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  • ¿Debería el nombre de Jesús provocar “amargos recuerdos”?
    ¡Despertad! 1976 | 22 de julio
    • ¿Debería el nombre de Jesús provocar “amargos recuerdos”?

      CASI todos han oído acerca de Jesús de Nazaret. Cientos de millones de personas lo consideran el hombre más importante que jamás haya pisado la Tierra. Sin embargo, algunos adoptan una opinión decididamente diferente.

      Por ejemplo, el conjunto de escritos religiosos judíos conocido como el Talmud babilónico,a contiene la siguiente declaración: “En la víspera de la Pascua Yeshu [Jesús] fue colgado. Por cuarenta días antes que se llevara a cabo la ejecución, salió un heraldo y pregonó: ‘Él saldrá para ser lapidado porque ha practicado brujería y ha incitado a Israel a la apostasía. Cualquiera que pueda decir algo a su favor, que se presente y haga súplica a su favor.’ ¡Pero puesto que no se presentó nada a su favor fue colgado en la víspera de la Pascua!”—Tratado Sanhedrin, página 43a.

      En su libro The Jewish People and Jesus Christ, Jakób Jocz señala: “El nombre de Jesús y el símbolo de su sufrimiento evocan amargos recuerdos en la mente judía.” A veces esta amargura ha alcanzado extremos. Cuando se les recuerda de Jesús, algunas sinceras personas judías han proferido la frase: “Que su nombre y su recuerdo sean borrados.”

      No todos los judíos sienten amargura hacia Jesús, pero ese sentimiento existe aun en este siglo veinte. Consideremos varias razones.

      Razones para la amargura

      ● Durante siglos los judíos han sufrido horrible persecución a manos de la cristiandad. Algunas de las páginas más desgarradoras de la historia relatan de las cruzadas derramadoras de sangre, de las “Inquisiciones” atormentadoras, de la humillación pública, de los bautismos forzados y de la exterminación sistemática de millones de individuos cuyo único “crimen” fue el ser judíos.

      ● Cientos de millones de miembros de las iglesias de la cristiandad adoran a Jesús como la segunda persona de una misteriosa “Trinidad,” completamente igual al Dios Todopoderoso. Sin embargo, las inspiradas Escrituras Hebreas declaran: “Escucha, o Israel: el Señor nuestro Dios, el Señor es Uno.” (Deu. 6:4, “Jewish Publication Society”) El pueblo judío no ha hallado convincentes los argumentos de los teólogos de la cristiandad de que Dios es tanto “uno” como “tres” al mismo tiempo.

      ● Muchas de las iglesias de la cristiandad contienen imágenes de Jesús ante las cuales los adoradores se inclinan con reverencia. Esto es repugnante a personas que rigen su vida por lo que se declara en el segundo de los Diez Mandamientos: “No debes hacerte una imagen tallada, ni nada de forma parecida, de cosa alguna que esté en el cielo arriba, o que esté en la tierra debajo, o que esté en el agua debajo de la tierra; no debes inclinarte ante ellas, ni servirles.”—Éxo. 20:4, 5, “JP.”

      ● Jesús de Nazaret afirmó ser el Mesías por largo tiempo prometido. No obstante, según el rabí H. G. Enelow: “Las ideas asociadas en la mente judía con el Mesías no solo quedaron sin que Jesús las realizara, sino que han permanecido sin ser cumplidas hasta este mismo día.”

      En vista de lo precedente, ¿se ha preguntado usted alguna vez por qué durante siete años después que Jesús comenzó sus actividades de predicación y enseñanza públicas todos sus miles de seguidores fueron judíos naturales, o personas que se habían convertido al judaísmo? ¿Por qué escucharon a Jesús?

      “Ningún judío sensato puede permanecer indiferente”

      Algunos quizás piensen que el asunto de Jesús de Nazaret y los judíos es un asunto que yace en el olvido, no digno de discutirse. Sin embargo, el rabí Enelow hace surgir un punto importante: “Ningún judío sensato puede permanecer indiferente al hecho de que un judío [refiriéndose aquí a Jesús] haya tenido una parte tan importante en la educación y dirección religiosa de la raza humana.” Otro erudito judío, E. R. Trattner, señala en As a Jew Sees Jesus:

      “Se calcula que se han escrito más de sesenta mil volúmenes acerca de él (Jesús). Ochocientos idiomas y dialectos cuentan su historia. Para mí —debido a que soy judío— esto es algo asombroso, porque nada parecido a ello jamás ha ocurrido en tan grande escala en los anales del hombre.”

      “Dos temas diferentes”

      Aquí será bueno aclarar algunas ideas equivocadas. El Dr. Jocz señala: “El Cristo de la Iglesia . . . no tiene nada en común con el gran Nazareno. La discusión acerca de la doctrina cristiana y la discusión acerca de Jesús de Nazaret son dos temas diferentes.” ¿Cómo es eso?

      Un examen de los relatos del Evangelio escritos por los judíos Mateo, Marcos, Lucas y Juan puede resultar sorprendente. Usted hallará que en ningún lugar solicita Jesús la adoración de sus discípulos. En lugar de pretender la igualdad con Dios, Jesús dijo: “No hago nada de mi propia iniciativa; sino que hablo estas cosas así como el Padre me enseñó.” (Juan 8:28) Jesús también declaró: “El Padre [Dios] es mayor que yo.” (Juan 14:28) Y durante un tiempo de prueba él le oró a Dios: “Que no se efectúe mi voluntad, sino la tuya.”—Luc. 22:42.

      A diferencia de las iglesias de la cristiandad, ni Jesús ni ninguno de los escritores del “Nuevo Testamento” estimularon el uso de imágenes en la adoración. Por el contrario, leemos: “Huyan de la idolatría.” “Guárdense de los ídolos.” (1 Cor. 10:14; 1 Juan 5:21) Y en vez de instar al maltrato del prójimo, Jesús enseñó en su Sermón del Monte: “Continúen amando a sus enemigos y orando por los que los persiguen; para que demuestren ser hijos de su Padre que está en los cielos, ya que él hace salir su sol sobre inicuos y buenos y hace llover sobre justos e injustos.”—Mat. 5:44, 45.

      En cuanto al contenido de las enseñanzas de Jesús, The Jewish Encyclopedia comenta: “En muchos aspectos su actitud fue específicamente judía, hasta en direcciones que, por lo general, se consideran como señas de estrechez judaica. Parece que Jesús predicó con regularidad en la sinagoga, lo que no hubiera sido posible si sus doctrinas se hubieran reconocido como esencialmente diferentes de las creencias farisaicas contemporáneas.”

      Así es que muchos de los obstáculos que han excitado la animosidad de personas judías contra Jesús de Nazaret no existieron en el primer siglo de la E.C. De hecho, los judíos en aquel entonces se mostraron dispuestos a escucharle. ¿Por qué?

  • ¿Por qué escucharon a Jesús?
    ¡Despertad! 1976 | 22 de julio
    • ¿Por qué escucharon a Jesús?

      A PESAR de los adelantos de la ciencia y de la tecnología hoy día, nunca antes ha habido mayor necesidad de una guía práctica en las relaciones humanas. La humanidad no solo está dividida racial, nacional, y religiosamente, sino que frecuentemente las personas se sienten rechazadas por los de su misma raza, nación y organización religiosa.

      Parte de la naturaleza humana imperfecta es la tendencia hacia la distinción de clases, y ésta ha existido durante los milenios de la historia humana. Sin embargo, algunas cosas pueden agravarla. ¿Ha observado usted la tendencia de algunos que han recibido una buena educación académica de menospreciar a las personas que no han recibido una educación tan buena? Este problema también existió en el día de Jesús. El profesor George Foot Moore dijo en Judaism in the First Centuries of the Christian Era: “Los instruidos tenían el orgullo común de enseñanza en medida doble porque era enseñanza religiosa. . . . Hillel [que vivió a comienzos de la era común] lo había expresado concisamente: ‘Ningún hombre ignorante [‘am ha-arez, “gente de la tierra,” hebreo] es religioso.’”—Compare con Juan 7:49.

      Indicando el grado al que llevaban ciertas personas esta actitud, el Talmud preserva las siguientes declaraciones de rabinos que vivieron en los primeros siglos de la era común:

      “Nuestros rabinos enseñaron: Que un hombre . . . no se case con la hija de un ‘am ha-arez, porque éstos son detestables y sus esposas son sabandijas, y de sus hijas se dice que [en Deuteronomio 27:21]: ¡Maldito aquel que se echare con cualquiera bestia! . . . El R[abí] Eleazar dijo: En cuanto a un ‘am ha-arez, está permitido apuñalarlo [aun] en el Día de Expiación que cae en sábado. . . . Uno no debe acompañar a un ‘am ha-arez en el camino . . . El R[abí] Samuel [hijo de] Nahmani dijo en el nombre del R[abí] Johanan: ¡Uno puede despedazar a un ‘am ha-arez como a un pez! Dijo el R[abí] Samuel [hijo de] Isaac: Y [esto significa] a lo largo de la espalda.”—Talmud babilónico, tratado Pesachim (“Fiesta de la Pascua”), folio página 49b.

      No obstante, Jesús ciertamente se mezcló con la gente común. Cuando ciertos “escribas de los fariseos” se opusieron a que Jesús comiera con los despreciados recaudadores de impuestos y los “pecadores,” Jesús declaró: “Los fuertes no necesitan médico, pero los que se hallan mal sí. No vine a llamar a justos, sino a pecadores.” (Mar. 2:16, 17) Respecto a esta actitud, E. R. Trattner señala en As a Jew Sees Jesus:

      “Ningún profeta judío antes de Jesús buscó jamás a los desdichados, enfermos, débiles y oprimidos para derramarles amor y servicio compasivo. Se desvivió para redimir a los humildes por medio de un toque de comprensión humana que es del todo singular en la historia judía.”

      Este espíritu de compasión por la gente común seguramente hizo que muchos escucharan atentamente lo que Jesús decía. Pero eso no fue todo. También fue singular el contenido de la enseñanza de Jesús.

      Humildad y perdón

      En vez de instar a sus oyentes a esforzarse por grandeza en la erudición o en otra esfera, Jesús enseñó: “El mayor entre ustedes tiene que ser su ministro. El que se ensalce será humillado, y el que se humille será ensalzado.” (Mat. 23:11, 12) Claude Montefiore, un erudito judío que produjo varias obras acerca de Jesús de Nazaret, escribe en Rabbinic Literature and Gospel Teachings:

      “La doctrina de servir y de la humildad del servicio fue un rasgo notable de la enseñanza de Jesús. Y también era un rasgo comparativamente nuevo. No hay un paralelo completo a esta doctrina en la literatura rabínica, hasta donde yo lo sepa y haya podido indagar el asunto. Porque Jesús . . . quiere decir más que solo un pequeño punto como servir o escanciar vino en un banquete, aunque esa acción pudiera ser la ocasión o la ilustración de su enseñanza. Él quería decir el servicio de toda una vida; el rendir servicio humilde y dedicado a otros. Él quiso decir desgastarse a favor de los más humildes . . . Tal concepto era algo nuevo, una nueva enseñanza. Y es innecesario hablar aquí de su colosal importancia y efectos en la historia.”

      ¿Cómo debería una persona que deseaba servir a su prójimo reaccionar al ser ofendido? ¿Ha oído usted alguna vez a alguien decir: “No puedo soportarlo más. Jamás volverá a salirse con la suya”? Aunque es popular exaltar las virtudes de perdonar, muchos establecen un límite definido de la cantidad de veces que soportarán una molestia. Posiblemente el discípulo de Jesús Simón Pedro pensó que era una exageración cuando preguntó: “¿Cuántas veces ha de pecar contra mí mi hermano y he yo de perdonarle? ¿Hasta siete veces?” Sin embargo, Jesús respondió: “No te digo: Hasta siete veces, sino: Hasta setenta y siete veces.” (Mat. 18:21, 22) En otras palabras, no debe tener un límite el perdonar insultos y ofensas personales. Estos principios de humildad y tolerancia fueron otra razón por la cual se le hizo agradable a la gente escuchar a Jesús.

      Buenas obras y la “salvación”

      ¿Cuál es su opinión de las personas que son muy religiosas? ¿Ha observado usted la tendencia que tienen algunas de recalcar exageradamente el valor de llevar a cabo preceptos religiosos o el hacer obras de caridad? ¿No dan la apariencia ciertas personas de creer que las contribuciones de caridad generosas, u otros hechos filantrópicos o religiosos, excusan actitudes perjudiciales o hasta un modo de vivir inmoral? Bajo una apariencia de piedad esos individuos pueden ser muy egoístas y causar mucha infelicidad a otros.

      Como es el caso con casi todos los seres humanos, muchos judíos del día de Jesús se inclinaban a pensar que el cumplir con preceptos religiosos o hacer obras de caridad equilibraría, a los ojos de Dios, las transgresiones de su Ley. Los fariseos (que significa “los separados”) eran particularmente propensos a esta actitud. Entre las “7 clases de fariseos,” el Talmud palestinense alista “el que equilibra,” explicando: “[Él] se dice a sí mismo, voy a cumplir un precepto religioso, y entonces violar otro, y contrapone uno contra el otro.” Otra clase de fariseo, “que está consciente de sus obligaciones, trata de borrar sus pecados por su buena conducta.” (Tratado Berakhoth [“Bendiciones”], capítulo 9) La siguiente declaración muestra hasta dónde llevaban algunos esto de compensar sus actos pecaminosos con obras buenas:

      “Nuestros rabinos enseñaron: El hombre siempre debe considerarse a sí mismo como si fuera mitad culpable y mitad meritorio: si cumple un precepto, feliz es él por pesar más en la balanza del mérito; si comete una transgresión, ay de él por pesar más en la balanza de la culpabilidad.”—Talmud babilónico, tratado Kiddushin (“Noviazgos”), folio páginas 40a, 40b.

      Con respecto a esta actitud, Montefiore comenta: “Parece que los rabinos juzgan demasiado por los actos. . . . Y este énfasis conduce a una exteriorización extraña. Si las obras buenas de un hombre, en cualquier momento dado, exceden sus obras malas por una, puede ser clasificado entre los justos; si sus obras malas exceden sus obras buenas por una, puede ser clasificado entre los pecadores. Así es que su ‘salvación’ puede depender de que, al momento de la muerte, sus obras buenas superen por una a sus obras malas.”

      Por supuesto, la literatura talmúdica incluye muchas declaraciones acerca de la necesidad de tener motivos correctos al cumplir con los preceptos y hacer obras de caridad. Se da énfasis a ‘cumplir con los mandamientos por respeto a los mandamientos’ más bien que por la recompensa. Sin embargo, las expresiones de esta clase, no neutralizan los numerosos pasajes que pintan el hacer buenas obras como un camino seguro a la “salvación.” Según lo expresa Montefiore: “Hay mucho que se puede citar (como siempre sucede) por el otro lado; pero había la tendencia de considerar todo el asunto de la vida como si se tratara de las calificaciones de un muchacho de escuela.”

      Jesús, aunque no empequeñeció la importancia de la conducta correcta, dio énfasis al hecho de que los individuos podrían ser desaprobados por Dios a pesar de cumplir escrupulosamente con buenas obras religiosas y de caridad. Por ejemplo, los fariseos hacían un voto especial de observar las leyes de pureza religiosa, que incluían lavarse las manos ritualmente antes de las comidas. Sin embargo, cuando le preguntaron a Jesús por qué sus discípulos pasaban por alto ese lavado de manos antes de las comidas, él contestó: “Escuchen y capten el sentido: No lo que entra en la boca contamina al hombre; sino lo que procede de su boca es lo que contamina al hombre. . . . las cosas que proceden de la boca, del corazón salen.”—Mat. 15:10, 11, 18.

      Otro voto que hacían los fariseos implicaba el diezmo, o el dar las décimas partes del producto de la tierra, y de sus árboles frutales, manadas y rebaños para el sostén del sacerdocio levítico y otras cosas necesarias relacionadas con la adoración de Dios. Aunque no había nada incorrecto en el diezmo en sí mismo, Jesús reprendió severamente a los fariseos que pensaban que el cumplir con esos preceptos religiosos excusaba la falta de otras cualidades piadosas. Jesús dijo:

      “¡Ay de ustedes, escribas y fariseos, hipócritas! porque dan el décimo de la hierbabuena y del eneldo y del comino, pero han desatendido los asuntos de más peso de la Ley, a saber, la justicia y la misericordia y la fidelidad. Era obligatorio hacer estas cosas, y sin embargo no desatender las otras cosas. ¡Guías ciegos, que cuelan el mosquito pero engullen el camello!”—Mat. 23:23, 24.

      Repetidamente Jesús dio énfasis al hecho de que lo que una persona es en su corazón, que implica su patrón o modelo de pensar, emociones, deseos y motivos, vale más a los ojos de Dios que el hacer específicas obras buenas religiosas y de caridad. (Compare con Mateo 5:27, 28.) Seguramente muchos judíos sinceros del día de Jesús se complacieron en escuchar su presentación franca de esas verdades básicas.

      ¿Linaje o esfuerzo sincero?

      Probablemente usted conoce a personas que despliegan un orgullo peculiar de que son miembros de cierta línea de familia, raza, nación u organización religiosa. Tal como es el caso hoy día, la tendencia de llevar esa actitud a los extremos existía en el día de Jesús. ¿Ha oído usted decir alguna vez de la enseñanza que se conoce como “mérito de los padres” (en hebreo: zekhut’ abhoth’)? Según la Encyclopædia Judaica, “la literatura rabínica contiene muchas declaraciones de que el mérito de los antepasados afecta el bienestar de sus descendientes.”

      La descendencia de Abrahán se consideraba especialmente beneficiosa. “Tan grande es el [mérito] de Abrahán,” señala una autoridad en judaísmo en A Rabbinic Anthology, “que él puede hacer expiación por todas las vanidades cometidas y las mentiras pronunciadas por Israel en este mundo.” Un comentario rabínico sobre el libro de Génesis representa a Abrahán como sentado ante la puerta del Gehena, para liberar a cualquier israelita que de otro modo pudiera venir a parar allí. Así es que, cuando Juan el Bautista, el precursor de Jesús, instaba a todos sus oyentes, prescindiendo de sus antepasados, a arrepentirse y a armonizar su vida con la ley de Dios, lo halló necesario decir: “Produzcan frutos propios de arrepentimiento. Y no comiencen a decir dentro de ustedes: ‘Por padre tenemos a Abrahán.’” (Luc. 3:8) Jesús también desvió la atención de sus compañeros judíos de la idea de ganar méritos ante Dios porque eran descendientes de Abrahán cuando les dijo:

      “Esfuércense vigorosamente por entrar por la puerta angosta, porque muchos, les digo, tratarán de entrar mas no podrán . . . Allí es donde será su llanto y el crujir de sus dientes, cuando vean a Abrahán y a Isaac y a Jacob y a todos los profetas en el reino de Dios, pero a ustedes echados fuera. Además, vendrá gente de partes orientales y occidentales, y del norte y del sur, y se reclinarán en la mesa en el reino de Dios. Y, ¡miren! hay aquellos últimos que serán primeros, y hay aquellos primeros que serán últimos.”—Luc. 13:24-30.

      Los judíos en aquel entonces se representaban las bendiciones del “mundo por venir” como un banquete festivo con los patriarcas y los profetas. Pero los judíos naturales que eran los “primeros” en línea para esas bendiciones no las heredarían meramente por ser descendientes carnales de Abrahán. Si individualmente rehusaban esforzarse sinceramente por cumplir los requisitos de Dios, sus lugares serían ocupados por los que estuvieran dispuestos a ‘esforzarse,’ aunque fueran de las naciones gentiles, los “últimos” en línea, por decirlo así.

      Las personas de corazón recto, que no podían reconciliar con su conciencia el hecho de que Dios tolerara lo malo sencillamente debido al linaje de uno, deben haberse complacido en escuchar la enseñanza de Jesús acerca de este asunto.

      El testimonio de obras poderosas

      Una importante razón por la cual muchos escucharon a Jesús fue su despliegue de obras milagrosas. En más de una ocasión demostró conocimiento sobrehumano de personas y acontecimientos. (Juan 1:47-49; 4:16-19) En una fiesta de bodas transformó agua en vino, y en otras ocasiones multiplicó milagrosamente alimento para satisfacer las necesidades de vastas muchedumbres. (Juan 2:1-11; Mar. 6:32-44; 8:1-9) Además de eso, Jesús recorría el territorio “curando toda suerte de dolencia y toda suerte de mal entre el pueblo.” (Mat. 4:23; 9:35; 10:1) En varias ocasiones hasta levantó a los muertos.—Mar. 5:35, 38-42; Luc. 7:11-17; Juan 11:1-44.

      Esas obras poderosas hicieron que muchos tomaran en serio a Jesús. Muchedumbres de espectadores atónitos proferían exclamaciones como: “Un gran profeta ha sido levantado entre nosotros.” “Con certeza éste es el profeta que había de venir al mundo.”—Luc. 7:16; Juan 6:14; compare con Deuteronomio 18:15-19.

      La literatura rabínica, aunque considera al cristianismo como una apostasía, no niega que Jesús y sus discípulos realizaron milagros. El erudito judío Joseph Klausner hace notar en su libro Jesus of Nazareth, según lo tradujo del hebreo al inglés Herbert Danby:

      “Los Evangelios dicen que [Jesús] realizó señales y milagros por medio del Espíritu Santo y el poder de Dios; los relatos del Talmud conceden que él ciertamente obró señales y milagros, pero por medio de la magia. . . . Por lo tanto se desprende que los relatos en los tres primeros Evangelios son bastante tempranos, y que es irrazonable poner en duda la existencia de Jesús . . . o su carácter general como se describe en estos Evangelios.”

      La enseñanza sin par y la actitud amorosa de Jesús hacia toda clase de personas hicieron que las personas de corazón honrado escucharan lo que decía y lo tomaran a pechos. Sus milagros sin precedentes hicieron que muchos exclamaran: “Cuando llegue el Cristo, él no ejecutará más señales que las que ha ejecutado este hombre, ¿verdad?” (Juan 7:31) De hecho, al cierre del primer siglo de la E.C. varios miles de judíos quedaron firmemente convencidos de que Jesús de Nazaret era el Mesías prometido.

  • El Mesías... ¿qué efectuaría? ¿y cuándo?
    ¡Despertad! 1976 | 22 de julio
    • El Mesías... ¿qué efectuaría? ¿y cuándo?

      ¿QUÉ significa para usted el término “Mesías”? ¿Piensa en una figura humana política que habría de derrotar a los enemigos de Israel, restaurar a los judíos a la Tierra Prometida y reconstruir el templo de la adoración de Dios en Jerusalén?

      Nunca ha aparecido un Mesías semejante. En algunos lugares de la Tierra los judíos todavía están oprimidos. Sin embargo, las Escrituras Hebreas mencionan definidamente una “descendencia” por medio de la cual toda la humanidad recibiría bendiciones un día. Esta descendencia, o Mesías (que significa “ungido”), descendería de los patriarcas Abrahán, Isaac y Jacob, por medio de la tribu de Judá y la familia del rey David.—Gén. 3:15; 12:1-3; 22:18; 26:3, 4; 28:13, 14; 49:10; 2 Sam. 7:12-16.

      Sin embargo, para muchos, el tema del Mesías implica mucha confusión. A Dictionary of Judaism declara: “Hubo varios conceptos acerca del Mesías . . . Sin embargo, no hay una opinión autoritativa en cuanto a todos estos conceptos y el judaísmo no tiene nada definido que decir acerca de estos temas.” Pero, ¿qué hay de las Escrituras Hebreas? ¿Ha examinado usted personalmente lo que éstas dicen acerca del Mesías prometido? ¿Qué efectuaría? ¿Y cuándo?

      Un logro preliminar

      Solo hay un lugar en las Escrituras donde la palabra hebrea Mashíahh, o Mesías, aparece como sustantivo sola (es decir, sin palabras calificativas, tal como en ‘el ungido de Dios,’ “mi ungido”). Eso ocurre en Daniel 9:24-27, que señala a un logro excepcional del Mesías, uno que él efectuaría mucho tiempo antes que las bendiciones de su gobierno se extendieran por todo el mundo. Leemos:

      “Hay setenta semanas que han sido determinadas sobre tu pueblo y sobre tu santa ciudad, para poner fin a la transgresión, y para acabar con el pecado, y para hacer expiación por el error, y para introducir la justicia para tiempos indefinidos, y para imprimir un sello sobre visión y profeta, y para ungir el Santo de los Santos. Y debes saber y tener la perspicacia de que desde la salida de la palabra de restaurar y reedificar a Jerusalén hasta Mesías el Caudillo, habrá siete semanas, también sesenta y dos semanas. Ella volverá y será realmente reedificada, con plaza pública y foso, pero en los aprietos de los tiempos.

      “Y después de las sesenta y dos semanas Mesías será cortado, con nada para sí.

      “Y a la ciudad y al lugar santo el pueblo de un caudillo que viene los arruinará. Y el fin de él será por la inundación. Y hasta el fin habrá guerra; lo que está decidido es desolaciones.

      “Y él tiene que mantener el pacto en vigor para los muchos por una semana; y a la mitad de la semana hará que cesen el sacrificio y la ofrenda de dádiva.”

      ¿Observó usted que la llegada del “Mesías el Caudillo” (Mashíahh Nagid, hebreo) está conectada aquí con poner fin al pecado? ¿Qué parte tiene en esto el Mesías? Consideremos algunos rasgos de una profecía que se halla en Isaías 52:13-53:12, que la antigua paráfrasis judía aramea, o Targum, aplica a “mi siervo, el Ungido [o, el Mesías].”

      “Pero él fue herido debido a nuestros pecados, aplastado debido a nuestras iniquidades. Cargó el castigo que nos sanó, y por sus heridas fuimos curados.

      “Pero el SEÑOR escogió aplastarlo por enfermedad, para que, si él se hacía como ofrenda por la culpa, pudiera ver prole y tener larga vida, y que por medio de él pudiera prosperar el propósito del SEÑOR.

      “Con seguridad, a él le daré los muchos como su porción, él recibirá la multitud como su despojo. Porque él se expuso a la muerte y fue contado entre los pecadores, puesto que cargó con la culpa de los muchos e hizo intercesión por los pecadores.”—Isa. 53:5, 10, 12, Jewish Publication Society, 1973.

      El hacer “intercesión por los pecadores” es un paso preliminar que establece la base para que las personas gocen de las futuras bendiciones mesiánicas. ¿Cómo es eso? Bueno, ¿podría alguien gozar verdaderamente de los beneficios del gobierno mesiánico al mismo tiempo que se enfrenta a los rigores de la vejez y la muerte? ¿Y qué es la causa de este proceso de la muerte?

      La primera vez que se menciona la muerte en las Escrituras es en Génesis 2:16, 17, donde se registra que Dios le dijo al primer hombre Adán: “De todo árbol del jardín puedes comer hasta quedar satisfecho. Pero en cuanto al árbol del conocimiento de lo bueno y lo malo no debes comer de él, porque en el día que comas de él positivamente morirás.” La desobediencia a ese mandato pondría en acción inmediatamente el proceso de morir en Adán, resultando con el tiempo en su muerte.

      La Biblia registra que Adán y su esposa, Eva, sí trasgredieron el mandato de Dios. (Gén. 3:6) Esto no solo los afectó a ellos, sino a toda su prole, que nos incluye a nosotros los que estamos vivos ahora. El patriarca Job exclamó: “¿Quién puede producir a alguien limpio de alguien inmundo? No hay ninguno.” (Job 14:4) El salmista David escribió: “¡Mira! Con error fui dado a luz con dolores de parto, y en pecado me concibió mi madre.” (Sal. 51:5) Según la Biblia, el hombre hereda desde la concepción misma el pecado y su consecuencia final, la muerte.

      Es cierto que algunas personas se oponen a la enseñanza de que el hombre hereda el pecado. Contienden que, aunque todos los seres humanos tienen una “inclinación” hacia obrar mal, están completamente capacitados para vencerla. Por ejemplo, la literatura rabínica judía, hace referencia a ciertos individuos “perfectamente justos.” Pero, ¿ha conocido usted alguna vez a una persona ‘perfectamente justa’? ¿Han tenido buen éxito los esfuerzos combinados de aun los hombres más dedicados y más instruidos en detener la creciente marea de odio, crimen, violencia, inmoralidad sexual y otros ayes que afligen a la humanidad? Claramente, el hombre necesita ayuda divina si ha de abolir las tendencias pecaminosas.

      ¿Cuán alto fue el “precio”?

      Pero, ¿por qué no expiaban el pecado los sacrificios animales y otros bajo la ley mosaica, que incluían los del Día de Expiación? Las Escrituras indican que la expiación por el pecado heredado requeriría algo de mucho más valor que esas víctimas animales. Leemos, en el Salmo 49:6-9:

      “Los que están confiando en sus medios de mantenimiento, y que siguen jactándose acerca de la abundancia de sus riquezas, ninguno de ellos puede de manera alguna redimir siquiera a un hermano, ni dar a Dios un rescate por él; (y el precio de redención del alma de ellos es tan precioso que ha cesado hasta tiempo indefinido) para que todavía viva para siempre y no vea el hoyo.”

      ¿Cuán alto fue el “precio” que se tenía que pagar para rescatar a la humanidad del pecado y la muerte? La perfecta justicia de Dios estipuló ‘alma por alma.’ (Deu. 19:21) Puesto que Adán fue originalmente perfecto, sin pecado, solo otro humano perfecto podría restaurar lo que Adán perdió para su prole por medio del pecado. Como se observó anteriormente, el libro bíblico de Daniel le asigna ese papel a “Mesías el Caudillo.”

      ¿Cuándo debería la gente esperar ver el cumplimiento de esta actividad preliminar del Mesías? ¿Cómo podría este “ungido” tener una línea de ascendencia humana, y no obstante estar libre de pecado?

      Contando las “semanas” hasta el Mesías

      La profecía de las “setenta semanas” especifica que “Mesías el Caudillo” aparecería a las 69 semanas (7 + 62) “desde la salida de la palabra de restaurar y reedificar a Jerusalén.” (Dan. 9:25) ¿Cuándo salió esa “palabra”?

      Las Escrituras Hebreas, en Nehemías 2:1-6, relatan que el rey persa Artajerjes Longímano expidió esa “palabra,” o decreto, para la restauración y reedificación en Jerusalén en su año vigésimo, que fue en 455 antes de la E.C. Muchos judíos y otros eruditos concuerdan en que las “semanas” que se mencionan aquí son “semanas de años,” es decir, que cada semana tiene siete años de duración. Contando hacia adelante 69 semanas de años, ó 483 años, desde 455 antes de la E.C. nos lleva al año 29 E.C. ¿Apareció alguien que afirmara ser el Mesías en ese año?a

      ¿Qué se puede decir de Jesús de Nazaret?

      Quizás usted piense en Jesús de Nazaret, que vivió en ese tiempo. ¿Tuvo Jesús las credenciales del Mesías prometido? El registro del Evangelio de Lucas, que ha sido alabado por su exactitud histórica, declara que Juan el Bautista, precursor de Jesús, comenzó su predicación pública en la primavera del “año decimoquinto del reinado de Tiberio César,” que abarcó parte del año 29 E.C. (Luc. 3:1, 2) Jesús fue bautizado y emprendió su actividad de predicación y enseñanza públicas como el “ungido” de Dios aproximadamente seis meses más tarde, en el otoño de 29 E.C.—Luc. 3:21-23; 4:16-21.

      Como se hizo notar en el artículo precedente de esta revista, el método y contenido de la enseñanza de Jesús, así como sus asombrosos milagros, hicieron que muchos concluyeran que él era el Mesías prometido. Aun las circunstancias del nacimiento y muerte de Jesús fueron cosas que las Escrituras Hebreas predijeron con relación al Mesías prometido. ¿Cómo es eso?

      Ante todo, Jesús nació en Belén, concerniente a lo cual leemos en Miqueas 5:2: “Y tú, oh Belén Efrata, el demasiado pequeño para llegar a estar entre los miles de Judá, de ti me saldrá aquel que ha de llegar a ser gobernante en Israel, cuyo origen es de tiempos tempranos, desde los días de tiempo indefinido.” La paráfrasis judía aramea, o Targum, de este versículo declara: “De ti saldrá delante de mí el Mesías.”—Vea Mateo 2:1.

      El modo en que nació Jesús, también, merece la atención. El relato del Evangelio dice:

      “El ángel Gabriel fue enviado de parte de Dios a una ciudad de Galilea, cuyo nombre era Nazaret, a una virgen comprometida para casarse con un varón de nombre José de la casa de David; . . . De modo que el ángel le dijo: . . . ‘¡mira! concebirás en tu matriz y darás a luz un hijo, y has de ponerle por nombre Jesús. Éste será grande y será llamado Hijo del Altísimo; . . . ’ Pero María dijo al ángel: ‘¿Cómo será esto, puesto que no estoy teniendo coito con varón alguno?’ En respuesta el ángel le dijo: ‘Espíritu santo vendrá sobre ti, y poder del Altísimo te cubrirá con su sombra. Por eso también lo que nace será llamado santo, Hijo de Dios.’”—Luc. 1:26, 27, 30-32, 34, 35.

      La concepción milagrosa de Jesús y el ‘cubrimiento’ divino de su desarrollo en la matriz de María aseguraría libertad del pecado adámico, y haría de Jesús un ser humano perfecto. De este modo el Mesías estaría en posición de pagar el costoso precio del rescate para redimir a la humanidad del pecado y la muerte.—Sal. 49:7; Mat. 20:28.

      Según Daniel 9:25-27, “Mesías el Caudillo” sería “cortado” “a la mitad de la [septuagésima] semana.” Con exactitud precisa Jesús murió el día de Pascua de la primavera de 33 E.C., exactamente media ‘semana de años,’ o tres años y medio, después de su bautismo.—Mat. 26:2; Juan 13:1, 2.

      ¿Fue Jesús el Mesías prometido? Los hechos expuestos en lo susodicho claramente señalan hacia esa conclusión. Pero puede que evidencia de esta clase no sea suficiente para convencer a muchas personas. Se necesita algo más. Y está disponible. ¿De qué modo?

      Un ‘espíritu de genio’

      Es importante tener en mente que la vida de Jesús fue de mucho más valor que el meramente concordar con fechas y lugares predeterminados en la profecía bíblica. Sus enseñanzas y actividades no son simplemente palabras sobre papel. Jesús fue una persona. Para determinar si es que fue el Mesías o no, hay que considerar el “espíritu,” o la actitud impulsora del corazón, que hizo de Jesús lo que fue y que motivó las cosas que dijo e hizo. Concerniente a esto, el erudito judío Claude Montefiore dice en The Synoptic Gospels:

      “Hay cierto espíritu y brillo acerca de la enseñanza de Jesús que uno o percibe con aprecio o no percibe. . . . La enseñanza de Jesús, que ha tenido efectos tan colosales sobre el mundo, es más que y algo diferente de una lista de preceptos dividida en secciones. No es meramente la suma de sus partes; es un todo, un espíritu. Ese espíritu tiene las características del genio. Es grandioso, estimulante, heroico. . . .

      “Aunque uno pudiera hallar estrechos paralelos separados para 970 versículos de los, digamos, 1.000 versículos en el Evangelio en los cuales Jesús es el orador, y aunque uno los reuniera e hiciera de éstos un bonito librito, no hubiera producido un sustituto del mismo valor religioso. La unidad, el aroma, el espíritu, el genio, todos hubieran huido. O, más bien, uno no pudiera infundir éstos dentro de su elegante colección de fragmentos y trozos escogidos.”

      ¿Se ha esforzado usted personalmente por captar el “espíritu” de las enseñanzas de Jesús mediante un cuidadoso estudio de los cuatro relatos del Evangelio de Mateo, Marcos, Lucas y Juan a la luz de las Escrituras Hebreas? El hacerlo le ayudará a discernir el papel preliminar del Mesías y por qué Jesús de Nazaret no cumplió en su día mucho de lo que popularmente se esperaba del “ungido” de Dios. Sin embargo, lo que él sí efectuó, puso el fundamento para que toda la humanidad obtenga maravillosas bendiciones en el futuro cercano. ¿Qué clase de bendiciones serán éstas? ¿Vivirá usted para verlas realizadas?

      Los cumplimientos finales comienzan en nuestro día

      Las Escrituras Hebreas también contienen profecías concernientes al “hijo del hombre,” o Mesías, como un glorioso rey celestial que recibiría de Dios “gobernación y dignidad y reino, para que los pueblos, grupos nacionales y lenguajes todos le sirvieran aun a él.” (Dan. 7:13, 14) Bajo la gobernación de ese Reino celestial, la humanidad disfrutará de vida eterna en salud perfecta en un paraíso restaurado sobre toda la Tierra. (Sal. 133:3; compare con Isaías 33:24; 35:5, 6.) Aun los muertos volverán a la vida en una resurrección. (Job 14:13-15; Dan. 12:13; Juan 5:28, 29) El sacrificio voluntario que el Mesías hizo de su perfecta vida humana hace posible todo esto. Pero, ¿cuándo vendrán esas bendiciones?

      Contrario a las esperanzas populares de los judíos de su día, Jesús explicó: “El reino de Dios no viene de modo que sea llamativamente observable.” (Luc. 17:20) ¿Cómo, pues, podemos determinar cuándo el Reino esté a la mano?

      Como una “señal . . . de la conclusión del sistema de cosas,” Jesús predijo entre otras cosas guerra en gran escala, sobresalientes escaseces de alimentos, terremotos, aumento del desafuero y otros “dolores de aflicción.” (Mat. 24:3, 6-8, 12; compare con Revelación 6:1-8.) ¿No han plagado a la humanidad esas cosas en una escala sin precedentes desde el año trascendental de 1914? Según la profecía de Jesús, la generación que experimentara esto vería las bendiciones del gobierno del Mesías comenzar a extenderse por toda la Tierra. (Mat. 24:34; Zac. 9:10) ¿No son ésas las mejores noticias para la gente que vive actualmente?

      Las Escrituras Hebreas bosquejan un papel expiatorio preliminar para “Mesías el Caudillo” y señalan con precisión a 29 E.C. como el año para que apareciera. (Dan. 9:25) Su muerte de sacrificio habría de acontecer media ‘semana de años,’ o tres años y medio, más tarde. (Dan. 9:26, 27; Isa. 52:13-53:12) La vida de Jesús de Nazaret corresponde exactamente con estas profecías y todas las otras acerca de las actividades preliminares del Mesías. En vista de esto, ¿no merecen los relatos de los Evangelios el más serio y cuidadoso estudio? ¿Está usted dispuesto a hacer ese estudio? El que usted desee participar en las bendiciones mundiales del gobierno del Mesías hace imperativo que usted lo haga.

      [Nota]

      a Algunos dicen que esta profecía se refiere a dos ‘ungidos.’ Uno, sugieren ellos, aparecería después de 7 semanas (49 años), el otro después de 62 semanas adicionales (434 años). Pero esto ni es lo que dice el texto ni como lo consideraron los judíos del primer siglo de la E.C. La traducción griega de los Setenta, por ejemplo, enlaza los dos períodos que tiene el texto hebreo como “siete” y “sesenta y dos” “semanas de años.” Considerando al hebreo de este modo, solo se habría de presentar un Mesías después de 69 semanas (483 años).

      En cuanto al punto de vista que sostenían los judíos a comienzos de la era común acerca de esta profecía, un rabino del siglo diecisiete Menasseh ben Israel, escribió en su obra De Termino Vitae [“Concerniente al fin de la vida”]: “Algunos aceptarían esas 70 semanas como queriendo significar que después de su fin vendría el Mesías que los constituiría gobernantes de todo el mundo. Ciertamente, todos los que empuñaban las armas en contra de los romanos en ese tiempo sostenían esa opinión.”

  • “Ya pasó el tiempo”
    ¡Despertad! 1976 | 22 de julio
    • “Ya pasó el tiempo”

      DURANTE el año 1649 ocurrió un debate en Venecia, Italia, entre dos judíos acerca del significado de las “setenta semanas.” (Dan. 9:24-27) Los contendientes, uno de los cuales había aceptado el cristianismo, escogieron como su árbitro a Simone ben Isaac Simhah Luzzatto, rabino mayor de la comunidad. Presente en ese debate estuvo un discípulo de Luzzatto, el erudito Samuel ben David Nahmias, junto con su hermano Joseph. Nahmias escribe de esa ocasión:

      “Los dos antagonistas debatieron valerosamente, primero entre ellos mismos. Pero, como se hizo claro que la victoria se inclinaba abiertamente a favor del cristiano, Luzzatto, que estaba sentado en un lugar prominente como juez de la controversia, de repente golpeó ambas manos sobre la mesa y dijo:

      “‘El texto bajo disputa, como ustedes saben, tiene perplejos y tan desconcertados a los mejores rabinos que ya no saben si es que están en el cielo o en la Tierra.’ Y después de unas pocas palabras similares, habiendo puesto su dedo sobre sus labios, agregó: ‘Por favor, guardemos silencio, y cerremos los libros, porque si continuáramos especulando acerca de esta profecía de Daniel, por necesidad sucederá que todos nos haremos cristianos. No se puede negar, que en ésta se muestra claramente que el Mesías ha venido, para el cual ya pasó el tiempo. En cuanto a si es Jesús de Nazaret o no, no deseo expresar mis sentimientos apresuradamente.’

      “De este modo la asamblea llegó a su fin, y con ella el afecto en mí mismo y en mi hermano hacia la secta judía, porque ambos llegamos a la resolución de abrazar la religión cristiana.”—“Via Della Fede” [El camino de la fe], por Giulio Morosini (el nombre adoptado por Nahmias después de aceptar el mesiazgo de Jesús). Impreso en Roma en 1683.

  • “El ojo de una aguja”
    ¡Despertad! 1976 | 22 de julio
    • “El ojo de una aguja”

      ● Ilustrando la dificultad de lograr entrar en el Reino, Jesucristo dijo: “Más fácil es que un camello pase por el ojo de una aguja que el que un rico entre en el reino de Dios.” (Mat. 19:24) Exactamente ¿qué era ese ojo de aguja? Era el ojo de una aguja de coser común. An Expository Dictionary of New Testament Words dice: “La idea de aplicar la expresión ‘el ojo de una aguja’ a puertas pequeñas parece ser una idea moderna; no se halla rastro de ella en la antigüedad. Al hacer la declaración el Señor tenía por objeto expresar la imposibilidad humana y no hay por qué tratar de atenuar la dificultad dando a la aguja otro significado que el del instrumento común.”

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