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  • El prestar dinero y el amor cristiano
    La Atalaya 1982 | 15 de diciembre
    • una presión insoportable sobre el deudor. Puede ser que el deudor simplemente no tenga el dinero para pagar al prestamista. En tales circunstancias muchos cristianos han demostrado que ‘no son amadores del dinero’ por medio de extender el período de pagos, o aceptar un acuerdo prudente y razonable. (1 Timoteo 3:3) Algunos han eliminado la deuda por completo.

      La mención de los problemas que pueden surgir al tomar prestado y prestar dinero hace surgir la siguiente pregunta: “¿Es esto realmente necesario?” La Biblia no condena el tomar prestado dinero cuando es necesario. Pero a menudo eso no es necesario. Muchas veces el “deseo de los ojos” es más fuerte que la capacidad de la billetera, y la gente toma prestado dinero para comprar lujos que en realidad no necesita. (1 Juan 2:16) Con el tiempo hay que pagar la cuenta. De modo que la Biblia advierte francamente: “El que toma prestado es siervo del hombre que hace el préstamo.”—Proverbios 22:7.

      Sin embargo, cuando el prestar dinero y el tomar prestado tiene que llevarse a cabo entre cristianos, a menudo suministra una oportunidad de desplegar cualidades cristianas. Por ejemplo, el deseo honrado de cumplir con las obligaciones, la preocupación genuina por el bienestar de otros y el evitar el amor al dinero contribuirán a la garantía de que el prestar dinero se haga con amor cristiano. Así se obedecerá el mandato bíblico: “Efectúense todos sus asuntos con amor.”—1 Corintios 16:14.

  • Ella tenía una fe inquebrantable
    La Atalaya 1982 | 15 de diciembre
    • Ella tenía una fe inquebrantable

      Por dos años Renata, una jovencita brasileña de 14 años de edad, había sufrido de cáncer de los huesos en la rodilla izquierda. La amputación y la cobaltoterapia solo demoraron su muerte. La conciencia cristiana de Renata no le permitía aceptar una transfusión sanguínea, a pesar de que su médico insistía en que la necesitaba. Antes que Renata se hospitalizara por última vez, el médico y una enfermera fueron a la casa de Renata a verla.

      “Convengo en volver al hospital si el Dr.  ——  me promete que no volverá a mencionar una transfusión de sangre. Ya estoy cansada de tener que encararme a esta cuestión,” declaró Renata.

      El médico convino y añadió que, a pesar de que Renata pudiera estar viviendo sus últimos momentos, ella tenía una fe inquebrantable.

      Durante los últimos ocho meses Renata no pudo estar acostada debido al fuerte dolor. Cuando llegó el tiempo para una asamblea de los testigos de Jehová, ella lloró y dijo: “Si tan solo pudiera hablar con todos, diría: ‘Usen sus piernas cuanto puedan. Quizás mañana no puedan andar y trabajar para Jehová. ¡No se pierdan sus asambleas!’”

      Renata oraba constantemente. Un día su madre por casualidad la oyó orar: “Jehová, yo sé que nunca voy a mejorar. Los médicos no pueden curarme, pero Tú puedes. Pero sé que todavía no es tiempo para eso; solo en el Nuevo Orden. Pero, por favor, no dejes que me hinche más; de otro modo mamá no podrá llevarme al baño.”

      Si otras personas, incluso su madre, lloraban en la presencia de Renata, ella las animaba a ser de fe firme. Su madre escribe: “Recuerdo que un día después de la amputación una enfermera dijo a Renata: ‘¿Cómo te fue posible estar tan animada en la mesa de operaciones? Es grato saber que te van a dar una pierna artificial, ¿verdad?’ Renata respondió: ‘No, espero tener una de carne y sangre que Jehová Dios me dará en el Nuevo Orden.’”

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