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  • Declarados justos por Jehová
  • La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1955
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La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1955
w55 1/2 págs. 77-79

Declarados justos por Jehová

EL ASUNTO de ser declarados justos por Jehová no es uno que deba ser descartado con ligereza. Es un asunto de vida o muerte, porque solamente aquellos a quienes Jehová declara justos recibirán la vida eterna. El que Jehová declare justos a sus siervos no se hace con el propósito de exonerarlos o absolverlos de las acusaciones falsas que sus enemigos, visibles e invisibles, hayan levantado en contra de ellos, porque tales acusaciones no le influyen a él. Más bien, el que él declare a sus siervos justos tiene que ver con la posición que ocupan en relación con él y el acto de librarlos de las acusaciones y penas que su propia justicia ha colocado contra ellos.

¿Por qué existe necesidad de que seamos declarados justos por Dios? Porque nuestro primer padre Adán voluntariosamente desobedeció la ley de Dios y por lo tanto perdió la posición de justo que ocupaba a la vista de Dios y su derecho condicional a la vida. Habiendo perdido estas posesiones inapreciables no las podía transmitir a sus hijos, y así todos ellos nacieron en pecado, imperfectos, sin ocupar la posición aprobada de justos ante Dios y sin derecho condicional a la vida. Por eso es que “no hay hombre justo, ni siquiera uno,” porque “por medio de un solo hombre el pecado entró en el mundo y la muerte por medio del pecado, y así la muerte se extendió a todos los hombres porque todos habían pecado.”—Rom. 3:10; 5:12, NM.

Por medio de su pecado Adán nos dejó en deudas con la justicia de Dios. Dios no tenía obligación de proveer rescate para nosotros, de pagar esa deuda, pero porque Dios es amor él misericordiosamente hizo provisión para nuestro rescate, para pagar esa deuda para nosotros. Las Escrituras revelan cómo Dios podría obrar con rectitud y sin embargo declarar justos a los que fueron perjudicados por la transgresión de Adán, a saber, por medio de fe en el sacrificio rescatador de Cristo.

Pero ¿no suministraba la Ley una base para declarar justos a los israelitas? No, no lo hacía; de hecho, no podía hacerlo. ¿Por qué? Porque no podía remover su inhabilidad, no podía librarlos de su deuda. Solamente les daba una norma, algo hacia qué esforzarse; lo cual sólo hizo aun más manifiesto cuán lejos estaban de los justos requisitos de Dios. Por tanto la Ley, por medio de mostrar las muchas cosas que constituían pecado, en realidad hizo que el pecado abundara todavía más. Y mediante sus sacrificios obligatorios impresionó en los israelitas el hecho de que necesitaban un sacrificio válido y también los mantuvo en la adoración pura de Jehová hasta que llegara su Mesías, quien podría suministrarles exoneración del pecado.

Sin embargo quizás alguien pregunte, ¿No “se le contó por justicia” la fe que Abrahán tenía en Jehová? Sí, pero solamente hasta el punto de que “se le llegó a llamar ‘amigo de Jehová’.” Entonces, ¿se declara justos en grados variantes y con diferentes propósitos a los humanos imperfectos? Sí. Abrahán tenía fe en la promesa de Dios tocante a una simiente, y debido a su fe Dios le aceptó como su amigo. Pero Abrahán no sabía quién sería esa simiente; así que no podía ejercer fe en Cristo Jesús y en su sacrificio rescatador, fe sin la cual nadie puede ser declarado justo con la esperanza de vida eterna.—Sant. 2:23, NM.

¿A QUIÉNES SE LES DECLARA JUSTOS AHORA?

¿Cómo pudo Cristo Jesús proveer una base para declarar justas a criaturas humanas imperfectas? Porque su vida perfecta fué transferida de su existencia espiritual prehumana a la matriz de la virgen María, él estaba libre del pecado adámico. Como criatura humana perfecta él era el equivalente del hombre perfecto Adán como éste había sido en el Edén, y al continuar en esa condición justa él podría haber vivido para siempre en la tierra. Pero ése no era el propósito o la voluntad de Dios para Jesús, y por eso no se le dió una esposa y un mandato de ser fecundo y llenar la tierra. Más bien, Dios tenía para Jesús el destino de ser el Rey divino del nuevo mundo. Por tanto su estadía en la tierra fué solamente temporánea, justamente suficiente tiempo para que aprendiera “obediencia de las cosas que padeció,” para “dar testimonio a la verdad,” y “para dar su alma como rescate en cambio por muchos.”—Heb. 5:8; Juan 18:37; Mat. 20:28, NM.

Por medio de entregar su vida voluntariamente Cristo Jesús soltó mérito, algo de valor que él podía usar para el beneficio de otros. Al ser resucitado como espíritu y ascender al cielo él presentó este mérito a Dios, quien lo aceptó en lugar de las demandas que Su justicia tenía en contra de la raza humana.

¿Ha recibido alguien los beneficios de esta provisión?, y, en tal caso, ¿quién? ¿cómo y cuándo? Desde el Pentecostés el “cuerpo de Cristo,” que se limita a los ciento cuarenta y cuatro mil que Juan vió “de pie sobre el monte de Sión” con el Cordero, han estado recibiendo los beneficios de esta provisión, siendo declarados justos a la vista de Dios debido a su fe en el sacrificio de Cristo y la dedicación de ellos para hacer la voluntad de Jehová.—Apo. 14:1, NM.

El declarar justos a éstos es solamente un medio hacia un fin. Y ¿cuál es ese fin? Que sean elegibles para ser miembros en el cuerpo de Cristo como seguidores en sus pisadas. A la edad de treinta él, como hombre maduro y perfecto, sacrificó su vida humana para poder obtener una herencia celestial.

Sin embargo, éstos que serían los seguidores de Cristo, siendo imperfectos, no pueden llenar los requisitos de Dios de un sacrificio inmaculado. Tampoco tienen ellos un derecho a la vida que sacrificar sobre la cual base se les pudiera dar la esperanza de vida espiritual. Pero sobre la base de su fe en el sacrificio de Cristo y su dedicación a Jehová, Jehová les acredita con el mérito de Cristo, así haciéndoles aceptables para sacrificio y dándoles algo que sacrificar, lo cual ellos sacrifican, engendrándoles Dios entonces por su espíritu a una esperanza de vida celestial.

Puesto que la justicia les está imputada por fe, en vez de ser efectiva, éstos no pueden guardarse totalmente libres del pecado. Pero no se rinden voluntariamente al pecado, y aunque repetidamente faltan, ellos pueden mantener su posición justa delante de Dios pidiendo que el mérito de Cristo sea aplicado a ellos para cubrir sus pecados.—1 Juan 1:9, 10; 2:1.

¿QUÉ HAY DE OTROS?

Cristo Jesús suministró ‘sacrificio propiciatorio, no solamente para los pecados de su cuerpo, la congregación cristiana, sino también para otros de la humanidad.’ (1 Juan 2:2) ¿Cuándo serán declarados justos estos otros, los hombres fieles de la antigüedad que murieron antes que viniera Cristo, los de la humanidad en general que están en sus tumbas y los de la “grande muchedumbre” de otras ovejas que ahora sirven fielmente a Jehová? En vista de lo que hemos descubierto acerca de que la justificación o el ser declarados justos por fe es solamente un medio hacia un fin, el que ciertas personas puedan ser elegibles para ser miembros en el cuerpo de Cristo y compartir la gloria celestial con él, sigue que todos aquellos cuyo destino sea la tierra, los que acabamos de mencionar, no tendrían necesidad de que se les imputara la justicia.

Puede decirse que los que son de las otras ovejas hoy tienen una señal representativa de perdón. Por razón de su fe en el sacrificio de Cristo, su dedicación para hacer la voluntad de Jehová y su separación del mundo, se les representa como los que han “lavado sus mantos y los han emblanquecido en la sangre del Cordero.” (Apo. 7:14, NM) Puesto que buscan a Jehová, la justicia y la mansedumbre, ellos tienen la esperanza de ser protegidos durante la gran tribulación del Armagedón para entrar en el nuevo mundo de justicia sin primero tener que entrar en la tumba. En ese nuevo mundo ellos gradualmente llegarán a ser verdaderamente perfectos bajo la ministración de Cristo y su cuerpo de reyes y sacerdotes.

Los fieles hombres de la antigüedad, que murieron antes de que Cristo diera su vida como rescate, dado que hicieron “cosas buenas,” porque procedieron de una manera justa, serán levantados a una resurrección de vida. La suya será una resurrección para vida, no en el sentido de que salgan con cuerpos perfectos, porque no será así, sino en que ellos estarán bien avanzados en el camino a la vida debido a su pasado proceder de retener su integridad. Inmediatamente jurarán y rendirán lealtad a Cristo, el Rey reinante, y participarán con otros en el privilegio de servir como “príncipes.”—Sal. 45:16.

Una vez resucitados, los hombres fieles de la antigüedad se unirán a las otras ovejas en su tarea de hacer de la tierra un paraíso, después de lo cual vendrá la resurrección de la humanidad en general, los que están en las “tumbas memorialescas” y que habían ‘practicado cosas viles.’ (Juan 5:28, 29, NM) También éstos tendrán la oportunidad de aprovecharse del sacrificio de Cristo y derivar los beneficios de su reino, así alcanzando la perfección para el fin del reinado de mil años de Cristo.

Entonces se someterá a una prueba final a todos los que están en la tierra por medio de soltar a Satanás y sus demonios del abismo, en el cual habían sido encerrados mientras se llevaba a cabo la obra edificante del reinado de Cristo. Mientras que, durante el reinado de mil años, los que rehusaron alinearse con éste habrán sido destruídos, la prueba al final de los mil años revelará a todos los que se vuelvan egoístas de corazón, quienes entonces serán destruídos junto con Satanás y sus demonios en lo que es llamado “el lago de fuego” y “la muerte segunda.” (Apo. 20:1-10, 14) Los que retienen su integridad serán declarados justos por Jehová y se les dará el derecho a la vida eterna.

Así, en resumen, vemos que desde el Pentecostés hasta el tiempo presente solamente los del “cuerpo de Cristo” son declarados justos, y eso por fe; éstos conseguirán la justicia verdadera en la “primera resurrección.” Y los demás obedientes de la humanidad serán declarados justos para vida eterna después de pasar con aprobación la prueba al final del reinado de mil años de Cristo.

Por obras de ley ninguna carne será declarada justa ante él, porque mediante la ley viene el conocimiento acertado del pecado. Pero ahora aparte de ley la justicia de Dios ha sido manifestada, . . . sí, la justicia de Dios por medio de la fe en Jesucristo. . . . Porque todos han pecado y están lejos de la gloria de Dios, y es como un don gratuito que ellos están siendo declarados justos por su bondad inmerecida mediante . . . Cristo Jesús.—Rom. 3:20-24, NM.

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