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  • ¿Qué pagaré de vuelta a Jehová?
  • La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1973
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La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1973
w73 1/10 págs. 585-587

¿Qué pagaré de vuelta a Jehová?

ES PROBABLE que solo las personas de disposición mansa, instruidas en la Biblia, hagan surgir la cuestión en cuanto a pagar de vuelta a Dios todos los beneficios que él ha otorgado a sus criaturas humanas. La mayoría de las personas piensan más en sus ayes, sus causas de queja, sus prejuicios —y los expresan— que en asuntos sobre los cuales bien podrían estar agradecidas. La gratitud genuina es rara. Tan cegados por el egoísmo están muchos que ni siquiera pueden ver la multitud de causas para dar gracias. Un escritor inspirado del primer siglo E.C. predijo claramente esta situación con estas palabras: “Los hombres serán amadores de sí mismos, amadores del dinero, . . . desagradecidos, desleales, . . . sin amor de la bondad.”—2 Tim. 3:2, 3.

Ese espíritu de ingratitud es contagioso. Puede esparcirse y afectar a otros como una enfermedad virulenta. Puede envenenar la mente de aun aquellos que han adoptado la adoración del único Dios verdadero, Jehová, si de modo alguno se descuidan y no mantienen fuerte su fe y su confianza en Aquel que adoran. ¡Qué importante es, entonces, meditar frecuentemente en todos los beneficios que Jehová ha derramado tan copiosamente sobre nosotros... sí, aun antes que estuviésemos conscientes de su gobierno benigno de todo el universo! Y hay razones especiales para estar agradecidos de que estamos vivos en este período particular de la historia humana y que tenemos conocimiento de los maravillosos propósitos de Dios para la humanidad y este planeta terrestre que fue creado para ser el hogar hermoso y duradero del hombre.—Jer. 9:24.

Acuérdese de que todos hemos nacido dentro de una raza moribunda. Desde el mismísimo día de nacer hemos estado sujetos al temor de la muerte por herencia de nuestros padres pecadores. Hemos estado a merced de gobernantes tiránicos y egoístas y de hombres que, como bestias salvajes, han sido codiciosos de presa. Hemos sido embaucados, robados, empobrecidos, no solo en cuanto a cosas materiales, sino, lo que es peor, en cuanto a cosas espirituales. Hemos andado tropezando en un mundo tenebroso y despiadado sin que al parecer a nadie le importe nuestro bienestar. (Eze. 34:2-6) Quizás hasta hayamos orado por ayuda sin saber a quién orábamos.

Muchos de nosotros habíamos llegado hasta un punto crítico en la vida, quizás a un callejón sin salida, a una situación imposible, sin escapatoria, o así parecía. Algunos, como pájaros atrapados en una trampa y a merced del trampero, no han podido ayudarse, pues se enfrentan casi a muerte segura o por lo menos a frustración total y pérdida del deseo de vivir. Estaban, les parecía, más allá del alcance de ayuda. Otros, completamente horrorizados por las realidades de la vida en un inicuo sistema de cosas, se han arrojado a libertinaje de una clase u otra en un esfuerzo por olvidar los dolores ocasionados por la desilusión de las posibilidades que les brinda la vida a ellos. Esto, también, resultó ser vano.

Pero entonces, al tiempo apropiado para ellos, Jehová se presentó en escena. Pudo haber sido por medio de uno de sus Testigos que llegó con las buenas nuevas del Reino. Pudo haber sido en virtud de leer una de las muchas ayudas para el estudio de la Biblia publicadas por los testigos de Jehová. ¡Los resultados fueron sorprendentes! ¡Ojos y oídos fueron abiertos a cosas hasta entonces no vistas ni oídas, cosas espirituales maravillosas! Gradualmente comenzó a revelarse el significado de la Palabra de Dios, la Biblia. Ante su vista se extendió una enteramente nueva perspectiva de vida y utilidad sobre la base de las resplandecientes promesas de un nuevo orden.

Enseguida nos enteramos de que había muchos otros que en su vida habían pasado por semejantes experiencias de desilusión y frustración y que ahora estaban, tal como estábamos nosotros, emocionados por las perspectivas futuras, la perspectiva de la vida en un nuevo sistema de cosas en el cual prevalecería la justicia. (2 Ped. 3:13) Y averiguamos que se reunían con regularidad en un Salón del Reino, donde cada reunión tenía que ver con mejorar nuestro conocimiento de Dios y su provisión de salvación. ¡Qué asociación completamente diferente fue ésa de cualquiera que previamente habíamos experimentado en los círculos sociales y religiosos mundanos! ¡Ciertamente teníamos muchas razones para pensar en pagar de vuelta al generoso Dador de todas estas cosas buenas!

En esta asociación nueva y refrescante con otros agradecidos, llegó a ser nuestro privilegio el prestarnos generosamente a las miras y actividades del grupo. Al disfrutar de las comodidades del Salón del Reino llegamos a tener conciencia del hecho de que tiene que costar algo el mantener lugares como éste. No hubo necesidad de que alguien sacudiera un platillo de colecta debajo de nuestras narices o nos suministrara sobres con cuotas impresas, como se practica en muchas de las casas religiosas de la cristiandad. Aprendimos que nadie tiene que solicitar fondos para llevar a cabo la obra del gran Dueño del universo. Sí, llegamos a comprender que a los cristianos verdaderos les repugna el mendigar, engatusar y ejercer presión en la gente para que haga contribuciones. Notamos que hombres responsables en las congregaciones están plenamente conscientes de que tal solicitación no está en armonía con el espíritu y los principios del cristianismo.

Por supuesto, no se perdía de vista el modo práctico de ver el asunto. Sí cuesta algo mantener los Salones del Reino, suministrar calefacción, luz y otras comodidades que los hacen adecuados para la obra de conducir una campaña de educación bíblica. De vez en cuando los hombres de mayor edad de la congregación informaban a los reunidos en cuanto a los gastos envueltos, y en cuanto a la oportunidad de que todos los dispuestos participaran en sufragar el costo, no sobre una base por persona, ni por alguna determinación arbitraria, sino enteramente sobre la base de la habilidad y disposición de los contribuyentes. En cada Salón del Reino hay una caja para las contribuciones, jamás prominente, en la cual todos pueden echar su dádiva. Todo el arreglo es muy contrario a la idea de solicitación. Jehová y sus siervos cristianos solo aprecian las dádivas que se ofrecen voluntariamente.—2 Cor. 9:7.

Al debido tiempo nos enteramos del alcance de la obra de los testigos de Jehová, esparcida a través de unos 208 países alrededor de la Tierra; acerca de la tremenda empresa de llegar a esos países con el mensaje del Reino, entrenando y enviando a misioneros, ayudando a ciudadanos de esos países a emprender y adelantar la misma obra excelente entre sus conciudadanos. Todo esto, sabíamos, costaba algo. Y esto es lo que nos impelió, a cada uno, a hacer la pregunta: ¿Cómo puedo participar más positivamente en esta maravillosa actividad global, aunque no puedo dejar mi hogar?

Bueno, pronto hallamos la respuesta. ¡Cuánto gusto nos dio enterarnos de que era apropiado enviar nuestras contribuciones personales para esta grandiosa obra dadora de vida a la sucursal de la Sociedad que administra las actividades de los testigos de Jehová en nuestro propio país! Por ejemplo, para las personas que viven en los Estados Unidos la dirección apropiada que usar con este propósito, nos enteramos, es: Watchtower Bible and Tract Society of New York, Inc., 117 Adams Street, Brooklyn, New York 11201.

Otras maneras importantes de esforzarnos de nuestra propia manera pequeña para pagar de vuelta a Jehová todas sus bendiciones llegaron a nuestra atención al debido tiempo. Nos enteramos de que es posible participar personalmente en la gran obra de predicación y enseñanza que logra el propósito juramentado de Dios de hallar y cuidar de una multitud de hombres y mujeres semejantes a ovejas descarriadas en estos días apremiantes antes que este viejo sistema de cosas llegue a su fin en un tiempo de gran tribulación. (Eze. 34:11) Al asistir con regularidad a las reuniones del Salón del Reino, se recibe entrenamiento para dicha participación así como gran estímulo mediante la asociación con otros agradecidos. ¡Y qué deleite estar aprendiendo a hacer lo que Cristo Jesús y sus discípulos estuvieron haciendo hace mil novecientos años! ¡Emocionante también es saber que en esta fecha tardía todavía hay oportunidades para que personas deseosas de seguir en los pasos del Señor Jesús lo hagan!

Al reflexionar en todo el camino por el cual Jehová nuestro Dios nos ha llevado, los beneficios que ha otorgado tan generosamente, ¿podemos apagar la llama de gratitud que brota en nuestro corazón? ¿Sería prudente olvidarnos de todas sus bondades inmerecidas y ponernos de nuevo a repetir nuestras quejas insignificantes y dificultades? No, sino que con el salmista inspirado podemos declarar gozosamente: “Nuestra alma es como un pájaro que ha escapado de la trampa de los que usan señuelo. La trampa está quebrada, y nosotros mismos hemos escapado. Nuestra ayuda está en el nombre de Jehová, el Hacedor del cielo y de la tierra.” (Sal. 124:7, 8) El “Dios misericordioso y benévolo” nos ha librado de la vanidad de una vida impía, de las frustraciones del vivir egocéntrico, sí, de ‘las sogas de la muerte que rodea,’ pues ¿no nos ha dado la esperanza de vida por medio de Jesucristo?

Es evidente que el proceder de gratitud ahora es cantar las alabanzas de nuestro Dios a todos los que encontremos, dándoles a saber acerca de las bendiciones que hemos recibido, de nuestro punto de vista completamente nuevo sobre el futuro. Compartamos con ellos la bondad de Jehová. Hemos recibido gratis; demos gratis a otros necesitados. Y a medida que damos de nosotros mismos y de nuestros recursos, tengamos confianza de que a Jehová le agradan nuestros esfuerzos humildes por responder a la pregunta: “¿Qué le pagaré de vuelta a Jehová por todos sus beneficios para conmigo?”—Sal. 116:12.

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