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¿Está usted en buena posición ante Dios?La Atalaya 1985 | 1 de diciembre
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esa declaración enérgica allá en 1946. Obviamente la situación ha empeorado desde entonces. En su documento reciente sobre el pecado y la confesión, llamado “La reconciliación y la penitencia”, el papa Juan Pablo II citó esas palabras de su predecesor y lamentó lo que él llamó el eclipse del concepto del pecado en la sociedad secularizada de hoy.
El papa también recordó a los sacerdotes católicos y a los católicos en general que la confesión y la absolución colectiva, como se practican en muchas iglesias católicas hoy, no bastan. Declaró que la confesión individual es “el único medio común y normal” de observar el sacramento de la penitencia. Según el dogma católico, la penitencia es una de las buenas obras que reconcilian al pecador con Dios.
La mayoría de las iglesias protestantes niegan que la confesión privada ante un sacerdote sea necesaria. Mantienen que la confesión a Dios basta para recibir el perdón de los pecados, pero algunos favorecen la confesión y la absolución general en los “servicios de comunión”. Muchos protestantes creen que con la fe basta para que el individuo sea justificado ante Dios.
Tales doctrinas contradictorias dentro de las llamadas iglesias cristianas sobre el tema de la confesión, la penitencia y la justificación, o de cómo conseguir la aprobación de Dios, dejan a muchas personas perplejas. La gente queda con una vaga idea de que debería estar haciendo algo para estar en buena posición ante Dios, pero no sabe cómo proceder.
El siguiente artículo explicará por qué es necesario que se nos rehabilite ante Dios, y examinará los puntos de vista católicos y protestantes sobre la “justificación”. Otros dos artículos explicarán lo que la Biblia enseña sobre cómo llega Dios a vernos como justos, y cómo le afecta esto a usted.
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¿Puede Dios declararnos justos? ¿Cómo?La Atalaya 1985 | 1 de diciembre
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¿Puede Dios declararnos justos? ¿Cómo?
“GOD ’e say ’im alrite.” Esta es, al parecer, la manera como se vierte el término “justificación” en una versión reciente del Nuevo Testamento en la lengua pidgin de Nueva Guinea, derivada del inglés, y comunica, más o menos, la idea de que ‘Dios dice que estoy bien ante él’. Aunque la frase parezca extraña al conocedor del inglés normal, expresa la idea básica implícita en la palabra que, en muchas Biblias de lengua española, se traduce ‘ser justificado’, o “declaración de justicia”, como se expresa en Romanos 5:16.
Por otro lado, hay quienes dicen: ‘Llevo una vida decente. Hago el bien al prójimo cuando puedo. Estoy preparado para encontrarme con mi Creador’. Es patente que para dichas personas la justificación significa autojustificación. De acuerdo con la Biblia, la doctrina de la “justificación” tiene que ver con la estimación que Dios hace de nosotros y cómo trata él con nosotros. Jehová es “el Creador”. (Isaías 40:28.) Es el “Juez de toda la tierra”. (Génesis 18:25.) Por lo tanto, no hay nada que deba importar más que la valoración que él haga de nosotros.
Por qué necesitamos que se nos rehabilite ante Dios
La Biblia dice respecto a Jehová: “La Roca, perfecta es su actividad, porque todos sus caminos son justicia. Dios de fidelidad, con quien no hay injusticia; justo y recto es él”. (Deuteronomio 32:4.) Él es la personificación de la justicia. Como Creador y Dador de la vida, tiene derecho a establecer el conjunto de normas por las que se determina lo que es correcto y lo que es incorrecto. Lo que está en conformidad con las normas de Dios es justo.
En consecuencia, Dios fija la marca o nivel aceptable de logro que sus criaturas inteligentes tienen que alcanzar si desean vivir en armonía con su Creador. Errar ese blanco o norma es lo que en los idiomas originales de la Biblia se llama pecado. Por lo tanto, el pecado es injusticia. Es no actuar en conformidad con lo que Dios define como correcto o incorrecto. Por consiguiente, el pecado también es una forma de desorden, una forma de desafuero. (1 Juan 5:17; 3:4.)
Jehová “no es [Dios] de desorden, sino de paz”. (1 Corintios 14:33.) Originalmente, todas sus criaturas en el cielo y en la Tierra eran perfectas. Estaban dotadas de libre albedrío. (2 Corintios 3:17.) Disfrutaban de “la gloriosa libertad de los hijos de Dios”. (Romanos 8:21.) Mientras respetaran Sus normas justas, reinaría la paz y el orden por todo el universo. El desorden se introdujo en el universo cuando —primero en los cielos y luego en la Tierra— algunas criaturas se hicieron desaforadas ante Dios, al rechazarlo como Aquel que tenía el derecho a gobernar sobre ellas. Se desviaron de la norma de Dios respecto a lo correcto y lo incorrecto. Erraron el blanco, y así se convirtieron en pecadores.
Así ocurrió en el caso de nuestros primeros padres, Adán y Eva. (Génesis 3:1-6.) “Por eso es que [...] el pecado entró en el mundo y la muerte por medio del pecado, y así la muerte se extendió a todos porque todos habían pecado”. (Romanos 5:12.) Desde su rebelión, el pecado ha ‘gobernado como rey junto con la muerte’, puesto que todos los descendientes de Adán “han pecado y no alcanzan” la norma justa de Dios. (Romanos 5:21; 3:23.) Por eso necesitamos que se nos rehabilite ante Dios.
El punto de vista católico sobre la “justificación”
Todas las iglesias que afirman ser cristianas reconocen que la reconciliación con Dios es necesaria. Pero la doctrina católica difiere de la protestante en su manera de entender cómo se alcanza dicha reconciliación y cuál es la posición del cristiano ante Dios.
Respecto al dogma católico, The Catholic Encyclopedia declara: “La justificación denota aquel cambio o transformación en el alma que transfiere al hombre de la condición de pecado original, en la cual ha nacido como hijo de Adán, a una de gracia en la que se le reconoce como hijo de Dios por medio de Jesucristo, el segundo Adán”. Además, A Catholic Dictionary explica: “Nos limitamos aquí al proceso por el cual los adultos son elevados, de una condición de muerte y pecado al favor y la amistad de Dios; pues, con relación a los infantes, la Iglesia enseña que son justificados mediante el bautismo, sin que tengan que hacer nada”.
Resumiendo: La Iglesia Católica enseña que la “justificación” es un acto de Dios mediante el cual la persona que se bautiza en la fe católica alcanza de hecho condición de justa y santa por el don de la “gracia” divina. También afirma que dicha justificación puede 1) aumentarse mediante mérito personal, o buenas obras; 2) perderse debido a un pecado mortal y a incredulidad; 3) recobrarse por medio del sacramento de la penitencia. Dentro de este arreglo, el católico justificado tiene que confesar sus pecados a un sacerdote y recibir absolución. Cualquier “castigo temporal”a
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