente en los países en vías de desarrollo, lo cual ha resultado en un aumento considerable del alimento disponible. En Latinoamérica y Asia la producción de alimento aumentó en más de 32 por 100 durante la última década.”—Los Angeles Times.

ESTAMOS muy lejos de alcanzar una solución para el problema del hambre. Sin embargo, hay cada vez más expertos en este campo que se dan cuenta de que en realidad no se puede echar la culpa a la falta de alimento. El consenso parece ser que el hecho de que multitudes de personas alrededor del mundo estén sufriendo de hambre y desnutrición se puede atribuir a algo más que al grado de disponibilidad del alimento. De hecho, nos encontramos ante una contradicción: hambre en medio de la abundancia. ¿A qué se debe esto? Aunque el problema es muy complejo, hay varios factores básicos que han contribuido a esta paradoja.

Prioridades equivocadas

Es costoso desarrollar un sistema agrícola eficaz. Los fertilizantes, los plaguicidas, el equipo moderno para la granja y las semillas perfeccionadas cuestan mucho. Se requiere tiempo y dinero para construir instalaciones de almacenamiento y sistemas de transporte e irrigación. Obviamente, para que una nación en vías de desarrollo haga progresos en estos campos, tiene que estar dispuesta a asignar una porción considerable de sus recursos a dichos campos. Las naciones que lo han hecho, como China e India, las dos naciones más pobladas del mundo, han hecho importantes progresos en lo que tiene que ver con alimentar a los suyos.

Desgraciadamente, éste no ha sido el caso en la mayor parte de las naciones del Tercer Mundo, particularmente en las de África, donde la extremada escasez de alimento está llegando a ser un problema constante que va creciendo. Un informe de la FAO (siglas en inglés de la Organización para la Agricultura y la Alimentación) sobre la décima tercera conferencia regional celebrada en Zimbabwe en julio del año pasado declara francamente: “La raíz del problema de la alimentación consiste en el hecho de que generalmente las naciones miembros no han dado a la agricultura la prioridad necesaria”. ¿A qué se debe esto?

Los observadores señalan que en muchos casos los gobiernos de muchas naciones recién independizadas de África y de otras partes asocian la agricultura con el colonialismo y el atraso. Creen que para progresar tienen que industrializar sus naciones. Para promover tales políticas, los gobiernos tienden a favorecer las industrias en vías de desarrollo de los pueblos y las ciudades hasta el punto de pasar por alto a los granjeros de las zonas rurales. En vez de utilizar los fondos para desarrollar y mejorar los sistemas de irrigación y transporte, o para proporcionar a los granjeros el incentivo para que aumenten su producción, algunos gobiernos arbitrariamente mantienen los precios de los alimentos a un nivel bajo a fin de ayudar a los obreros urbanos y a las nuevas industrias. Dichas prácticas han reducido el campo a granjas de sustento y han convertido a naciones que en un tiempo eran autosuficientes, y que hasta exportaban alimento, en naciones importadoras de alimento que sufren de deficiencia de éste.

Modos de vivir que van cambiando

El descuidar las regiones rurales resultó en que las personas del campo migraran en masa a las ciudades en busca de trabajo. Los estudios muestran que, en 1960, de cada diez africanos, uno vivía en un pueblo, pero en 1980 el porcentaje fue de uno de cada cinco. Se anticipa que si continúa esta tendencia, la mitad de la población africana estará viviendo en las ciudades para fines del siglo. Esto, por supuesto, significa mayores reveses para el sector agrícola y la producción de alimento.

Pero esto no es todo. La falta de medios adecuados de almacenamiento y transporte hace difícil llevar los productos del campo a las ciudades para venderlos. Además, ya no hay demanda por los cultivos locales, como el mijo y la yuca, porque los habitantes de la ciudad quieren alimentos que sean fáciles de preparar, como el pan y el arroz. Por eso, los granjeros no tienen incentivo alguno para producir más, y los habitantes de las ciudades recurren a la importación de los alimentos. Los registros muestran que en África, entre 1960 y 1982, la importación de cereales aumentó casi cuatro veces, mientras que la producción local de alimentos fue disminuyendo en proporción al aumento de la población.

Además de la costosa importación de alimentos, el alto costo de la energía que se necesita para alimentar las industrias recién fundadas contribuye también al problema de la alimentación de muchas naciones del Tercer Mundo. Por ejemplo, informes provenientes de Nairobi, Kenia, muestran que “sesenta por ciento de las divisas del país se utilizan para la importación del petróleo”. El país vecino de Uganda “gasta todo lo que gana del extranjero, $10.000.000 (E.U.A.) al mes, para pagar su factura mensual de petróleo”.

Para aliviar esta carga, los gobiernos de las naciones en vías de desarrollo frecuentemente adoptan prácticas que solo empeoran el problema del hambre. Por ejemplo, un estudio demuestra que aproximadamente la mitad de las tierras cultivables de América Central se usan para producir cultivos exportables que rinden dinero, como el azúcar, el café y el tabaco, en vez de ser utilizadas para producir cultivos de alimento, que tanta falta hacen. De igual manera, muchos países de la parte tropical de África cultivan fresas y claveles para vender estos productos a Europa, o crían ganado, ovejas y cabras para exportarlos a las naciones árabes, mientras que su propia gente no tiene lo suficiente para comer.

La política tras el hambre

La inestabilidad social y política de muchas de las naciones en vías de desarrollo agrava el problema de la alimentación también. De acuerdo con un censo, desde 1960 ha habido en África más de 12 guerras, 50 golpes de estado, 13 jefes de estado asesinados, y extensos movimientos de refugiados. Existe una situación parecida en otras zonas del mundo. Todo esto no solo daña el sistema frágil agrícola, sino que también agota la ya debilitada economía debido a los muchos gastos militares. Parece que a las naciones les preocupa más abastecer sus arsenales que llenar los estómagos vacíos.

Por ejemplo, últimamente se dio gran publicidad al hecho de que cierta nación del este de África, que recibió $2.000 millones (E.U.A.) en ayuda militar, gastó aproximadamente $100.000.000 en la celebración del décimo aniversario de su revolución, mientras que seis millones de personas de entre su población se enfrentaban al hambre debido a la grave sequía y la falta de alimento.

El poder de la pobreza

Pero de todos los factores ocultos que causan el hambre extensa, la pobreza quizás sea el más profundamente arraigado. “Se necesita algo más que excedentes de grano para alimentar a los hambrientos del mundo —dice Barbara Huddleston, autoridad en ayuda internacional para la alimentación—. Ya hay un excedente de grano en el mundo. Lo que tiene que suceder es que francamente se transfiera el poder adquisitivo a lugares como África.” Ni siquiera los expertos saben cómo sucederá esto.

Mientras tanto, aun en lugares donde hay alimento disponible, muchas de las personas pobres simplemente no pueden darse el lujo de conseguirlo. Por ejemplo, un informe proveniente de Ghana muestra que “para servir tres comidas sólidas a una familia típica de seis personas se tendría que gastar seis veces lo que ganan por término medio dos adultos que tengan empleo”. Mientras que los ricos se dan el lujo de consumir costosos alimentos importados, a los pobres se les hace difícil simplemente arreglárselas. En zonas donde no hay trabajos disponibles, o donde simplemente no existen trabajos, la situación puede ser desesperante. “Nada menos que un reexamen general y una reorganización de las prioridades sociales y económicas [...] hará que el mundo siga nuevamente un derrotero económico y demográfico que resulte en la disminución del hambre más bien que en su aumento”, dice Lester Brown, del Worldwatch Institute.

La ayuda y el alivio... ¿son útiles?

Si las naciones pobres no tienen ni los medios agrícolas para cultivar su propio alimento ni los fondos para comprarlo en el mercado internacional de libre competencia, ¿cómo logran alimentarse? La respuesta es que pocas de estas naciones logran hacerlo. Muchas de ellas dependen de ayuda internacional para la alimentación y, en casos extremos, de alivio de emergencia. Actualmente, la cantidad total de ayuda para la alimentación, incluso las donaciones de emergencia, es de aproximadamente 45.000.000 de toneladas de alimento al año, lo cual teóricamente es suficiente como para llenar la brecha entre lo que las naciones pobres pueden producir y comprar y lo que, de hecho, necesitan. Pero es enteramente otro asunto el que las personas que realmente necesitan ayuda la reciban.

El alimento es un arma poderosa en la escena internacional, y las naciones que tienen un excedente de alimento están bien conscientes de ello. “Si uno tiene recursos limitados, más de la ayuda va a los propios amigos de uno —dijo cierto oficial del gobierno estadounidense—. Todo gobierno que yo conozco pone en práctica la misma norma”, dijo él a continuación. Así, la orientación política de una nación en vías de desarrollo que esté luchando por subsistir tiene mucho que ver con el tipo de ayuda que reciba y la cantidad que reciba. Aun entonces, la falta de medios adecuados de transporte en tales países generalmente significa que mucha de la ayuda nunca se distribuye en las zonas rurales donde realmente se necesita.

Por importante que sea, el alimento que se envía como ayuda es, a lo más, un recurso momentáneo. “El enviar alimento con regularidad a los países pobres a manera de ayuda —informa el Globe and Mail, de Canadá— ha resultado en que muchos lleguen a depender de las naciones desarrolladas, ha privado [a los países pobres] de la iniciativa para llegar a ser productores de alimento autosuficientes, y enormes extensiones de tierras cultivables no se han usado plenamente.” Aunque las naciones donantes estipulan que las naciones recibidoras deben instituir ciertas reformas económicas y otros planes de largo plazo, tales medidas frecuentemente se consideran como una forma de intromisión en los asuntos internos de otra nación y a menudo resultan en motines y violencia. Además, debido a la naturaleza humana, pocos saben acerca de la situación a que tienen que enfrentarse diariamente las personas que viven en lugares lejanos, y a pocos realmente les importa. Durante tiempos de extremada emergencia, muchos se sienten impulsados a tomar medidas, pero a menudo lo que se hace en tales circunstancias no basta, y se efectúa cuando ya es demasiado tarde.

El otro lado de la moneda

Nuestro breve examen revela que el problema del hambre es verdaderamente una paradoja. Pero lo que hemos considerado hasta ahora es solamente una parte del cuadro... las multitudes hambrientas y empobrecidas de África o de otros lugares donde hay naciones en vías de desarrollo. ¿Qué hay del otro lado de la moneda, las naciones desarrolladas? Gran parte del Tercer Mundo depende de estas naciones para ayuda, tanto ahora como en el futuro previsible. ¿Pueden seguir proporcionando ayuda? ¿Pueden resolver la complicada situación relacionada con el alimento? ¿Qué parece ofrecer el futuro? De hecho, ¿qué perspectivas hay de que se pueda alimentar a los hambrientos del mundo?

[Recuadro en la página 5]

Desesperación por el alimento en África

DECENAS de millones de personas en por lo menos 20 naciones africanas están hambrientas, desnutridas o mueren de hambre. Entre ellas figuran millones de niños. Corren bajo los pies de las mercaderas, y hurgan la tierra para buscar unos cuantos granos o unas cuantas habichuelas que hayan caído al suelo. Lo poco que hallan o se lo meten en la boca o lo colocan en el tazón que usan para mendigar. De vez en cuando mastican el palo fibroso de algún vegetal que se haya desechado como cosa incomible, y después de haberle extraído el jugo escupen lo que queda.

Estas personas escarban los hormigueros en busca de pedacitos de grano. Las mujeres pasan días enteros deshaciendo a hachazos los montículos duros y grandes de los comejenes para conseguir los granos silvestres que los insectos han almacenado. Muchas de ellas recogen los excrementos de las cabras para extraer las pepitas de las semillas de palmera que los animales hayan tragado sin masticar, y que expelen sin digerirlas. Las mujeres machacan hojas y hierbas secas para hacer un polvo que no tiene valor nutritivo alguno... pero para muchas personas éste es su único alimento. Otras personas salan y cocinan hojas que han recogido de los árboles. En muchos casos los granjeros han tenido que comerse las semillas que compraron para el cultivo.

Los niños van vestidos de harapos... algunos no llevan nada más que pieles de cabra sobre sus cuerpos delgados. De noche el tiempo frecuentemente se pone frío, y las personas desnutridas son rápidamente afectadas por el frío y llegan a ser susceptibles a la pulmonía, la tos y la fiebre.

Varias agencias de alivio han establecido centros para la distribución del alimento, pero los abastecimientos son limitados y solo una minoría de los hambrientos y los que están muriendo de hambre pueden recibir alimento. En un centro de alivio, cien niños que no podrán recibir alimento permanecen de pie detrás de una cuerda mientras miran a otros comer. Una madre lleva en los brazos a su hija de cuatro años de edad, que pesa solo cuatro kilos y medio (diez libras) y está demasiado débil para caminar.

En otro centro para la distribución de alimento, una madre llevaba a su hijita de tres años de edad que pesaba solo unos tres kilos (seis libras y media). El informe decía: “Las costillas de la niña y el esternón parecían estar a punto de atravesar la piel, la cual estaba rígidamente estirada por el hambre, y no había nada que protegiera la piel contra la agudez de los huesos. Los brazos y las piernas parecían palitos”.

En tales casos, el hambre ha llegado a un estado que se llama marasmo, enfermedad en la que el cuerpo hambriento empieza a devorarse a sí mismo. La cara de los niños adquiere la expresión de personas muy viejas. Escenas como ésta se ven por todas partes en las naciones de África asoladas por el hambre.

[Fotografías en las páginas 6, 7]

Hay suficiente alimento para todos... no obstante, millones de personas pasan hambre

[Reconocimiento]

Foto de FAO / B. Imevbore

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